Nacido de buena cuna, consentido y malcriado,
Anselmo se hacía de querer; su pelo rubio lucía rizos angelicales que ni el más
hermoso querubín, habría tenido a bien portar; de porte altivo, Anselmo se
movía con gracia y sus andares marcaban estilo en los círculos sociales donde
se desenvolvía, era galante con las señoras y de conversación amena entre los
caballeros. Anselmo era un tío grande y todos lo admiraban, tenía encanto y era
consciente de ello; sus ojos color caramelo endulzaban su mirada penetrante,
con ella sabía desnudar tú alma aun sin proponérselo, gustaba a las mujeres que
suspiraban por su compañía allá donde fuese.
Anselmo sabía dejar huella y su ausencia se notaba, era el centro
de las reuniones y todos querían estar junto a él, su presencia hacía ganar
enteros a cualquier reunión aún sin hacer nada especial en las mismas, era un
hombre con feeling y a nadie dejaba indiferente pues Anselmo era único. Nació
en los sótanos de un palacio, junto al patio de caballerizas, su madre doña
Arsenia, mujer floja y de fácil convencer, fue la amante del señor Duque de Navajuelas,
un grande venido a menos, y por tanto
por sus venas corría sangre noble; nunca alardeó de su alcurnia pero toda su
figura desprendía nobleza vistiera como vistiera.
De modales exquisitos, Anselmo tenía una voz dulce y aflautada que
hacía las delicias de cuantos le escuchaban, sabía recitar y no era malo en
canto, sus poemas eran famosos entre las damas de la alta sociedad a las que
frecuentaba siempre que tenía ocasión. Era hombre de buen vestir, de zapatos o
botines lustrosos, siempre brillantes, las telas con que se hacía confeccionar
sus trajes eran siempre las mejores y a la vista de su porte elegante,
levantaba suspiros allá por donde pasaba. Lucía un hermoso reloj de bolsillo
cuya cadena cruzaba ostentosa su abdomen plano, siempre sobre llamativos
chalecos de telas nobles cuyos reflejos eclipsaban las miradas curiosas.
Anselmo tenía don de gentes y conversación fluida, siempre llevaba
la iniciativa y era muy de debatir; sus debates eran conocidos por todos y sus
réplicas eran famosas, este hecho era uno de los atractivos por el que se le
invitaba a todas las fiestas. En carnavales su disfraz era el mejor, el más
osado e innovador, por algo Anselmo siempre destacaba entre la multitud aunque
él nunca fue multitud pues como se ha dicho, Anselmo era único; de modales
exquisitos conocía todos los detalles del protocolo aristocrático y por tanto
en las altas esferas, se movía como pez en el agua.
Era políticamente correcto, no dejándose llevar nunca por la pasión
de las ideas, este era un defecto que había llevado a muchos a su perdición
pero él estaba a salvo de esa tentación, su verdadero pensar era una incógnita
para todos y por mucho que lo intentaran, nunca conseguían sacarle prenda porque
Anselmo era muy suyo, muy de él. Siempre leía los periódicos, varios, a primera
hora de la mañana antes del desayuno, este solía hacerlo en Le Parissien, una croiassanterie muy
chic que había frente a su casa, allí empezaba cada mañana desplegando sus
encantos mientras tomaba su café con leche y pastas variadas; sentado en su
mesita junto a las cristaleras que daban a la calle, departía con todo el que
se le acercaba pues ya de mañana, Anselmo era muy sociable.
Organizado y meticuloso, Anselmo era puro orden, todo en su casa
estaba en el sitio justo, los candelabros guardaban una distancia simétrica
sobre la consola de entrada, las figuras de cerámica descansaban en un punto
fijo en las alacenas, los papeles sobre su mesa del despacho guardaban un orden
estético alrededor del área de trabajo, lápices y plumas, formaban alineados en
un lado sobre una bandeja de piel mientras la silla conservaba una distancia
respecto a la mesa, sobradamente estudiada; su vestidor junto a la habitación
principal, era de ensueño pero al igual que el resto de la casa, obedecía a un
orden castrense. Allí dentro, correctamente organizados en diferentes armarios,
estantes y cajones, guardaba toda su imagen social lista para atacar en
cualquier frente.
Anselmo era especial, el crisol de estilos en el que se había
criado desde pequeño le permitía triunfar en cualquier ambiente y por tanto,
pisaba fuerte en cualquier escenario de la vida. Anselmo hablaba idiomas y eso
le hacía romper fronteras, era de lengua fácil y cultura extensa pues siempre
creció entre gentes preparadas bajo cuya influencia, llenó su cabeza de
conocimientos de difícil alcance para la gente corriente. Anselmo sabía estar
en el momento preciso y aprovechar las oportunidades que se le presentaban, era
listo y calculador, no dando nunca nada por perdido.
En el fondo Anselmo era un soñador y siempre tenía ideas en la
cabeza esperando el momento de ser ejecutadas, sus múltiples compromisos le
dejaban poco tiempo para él por lo que debía robarle horas al sueño para
ocuparse de sus asuntos privados, Anselmo era de poco dormir y gracias a ello le
cundían las jornadas, solía trasnochar pues la noche era su mundo.
Como se decía, Anselmo era muy de la noche, frecuentaba
espectáculos nocturnos, normalmente siempre bien acompañado, porque él era muy
requerido y su agenda era generosa en nombres a los que recurrir para cualquier
ocasión. Era hombre de music-hall, esos locales a media luz en los que se
representaban números musicales derrochando maquillaje, atuendos llamativos y
mucho glamour eran su vida, ya de joven cuando vio Cabaret por primera vez, quedó extasiado por
aquel tipo de locales y su género artístico.
Tuvo una novia artista en esos ambientes, todos se la rifaban pero
Anselmo fue quien al final cobró la pieza, iba a ver su número a últimas horas
de la noche varias veces a la semana, era por tanto un asiduo del local en el
que tenía siempre su mesa reservada en un lugar privilegiado, Anselmo era así,
querido por todos; era muy generoso en el pagar, siempre dejaba buenas propinas
allá donde fuera y por ello era bien recibido en cualquier lugar, siempre era
bien atendido.
Todo el entorno de Anselmo conocía de sus modales y gustos exquisitos,
de su buen estar y mejor pagar por ello todo era amabilidad y buenas caras a su
alrededor no obstante, Anselmo tenía su genio; sabía imponer su criterio con
buenas dotes de convicción y metidos en faena, nadie era capaz de rebatir sus
planteamientos. Su buena preparación, cultura y don de gentes, lo hacían un
personaje con peso dentro de la sociedad en la que se movía, siempre dispuesto
a dar consejos y prestar ayuda a sus allegados, motivo por el que era
doblemente apreciado.
Anselmo en fin, era un gentelman de pura cepa, bien preparado para
el mundo en que vivía y conocedor sin estridencias, de todas sus cualidades y
valores; todo a su alrededor cobraba otro valor con su sola presencia y por
ello era reclamado en multitud de eventos y lugares; él lo sabía y disfrutaba
con ello porque era Anselmo, un personaje especial y único.
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