domingo, 18 de junio de 2017

DE LA BOCA AL ANO; UN VIAJE DE MIERDA

Ya había perdido la cuenta de las semanas que llevaba indispuesto, podía contarse por meses seguro; aquel mal de pancha lo tenía acobardado y parecía no tener fin. Una sensación opresiva difusa se cernía sobre su abdomen desde la salida del sol hasta el ocaso no dándole la mayoría de los días ni un respiro, por momentos tenía la impresión de que aquello iba a reventar por cualquier sitio, haciéndolo morir entre gases nauseabundos y fluidos fecales viscosos y pestilentes.

Desde hacía tiempo su ano guardaba silencio a pesar de que sus tripas llenas de inmundicia retenida, eran un continuo proceso putrefactor que llenaba aquellas distendidas asas intestinales de gases tóxicos, acercar un fuego a aquel cuerpo derrotado podía tener sus consecuencias; el dolor lo tenía alarmado y no cesaba, había llegado el  momento de cambiar de táctica a un sabiendo lo incierto de los resultados.

Su  tracto digestivo se había convertido en una precaria autopista fecaloide llena de tocones y balsas viscosas de materia pútrida e insana, el incierto desenlace de aquel conflicto le amargaba cada minuto del día elucubrando un final fatal. Todo su mundo había acabado centrado en el sistema de la hez y esta, en vez de ser abundante y de fácil expulsión, se había vuelto perezosa y esquiva, agarrándose con uñas y dientes a cualquier intersticio intestinal.

Todo el mal empezaba ya en la boca, el pienso que le echaban a aquel  cuerpo no era el más adecuado ni en cantidad ni en calidad, comía de pena si nos atenemos a un adecuado equilibrio nutricional; escasa fibra, mucho hidrato y algo, no mucho, de proteína, todo ello regado con abundantes refrescos de cola aromatizados y bien carbonatados, la fruta también era escasa en sus menús y por tanto con toda esta “adecuada” dieta mediterránea, sus deposiciones eran irregulares, lentas y adornadas por un estruendoso y fétido meteorismo.

Su estómago también padecía de ardores y regurgitaciones, los eruptos eran continuos rememorándole la última comida ingerida, en ocasiones una arcada acompañada de jugos ácidos le quemaba la boca y el esófago teniendo que recurrir a fluidos benignos que le aportaran algo de sosiego. Una vez superado eso que llaman píloro cuya función es cerrar la parte inferior del estómago, uno se adentraba en zona incierta, a partir de ahí un largo conducto se retorcía sobre si mismo una y otra vez, convirtiéndose en un sinuoso camino por donde las inmundicias injeridas se iban transformando y cambiando su consistencia a medida que avanzaban en la más completa oscuridad.

Tras marear la perdiz a lo largo de varios metros de tripas viscosas y de consistencia gelatinosa, el parque de atracciones intestinal seguía con su loca carrera subido en una desbocada montaña rusa que parecía nunca acabar, la pasta de materia fecaloide en que se habían convertido aquellos langostinos que tomamos ayer en nada se parecían al manjar que entró por nuestra boca estimulando los sentidos, convertidos ya en una masa informe e irreconocible que  seguía su trayecto hacia los abismos.

La caverna oscura por la que circulan las inmundicias, en un momento dado se amplía aumentando su tamaño, aquel conducto gigante amorcillado y húmedo va llenándose de detritus tóxicos y malolientes, los gases pútridos impregnan el ambiente que por momentos se vuelve irrespirable. Estamos llegando al final del trayecto alcanzándolo tras un par de giros de esas tripas turgentes y brillantes; en este último tramo avanzamos a golpes bruscos, cortas sacudidas que hacen avanzar el bolo residual de aquellos manjares ingeridos hace un par de jornadas.


Al final una gran válvula nos cierra el paso, estamos a las puertas del Annus Magnum, la propia tensión del material fecal acumulado empujando sobre las paredes de ese atrio trasero, hace que en un momento dado abra la válvula dejando el gran esfínter a merced del tránsito incontrolado, a través del cual babas, fluidos y materias de consistencia variada, abandonan el conducto en el que han estado sometidas a la batidora intestinal. Por fin cruzando el Annus dejamos atrás varias jornadas de viaje cuyo resultado sea cual sea su origen primigenio, ha acabado en mierda en cantidades variables siendo muchas veces pobre el resultado de la expulsión.

No hay comentarios:

Publicar un comentario