sábado, 26 de diciembre de 2015

LIQUIDACIÓN TOTAL

Poco a poco las persianas fueron bajando buscando su cerrojo a ras del suelo, como cada atardecer la jornada laboral tocaba a su fin y era hora de retirarse a casa. La calle empezaba a quedarse desierta al tiempo que el tráfico rodado disminuía su caudal, hacía frío y este era un motivo más para retirarse al calor de los hogares; llevaba una semana haciendo un tiempo de perros y eso era más de a lo que estaban acostumbrados.

Los tiempos eran difíciles, lo venían siendo desde hacía unos años pero los últimos meses estaban siendo críticos, el paciente no salía de la uci; con un mal tratamiento durante años, los médicos responsables del mismo habían demostrado su total incompetencia resultado de la cual el enfermo estaba a punto de adquirir la categoría de cadáver, este ante la ausencia de una inyección que lo reviviera, estaba dando sus últimos coletazos y pronto dejaría de respirar.


Muchos llevaban tiempo frotándose las manos a la espera del sepelio, era la crónica de una muerte anunciada durante meses y todos mandarían sus hipócritas flores cuando esta llegara simulando un falso sentimiento por la pérdida. Una vez desapareciera, parte del pastel quedaría libre, iniciándose una feroz lucha de tiburones por ver quien se quedaba con sus despojos no obstante, quizás otros jugadores entraran en escena, gentes desconocidas venidas de otros lugares dispuestas a plantar batalla y eso nadie lo esperaba.

Aquella tarde la persiana bajó para no volver a levantarse, para el mundo aquella tarde era una más pero el enfermo en su intimidad, daba las últimas bocanadas de aire aunque tan solo los más cercanos fueran testigos de ello. El sol volvería a salir en días venideros y el ritmo de aquel barrio en el que vivió seguiría su compás, pero él ya no estaría allí para verlo, ya no formaría parte de aquella comunidad a la que perteneció durante décadas.


Tras el funeral la vida continuaría para aquel grupo pero ya nada sería igual, los lazos que durante tanto tiempo los mantuvo unidos habrían desaparecido y con ellos cualquier tipo de relación, cada uno seguiría su camino intentando sobrevivir a los acontecimientos, no iba a ser fácil pero había que intentarlo, mientras tanto la espada de Damocles pendería sobre sus cabezas durante el resto de sus vidas salvo que algo imprevisto ocurriera.

Venían malos tiempos, la incertidumbre daría paso al descubrimiento de la verdadera valía en las relaciones interpersonales, en esos momentos venideros se sabría con quien se contaba y las falsas compañías quedarían desenmascaradas; todo estaba por llegar, la parte más dura de aquella enfermedad no tardaría en manifestarse pues aun con el enfermo ya muerto, los daños colaterales irían apareciendo uno tras otro poniendo a prueba la resistencia de aquellos que quedaron en primera línea de fuego.

Las escasas posesiones que dejara el finado serían pasto de los liquidadores que sin ningún escrúpulo ni sentimiento, arrasarían el lugar con todo lo que tuviera dentro. Pronto no quedaría huella del paso de aquellas gentes por la vida, todo lo que consiguieron desaparecería cayendo en manos ajenas de dudosa valía; una vez despojados de lo que fue su vida durante décadas, los restos del grupo tendrían que empezar de cero en lugar distinto, extraño para casi todos, con la incertidumbre del futuro que se abría ante ellos.


Lo que una mano consiguió la otra dejó que se escapara y dando por hecho que la vida es un continuo inicio y declinar, cada momento del ciclo entraña una visión distinta del momento vivido; las luces del otoño se irían apagando dando paso a un frío y oscuro invierno en el cual todo concluiría ¿o tal vez no? La sangría estaba prolongándose más de lo que nadie esperaba así pues ya no querían ponerse plazos, tan solo se luchaba cada jornada con la adversidad del momento utilizando todas las armas disponibles las cuales cada vez eran menos.


