jueves, 17 de enero de 2013

Anselmo y las Artes


Anselmo era muy de cuadros y museos, siembre había catálogos y libros de arte por su casa por qué él era un hombre cultivado; no perdía oportunidad siempre que viajaba, de ver lo más significativo de cada ciudad, entraba entre sus prioridades en cada desplazamiento conocer el arte local. Nunca dejaba de ilustrarse y gozaba de prestigio cultural entre sus conocidos; todos preguntaban a Anselmo y él daba luz a sus mentes ignorantes de manera desinteresada.

Lucía un lenguaje ilustre no exentó de palabras refinadas, era de hablar pausado y mucho escuchar, dominaba muchos campos del saber y por ello era apreciado entre la gente entendida. Siempre tenía un diccionario a mano pues le gustaba buscar palabras raras que añadir a su discurso y por eso era atractivo oírle hablar.

Era un incondicional de las Meninas, de hecho tenía una gran colección, las había de mil formas y estilos, en lienzos, laminas o esculturas; si alguna vez hubiera tenido un hotel lo habría llamado Las Meninas y en un rincón destacado de su vestíbulo, habría colocado el enorme ejemplar diseñado por la prestigiosa empresa de cerámica Lladró. La Menina de Lladró era simplemente espectacular, con su falda bordada en argenta y la mirada perdida, aquella pétrea criatura impresionaba por su belleza.

De vistazo rápido, era capaz de analizar en segundos una pintura y saber si era auténtica o una burda copia; su mirada penetrante gozaba del don de la analítica y claro está, no se le escapaba nada. Era hombre observador y le gustaban las tácticas detectivescas cuya máxima era la paciencia y la perseverancia; le gustaba hacer crucigramas y era un apasionado de los acertijos y las cosas de buscar, practicarlos agudizaba su ingenio y mantenía activas sus neuronas.

Como todo buen español, Anselmo había leído el Quijote, varias veces, porque él era un caballero andante del siglo XXI, su prosa era elegante y marcaba estilo, tenía sus fans y en su día tuvo a su Dulcinea. También trabajaba el verso y hasta hizo en el pasado, pinitos con los poemas pero todas aquellas tendencias las tenía ahora aparcadas por falta de tiempo, Anselmo era un hombre ocupado.

Era hombre de pluma lúcida, porque Anselmo siempre escribió sus cosas, no era de publicarlas y darles aire pero creaba sus historias que luego releía en sus horas tranquilas; tenía muchos momentos plasmados en aquellas hojas que guardaba en carpetas de colores, le gustaba hacerlas manuscritas evitando las tecnologías que ahora lo invadían todo. Tenía buena caligrafía, letra romántica dirían algunos, y la cuidaba mucho al escribir pues sus manuscritos eran impecables y claros, siendo un placer para la vista aquellos trazos simétricos sobre el fondo blanco del papel.

Tocaba todos los palos, con mayor acierto en unos que en otros, no se desanimaba por una mala critica pues Anselmo no era profesional de las artes, tan sólo aficionado y como tal todos los estilos eran una mera distracción, porque Anselmo era muy de distraerse con las cosas. Ingenioso y emprendedor sabía estirar su tiempo, encontrando momentos para todo, era un compendio de actividades lúdicas y sociales sin olvidar su faceta profesional, en cierto modo incierta dado que no estaba muy claro de que vivía Anselmo.

En casa tenía objetos valiosos pues solía comprarlos en rastros y subastas, poco a poco con los años había ido creándose una curiosa colección entre cuyas obras existían piezas cotizadas. Tenía contactos en el gremio de anticuarios y ellos le avisaban siempre que encontraban algo que pudiera interesarle, sabían sus gustos y le reservaban lo mejor; él iba, los valoraba y decidía su adquisición antes de que vieran la luz en cualquier galería. Anselmo era generoso y sabía agradecer esos servicios, por eso todos querían relacionarse con él.

Con todo esto podría decirse que Anselmo, aún siendo un mero aficionado al arte en sus distintas facetas, estaba creándose un patrimonio artístico envidiable y él, que se reconocía un neófito en el tema, manejaba los hilos de un mundo desconocido para muchos que movía muchos millones de euros en las sombras. Cuando era niño empezó a coleccionar cromos, más tarde se pasó a los sellos y en la actualidad contaba con muchas pinturas, esculturas e incunables de lo más raro; Anselmo era rico en arte y arte del fino, al igual que era rico en amores.

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