sábado, 2 de septiembre de 2017

ES HORA DE QUITARSE LA CARTETA

El título habla por si solo “Es hora de quitarse la careta”; es hora de decir lo que muchos piensan, es hora de abandonar esa bruma de hipocresía que cubre a las masas, es hora de cambiar el lenguaje políticamente correcto, es hora de hacer frente a la realidad y ¿Cuál es la realidad? Pues mal que nos pese la realidad es que nos están ganando, nos están ganando y no reaccionamos.

Ahora ha sido Barcelona, antes lo fue Londres, Berlín, París, Niza, Bruselas… ¿Cuántas más ciudades han de sucumbir a la barbarie terrorista en nombre de Alá? Está claro que los autores de las matanzas no representan al Islám y que gran parte del mundo musulmán los rechaza como suyos pero ¿Qué pasa con la otra parte? Como un caballo de Troya llevan años llegando a nuestras tierras y mezclándose con lo que  ellos siempre han llamado infieles; ahora ya están aquí y muchos con varias generaciones de arraigo ¿Cómo distinguir entre ellos a los durmientes?

Por otro lado algunos países alardeando de una exagerada bondad, una desmesurada ansia por mostrarse supra-civilizados, llenándoseles la boca con el respeto a los derechos humanos y un sinfín de buenismos más, han sido durante décadas reclamos para las masas del tercer mundo dando igual este donde estuviera. Las gentes han acudido a ellos en masa y estos los han recibido con los brazos abiertos incluso fomentando futuras oleadas, los han intentado integrar, les han dado ayudas públicas, sanidad, educación, vivienda… ¿y a cambio de que? Mano de obra barata, rencor enquistado y guetos, muchos guetos pues ellos como otras minorías, no quieren integrarse y mucho menos occidentalizarse aunque a veces intenten aparentarlo.

Y si a todo esto le añadimos que un buen número de los terroristas inmolados, abatidos y/o detenidos tienen antecedentes, han sido investigados o se sospechó de ellos en el pasado, nos encontramos con situaciones potencialmente evitables si nuestras sociedades no fueran tan permisivas y bondadosas. Así pues y ya que en su momento dejamos que se nos escaparan, hagamos ejemplo cuando al final se consigue atraparlos, y no solo con ellos también con todo su entorno, no debe valernos el “yo no sabía que se había radicalizado…”, de antemano debe ser conocido por todos que aquel que practica el terrorismo arrastra consigo a todos los suyos y sus posesiones, aquel que abate hace que los suyos sean abatidos y despojados de todo lo que tienen, aboliéndoseles cualquier derecho adquirido por la sociedad que los acogió.

Las manifestaciones de repulsa, los eslóganes grandilocuentes, los minutos de silencio, los comunicados en los medios… solo sirven para regocijo de los autores de tan macabras actuaciones, son gasolina que avivan el fuego en los cerebros de estos descerebrados volviéndolos a poner en el punto de partida para gestar un nuevo atentado; solo medidas drásticas aunque no sean políticamente correctas, nos darán un opción de acabar con esta lacra venida de fuera, practiquemos con ellos política de tierra quemada borrando su rastro de nuestras ciudades y abandonemos nuestra hipócrita permisividad.


Nuestras leyes, nuestras costumbres, nuestras tradiciones y forma de vida son las que son y las que nos identifican como pueblo y bajo ningún concepto deberían modificarse para acoger al que viene de fuera adaptándose a tradiciones que no son las nuestras, si quieren seguirlas y estas están fuera de nuestras normas que se queden en sus países de origen por muy precarias que sean sus vidas en esos territorios, allí podrán exhibir sus burkas, sus velos, practicar sus ablaciones y llegado el caso inmolarse en nombre de su Alá pero no aquí, NO en nuestras ciudades.

domingo, 20 de agosto de 2017

LAS IMPRUDENCIAS SE PAGAN

Uno piensa que la cosa no va con él, cree erróneamente estar exento de riesgos y que esas cosas que uno lee o escucha en los medios siempre le ocurren a otros; se siente protegido por un algo difícil de explicar y llegado el caso, sería capaz de sortear la adversidad y salir ileso del percance. En otros casos ni siquiera piensa en la existencia de amenazas en el entorno en que se mueve, sobrevalorando las capacidades que cree poseer para hacer frente a cualquier imprevisto.

En lo que llevamos de año en España rondamos las 350 muertes por ahogamiento, un 15% más que en 2016, en otras circunstancias no me llamaría la atención este suceso puesto que mi contacto con el agua no va más allá de la mera higiene personal y salvo que venga un tsunami imagino palmaré de otra cosa ajena al tema hídrico, pero la otra tarde tuve ocasión de vivir la tragedia de cerca y eso me hizo reflexionar.


Lo que me llamó la atención no fueron los dos cadáveres tendidos en la arena frente a mi uno a pocos metros del otro tapados con las clásicas sábanas térmicas, pues en el pasado ya vi unos cuantos en otras circunstancias, lo curioso del cuadro era ver a la gente pasando junto a ellos intentando disimular que los miraban, también la impasividad de las terrazas cercanas ajenas al macabro suceso en donde las gentes parloteaban y reían disfrutando de sus refrescos o la concentración de salseros un centenar de metros más allá celebrando su reunión anual indiferentes al ocaso de aquellos dos bañistas.


Allí tendidos al atardecer acabaron las vidas de una pareja de mediana edad que pocas horas antes tan solo pensaban en pasar una agradable tarde en la playa, el mar estaba movido y había corrientes, los servicios de socorristas habían terminado su turno y la franja de costa quedaba a merced del sentido común de los bañistas, esos que piensan que a ellos no les puede pasar nada pero que no son conscientes de que una vez pones un pie en el agua… ya has comprado un boleto de lotería. Y la cifra de 350 ahogados seguirá aumentando.

sábado, 12 de agosto de 2017

EL FINAL DEL CAMINO

Echando la vista atrás uno puede observar el camino recorrido, la senda iniciada cuando vemos la luz por primera vez puede tener mil matices y colores, unos tramos pueden ser claros y alegres, en otros en cambio predominarán los tonos grises y oscuros; con cada pincelada habremos ido avanzando por un recorrido vital de final incierto y a lo largo de este, el final del camino puede ser imprevisible e inesperado.

Hay quien nace con una vida programada, los menos, ya desde sus primeros pasos tienen marcado el camino por cuestiones de abolengo, economía o lugar de nacimiento pues hacerlo en Manhattan o en la selva amazónica marca a priori, gran parte del camino. La mayoría nacen en el convencimiento de poder gestionar sus propias vidas, antes o después salen del error haciendo lo que su entorno les permite hacer y casi siempre muy lejos de lo que les hubiera gustado hacer.

El mero hecho de poder hacer ya es un privilegio para muchos pues los hay que sometidos a sus circunstancias, nunca conseguirán incorporarse a un rol cuanto menos digno. La primera parte del camino suele ser en subida, madurando, intentando alcanzar metas, posicionándonos, estableciendo las bases para un futuro… muchos nunca llegarán a conseguirlo; más tarde una etapa de meseta de duración variable nos permite desarrollar una u otra actividad de manera más estable en el mejor de los casos para dar paso en un momento dado, al inicio del declive personal y orgánico.