Las persianas bajaron por última vez y como un telón sobre el escenario, la última función quedaría atrapada tras ellas, las historias de muchas vidas seguirían flotando en los espacios ya vacíos de calor humano, las risas y celebraciones de otros tiempos resonarían por pasillos y trastiendas como testigos de la tragicomedia en la que se había convertido el devenir de aquel grupo antaño bien avenido. La hoguera de la vida acabaría con todo lo allí vivido y sus cenizas serían barridas por el viento de los acontecimientos, los cuales en poco tiempo darían buena cuenta de su paso por aquel lugar condenándolo al olvido ¿o quizás no?

sábado, 19 de diciembre de 2015

UN PUNTO DE ARRANQUE

Llevaba años pasando por aquella calle, el lugar le era de sobra conocido pero nunca pensó en él como lo hacía en los últimos meses. El local reunía todo lo que andaba buscando hacía tiempo pero estaba fuera de sus posibilidades aun así, elucubraba con lo que haría si llegaba el día en el que pudiera hacerse con él, sería su punto de arranque tras unos años nefastos en los que estuvo a punto de sucumbir.

La calle céntrica, era una de las avenidas clásicas de la ciudad, no había un excesivo tráfico rodado y el ambiente comercial reinaba en sus dos aceras antes de desembocar en una de las plazas emblemáticas del casco antiguo, origen o destino de muchas marchas ciudadanas a lo largo de los años; su iglesia perteneciente al antiguo convento de los frailes ermitaños de San Agustín (s. XIII) era testigo de la historia de la ciudad, víctima de los desmanes de la guerra civil a punto estuvo de ser derribada pero en la actualidad se había convertido en bastión de la ronda interior de aquella ciudad centenaria junto a las dos puertas amuralladas de Quart y de Serranos.


Aquella arteria que unía el mercado Central con la emblemática plaza iba a ser su campo de actuación a poco que la suerte le hiciera un guiño en los próximos meses; todo estaba planificado en su cabeza pues llevaba tiempo dándole vueltas a la idea mientras veía como se desmoronaba lo que había sido su vida hasta ese momento. Sabía dónde quería estar, sabía lo que quería hacer y sabía cómo y con quien hacerlo, así pues solo tenía que conseguir aquel local y la maquinaria se pondría en marcha una vez más pero esta vez sin compañeros de viaje indeseados, sin lastres impuestos y mal gestionados, sin añadidos de dudosa valía no implicados en el proyecto.

Aquel local y el negocio que gestionaría debería convertirse en referente y modelo dentro del sector, amenaza por su potencial para la competencia, punto de encuentro para los colectivos implicados que hallarían en él las soluciones a sus diferentes necesidades, colaborador con el mundo académico y universitario aportando sus medios e instalaciones en pro de una mejor preparación profesional. Aquel centro lo devolvería a la primera línea de batalla, al punto donde las balas silban y solo aquel que es capaz de evitarlas sobrevive.


Con casi dos mil metros cuadrados entre planta y sótano, el espacio tenía infinitas posibilidades de negocio, los más de 40 metros de escaparates permitirían dar una imagen inigualable mostrando diferentes escenas temáticas del material expuesto; todo estaba escenificado dentro de su cabeza, cada rincón, cada punto de luz, cada detalle… Girando todo alrededor de una gran fuente, el murmullo del agua lo devolvería a tiempos pasados de su niñez donde disfrutó de espacios naturales en un pequeño pueblo de la serranía valenciana, entre aquellas peñas junto al río Turia germinó la semilla de lo que ahora debía ser la esencia de aquel gran centro en ciernes.

La luz natural debía tener un gran protagonismo en aquel espacio, estaba demostrado que esta tenía un efecto positivo en el estado de ánimo de quienes trabajaban en ese ambiente, los amplios escaparates aportarían una buena ración de claridad natural. Los colores vivos y llamativos también deberían tener un papel importante en el centro dominando los espacios importantes, nada sería dejado al azar y cada detalle tendría su porqué.


