domingo, 6 de enero de 2013

A la sombra de una palmera (1ª Entrega)


 INTRODUCCIÓN

Una luminosa mañana a finales de junio, el día empezó bien y parecía que sería una buena jornada de playa, sol y refrescos. Recogida en casa a las diez, traslado a la bahía e instalación de pertrechos en un agradable rincón junto a un grupo de palmeras. Todo iba como la seda, llegaron pronto, no encontraron tráfico, raro para las fechas en las que se encontraban, y tuvieron la suerte de no aparcar muy lejos, de hecho se veía la furgoneta desde el lugar elegido para pasar las próximas horas.

Acordaron verse a pie de playa y localizarse por móvil, de un lado Artio y sus dos esculturales amigas, del otro Roberto, su novia Alicia y José, un primo lejano de esta última; cada trío acudiría por su lado en vehículos diferentes y una vez allí harían piña común. Artio, armenio y en su día obrero de la construcción sin papeles, era tetrapléjico y por tanto tenía muy limitada su movilidad no obstante Giselle y Ronda se lo manejaban bien, se conocían desde antes del accidente que lo dejó atado a su silla de ruedas y solían salir juntos con frecuencia.

Una vez todos reunidos junto a los dos vehículos organizaron el porteo de los bultos, los chicos cargarían con neveras y hamacas mientras las chicas se encargarían del resto, Artio como un emperador romano sobre su palanquín, se dejaría llevar a través de las dunas de ese desierto costero empujado por unas siempre dispuestas y bellas odaliscas.

Sus rostros mostraban la alegría de esa mañana luminosa y todos estaban ansiosos por disfrutar de la playa, las olas y el agua cristalina que llegaba mansamente hasta la orilla, lamiendo la arena húmeda. Todos salvo Artio, él no estaba dispuesto a que lo metieran en el agua, nunca había sido hombre de arenas y agua salada a pesar de encantarle la visión del mar; Giselle insistía en acercarse al puesto de baño adaptado para discapacitados pues allí contaban con sillas especiales para introducirse en el agua, Artio no consintió y al final acordaron que él quedaría a cargo de los enseres mientras el resto se bañaba, por turnos se acercarían a él para  ver si necesitaba algo; contrariadas Ronda y Giselle se resignaron y junto al resto del grupo iniciaron la marcha en busca de un lugar donde acomodarse.

Llevaban tiempo planeando aquella salida, de hecho habían tenido que aplazarla en más de una ocasión dado que siempre había alguno del grupo que no podía acudir; la idea surgió durante una cena varios meses antes, acordaron ir todos juntos el primer fin de semana que el tiempo lo permitiera, se veían poco durante el año y aquel encuentro playero les hacía ilusión a todos así que por fin habían encontrado la fecha ideal en la que los seis podían reunirse. Ellas estrenarían el primer biquini de la temporada, ellos lucirían sus musculados torsos, Artio respiraría el aire marino tan distinto al de su barrio y todos juntos pasarían una agradable jornada en la playa.

Pero todo no podía salir bien y una serie de acontecimientos y malos entendidos, iban a dar al traste con todas las expectativas creadas cuando salieron de casa unas horas antes. Hay veces que los astros se conjuran y todo sale mal, las cosas más simples se complican sin saber como y un despropósito lleva a otro y así hasta crearse un caos incontrolable. Esa mañana luminosa de finales de junio, acabaría convirtiéndose en un caos y el peor parado de esa sucesión de insólitas situaciones sería el pobre Artio, sólo, inmóvil y abandonado a su suerte junto a las palmeras. Pero no adelantemos acontecimientos y centrémonos en el relato de como acontecieron los sucesos y de como se llegó a una situación tan absurda y a la vez tan critica.

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