Gestionar ese declive muchas veces es difícil, las fuerzas ya no acompañan y el ánimo a estas alturas de la vida a veces anda muy mermado aun así esos días grises estarán ahí, han llegado para quedarse, y tras ellos veremos aparecer por el retrovisor el inicio del último viaje, ese para el que nadie está preparado y del que nadie regresa nunca.


Así pues con la perspectiva que da el paso del tiempo y conociendo lo andado hasta este  momento, uno puede hacer balance de resultados sin tener que esperar al último momento; con un 60% o 70% del camino recorrido las cartas están boca arriba y a nadie ya se puede engañar, mucho menos a uno miso que siendo protagonista del camino sabe lo que ha acontecido durante su andadura.

La revisión del balance tan solo nos sirve para nuestros adentros, recordar lo pasado tan solo ilumina fugazmente nuestra materia gris y en ocasiones la enturbia, así pues y dado que lo recorrido no puede desandarse, la película de nuestra vida y los hechos en ella ocurridos, son tan solo una partícula más en ese cosmos que llamamos historia de la humanidad.

sábado, 5 de agosto de 2017

MAÑANAS DE AMOR

Empezó como un juego. Aquellas mañanas en las que ella venía por casa eran esperadas por él de manera especial; siempre imaginaba como llegaría vestida ese día aun a sabiendas de que unos pantalones ajustados eran fijos en su indumentaria. Nunca la había visto con faldas o vestidos pero intuía que cuando los llevara causaría sensación, quizás era una apreciación un tanto exagerada no obstante el no haber tenido nunca la oportunidad de comprobarlo le llevaba a idealizar tal situación. De manera sutil cada mañana él la hacía partícipe de la impresión que le causaba, casi siempre elogiando la elección de su atuendo a lo que ella siempre apostillaba con algún pero o defecto ficticio; era su forma de contrarrestar sus piropos subliminales.

Él no se cansaba de mirarla y ella se dejaba mirar aun haciendo como que no se daba cuenta, sabía de la atracción que ejercía sobre él y le gustaba aquella situación de hecho, últimamente tardaba más de la cuenta en elegir el vestuario que se ponía los días que iban a verse y aunque la situación no lo requería, también prestaba una atención especial en la elección de su ropa íntima. Una mañana más ella llegó puntual a su cita, el ceremonial se repetía cada día siguiendo un protocolo no escrito que ella conocía bien, él ansiaba rodearla con sus brazos y darle los buenos días.

Su juego de curvas lo tenía hipnotizado; caderas, pechos, muslos y cintura, aquel cuerpo era un prodigio arquitectónico que difícilmente pasaba inadvertido y tenerlo moviéndose a su alrededor lo sumía en un éxtasis de sensaciones continuas y cada vez más difíciles de controlar. Le gustaba aquella mujer y su deseo por ella había ido aumentando en los últimos tiempos de manera incontrolada aun a sabiendas de la no conveniencia de sobrepasar el límite que había entre ellos.

Sus chaquetas de cuero le daban un punto rebelde, a lo que contribuía en gran medida una melena desigual en la cual una mecha siempre le cruzaba la frente como parte de su look particular; ese aire desenfadado pero bien estudiado, lo ponía a tope y su imagen en conjunto estaba grabada a fuego dentro de su cabeza sin poder desprenderse de ella un solo instante.

Llegaba cada mañana a la misma hora, él la esperaba ansioso por verla una vez más, envuelto en una sábana preparaba el primer café del día haciendo tiempo para que ella hiciera su aparición en el video portero. En las últimas semanas la relación entre ambos había cambiado y sus contactos iban más allá; una vez en casa y tras quitase la chaqueta se abrazaba a él buscando el calor de su cuerpo al tiempo que sus labios se fundían en un largo beso de buenos días. Él la apretaba contra si notando sus pechos en contacto con su torso desnudo mientras sus manos recorrían su espalda, su cintura, bajando hacia sus nalgas de diosa prisioneras de unos jeans muy ajustados; ese primer abrazo del día sabía a gloria y muchas veces era el preludio de una mañana caliente.

Esa noche la había soñado descarada y atrevida, como una gata en celo loca de amor lo poseía del mil maneras y él se dejaba hacer controlando sus embestidas al ritmo que ella marcaba; ambos sabían cómo prolongar la llegada del clímax pero ella era una maestra en los preámbulos hasta llegar a él. Jadeos, gemidos, gruñidos y algún grito salían de sus gargantas a medida que sus cuerpos se entregaban en una amalgama de pieles calientes y húmedas; sus manos acariciaban, exploraban, presionaban o se introducían en el otro buscando el placer mutuo sin límites ni líneas rojas, todo estaba permitido en aquel campo de batalla en donde el amor a través de un sexo desinhibido siempre salía vencedor.


Aquel martes llegó temprano, él  aún estaba en la cama y como el último día se  había llevado llaves no necesitó llamar; hacía tres meses que su relación había empezado a consolidarse y ella venía dispuesta a celebrarlo a pesar de lo intempestivo de la hora, tenía toda la mañana para cumplir su deseo y no pensaba dejarlo salir de la cama. Tras despojarse de su cazadora y colgar el bolso en un perchero entró en su habitación, él la miró desde la cama con una sonrisa viendo como esta empezaba a desabrochar los botones de sus jeans devolviéndole la sonrisa.

Una vez liberada de aquellos ajustados pantalones la camisa entreabierta le llegaba a mitad de los muslos, por debajo de esta sus largas piernas pálidas como la nieve mostraban unos contornos perfectos acabando dentro de unos calcetines azules, su larga melena de pelo muy liso castaño oscuro le caía sobre los hombros cubriéndole media espalda, le encantaba aquel pelo de corte desigual cuya textura era como la seda, verla con el alborotado cruzándole la cara le daba un atractivo arrebatador, el mismo que tenía en esos momentos.

Acabó de quitarse la camisa y en dos zancadas de sus largas piernas se plantó junto él que ya la esperaba con las sábanas abiertas, ver aquel cuerpo de porcelana cubierto tan solo por un conjunto de ropa interior color café resaltando su piel clara lo ponía a cien; ágil como una pantera saltó sobre la cama acurrucándose junto a él al tiempo que buscaba sus labios para sellar un prometedor buenos días.


Así eran sus mañanas de amor, las esperaba ansioso y las disfrutaba sin límites entregando su cuerpo y recibiendo el de ella, dando rienda suelta a la pasión que ambos sentían.

sábado, 29 de julio de 2017

UTÓPICA FELICIDAD

Hay quien dice que unas horas de felicidad valen por toda una vida no obstante hay quienes en toda una vida no obtienen unas horas de felicidad, sea como fuere se me antoja  poco premio tan solo unas horas felices, por mucha calidad que tenga esa felicidad, para compensar toda una vida. Es cierto que la norma en la mayoría de vidas es no ser consciente de cuando se está siendo feliz, de hecho nos damos cuenta de los buenos momentos cuando estos ya han pasado.