Y mientras unos y otros hacían cábalas pensando en que parte del pastel perdido iban a conseguir, el león dormido seguiría preparando su estrategia a la espera del día señalado, cuando todos lo dieran por muerto y enterrado resurgiría con más fuerza arrasando un campo confiado, más preocupado en sus luchas internas que en su defensa exterior. La campaña de difusión estaba preparada, la presentación a los medios lista a falta de los últimos retoques, todo hilvanado formando un puzzle que llevaba meses acoplándose en su cabeza esperando el pistoletazo de salida y con él ya no habría vuelta atrás.

sábado, 12 de diciembre de 2015

MOMENTOS DE INTROSPECCIÓN, MOMENTOS DE SOLEDAD

La triste monotonía puede verse sacudida de repente y sin previo aviso en cualquier momento de nuestra precaria existencia, la dramática sombra del averno se cierne sobre nuestras cabezas a diario sin que seamos conscientes de ello, nunca estaremos preparados para recibir ciertos acontecimientos con la suficiente fortaleza para no ver alterado nuestro ánimo, nuestro ritmo vital. Siempre con un pie al borde del precipicio y esperando que ocurra lo inevitable, sin fuerzas ni decisión para afrontar un futuro ya no muy lejano y sin embargo necesitado de adoptar medidas de ajuste para el resto de mis días; solo en un mundo de brumas soportando un día si y otro también las miserias orgánicas impuestas por un azar ganado a pulso hace muchos años en una curva traicionera.

Los minutos pasan lentamente cuando la espera de noticias ocupa tú tiempo como única compañera, fugaces imágenes cruzan por la mente a velocidades de vértigo buscando un destino casi siempre inalcanzable; cada sonido, timbre o zumbido crean un sobresalto e incrementan la angustia de esa espera burlona y desafiante que a modo de férrea coraza, oprime todo tú cuerpo haciéndote difícil el poder respirar. La incertidumbre es una mala aliada de viaje, siempre traicionera te lleva por senderos tortuosos de final incierto donde lo no querido puede hacerse realidad, agazapado en cualquier recodo de nuestro recorrido por la vida.


Salve vida plena, te saludo y me inclino por existir pero ¿quien puede decir que la ha tenido? ¿Cómo reconocerla entre tantas vidas miserables? Aun así no debemos quejarnos de lo que tenemos, y más viendo lo que hay a nuestro alrededor, y mucho más si levantamos la vista y contemplamos más allá de nuestras fronteras; los momentos felices son estrellas fugaces que duran lo que ocupa un parpadeo y la mayoría de las veces somos incapaces de reconocerlos esclavizados por multitud de ficticias necesidades que hemos creado absurdamente a nuestro alrededor, con el único fin de alcanzar una inconsciente infelicidad.

Las necesidades insatisfechas así como la incapacidad para autosatisfacerlas, suponen una pesada losa que supera toda posibilidad de independencia por mediocre que esta fuere; ir a remolque de los acontecimientos día tras día supera cualquier intento por mantener la compostura y así, de este modo y manera, la sombra de la frustración se va instaurando en cada instante, en cada gesto, en cada idea y expectativa. Las hojas muertas son barridas por el viento dejando espacio para nuevas oleadas de podredumbre estacional y así, son muchos los que quedan en el camino esperando un nuevo verano o las próximas fiestas navideñas.

Miras por la ventana y ves el trascurrir de la vida, la vida de otros pues tú eres quien mira, los ves agitados, con prisas, ajenos a lo que les rodea y tú contemplas el cuadro de esas vidas anónimas moviéndose bajo tus pies; cada ser de ese cuadro es un mundo y en su mundo vive, sufre y ríe mientras tú, ajeno a su existencia tan solo lo contemplas por unos instantes. El tráfico fluye con sus ruidos mecánicos, las gentes entran y salen de los comercios mientras tú, testigo mudo de esas vidas, vives la tuya propia al tiempo que los observas; esperas un cambio, un acontecimiento o hecho que de un vuelco a tú existencia pero este no llega y sigues contemplando la vida desde la ventana.


Y llega el día en el que ya no esperas nada, todo lo que tenía que pasar ya ha pasado y lo que queda por delante carece de interés, estás pero como si ya no estuvieras pues tú tiempo ha pasado y todo en él quedó atrás; pasas de contemplar esperando a contemplar sin hacerlo pues todo está ya visto. Las gentes siguen ahí con sus vidas pero tú miras sin ver, tan solo estás ahí sin más pues tú tiempo ha acabado y con él tú vida.

sábado, 5 de diciembre de 2015

SILUETA VIRTUAL

Siempre la había visto vestida pero en más de una ocasión fantaseó con su piel desnuda, su acto de amor virtual estaba grabado en lo más hondo de su cabeza y no podía evitar aquellos retazos de ficción calientes y húmedos. La ropa que acostumbraba a llevar, unos jeans ajustados y camisetas ceñidas, dejaban mucho margen a la imaginación, nunca la había visto con vestidos o faldas pero estaba seguro de que aquellas prendas también le sentarían de maravilla.

Solía llevar el pelo suelto, nunca lo había dicho pero estaba convencido de que no le gustaban sus orejas por lo cual procuraba ocultarlas con su larga melena, para trabajar lo recogía en una coleta o lo sujetaba con una pinza formando un discreto moño; cada mañana llegaba enfundada en su plumífero  si hacía frío o portando pintorescas camisetas cuando el clima era más benévolo, siempre seguía el mismo ritual tras desprenderse de parte de su indumentaria, se recogía el pelo y cambiaba su calzado por unas cómodas zapatillas, luego se ponía un delantal disponiéndose a iniciar sus tareas domésticas.

Aquella mañana la oyó girar la llave en la puerta de entrada, con pasos silenciosos como de costumbre, entró en el salón y de ahí pasó a la cocina donde inició su ritual diario; él desde la cama intuía sus movimientos tantas veces vistos en otras ocasiones, ella era meticulosa y disciplinada en sus quehaceres. Ese día estrenaba unos pantalones que se ceñían a sus piernas como un guante resaltando sus contornos delgados pero bien proporcionados, daba gusto verla moverse de aquí para allá exhibiendo unos encantos que ella parecía ignorar tener.


Él deseaba que ella se asomara por su habitación, ver sus contornos desde la cama y elucubrar con aquel cuerpo esbelto y flexible que no podía apartar de su cabeza; le gustaba hablar con ella y saber de sus cosas, mirarla mientras le contaba cosas, bromear rozando la frontera del decoro jugando con medias palabras e inocentes insinuaciones. Aquella mujer era un campo sembrado a la imaginación que tan solo había que dejar florecer.

Su silueta virtual era un canto a la armonía, verla sin sentirse vista le hacía descubrir la delicadeza de sus contornos, la sutileza de sus pliegues, los recovecos de su cuerpo exquisito y grácil. Con la llegada del buen tiempo se superaba, se reinventaba con los leggins más insinuantes y atrevidos, esos que en otros cuerpos  convertirían a estos en simple carne envasada al vacío con aspecto vulgar y tosco. En ella quedaban como un guante resaltando sus encantos de mujer, en ella potenciaban unas curvas perfectas elevándola a la categoría de diosa.

Un  día más llegaba a su hora pero aquel día estaba distinta, ella parecía no darse cuenta o quizás sí y lo disimulaba; los colores calientes de su indumentaria la acercaban a la naturaleza, aquellos tonos verduzcos y amarronados la mimetizaban con un entorno velado  que despertaba a una nueva jornada. Aquellos pantalones eran la mínima expresión en cuanto a holgura, de hecho podían pasar desapercibidos a poco que su color fuera más dérmico pudiendo imaginarla sin ellos.

Ella se exhibía de manera inconsciente a medida que deambulaba por la casa, cada uno de sus movimientos era una fuente de inspiración origen de imágenes prohibidas; silenciosa y sensual había que saber intuirla y él se la sabía de memoria, subida a una escalera o acachada bajo una mesa todas sus formas eran dignas de ser inmortalizadas. El pintor de estudio hallaría en ella una buena fuente de inspiración y de su mano el pincel volaría trazando contornos, captando esencias, descubriendo expresiones sobre un lienzo que poco a poco iría llenándose de ella.

Su silueta virtual traspasaba las dimensiones en las que él vivía y alcanzarla se había convertido en su anhelo, su quimera, su imposible. A medida que el tiempo pasaba su huella se hacía más imperecedera y con ella había aprendido a convivir; tan lejos y tan cerca ella viviría en su vida paralela, esa parcela secreta e íntima en la que se movía sin limitaciones, sin compromisos, sin ataduras de ningún tipo.


Con cada amanecer él esperaría su llegada silenciosa e íntima, la vería despojarse de su indumentaria y mostrarse como realmente era o quizás tan solo como él deseaba verla, como la había imaginado desde siempre, próxima, delicada y deseable.

sábado, 28 de noviembre de 2015

DESPROPÓSITOS Y OTROS MENESTERES

Se apagó mi luz y de nuevo vuelvo a mis grises oscuros, las guirnaldas de colores perderán su intensidad y el azul intenso de un mar infinito quedará aparcado por unos meses; la monotonía de mis jornadas volverá a tomar protagonismo sin esperar un sobresalto agradable que haga latir mi corazón con más fuerza.

El trabajo presencial roba a manos llenas mi tiempo regalado y con el hurto quedo huérfano de tiempo para mis escritos, estos, ocultos en un limbo tecnológico deberán esperar momentos oportunos de lucidez e inspiración para seguir creciendo con frases vacías de difícil interpretación.

Solo acontecimientos largamente esperados, romperán la rutina de una vida programada en la que una ausencia de sobresaltos, es de por si un hecho a destacar; encuentros inusuales, sobremesas con vistas, conversaciones intencionadas y sonrisas subliminales quizás abran el cajón del hastío, inyectando nuevos ánimos en un alma adormecida. El clamor de la calle no invita al optimismo y uno, con su precario bagaje, debe atrincherarse ante los acontecimientos que se avecinan.


Muchos frentes donde acudir y pocas ganas de improvisar, agasajar nunca fue mi fuerte y regalar sonrisas amables tampoco; hay quien tiene aprecio por que le regalen el oído, yo en cambio en él tan solo porto algo de cerumen y mucho ruido para acallar los sonidos de siempre, esos que nos envuelven a diario sin decirnos nada interesante, nada que nos haga detenernos y reflexionar.

Algunas voces esperadas mantienen su silencio, un silencio hiriente en ocasiones, un silencio ruidoso que martillea mi cabeza en otras y cuando al fin se hacen presentes, frases fugaces brotan de sus labios sonrosados a velocidad de vértigo, no dando tiempo a la mente dormida a ser consciente de sus palabras. Unos textos perdidos dan testimonio de vidas vividas en un pasado lejano, unos textos inacabados son testigos mudos de instantes de ensueño en los que una mirada ilumina el camino a seguir y así, página sobre página, va elaborándose un anecdotario personal en el que dejar constancia de los chispazos de unas neuronas cansadas y apáticas atrapadas en mi cabeza.

Una pintura indescifrable trae algo de color a una realidad de claroscuros, en ella unos trazos firmes muestran la seguridad de su autora en la obra, rendijas del blanco lienzo sirven de ancla a la explosión de color allí mostrada mientras desde fuera, una mirada ignorante intenta encontrarle sentido a aquel puñado de formas indefinidas que se plasman frente a él. La calle es igual que la obra pictórica, puedes perderte en ella si tan solo te limitas a mirar sin ver, es un todo que debemos saber desgranar en sus partes para así, una vez aisladas, poder analizar en detalle.

Y volviendo a casa la lluvia torrencial lo borra todo, acabando con las esperanzas de un acontecimiento muchas veces ya pospuesto, una vez más deberá suspenderse quedando en el aire su ejecución. El clima burlón nos torea a sus anchas sin darnos tregua, espera agazapado para lanzar su zarpazo el día menos esperado, el menos indicado, el más sensible a su capricho y con él, destroza ilusiones largamente elaboradas, planes gestados con mucho tiempo de antelación pero así se comporta la naturaleza, imprevisible y despiadada, tan solo nos queda el consuelo de la resignación y el ánimo para seguir adelante y volver a intentarlo.

El otoño trajo su manto gris mientras las primeras luces navideñas hacen su aparición en calles y jardines, el ambiente disfrazado de una falsa felicidad nos invita a sumergirnos en un despiadado consumismo que nuestros bolsillos no pueden soportar; Sade suena en el equipo de música y su melodía llena cada rincón de la habitación en la que me encuentro, la mañana avanza inexorable entre idas y venidas por unas calles que ya respiran ambiente navideño y desde mi atalaya veo a las gentes cargadas con los primeros paquetes adquiridos para las fechas señaladas. Días de reuniones y sonrisas forzadas, de abrazos hipócritas y palmadas en la espalda, de falsos besos y miradas con intención, también de encuentros deseados y largamente esperados, de amores anhelados, de risas compartidas, de gestos cómplices…



El año declina y su bagaje habrá sido variado para según quien lo cuente, habrán habido pérdidas personales, también materiales, esperanzas no satisfechas, sueños incumplidos, sinsabores de todo tipo. El año va viendo su fin y con él nuestra existencia se acorta aun no siendo conscientes de ello, pronto será el momento de hacer un nuevo balance en el que plasmar nuestro saldo de resultados y con él presentarnos frente al Hacedor.

sábado, 21 de noviembre de 2015

VIVIR AL OTRO LADO... DEL MUNDO

Aquella película marcó su vida, ver a Marlon Brando lidiando con una tripulación amotinada en un entorno idílico quedó grabado en sus pupilas mientras su imaginación lo trasladaba a los lejanos Mares del Sur y sus paradisíacas islas. Más tarde vendrían otros títulos como Su majestad de los mares del sur, donde un curtido Burt Lancaster intentaba hacerse con el negocio de la copra esquilmando los palmerales de las islas y enfrentándose a las tribus de aquellas tierras. El denominador común de todas ellas eran las tierras polinesias de ultramar situadas en el otro extremo del mundo, muy lejanas en la distancia pero muy próximas en su cabeza.

Aquellas  diminutas islas perdidas en mitad del océano Pacífico, sus barreras de arrecifes protegiendo las lagunas de aguas turquesas y cristalinas, sus escarpadas colinas tapizadas de una naturaleza verde y salvaje pugnando por perderse entre las nubes, los curiosos atolones de arenas blancas en cuyo interior albergaban una porción de cielo robado a los dioses… todo aquel misterioso y lejano mundo de esencias exóticas y vivos colores, lo tenían atrapado desde sus primeros años no habiendo un solo día en el que su imaginación no lo trasladara a aquel paraíso perdido.


En más de una ocasión elucubró con romper las amarras que lo tenían anclado al viejo mundo e iniciar la aventura del Pacífico pero no era tarea fácil cortar los lazos que lo unían a su entorno, así que mientras el día de la partida llegaba, si es que tenía que  llegar, se conformaba con soñar aquel viaje anhelado que tantas veces había emprendido en su cabeza. Conocía muchas de sus islas como si hubiera vivido en ellas a pesar  de no haber puesto nunca un pie en las mismas, la extensa literatura acumulada a lo largo de los años le había permitido familiarizarse con su geografía, sus costumbres y sus  gentes, solo le faltaba poder vivirlo en primera persona.

Una mañana el día amaneció muy nublado, el cielo gris plomizo amenazaba con descargar la madre de las tormentas; los medios de comunicación llevaban tiempo anunciando un cambio brusco en la climatología que prometía con durar más de lo acostumbrado para aquella época del año. Por aquellos días había ingresado un dinero por la venta de unos bienes que en principio no tenía previsto vender, así pues se encontraba en posesión de un capital con el que no contaba disponer hasta hacía pocas fechas. El mal tiempo le asqueaba y en cierto modo tenía animadversión por el clima frío, lo suyo era llevar camisetas todo el día y dormir desnudo con las ventanas abiertas cosa que tan solo podía hacer en los meses de verano; ansiaba un verano de doce meses.


