Lola
era mujer de ropas con jeribeques, entendiéndose por estos aquellos motivos de
ascendencia arabesca; todas sus prendas lucían originales dibujos y fragmentos
coránicos que ella se hacía traducir, quería saber el significado de aquellos
trazos que mostraba en sus vestimentas de modo desenfadado y elegante. No tenía
marcas, de hecho igual compraba en una tienda de postín que en un mercadillo
callejero a los que era asidua, luego estaba en su toque personal la apariencia
singular que les daba a lo que contribuía en gran medida la percha que los
llevaba, porque Lola era mujer de buena figura.
Su
vestuario solía ser variado y de colores llamativos, no repetía ropa dos días
seguidos y su fondo de armario daba para mucho más, su colección de zapatos era
la envidia de todas sus amigas por algo eran su hobby; los tenía de todas las
formas y colores, con tacones y punteras variadas, algunos eran verdaderas
obras de arte destinados tan solo a ocasiones muy especiales por que Lola era de
asistir a eventos y fiestas exclusivas; era una diosa a poco que se presentara
en sociedad siendo el foco de todas las miradas por su porte y simpatía.
Otro
de sus fuertes en cuanto a indumentaria era la ropa interior, su oferta en
lencería fina era inacabable y su procedencia daba la vuelta al mundo aunque
sus marcas favoritas las encontraba en Francia e Italia. Sus piernas bien
torneadas, eran un regalo para la amplia gama de medias que pacientemente
esperaban ser elegidas dentro de sus cajones; el apartado de corsés,
sujetadores, ligas así como bragas en todos sus formatos era impresionante pues
Lola cuidaba tanto su interior como su imagen exterior.
Dotada
de movimientos felinos y majestuosos, sacaba lo mejor de cada prenda que se
ponía, era consciente de que sobre su piel una camisa sin importancia lucía en
todo su esplendor, ganando muchos enteros cualquier vulgar paño; Lola era de
andares firmes y decididos, los pantalones le sentaban de maravilla dando igual
su corte, si se ceñían como un guante resaltaban su esplendida figura, si por
el contrario eran amplios dando libertad a sus piernas acompañaban sus
delicados movimientos.
Si
variado era su vestuario no quedaban atrás los numerosos abalorios y
complementos; bolsos, sus armarios eran el paraíso de la piel, natural o
sintética, allí podías encontrar ejemplares de todos los estilos y para todas
las ocasiones, grandes, pequeños, medianos, con asas, bandolera o tipo cartera,
también en formato mochila. Todos las opciones y texturas estaban allí correctamente
almacenados en la penumbra de su vestidor, abrir aquellas puertas era entrar en
un paraíso de exclusividad y glamour. Gustaba de lucir anchos cinturones con
hebillas llamativas pero también poseía multitud de estos en dimensiones
variadas; el apartado bisutero era su otra gran pasión, pulseras, collares,
pendientes y esclavinas, todo un mundo de brillos y metales nobles, cualquier
cosa en Lola incrementaba su valor pues su porte así lo confirmaba pero el
tiempo pasó… y no lo hizo en vano.
La
bruja Lola fue un portento de mujer cuando era joven, hoy venida a menos, tan
solo rellenaba unos vestiduchos comprados en un chino mientras juguetea con las
cartas o su bola de cristal; sus grandes senos blandos y de difícil contener,
golpeaban los costados de un cuerpo ajado y pequeño cada vez que deambulaba por
las aceras; sus en otras épocas hermosas piernas, hoy mostraban el paso del
tiempo en forma de varices y arañas vasculares de distribución diversa, unas
pantorrillas hinchadas y mal alineadas en nada recordaban a aquellas columnas
de Venus que tantas medias lucieron y tantas miradas robaron. Lola la deseada
era hoy un pingajo anónimo que malvivía del recuerdo pues en su cabeza aun
perduraban los años de esplendor que no supo gestionar. Hoy Lola era la bruja
Lola y se decía de ella que podía averiguar el futuro, cosa que no hizo con el
suyo; no supo guardar cuando tenía y hoy las carencias la agobiaban pero ya era
tarde para ponerle remedio a sus miserias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario