Echando la vista atrás uno puede observar el camino
recorrido, la senda iniciada cuando vemos la luz por primera vez puede tener
mil matices y colores, unos tramos pueden ser claros y alegres, en otros en
cambio predominarán los tonos grises y oscuros; con cada pincelada habremos ido
avanzando por un recorrido vital de final incierto y a lo largo de este, el
final del camino puede ser imprevisible e inesperado.
Hay quien nace con una vida programada, los menos, ya desde
sus primeros pasos tienen marcado el camino por cuestiones de abolengo,
economía o lugar de nacimiento pues hacerlo en Manhattan o en la selva
amazónica marca a priori, gran parte del camino. La mayoría nacen en el
convencimiento de poder gestionar sus propias vidas, antes o después salen del
error haciendo lo que su entorno les permite hacer y casi siempre muy lejos de
lo que les hubiera gustado hacer.
El mero hecho de poder hacer ya es un privilegio para muchos
pues los hay que sometidos a sus circunstancias, nunca conseguirán incorporarse
a un rol cuanto menos digno. La primera parte del camino suele ser en subida, madurando,
intentando alcanzar metas, posicionándonos, estableciendo las bases para un
futuro… muchos nunca llegarán a conseguirlo; más tarde una etapa de meseta de
duración variable nos permite desarrollar una u otra actividad de manera más
estable en el mejor de los casos para dar paso en un momento dado, al inicio
del declive personal y orgánico.
Gestionar ese declive muchas veces es difícil, las fuerzas ya
no acompañan y el ánimo a estas alturas de la vida a veces anda muy mermado aun
así esos días grises estarán ahí, han llegado para quedarse, y tras ellos
veremos aparecer por el retrovisor el inicio del último viaje, ese para el que
nadie está preparado y del que nadie regresa nunca.
Así pues con la perspectiva que da el paso del tiempo y
conociendo lo andado hasta este momento,
uno puede hacer balance de resultados sin tener que esperar al último momento;
con un 60% o 70% del camino recorrido las cartas están boca arriba y a nadie ya
se puede engañar, mucho menos a uno miso que siendo protagonista del camino
sabe lo que ha acontecido durante su andadura.
La revisión del balance tan solo
nos sirve para nuestros adentros, recordar lo pasado tan solo ilumina
fugazmente nuestra materia gris y en ocasiones la enturbia, así pues y dado que
lo recorrido no puede desandarse, la película de nuestra vida y los hechos en
ella ocurridos, son tan solo una partícula más en ese cosmos que llamamos
historia de la humanidad.
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