Despertó decidido a darle un giro drástico a su vida, ahora tenía todo lo necesario para hacerlo y los contratiempos que pudieran aparecer los afrontaría llegado el momento, no había porque anticiparse a los posibles problemas; desde hacía meses tenía programado el itinerario que haría llegado el día de partir y ese día había llegado, pondría en orden unos cuantos asuntos, se despediría de unas pocas personas y sin apenas hacer ruido desaparecería iniciando su aventura transoceánica.

Liberarse del lastre acumulado a lo largo de su vida le daría alas para emprender una nueva lejos de todo lo conocido, iniciaba una nueva etapa, quizás la última, lleno de ilusión e incertidumbre pero seguro de no arrepentirse por el paso que estaba a punto de dar. La familia no entendería aquella decisión a pesar de llevar años oyéndosela decir, quizás esta sería la más perjudicada por  la separación pero él debía andar su camino y algún día volverían a encontrarse a este o al otro lado del océano.

La mañana de la partida había algo de nervios, unos pocos allegados estuvieron allí para despedirse sin saber cuándo volverían a encontrarse; el itinerario estaba decidido y en algo más de veinticuatro horas escalas incluidas, llegaría a su destino. Un avión de Iberia lo llevaría hasta París, allí cogería otro de Air France para trasladarse hasta Los Ángeles y por último otro vuelo aún por decidir le haría llegar a Polinesia Francesa; esta antigua colonia de ultramar gala, estaba formada por cinco archipiélagos perdidos en mitad del océano Pacífico de los cuales las Islas de la Sociedad era el más conocido e importante.



Papeete la capital de aquel pequeño paraíso ubicada en la isla grande de Tahití, era la puerta de entrada y salida entre Polinesia y el resto del mundo, allí aterrizaría en unas horas dispuesto a iniciar su segunda vida, dispuesto a vivir un sueño largamente aplazado. Su escaso equipaje le haría partir de cero en una tierra nueva, buscar el rincón soñado para instalarse dentro de tanta belleza como allí había, quizás resultara una decisión difícil de tomar pero estaba dispuesto a perder el sueño buscándola pues al fin y al cabo tenía para ello el resto de su existencia.

sábado, 14 de noviembre de 2015

DESAPARECIDOS EN COMBATE

Aquel capitán era muy dado a lucir galones y medallas en los actos de representación, amigo de los uniformes impecables se los hacía diseñar por los mejores sastres del ámbito castrense: Bombarder, Khalasnikov y otros doctos de la aguja militar llenaban los armarios del peculiar individuo. De sonrisa amable y andares cansinos se movía con soltura por los despachos de las altas esferas, allí era bien recibido pues muchos eran los años que llevaba infiltrado entre la gente principal y eso la abría muchas puertas; conocía las dependencias cuartelarias como el patio de su casa de hecho pasaba más tiempo en ellas que en su propio domicilio, en casa se aburría, no podía lucir y por tanto estaba lo justo para cumplir con la familia.

A su cargo tenía una pequeña tropa entre la cual estaba el fruto de su semilla y algún familiar postizo, los elementos en si no tenían gran valía, estaban allí por ser quienes eran y el último en llegar había tenido la suerte de hacerle un churro, media manga o mangotero a la princesa del capitán, lo que en el argot de la calle se conoce como dar un braguetazo, y supo aprovecharlo pues en poco tiempo ascendió hasta la oficialía de aquella gente dejando atrás a muchos mejor preparados y con más experiencia que él. Aquel ascenso fulgurante siempre creó un recelo entre la gente que vio como un recién llegado sin oficio ni beneficio se colaba entre sus filas y de la noche a la mañana se colocaba en primera fila sin méritos para hacerlo.


Durante décadas aquel capitán fue la cabeza visible y máximo responsable del pequeño acuartelamiento, durante años las cosas fueron bien o incluso muy bien en algunas épocas, la solvencia y los éxitos crearon una imagen reconocida por todos; el pequeño destacamento funcionaba como una máquina bien engrasada creándose un nombre respetado dentro de aquel ejército de mercaderes. Todos arrimaban el hombro aunque siempre había quien se dejaba llevar por la inercia del momento no justificando el salario que se llevaba pero eran años dulces, años de prosperidad y alegrías, todo se consentía entre el grupo evitando así desacuerdos incómodos entre sus miembros directivos.