Y así vivía plácidamente su vida ajeno a los avatares que se  estaban gestando en el horizonte de su existencia, nada hacía presagiar los acontecimientos que estaban a punto de tener lugar o igual si pero ellos no eran capaces de verlos. Echando la vista atrás y llevando esta hasta su etapa adolescente podía apreciar la cadena de errores cometidos, unos sin importancia otros con trascendencia, y quizás la suma de ellos le había llevado a su situación actual, quizás no, con toda seguridad lo habían hecho.

A pesar de sus circunstancias podría decirse que no le había ido mal, una buena ocupación, unos buenos ingresos, una vida social si bien limitada al menos aceptable y un trocito de mar reservado desde su ventana en la casa de la playa. Lo que hasta ahora siempre había ido bien en un momento dado empezó a torcerse, sin tener claro cuando tuvo lugar el punto de inflexión que cambiaría sus vidas todo parecía seguir sin contratiempos hasta que un buen día el castillo de naipes comenzó a desmoronarse.

Impotente vio como todo lo conseguido amenazaba con desaparecer, cambiando de manos de un día para otro; la cabeza entonces empezó a elucubrar los escenarios más nefastos, impensables hacía pocos meses. Poner en manos de terceros las gestión de su destino era el mal menor dada la situación acontecida y por otro lado, poco más podía hacer que confiar en los que entendían de este mundillo bucanero para que defendieran sus intereses. Y el tiempo pasaba, lento y espeso como la bruma.

La hora del desenlace se aproximaba, tras muchos meses de tiras y aflojas parece que el fin estaba cada día más cercano y este podía desembocar en un choque de trenes del cual saltarían chispas que culminarían con una ruptura total. Ya  ha hubo amagos con anterioridad en los que una parte dejó claras sus intenciones respecto a hechos pasados, estas mismas  partes parecían tener un velo en los ojos que les hacía olvidar lo que en un pasado les salvó y les permitió seguir adelante, esa ceguera malintencionada debería pasarles factura de alguna manera pues si el apoyo en el pasado tuvo su efecto positivo, hoy debería tener su justa recompensa, pero a la vista de su aptitud no cabía esperarla.


Tras el desenlace las alforjas quedarán vacías, habrá que empezar de cero pero con las fuerzas ya muy mermadas y el ánimo herido de muerte; habría que esperar al desenlace final para ver que quedaba de todo aquello que tuvo, una vez hecho recuento de existencias ver así mismo el modo de salvaguardarlas y hacer uso de ellas pero por encima de todo, había que empezar a ser hormiga almacenando dentro de sus escasas posibilidades, un bagaje que le permitiera afrontar el corto futuro que se abría frente a él con unas mínimas garantías de supervivencia. Utópica felicidad, quien la encuentre que no la deje escapar.

domingo, 23 de julio de 2017

LA IGNORANCIA DEL SER

Uno sabe que no sabe nada o en el mejor de los casos sabe muy poco de casi todo; sabedor de su ignorancia intenta ocultarla a los ajenos aun sabiendo que puede ser pillado en un renuncio. Así pues, partiendo de una precaria posesión de conocimientos y estableciendo como norma la ocultación de dicha escasez, nos movemos muchas veces fingiendo ser quienes no somos ni nunca llegaremos a ser.

Instalado en una cómoda y privada introspección, vemos a través de las ventanas de nuestros ojos un mundo al que creemos tener engañado, nada puede hacernos sospechar de que nuestra verdad es conocida y de hecho puede pasar desapercibido no obstante, en ocasiones creemos haber sido descubiertos y esa sensación nos angustia y avergüenza.

Las palabras no pronunciadas a veces duelen como puñales desgarrándonos las entrañas, los sentimientos que van unidos a esas palabras cautivas en nuestro interior se pudren agriándonos el carácter; algunas frases quedan huérfanas de destinatarios al no ser emitidas o plasmadas en un soporte, cuando eso ocurre la historia puede tomar un derrotero inesperado y/o equivocado.

Cuando se oculta la verdad mostrando una falsa imagen, al principio hay que mantener la comedia prestando atención a los detalles que puedan delatarnos, con el tiempo y una vez metido en el papel que hayamos elegido, la actuación es automática, como si fuera una segunda piel que vive una vida paralela. Con nuestro atuendo camaleónico sabemos que no sabemos casi nada pero ese detalle queda tan oculto al exterior, que podemos movernos en determinados círculos sin levantar sospechas.


La ignorancia del ser obliga a desplegar estrategias para evitar quedar al descubierto, si lo conseguimos podremos llevar una vida falsa con la que deslumbrar a propios y extraños, solo nosotros en nuestro interior sabremos que somos una farsa con la que a la larga, nos acostumbraremos a convivir y en ocasiones esa farsa se convertirá en un lastre del que no conseguiremos desprendernos.

sábado, 15 de julio de 2017

ATERRIZAJE PLAYERO

Tras meses esperándolo por fin llegó, como cada año el traslado sume en un caos al núcleo familiar cuyos porteadores ya no están para estos trotes, los años pasan su factura. El trayecto es corto, la carretera buena pero son tantos los bultos y enseres a meter y sacar del coche, a bajar y subir a las respectivas viviendas…; luego llega la organización y estiba en armarios, cajones y despensa para que todo quede en orden de revista ante cualquier imprevisto.

El aterrizaje playero anual siempre es conflictivo y como se dijo, cada año se coge con menos energías pues las fuerzas ya no acompañan aun así la carga es la misma o más que en tiempos pasados. La casa limpia con anterioridad espera ser ocupada por una reducida tropa que llega ya derrotada por el esfuerzo y que tardará varias jornadas en recuperarse; es lo que tiene el verano y las segundas residencias, abandonadas durante gran parte de año reciben una infusión de vida de escasos dos meses de duración, luego vuelven a apagarse.


La bahía a los pies de su torre de marfil los recibirá un año más, sus arenas doradas volverán a ser mancilladas cada día por miles de pisadas anónimas que ansiosas de mar, se enfrentarán a crestas de espuma blanca al tiempo que sus pieles húmedas y rojizas, se abrasarán bajo los inclementes rayos del sol; las primeras noches el sol pasará su factura en muchos cuerpos quemados que no tolerarán el más mínimo roce.

El largo paseo marítimo como un cordón sanitario, separará lo natural de lo artificial, las arenas del cemento, la piel desnuda de las coloridas camisetas y vestidos; al atardecer se llenará de viandantes que como zombies urbanos y con la mirada fija o la oreja pegada a su celular, deambularán arriba y abajo cubiertos con ropas de vestir. Las terrazas serán las reinas de ese largo cinturón embaldosado, en ellas el griterío predominará sobre las conversaciones pausadas y los helados, cervezas, pizzas, taperio variado… llenarán las mesas.


