sábado, 14 de enero de 2017

EXPRIMIDO COMO UNA BOLSA DE TÉ

Aquella situación parecía no tener fin, uno había perdido la capacidad de sorprenderse y era capaz de esperar cualquier cosa, pero eso sí siempre mala; cuando todos los males parecían haberse conjurado para hundirlo en la miseria, siempre había algo o alguien capaz de empeorar aún más las cosas y ya no sabía cómo resistir.

Su vida era precaria, su salud cogida con alfileres amenazaba con sucumbir un día sí y otro también; los días pasaban a velocidad de vértigo a pesar de su monotonía, solo convulsas noticias hacían acto de presencia de tanto en tanto por lo que ninguna alegría era esperada en su círculo más cercano durante los próximos tiempos.

Había que poner la materia gris a trabajar y buscar una salida, el inmovilismo estaba acabando con él, había que reaccionar pero ¿cómo dar el primer paso y en qué dirección hacerlo? Un mar de dudas e incertidumbre se abría ante él haciéndolo sentir como un náufrago arrastrado a la deriva por las corrientes de sus circunstancias, a la vista ninguna tabla de salvación.


El bagaje económico iba menguando a medida que la situación se prologaba en el tiempo, el anímico hacía mucho que estaba en cuidados intensivos y no remontaba; todo era un caos en torno a su círculo más próximo y por el momento no se veía la luz al final del túnel. Con una nueva temporada invernal por delante intentaría sobrevivir a los fríos que tan mal llevaba, intentaría hacerse a la idea de que lo que tuviera que llegar llegaría, tan solo quería acabar con todo aquello y olvidar si es que eso era posible; dejaría a la vida correr como si no fuera con él aún a sabiendas de que él ocupaba el epicentro del desastre.

Su vida se había convertido en un bucle que como en el Día de la Marmota, todo se iniciaba cada mañana para volver a repetirse sin avanzar un ápice; estaba anclado y no podía romper sus cadenas, tan solo esperar acontecimientos nada halagüeños. Estaba cansado, los últimos años lo estaban exprimiendo como a una bolsa de té en el fondo de una taza de porcelana, nada bueno cabía esperar y lo malo llevaba tanto tiempo campando a sus anchas que ya había arraigado en su alma sin ninguna intención de abandonarla.


Por momentos parecía flotar en un limbo ajeno al mundo en el que realmente vivía; sus armas, sus mujeres y sus islas lo mantenían a flote muchas veces en un precario equilibrio con el caos que le rodeaba al que siempre acababa sucumbiendo y en estas circunstancias, cada nuevo día se había convertido en una pesada losa difícil de llevar.


Ya había desistido de ver aparecer un resquicio de esperanza, una grieta por la que asomara la luz al final del túnel, eran tantas las esperas fallidas que a estas alturas de su vida no cabía sino contar los días que iba dejando atrás sin preocuparse ya por los que estaban por venir pues nada bueno esperaba de ellos. Todo  terminaría antes o después, tan solo deseaba que ese final esperado no se demorara demasiado aunque ello implicara cerrar los ojos para siempre.

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