sábado, 5 de enero de 2013

Anselmo, un tío grande




Nacido de buena cuna, consentido y malcriado, Anselmo se hacía de querer; su pelo rubio lucía rizos angelicales que ni el más hermoso querubín, habría tenido a bien portar; de porte altivo, Anselmo se movía con gracia y sus andares marcaban estilo en los círculos sociales donde se desenvolvía, era galante con las señoras y de conversación amena entre los caballeros. Anselmo era un tío grande y todos lo admiraban, tenía encanto y era consciente de ello; sus ojos color caramelo endulzaban su mirada penetrante, con ella sabía desnudar tú alma aun sin proponérselo, gustaba a las mujeres que suspiraban por su compañía allá donde fuese.

Anselmo sabía dejar huella y su ausencia se notaba, era el centro de las reuniones y todos querían estar junto a él, su presencia hacía ganar enteros a cualquier reunión aún sin hacer nada especial en las mismas, era un hombre con feeling y a nadie dejaba indiferente pues Anselmo era único. Nació en los sótanos de un palacio, junto al patio de caballerizas, su madre doña Arsenia, mujer floja y de fácil convencer, fue la amante del señor Duque de Navajuelas, un grande venido a menos,  y por tanto por sus venas corría sangre noble; nunca alardeó de su alcurnia pero toda su figura desprendía nobleza vistiera como vistiera.

De modales exquisitos, Anselmo tenía una voz dulce y aflautada que hacía las delicias de cuantos le escuchaban, sabía recitar y no era malo en canto, sus poemas eran famosos entre las damas de la alta sociedad a las que frecuentaba siempre que tenía ocasión. Era hombre de buen vestir, de zapatos o botines lustrosos, siempre brillantes, las telas con que se hacía confeccionar sus trajes eran siempre las mejores y a la vista de su porte elegante, levantaba suspiros allá por donde pasaba. Lucía un hermoso reloj de bolsillo cuya cadena cruzaba ostentosa su abdomen plano, siempre sobre llamativos chalecos de telas nobles cuyos reflejos eclipsaban las miradas curiosas.

Anselmo tenía don de gentes y conversación fluida, siempre llevaba la iniciativa y era muy de debatir; sus debates eran conocidos por todos y sus réplicas eran famosas, este hecho era uno de los atractivos por el que se le invitaba a todas las fiestas. En carnavales su disfraz era el mejor, el más osado e innovador, por algo Anselmo siempre destacaba entre la multitud aunque él nunca fue multitud pues como se ha dicho, Anselmo era único; de modales exquisitos conocía todos los detalles del protocolo aristocrático y por tanto en las altas esferas, se movía como pez en el agua.

Era políticamente correcto, no dejándose llevar nunca por la pasión de las ideas, este era un defecto que había llevado a muchos a su perdición pero él estaba a salvo de esa tentación, su verdadero pensar era una incógnita para todos y por mucho que lo intentaran, nunca conseguían sacarle prenda porque Anselmo era muy suyo, muy de él. Siempre leía los periódicos, varios, a primera hora de la mañana antes del desayuno, este solía hacerlo en Le Parissien, una croiassanterie muy chic que había frente a su casa, allí empezaba cada mañana desplegando sus encantos mientras tomaba su café con leche y pastas variadas; sentado en su mesita junto a las cristaleras que daban a la calle, departía con todo el que se le acercaba pues ya de mañana, Anselmo era muy sociable.

Organizado y meticuloso, Anselmo era puro orden, todo en su casa estaba en el sitio justo, los candelabros guardaban una distancia simétrica sobre la consola de entrada, las figuras de cerámica descansaban en un punto fijo en las alacenas, los papeles sobre su mesa del despacho guardaban un orden estético alrededor del área de trabajo, lápices y plumas, formaban alineados en un lado sobre una bandeja de piel mientras la silla conservaba una distancia respecto a la mesa, sobradamente estudiada; su vestidor junto a la habitación principal, era de ensueño pero al igual que el resto de la casa, obedecía a un orden castrense. Allí dentro, correctamente organizados en diferentes armarios, estantes y cajones, guardaba toda su imagen social lista para atacar en cualquier frente.

Anselmo era especial, el crisol de estilos en el que se había criado desde pequeño le permitía triunfar en cualquier ambiente y por tanto, pisaba fuerte en cualquier escenario de la vida. Anselmo hablaba idiomas y eso le hacía romper fronteras, era de lengua fácil y cultura extensa pues siempre creció entre gentes preparadas bajo cuya influencia, llenó su cabeza de conocimientos de difícil alcance para la gente corriente. Anselmo sabía estar en el momento preciso y aprovechar las oportunidades que se le presentaban, era listo y calculador, no dando nunca nada por perdido.

En el fondo Anselmo era un soñador y siempre tenía ideas en la cabeza esperando el momento de ser ejecutadas, sus múltiples compromisos le dejaban poco tiempo para él por lo que debía robarle horas al sueño para ocuparse de sus asuntos privados, Anselmo era de poco dormir y gracias a ello le cundían las jornadas, solía trasnochar pues la noche era su mundo.

Como se decía, Anselmo era muy de la noche, frecuentaba espectáculos nocturnos, normalmente siempre bien acompañado, porque él era muy requerido y su agenda era generosa en nombres a los que recurrir para cualquier ocasión. Era hombre de music-hall, esos locales a media luz en los que se representaban números musicales derrochando maquillaje, atuendos llamativos y mucho glamour eran su vida, ya de joven cuando vio  Cabaret por primera vez, quedó extasiado por aquel tipo de locales y su género artístico.

Tuvo una novia artista en esos ambientes, todos se la rifaban pero Anselmo fue quien al final cobró la pieza, iba a ver su número a últimas horas de la noche varias veces a la semana, era por tanto un asiduo del local en el que tenía siempre su mesa reservada en un lugar privilegiado, Anselmo era así, querido por todos; era muy generoso en el pagar, siempre dejaba buenas propinas allá donde fuera y por ello era bien recibido en cualquier lugar, siempre era bien atendido.

Todo el entorno de Anselmo conocía de sus modales y gustos exquisitos, de su buen estar y mejor pagar por ello todo era amabilidad y buenas caras a su alrededor no obstante, Anselmo tenía su genio; sabía imponer su criterio con buenas dotes de convicción y metidos en faena, nadie era capaz de rebatir sus planteamientos. Su buena preparación, cultura y don de gentes, lo hacían un personaje con peso dentro de la sociedad en la que se movía, siempre dispuesto a dar consejos y prestar ayuda a sus allegados, motivo por el que era doblemente apreciado.

Anselmo en fin, era un gentelman de pura cepa, bien preparado para el mundo en que vivía y conocedor sin estridencias, de todas sus cualidades y valores; todo a su alrededor cobraba otro valor con su sola presencia y por ello era reclamado en multitud de eventos y lugares; él lo sabía y disfrutaba con ello porque era Anselmo, un personaje especial y único.

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