Como cada año habrá verbenas vecinales, feria de la cerveza y un gran festival musical de esos que ahora están tan de moda y que congregará a más de cien mil descerebrados ávidos de música y alcohol durante cinco intensos días, un gran empujón para la economía del lugar. Por su parte el pequeño parque de atracciones junto al paseo marítimo así como el parque acuático tras la montaña, también recibirán su cuota de humanidad necesitadas de su dosis lúdica.

Mientras tanto el pueblo, a espaldas de la bahía, seguirá un ritmo menos frenético; sus habitantes continuarán con sus quehaceres ajenos muchos de ellos a la marabunta que se mueve a escasos kilómetros de sus casas. El parque del Mercado verá llegar a la caída del sol a las gentes que sacan a los críos de paseo, o a los que se acercan a tomar una cerveza sin agobios, o a los que simplemente van a tomar el aire antes de retirarse a sus casas tras una jornada de trabajo.


En la montaña el castillo musulmán del siglo X y junto a él, el santuario de la virgen de Nuestra Sra. de la Encarnación, patrona de la ciudad, con su particular vía crucis que con una considerable pendiente y transcurriendo en un pintoresco zigzag, desciende hasta la parte trasera del pueblo perdiéndose entre estrechas callejuelas hasta la parte llana del núcleo urbano, vigilarán al consistorio. También su puerto pescador en la desembocadura del río Júcar es un punto de atención, a su lonja se acercan cada tarde propios y extraños a comprar pescado o tan solo curiosear; muy cerca de allí y en el mismo río el puerto deportivo con su club náutico, lugar de encuentro para muchos aficionados al mar.



Con la casa ya organizada, prepararán sus cartas de presentación dispuestos a enfrentarse con la vorágine que se extiende quince pisos más abajo, saludarán a rostros conocidos no vistos desde el anterior verano, harán recuento de las bajas acaecidas en el último año entre los vecinos poniéndose al día de los chismes más recientes e iniciarán su particular temporada estival dispuestos a exprimirla al máximo, podría ser la última.

sábado, 1 de julio de 2017

MATADOR DE ALMAS

Ya no recordaba la última vez que estuvo con una mujer, no habían dejado de gustarle pero el territorio en el que se adentró hace muchos años hizo que estas pasaran a ser un mero recuerdo, abandonando un puesto destacado entre sus prioridades. Cobra, que así se hacía llamar, era un matador de almas a cuyo fin estas llegaban tras sufrir el tormento de la carne; como la serpiente, su picadura era mortal y el desdichado que la experimentaba, veía pasar su vida en segundos entre convulsiones y pérdida de fluidos, así era su final.

Aquel ser que una vez fue humano, no tenía escrúpulos y si algún día los tuvo, estos desaparecieron a base de practicar la maldad; el terror era su biblia y en su aplicación se esforzaba con todos los sentidos; como buen hijo del diablo actuaba como su brazo ejecutor sesgando cualquier tipo de esperanza si se detenía ante tú puerta. Cobra era de ideas nocivas, rebuscadas, poco recomendables, por eso mejor no hallarse cerca de su radio de acción cuando las ponía en práctica y eso ocurría con mucha frecuencia.

El odio al semejante corría por sus venas y si algún día tuvo conciencia, esta se perdió hace mucho; decía oír la llamada, voces extrañas llegaban a sus oídos y ordenaban sus conductas, ellas mandaban y él obedecía. Ya de joven había sido un ser huraño y poco sociable, no muy agraciado físicamente era blanco de bromas y burlas, nadie hacía piña en torno a su persona por lo que desde siempre había sido un solitario.

Su mente retorcida ideaba los escenarios más macabros, las situaciones más funestas, las acciones más crueles… se diría que su vida era una continua competición con la Dama Negra por ver quién de los dos sesgaba más vidas en menos tiempo; marcado por la semilla del mal el tal Cobra era veneno en estado puro y para él no había antídoto conocido.

Y llegó un nuevo otoño, odiaba esa época del año donde casi siempre los calores estivales que tanto le gratificaban tan solo eran un recuerdo; había dejado atrás su residencia de verano y eso ennegrecía aún más su carácter ya de por si oscuro. Todo su ser le pedía un desahogo y esto solo podía llegar a través del dolor ajeno por tanto, una vez más, Cobra debería poner en marcha su maquinaria de maldad.

Acuciado por problemas de índole variado, su frustración e impotencia ante los acontecimientos que se cernían sobre él, encontraban como válvula de escape la práctica del mal en todas sus facetas; cuanto mayor era el dolor infringido, mayor era el alivio encontrado pero este tan solo era un bálsamo pasajero por lo que se veía obligado a perpetuar sus artes diabólicas. Cobra era una máquina de crear sufrimiento y nadie estaba a salvo de su amenaza.


Se revelaba ante las leyes y quienes las aplicaban, no reconocía autoridad alguna, infravaloraba al semejante considerándolo despojo terrenal y ante el infortunio, su crueldad crecía de forma desmesurada. Así era Cobra, un cabrón empedernido con los instintos a la altura del betún.

sábado, 24 de junio de 2017

PRISIONERO DE LA VIDA

Anclado en el pasado reflexionaba sobre su trayectoria vital y lo que veía le asqueaba; era tanto lo perdido en el camino, tanto lo inalcanzado, lo irrealizado, lo vetado… Todo terminó en la carretera, allí acabó una vida y empezó otra muy distinta, casi todo a partir de entonces escapaba a su control y desde ese momento, entre lo vetado y lo inalcanzable, empezó a forjarse su nuevo carácter.

El tiempo pasaba su factura orgánica a lo que debían añadirse los efectos colaterales de su lesión medular, eran ya muchos lustros los acumulados sobre aquel cuerpo paralizado y ningún remedio daba sosiego a los continuos sinsabores que mortificaban sus jornadas. Uno tenía lo suyo y lo del resto de los mortales de manera que los achaques bombardeaban un día si y otro también toda su esfera de influencia.

El ocaso de su gestión ya asomaba en el horizonte y sus más íntimos mostraban las secuelas del paso de un tiempo que se había escapado entre los dedos como las arenas del desierto dentro de un reloj de cristal. Parecía que todo se había conjurado contra él y ya no sabía cómo parar los golpes que la vida le estaba dando, aun así seguía levantándose cada mañana dispuesto a recibir su dosis diaria de amargura.

Perdido entre las redes de un espacio virtual absurdo y mal gestionado por la mayoría de los mortales pasaba muchas horas al día, allí se evadía buscando utopías anheladas en su precaria parcela vital; poco a poco iba aumentando el contenido de su página intergaláctica y el número de visitas y seguidores crecía día a día. El teléfono, aunque reacio a él como era, también le ocupaba parte de su tiempo y aun no deseándolo, las llamadas eran continuas por lo cual se veía obligado a mantener una comunicación fluida sin fines definidos.

