Tras meses esperándolo por fin llegó, como cada año el
traslado sume en un caos al núcleo familiar cuyos porteadores ya no están para
estos trotes, los años pasan su factura. El trayecto es corto, la carretera
buena pero son tantos los bultos y enseres a meter y sacar del coche, a bajar y
subir a las respectivas viviendas…; luego llega la organización y estiba en
armarios, cajones y despensa para que todo quede en orden de revista ante
cualquier imprevisto.
El aterrizaje playero anual siempre es conflictivo y como se
dijo, cada año se coge con menos energías pues las fuerzas ya no acompañan aun
así la carga es la misma o más que en tiempos pasados. La casa limpia con
anterioridad espera ser ocupada por una reducida tropa que llega ya derrotada
por el esfuerzo y que tardará varias jornadas en recuperarse; es lo que tiene
el verano y las segundas residencias, abandonadas durante gran parte de año
reciben una infusión de vida de escasos dos meses de duración, luego vuelven a
apagarse.
La bahía a los pies de su torre de marfil los recibirá un año
más, sus arenas doradas volverán a ser mancilladas cada día por miles de
pisadas anónimas que ansiosas de mar, se enfrentarán a crestas de espuma blanca
al tiempo que sus pieles húmedas y rojizas, se abrasarán bajo los inclementes
rayos del sol; las primeras noches el sol pasará su factura en muchos cuerpos
quemados que no tolerarán el más mínimo roce.
El largo paseo marítimo como un cordón sanitario, separará lo
natural de lo artificial, las arenas del cemento, la piel desnuda de las
coloridas camisetas y vestidos; al atardecer se llenará de viandantes que como
zombies urbanos y con la mirada fija o la oreja pegada a su celular,
deambularán arriba y abajo cubiertos con ropas de vestir. Las terrazas serán
las reinas de ese largo cinturón embaldosado, en ellas el griterío predominará
sobre las conversaciones pausadas y los helados, cervezas, pizzas, taperio
variado… llenarán las mesas.
Como cada año habrá verbenas vecinales, feria de la cerveza y
un gran festival musical de esos que ahora están tan de moda y que congregará a
más de cien mil descerebrados ávidos de música y alcohol durante cinco intensos
días, un gran empujón para la economía del lugar. Por su parte el pequeño
parque de atracciones junto al paseo marítimo así como el parque acuático tras
la montaña, también recibirán su cuota de humanidad necesitadas de su dosis
lúdica.
Mientras tanto el pueblo, a espaldas de la bahía, seguirá un
ritmo menos frenético; sus habitantes continuarán con sus quehaceres ajenos
muchos de ellos a la marabunta que se mueve a escasos kilómetros de sus casas.
El parque del Mercado verá llegar a la caída del sol a las gentes que sacan a
los críos de paseo, o a los que se acercan a tomar una cerveza sin agobios, o a
los que simplemente van a tomar el aire antes de retirarse a sus casas tras una
jornada de trabajo.
En la montaña el castillo musulmán del siglo X y junto a él, el santuario de la virgen de Nuestra Sra. de la Encarnación, patrona de la ciudad, con su
particular vía crucis que con una considerable pendiente y transcurriendo en un
pintoresco zigzag, desciende hasta la parte trasera del pueblo perdiéndose
entre estrechas callejuelas hasta la parte llana del núcleo urbano, vigilarán
al consistorio. También su puerto pescador en la desembocadura del río Júcar es
un punto de atención, a su lonja se acercan cada tarde propios y extraños a
comprar pescado o tan solo curiosear; muy cerca de allí y en el mismo río el
puerto deportivo con su club náutico, lugar de encuentro para muchos
aficionados al mar.
Con la casa ya organizada, prepararán sus cartas de presentación
dispuestos a enfrentarse con la vorágine que se extiende quince pisos más
abajo, saludarán a rostros conocidos no vistos desde el anterior verano, harán
recuento de las bajas acaecidas en el último año entre los vecinos poniéndose
al día de los chismes más recientes e iniciarán su particular temporada estival
dispuestos a exprimirla al máximo, podría ser la última.
No hay comentarios:
Publicar un comentario