sábado, 21 de enero de 2017

JERIBEQUES Y OTROS ABALORIOS

Lola era mujer de ropas con jeribeques, entendiéndose por estos aquellos motivos de ascendencia arabesca; todas sus prendas lucían originales dibujos y fragmentos coránicos que ella se hacía traducir, quería saber el significado de aquellos trazos que mostraba en sus vestimentas de modo desenfadado y elegante. No tenía marcas, de hecho igual compraba en una tienda de postín que en un mercadillo callejero a los que era asidua, luego estaba en su toque personal la apariencia singular que les daba a lo que contribuía en gran medida la percha que los llevaba, porque Lola era mujer de buena figura.

Su vestuario solía ser variado y de colores llamativos, no repetía ropa dos días seguidos y su fondo de armario daba para mucho más, su colección de zapatos era la envidia de todas sus amigas por algo eran su hobby; los tenía de todas las formas y colores, con tacones y punteras variadas, algunos eran verdaderas obras de arte destinados tan solo a ocasiones muy especiales por que Lola era de asistir a eventos y fiestas exclusivas; era una diosa a poco que se presentara en sociedad siendo el foco de todas las miradas por su porte y simpatía.

Otro de sus fuertes en cuanto a indumentaria era la ropa interior, su oferta en lencería fina era inacabable y su procedencia daba la vuelta al mundo aunque sus marcas favoritas las encontraba en Francia e Italia. Sus piernas bien torneadas, eran un regalo para la amplia gama de medias que pacientemente esperaban ser elegidas dentro de sus cajones; el apartado de corsés, sujetadores, ligas así como bragas en todos sus formatos era impresionante pues Lola cuidaba tanto su interior como su imagen exterior.

Dotada de movimientos felinos y majestuosos, sacaba lo mejor de cada prenda que se ponía, era consciente de que sobre su piel una camisa sin importancia lucía en todo su esplendor, ganando muchos enteros cualquier vulgar paño; Lola era de andares firmes y decididos, los pantalones le sentaban de maravilla dando igual su corte, si se ceñían como un guante resaltaban su esplendida figura, si por el contrario eran amplios dando libertad a sus piernas acompañaban sus delicados movimientos.

Si variado era su vestuario no quedaban atrás los numerosos abalorios y complementos; bolsos, sus armarios eran el paraíso de la piel, natural o sintética, allí podías encontrar ejemplares de todos los estilos y para todas las ocasiones, grandes, pequeños, medianos, con asas, bandolera o tipo cartera, también en formato mochila. Todos las opciones y texturas estaban allí correctamente almacenados en la penumbra de su vestidor, abrir aquellas puertas era entrar en un paraíso de exclusividad y glamour. Gustaba de lucir anchos cinturones con hebillas llamativas pero también poseía multitud de estos en dimensiones variadas; el apartado bisutero era su otra gran pasión, pulseras, collares, pendientes y esclavinas, todo un mundo de brillos y metales nobles, cualquier cosa en Lola incrementaba su valor pues su porte así lo confirmaba pero el tiempo pasó… y no lo hizo en vano.


La bruja Lola fue un portento de mujer cuando era joven, hoy venida a menos, tan solo rellenaba unos vestiduchos comprados en un chino mientras juguetea con las cartas o su bola de cristal; sus grandes senos blandos y de difícil contener, golpeaban los costados de un cuerpo ajado y pequeño cada vez que deambulaba por las aceras; sus en otras épocas hermosas piernas, hoy mostraban el paso del tiempo en forma de varices y arañas vasculares de distribución diversa, unas pantorrillas hinchadas y mal alineadas en nada recordaban a aquellas columnas de Venus que tantas medias lucieron y tantas miradas robaron. Lola la deseada era hoy un pingajo anónimo que malvivía del recuerdo pues en su cabeza aun perduraban los años de esplendor que no supo gestionar. Hoy Lola era la bruja Lola y se decía de ella que podía averiguar el futuro, cosa que no hizo con el suyo; no supo guardar cuando tenía y hoy las carencias la agobiaban pero ya era tarde para ponerle remedio a sus miserias.

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