Melodías del pasado emitidas por voces póstumas, inundaban su pequeño cubículo aquella mañana intentando con ello alejar de su mente los malos augurios; fugaces chispazos neuronales iluminaban su materia gris gestando frases inauditas que luego plasmaba a través de su teclado, en un blanco plasma que se oscurecía por momentos; nada esperaba ya aun deseándolo a cada momento y en esa infructuosa espera sabedora de una nula recompensa futura, consumía su saldo vital entre humores malsanos, fluidos viscosos y una deprimente apatía. Eran sus últimos coletazos en una vida echada a perder por la inconsciencia de unos años inmaduros, consentidos e irresponsables.

domingo, 18 de junio de 2017

DE LA BOCA AL ANO; UN VIAJE DE MIERDA

Ya había perdido la cuenta de las semanas que llevaba indispuesto, podía contarse por meses seguro; aquel mal de pancha lo tenía acobardado y parecía no tener fin. Una sensación opresiva difusa se cernía sobre su abdomen desde la salida del sol hasta el ocaso no dándole la mayoría de los días ni un respiro, por momentos tenía la impresión de que aquello iba a reventar por cualquier sitio, haciéndolo morir entre gases nauseabundos y fluidos fecales viscosos y pestilentes.

Desde hacía tiempo su ano guardaba silencio a pesar de que sus tripas llenas de inmundicia retenida, eran un continuo proceso putrefactor que llenaba aquellas distendidas asas intestinales de gases tóxicos, acercar un fuego a aquel cuerpo derrotado podía tener sus consecuencias; el dolor lo tenía alarmado y no cesaba, había llegado el  momento de cambiar de táctica a un sabiendo lo incierto de los resultados.

Su  tracto digestivo se había convertido en una precaria autopista fecaloide llena de tocones y balsas viscosas de materia pútrida e insana, el incierto desenlace de aquel conflicto le amargaba cada minuto del día elucubrando un final fatal. Todo su mundo había acabado centrado en el sistema de la hez y esta, en vez de ser abundante y de fácil expulsión, se había vuelto perezosa y esquiva, agarrándose con uñas y dientes a cualquier intersticio intestinal.

Todo el mal empezaba ya en la boca, el pienso que le echaban a aquel  cuerpo no era el más adecuado ni en cantidad ni en calidad, comía de pena si nos atenemos a un adecuado equilibrio nutricional; escasa fibra, mucho hidrato y algo, no mucho, de proteína, todo ello regado con abundantes refrescos de cola aromatizados y bien carbonatados, la fruta también era escasa en sus menús y por tanto con toda esta “adecuada” dieta mediterránea, sus deposiciones eran irregulares, lentas y adornadas por un estruendoso y fétido meteorismo.

Su estómago también padecía de ardores y regurgitaciones, los eruptos eran continuos rememorándole la última comida ingerida, en ocasiones una arcada acompañada de jugos ácidos le quemaba la boca y el esófago teniendo que recurrir a fluidos benignos que le aportaran algo de sosiego. Una vez superado eso que llaman píloro cuya función es cerrar la parte inferior del estómago, uno se adentraba en zona incierta, a partir de ahí un largo conducto se retorcía sobre si mismo una y otra vez, convirtiéndose en un sinuoso camino por donde las inmundicias injeridas se iban transformando y cambiando su consistencia a medida que avanzaban en la más completa oscuridad.

Tras marear la perdiz a lo largo de varios metros de tripas viscosas y de consistencia gelatinosa, el parque de atracciones intestinal seguía con su loca carrera subido en una desbocada montaña rusa que parecía nunca acabar, la pasta de materia fecaloide en que se habían convertido aquellos langostinos que tomamos ayer en nada se parecían al manjar que entró por nuestra boca estimulando los sentidos, convertidos ya en una masa informe e irreconocible que  seguía su trayecto hacia los abismos.

La caverna oscura por la que circulan las inmundicias, en un momento dado se amplía aumentando su tamaño, aquel conducto gigante amorcillado y húmedo va llenándose de detritus tóxicos y malolientes, los gases pútridos impregnan el ambiente que por momentos se vuelve irrespirable. Estamos llegando al final del trayecto alcanzándolo tras un par de giros de esas tripas turgentes y brillantes; en este último tramo avanzamos a golpes bruscos, cortas sacudidas que hacen avanzar el bolo residual de aquellos manjares ingeridos hace un par de jornadas.


Al final una gran válvula nos cierra el paso, estamos a las puertas del Annus Magnum, la propia tensión del material fecal acumulado empujando sobre las paredes de ese atrio trasero, hace que en un momento dado abra la válvula dejando el gran esfínter a merced del tránsito incontrolado, a través del cual babas, fluidos y materias de consistencia variada, abandonan el conducto en el que han estado sometidas a la batidora intestinal. Por fin cruzando el Annus dejamos atrás varias jornadas de viaje cuyo resultado sea cual sea su origen primigenio, ha acabado en mierda en cantidades variables siendo muchas veces pobre el resultado de la expulsión.

sábado, 10 de junio de 2017

EN EL HORIZONTE

Las semanas cabalgaban a tumba abierta dejando atrás los días, las horas, los minutos… el buen tiempo había llegado para quedarse durante los próximos meses a pesar de algún día gris intruso que descargaba una buena ración de agua de manera brusca, intensa pero breve. El reloj biológico parecía activarse con los días soleados y el ánimo mejoraba con la prolongación de horas de luz que hacían a las jornadas subjetivamente más largas y aprovechables.

Los cuerpos empezaban a mostrar sus pieles y los ropajes perdían peso al tiempo que aumentaban su colorido; la primavera daría paso al verano y al final de la misma, uno empezaba a pensar en la playa y los baños de mar que estaban por llegar. Verano, un limbo estival anhelado durante meses que una vez más estaba al caer; pronto los preparativos para el cambio de casa se pondrían en marcha y como cada año, habría que limpiar el home, llenar la despensa, organizar la ropa y presentarse a la bahía.

Mientras los preparativos se iniciaban, en la ciudad tendrían lugar encuentros de despedida, algunos de ellos muy significados por las personas con quien tendrían lugar; siempre costaba despedirse de “ojos verdes”, ella había ejercido desde siempre un magnetismo especial sobre él, sus vidas se cruzaron iniciando la adolescencia y un invisible hilo rojo unió sus meñiques por el resto de sus vidas que, aun siguiendo caminos separados, los mantendría siempre unidos.


En el horizonte se vislumbraba un año más lo que para él era un bálsamo para el espíritu, la sola visión de aquel mar desde su atalaya lo llenaba de energía, la luz del lugar inundando a raudales todas las estancias de la casa era gasolina para seguir funcionando a pesar de los infortunios de los últimos tiempos. Con un poco de suerte ella volvería a asomarse por su pantalla digital no obstante si eso no ocurría, tenía la certeza de encontrarla en el otro extremo del hilo rojo y esa distancia por larga que fuera, siempre podía desaparecer con un golpe de teléfono. El verano estaba aquí, ahora tocaba disfrutarlo.

sábado, 3 de junio de 2017

LA INVASIÓN DE LAS CARNES

Media semana llevaba aquel hombre a base de caldos y pan tostado, el hambre ya se hacía notar y contaba las horas para acabar con aquel calvario al que se había visto abocado tras meses de dolores y desarreglos intestinales. La fecha indicada se aproximaba y esos últimos días se le estaban haciendo cuesta arriba al tiempo que pensar en la noche previa, le sumía en una espesa ansiedad que convulsionaba todo su maltrecho organismo.

Leía una y otra vez las instrucciones recibidas desde el centro hospitalario, allí le describían que podía y que no podía tomar en los días previos a la prueba así como el horario para la toma del producto que le habían suministrado; debía acudir limpio por fuera… y por dentro. Ya sabía lo que le esperaba pues hacía unos años ya había pasado por aquel calvario pero desde entonces, tanto él como su entorno próximo estaban mucho más mermados.

Y mientras la fecha señalada llegaba él seguía con sus caldos y escasa ingesta, los ruidos abdominales aumentaban por momentos como el llanto de un niño pidiendo el pecho materno y sin encontrar consuelo, cada vez faltaba menos para el desenlace. En su  cabeza visionaba manjares exquisitos que acababan por hacerlo salivar, el hambre se cernía sobre él y no conseguía mitigarlo en manera alguna, los bostezos eran continuos.

Contaba las horas, las noches se le hacían eternas esperando un nuevo amanecer y por fin llegó la víspera del gran día, ese en el que la abstinencia debía incrementarse aún más; la dieta líquida iba a ser la tónica de aquella jornada finalizándola al caer la tarde con la ingesta de los sobres proporcionados por el hospital y cuyo objetivo era acabar de exprimir aquel cuerpo debilitado y flojo.

Caldo filtrado y poco más, como mucho un zumo para endulzar el paladar y ayudar a llenar el estómago en un intento por mitigar sus demandas de condumio. Ya estaba en la recta final y por experiencia sabía que en unas horas, sus carnes serían invadidas por un gusano óptico que exploraría cada rincón de su tubo de escape; impotente vería en el pequeño monitor cada recoveco de sus mancilladas tripas y en el peor de los casos se toparía con lo que no debía haber, con lo no deseado.

Como si sus tripas intuyeran el asalto al que iban a ser sometidas, empezaron a quejarse en forma de retortijones, por momentos parecía que una gran mano se cerrara en torno a ellas provocando un colapso en vísceras, vasos y epiplones; el desasosiego llegó para quedarse y no encontraba postura alguna en la que este disminuyera o cesara. Era la antesala de lo que estaba por llegar.

Entre calores y malsanas punzadas de tripa, llegó aquel hombre al hospital a la hora prevista. El apremio se notaba en su cara tras una noche de evacuaciones interminables, la peste nauseabunda de sus deshechos orgánicos a medio digerir aun inundaba sus fosas nasales y un sabor dulzón a materia descompuesta impregnaba su boca dándole un aliento fétido. Estaba muriendo en vida.


Con solemne resignación se dejó llevar por una enfermera flacucha de pelo mal tintado, una vez dentro del gabinete y rodeado por máquinas, vitrinas y una desvencijada camilla, dio comienzo lo que intuía iba a ser el principio del fin.  Una vez despojado de pantalones y ropa interior, con sus vergüenzas a la vista de todos y con sus posaderas listas para recibir la infame exploración, cerró los ojos resignado a su destino; su suerte estaba echada.

sábado, 4 de febrero de 2017

VIVIR EL MOMENTO

El ser humano es un ente efímero cuyo paso fugaz por el planeta, no deja apenas huella en la mayoría de los casos; la vida de cientos de miles de millones de seres humanos a lo largo de la historia, acabaron bajo dos palmos de tierra sin más recuerdo que el de un puñado de allegados en el mejor de los casos pero todos ellos, tuvieron sus momentos. La vida está compuesta de momentos y estos, como eslabones de una larga cadena, componen la trayectoria vital de cada ser humano.

Es curioso que cuando se echa la vista atrás uno ve retazos de su existencia con mayor o menor nitidez no obstante, ha de ser la perspectiva del tiempo la que ponga en valor esos instantes mágicos o nefastos pues mientras estos se desarrollaron no se les dio su justo valor es más, incluso pudieron pasar desapercibidos en la mayoría  de los casos. Los momentos son chispas de vida y como tales su brevedad es la tónica, saber que están ocurriendo es difícil de percibir por ello no se suelen apreciar.


Los grandes momentos llegan sin avisar y para cuando su disfrute se hace consciente estos ya pasaron, la huella que dejan tan solo la descubre el recuerdo pero este llega tarde al momento de su ejecución y por tanto poco o nada puede hacer por retenerlos. 

Nada nos puede hacer prever la llegada de uno de esos momentos mágicos o nefastos y por tanto nada nos prepara para prolongarlos o evitarlos; la vida es corta y pasa rápido, teniendo en cuenta que de todo ese periodo muy pocos son los momentos de excelencia, vivir cada momento como si fuera el último sería una forma de aprovechar cada instante. Por desgracia no estamos diseñados para ese continuo estado de alerta y aprovechamiento.


Vivir el momento, retenerlo, prolongarlo… ¿Quien pudiera hacer  juegos malabares con esos eslabones etéreos y fugaces que a la postre forman parte de nuestra cadena vital? ¿Quien pudiera saber cuándo van a llegar y así poder disfrutarlos con plenitud? Quien sabe, si se pudieran prever igual perderían su chispa y dejarían de ser momentos especiales y sin ellos ¿Qué sería la vida?

sábado, 28 de enero de 2017

ANTES DE DESPERTAR

En blanco y negro o en color vives tú historia, esa en la que solo tú eres el protagonista a pesar de los muchos secundarios que te rodean; en ella alcanzas logros inesperados que difícilmente habrías imaginado, sufres amenazas y peligros de  los que no sabes cómo escapar, encuentras amores anhelados de difícil explicación que aun sin merecerlo consumes en momentos de pasión.

Sin un motivo claro sus ojos verdes golpean una y otra vez los entresijos de tú atormentada mente aun a sabiendas de que no los volverás a ver, aquel amor de juventud que aparecía cada noche entre las brumas neuronales de tú materia gris, se perdió hace mucho entre los avatares de una vida mal gestionada; la realidad actual se adentraba en tus sueños y esta era más acuciante e incierta que cualquier otro deseo, marcaba cada minuto de tú vida y tenía abducida tú voluntad ejerciendo un férreo bloqueo sobre cualquier atisbo de actividad.

Hacía demasiado tiempo desde que entró en el periodo más gris de su vida y este parecía no tener fin; el uniforme quedó tirado sobre el sillón rendido ante el adversario, las armas guardadas en los cajones a la espera de nuevas misiones que ejecutar acumularían el polvo del olvido y en el aire un sentimiento de fracaso flotaría impregnando el entorno, dando un sabor  agridulce a toda aquella situación; aquello se intuía el principio del fin.

Al igual que la climatología adversa, su vida era un continuo contratiempo y en él respiraba con dificultad sin poder evitarlo; refugiado en sus sueños los cuales también eran escasos, intentaba soltar amarras y despegar sin rumbo dejando atrás todo aquel lastre que había ido acumulando sin apenas darse cuenta y que llevaba minando su existencia  los últimos años. Con el motor cascado, la estructura muy deteriorada y sin apenas combustible aquel viaje se presumía corto y con un final poco halagüeño pero no por ello dejaba de soñarlo siempre que tenía ocasión y los hados lo llevaban a las brumas de lo inconsciente.

Antes de despertar debía ver imposibles  pues sabía que en cuanto volviera a la realidad, su realidad, todo volvería a ser gris y anodino; agobiado por un camino que parecía no tener fin regresaría a experimentar la opresión y la angustia de unas circunstancias impuestas por ajenos a los que nunca  podría borrar de su cabeza. Maldiciendo la hora en la que no saltó del barco veía como aquel naufragio se estaba haciendo eterno sin poder hacer nada para ponerse a salvo, todo a su alrededor hacía aguas y él ya había perdido la capacidad de mantenerse a flote.


Así pues aferrándose cada noche a unos sueños cada vez más endebles, intentaba prolongar una ficción que lo mantuviera a salvo de su otra vida, aquella en la que todo había salido mal, aquella en la que todo lo conseguido estaba desapareciendo, aquella que  prolongada en el tiempo se había convertido en un calvario de la noche a  la mañana. Solo esperaba un estertor final con el que las escasas energías que aún le quedaban, escaparan de su maltrecho cuerpo y una vez este estuviera libre de ellas, iniciara el largo viaje sin retorno al que todos estamos abocados.

sábado, 21 de enero de 2017

JERIBEQUES Y OTROS ABALORIOS

Lola era mujer de ropas con jeribeques, entendiéndose por estos aquellos motivos de ascendencia arabesca; todas sus prendas lucían originales dibujos y fragmentos coránicos que ella se hacía traducir, quería saber el significado de aquellos trazos que mostraba en sus vestimentas de modo desenfadado y elegante. No tenía marcas, de hecho igual compraba en una tienda de postín que en un mercadillo callejero a los que era asidua, luego estaba en su toque personal la apariencia singular que les daba a lo que contribuía en gran medida la percha que los llevaba, porque Lola era mujer de buena figura.

Su vestuario solía ser variado y de colores llamativos, no repetía ropa dos días seguidos y su fondo de armario daba para mucho más, su colección de zapatos era la envidia de todas sus amigas por algo eran su hobby; los tenía de todas las formas y colores, con tacones y punteras variadas, algunos eran verdaderas obras de arte destinados tan solo a ocasiones muy especiales por que Lola era de asistir a eventos y fiestas exclusivas; era una diosa a poco que se presentara en sociedad siendo el foco de todas las miradas por su porte y simpatía.

Otro de sus fuertes en cuanto a indumentaria era la ropa interior, su oferta en lencería fina era inacabable y su procedencia daba la vuelta al mundo aunque sus marcas favoritas las encontraba en Francia e Italia. Sus piernas bien torneadas, eran un regalo para la amplia gama de medias que pacientemente esperaban ser elegidas dentro de sus cajones; el apartado de corsés, sujetadores, ligas así como bragas en todos sus formatos era impresionante pues Lola cuidaba tanto su interior como su imagen exterior.

Dotada de movimientos felinos y majestuosos, sacaba lo mejor de cada prenda que se ponía, era consciente de que sobre su piel una camisa sin importancia lucía en todo su esplendor, ganando muchos enteros cualquier vulgar paño; Lola era de andares firmes y decididos, los pantalones le sentaban de maravilla dando igual su corte, si se ceñían como un guante resaltaban su esplendida figura, si por el contrario eran amplios dando libertad a sus piernas acompañaban sus delicados movimientos.

Si variado era su vestuario no quedaban atrás los numerosos abalorios y complementos; bolsos, sus armarios eran el paraíso de la piel, natural o sintética, allí podías encontrar ejemplares de todos los estilos y para todas las ocasiones, grandes, pequeños, medianos, con asas, bandolera o tipo cartera, también en formato mochila. Todos las opciones y texturas estaban allí correctamente almacenados en la penumbra de su vestidor, abrir aquellas puertas era entrar en un paraíso de exclusividad y glamour. Gustaba de lucir anchos cinturones con hebillas llamativas pero también poseía multitud de estos en dimensiones variadas; el apartado bisutero era su otra gran pasión, pulseras, collares, pendientes y esclavinas, todo un mundo de brillos y metales nobles, cualquier cosa en Lola incrementaba su valor pues su porte así lo confirmaba pero el tiempo pasó… y no lo hizo en vano.


La bruja Lola fue un portento de mujer cuando era joven, hoy venida a menos, tan solo rellenaba unos vestiduchos comprados en un chino mientras juguetea con las cartas o su bola de cristal; sus grandes senos blandos y de difícil contener, golpeaban los costados de un cuerpo ajado y pequeño cada vez que deambulaba por las aceras; sus en otras épocas hermosas piernas, hoy mostraban el paso del tiempo en forma de varices y arañas vasculares de distribución diversa, unas pantorrillas hinchadas y mal alineadas en nada recordaban a aquellas columnas de Venus que tantas medias lucieron y tantas miradas robaron. Lola la deseada era hoy un pingajo anónimo que malvivía del recuerdo pues en su cabeza aun perduraban los años de esplendor que no supo gestionar. Hoy Lola era la bruja Lola y se decía de ella que podía averiguar el futuro, cosa que no hizo con el suyo; no supo guardar cuando tenía y hoy las carencias la agobiaban pero ya era tarde para ponerle remedio a sus miserias.

sábado, 14 de enero de 2017

EXPRIMIDO COMO UNA BOLSA DE TÉ

Aquella situación parecía no tener fin, uno había perdido la capacidad de sorprenderse y era capaz de esperar cualquier cosa, pero eso sí siempre mala; cuando todos los males parecían haberse conjurado para hundirlo en la miseria, siempre había algo o alguien capaz de empeorar aún más las cosas y ya no sabía cómo resistir.

Su vida era precaria, su salud cogida con alfileres amenazaba con sucumbir un día sí y otro también; los días pasaban a velocidad de vértigo a pesar de su monotonía, solo convulsas noticias hacían acto de presencia de tanto en tanto por lo que ninguna alegría era esperada en su círculo más cercano durante los próximos tiempos.

Había que poner la materia gris a trabajar y buscar una salida, el inmovilismo estaba acabando con él, había que reaccionar pero ¿cómo dar el primer paso y en qué dirección hacerlo? Un mar de dudas e incertidumbre se abría ante él haciéndolo sentir como un náufrago arrastrado a la deriva por las corrientes de sus circunstancias, a la vista ninguna tabla de salvación.


El bagaje económico iba menguando a medida que la situación se prologaba en el tiempo, el anímico hacía mucho que estaba en cuidados intensivos y no remontaba; todo era un caos en torno a su círculo más próximo y por el momento no se veía la luz al final del túnel. Con una nueva temporada invernal por delante intentaría sobrevivir a los fríos que tan mal llevaba, intentaría hacerse a la idea de que lo que tuviera que llegar llegaría, tan solo quería acabar con todo aquello y olvidar si es que eso era posible; dejaría a la vida correr como si no fuera con él aún a sabiendas de que él ocupaba el epicentro del desastre.

Su vida se había convertido en un bucle que como en el Día de la Marmota, todo se iniciaba cada mañana para volver a repetirse sin avanzar un ápice; estaba anclado y no podía romper sus cadenas, tan solo esperar acontecimientos nada halagüeños. Estaba cansado, los últimos años lo estaban exprimiendo como a una bolsa de té en el fondo de una taza de porcelana, nada bueno cabía esperar y lo malo llevaba tanto tiempo campando a sus anchas que ya había arraigado en su alma sin ninguna intención de abandonarla.


Por momentos parecía flotar en un limbo ajeno al mundo en el que realmente vivía; sus armas, sus mujeres y sus islas lo mantenían a flote muchas veces en un precario equilibrio con el caos que le rodeaba al que siempre acababa sucumbiendo y en estas circunstancias, cada nuevo día se había convertido en una pesada losa difícil de llevar.


Ya había desistido de ver aparecer un resquicio de esperanza, una grieta por la que asomara la luz al final del túnel, eran tantas las esperas fallidas que a estas alturas de su vida no cabía sino contar los días que iba dejando atrás sin preocuparse ya por los que estaban por venir pues nada bueno esperaba de ellos. Todo  terminaría antes o después, tan solo deseaba que ese final esperado no se demorara demasiado aunque ello implicara cerrar los ojos para siempre.

sábado, 7 de enero de 2017

PAZ Y AMOR

Era su forma de saludar y  despedirse, aquel tipo curioso no andaba muy bien de la cabeza, hablaba para sus adentros y tenía largas conversaciones con el cuello de su camisa; si estaba cerca de una tertulia, él la seguía con atención asintiendo reiteradamente con la cabeza, como hacían los antiguos perritos que poníamos en la trasera de nuestros vehículos. Su verborrea estaba plagada de coletillas y frases inacabadas siendo paz y amor, una de sus más utilizadas; Tomás era su nombre y el ramo de la automoción su ocupación, nunca quedó claro que papel desempeñaba en la empresa pues su confusa conversación creaba siempre un mar de dudas, nunca aclaraba nada y todo quedaba en un desesperante a medias.

Oírlo suponía una gran dosis de paciencia, un gran aguante sin el cual uno acababa por levantarse y dejarlo en medio de una de aquellas frases inacabadas tan típicas de él; así era Tomás, inaguantable, solitario, taciturno pero con don de gentes a pesar de todo y a pesar de todos, siempre acompañado en las noches de verano de un gin tonic que bebía a pequeños sorbos mientras su mirada se perdía en el vacío de su mundo interior.

Mi general era otra de sus frecuentes coletillas, con ella se refería al malogrado caudillo de la España de postguerra, era un fiel seguidor de aquel hombre cuya figura atormentó y ensalzó a las dos mitades de una patria dividida durante más de cuarenta años; el amor, la guardia civil y su general eran los tres pilares en los que se sustentaba buena parte del carácter de este curioso personaje. Era muy de hacerse con la juventud, conocía a todos por sus nombres y estos hacían corro con él, era como un Jesús rodeado por la chiquillería que escuchaba sus historias y con ella él se explayaba nadando entre medias tintas como era su costumbre.

Como cada día al caer la tarde y con las primeras sombras, Tomás se aislaba frente al televisor del club social y allí mirando pero sin ver, daba buena cuenta de un bocadillo de lomo con pimientos acompañado por una generosa cerveza, era su  cena diaria; con las pilas cargadas tras su frugal ágape salía a tomar el aire dispuesto a enfrentarse a una nueva noche de tertulias en las que aprender y departir, siempre bajo la atenta mirada de la  luna.

La dialéctica inacabada y sin un sentido claro era su fuerte, iniciar un tema y divagar sobre el mismo hasta abandonarlo su pasión, con él nunca aclarabas nada, todo eran conjeturas incongruentes carentes de fundamento alguno, era de iniciar sin culminar. Si yo hablara… solía ser otra de sus coletillas, pero nunca llegaba a pronunciarse sobre lo que supuestamente callaba, era experto en sembrar dudas que nunca veían la luz, elaboraba incógnitas sin respuestas y terminaba sus locuciones con un paz y amor o vivas a su general. Era un tipo extraño el tal Tomás.

Deambulaba sin rumbo, sus idas y venidas dentro y fuera del complejo residencial eran continuas, su destino un misterio, pitillo  en mano se perdía en la oscuridad de la noche camino del chiringuito playero o quizás quedaba por el camino en uno de sus muchos impases; a su regreso se sentaba y continuaba la conversación como si nunca hubiera abandonado la tertulia. Era un caso de estudio si realmente hubiera interesado a alguien pero tal situación nunca se dio.

La plantilla de la empresa para la que trabajaba, una multinacional, fluctuaba con los aires de la crisis, las distintas delegaciones en los diferentes países competían entre ellas por mejorar sus cuentas de resultados, la suya se había llevado el gato el agua siendo concesionaria para la fabricación de nuevos modelos lo que supuso contratación de cientos de operarios; Tomás andaba eufórico esos días ante tales noticias y lo celebraba con gin tonics, muchos gin tonics que le soltaban la lengua y enlentecían la razón; esos días se prodigaba más de lo habitual en las tertulias nocturnas pero su discurso no mejoró en claridad. Nubes espesas sobrevolaban su cabeza amenazando chaparrón de ideas a medio plantear, frases inconclusas de difícil entendimiento salían de su garganta aderezadas con sus típicas coletillas.

Y llegó su gran  noche, en ella triunfó llevando sus despropósitos a límites insospechados, en sus desvaríos y metiéndose en camisa de once varas como era su costumbre, volvió a poner en compromiso a gentes desconocidas que por educación, le siguieron el rollo; hartos de él y tras recriminar su comportamiento, el pequeño mequetrefe explotó su ira faltando a los presentes lo que motivó una lluvia de adjetivos hacia su persona. Quedó solo aquella noche de luna lamiéndose sus heridas y a partir de aquel día, un vacío se cernió en torno a su persona pues todos lo eludían poniendo de manifiesto el rechazo y hastío que siempre había provocado pero que por educación, nunca se le había demostrado.

Sus frases inacabadas ya no serían oídas, sus dilemas a medio explicar ya no serían escuchados, sus coletillas perderían eco entre los corros tertulianos y poco a poco su luz machacona y sin sentido iría apagándose en aquella comunidad a orillas del Mediterráneo.


Hoy Tomás nos ha dejado, ha ido a reunirse con su general, pero su figura siempre será recordada en aquella playa y seguro que allí donde esté seguirá siendo un miembro destacado en las tertulias durante las noches de verano; descanse en paz.