Un día la guerra estalló, se venía gestando desde hacía tiempo, las circunstancias de los tiempos que vivían unido a la inoperancia e incluso incompetencia de algunos oficiales, abocó en una severa crisis que se lo llevó todo por delante; aquel capitán de brillantes galones y uniformes impecables se arrastraba como alma en pena entre la tropa, su carisma y energía se esfumaron ante los primeros contratiempos entrando en conflicto personal con el resto de la oficialía ante su falta de respuesta, al capitán se le cayó la careta de los tiempos dulces viéndose que en los difíciles no daba la talla, cosa que todo su entorno pudo apreciar.

Con todo el cuartel inmerso en un caos incendiario su segundo fue el primero en desaparecer, el del churro, media manga o mangotero, último en llegar y primero en  ascender, recogió sus bártulos y sin apenas hacer ruido abandonó a su suerte al resto de camaradas para iniciar su propio proyecto aprovechando los conocimientos y contactos adquiridos en la entidad que dejaba; con argumentos peregrinos el capitán intentó justificar su marcha insistiendo en el desconocimiento de las intenciones que pudiera tener el jinete de su princesa, intenciones por otra parte claras para la oficialía como luego se demostraron haciendo valer el consabido refrán de “se pilla antes a un mentiroso que a un cojo” (salvo que vaya en silla eléctrica).

El benjamín de su simiente no tardó en seguir sus pasos y presentando oficialmente su indisposición supuestamente pasajera, no volvió a poner los pies en el cuartel, su ausencia por otra parte no creó ningún menoscabo en el organigrama salvo de imagen, al ser uno de los primeros en irse quien debía haber aguantado hasta el final por cargo, salario y ascendencia; nunca más se supo de él de no ser por sus pretensiones de ser resarcido por unos servicios que otros hacían sin reclamar, no tuvo ni el valor de pasar a recoger sus pertenencias personales quedando demostrada la escasa valía y personalidad del precario individuo; todo ello lo veía el capitán, notaba el desprecio hacia él entre la soldadesca pero no podía reconocer su mal hacer pues al fin y al cabo era de su propia sangre.

Ante tanta tensión el capitán enfrentado con el resto de oficiales, salió de la escena sin perder la sonrisa amable pero esta vez impresa sobre un rictus de derrota, todo lo que era se había perdido, su aurea se había apagado sin haber hecho nada por intentar mantenerla activa, para sus adentros sabía que sin su entorno no habría podido ser lo que era, llegar a donde había llegado, tener lo que había tenido, vivir como había vivido y ahora todo ese entorno y las gentes que lo ocupaban lo miraban sin reconocerlo pues ya no era el capitán que un día los lideró, se había convertido en una piltrafa mediocre que los abandonaba sin haber puesto nada de su parte en los momentos más difíciles de su historia centenaria.

La princesa no se quedó atrás, aguantó un poco más intentando servir de puente entre la nave que se hundía y el nuevo proyecto iniciado por su hombre, con el resto de sus más próximos ya fuera del cuartel no tardó en dar la espantada siguiendo su estela una vez vio que ya no podía obtener beneficio alguno. El capitán y su semilla desaparecieron en pleno combate, como lo hacen los incapaces y los traidores, abandonaron todo aquello que les había dado todo lo que tenían sin preocuparse del destino que pudieran tener las gentes que hasta hacía poco alardeaban de comandar, salieron por la puerta de atrás aprovechando las sombras de una dudosa legalidad amparándose en sus supuestos derechos, con su modo de proceder toda aquella familia había quedado marcada aun sin querer reconocerlo o incluso sin ser conscientes de ello dada la simplicidad de sus espíritus.


La vida es una noria que da vueltas sin parar y antes o después cada uno ocupa su lugar en la rueda, nadie escapa de su inercia pues la justicia no escrita acaba pasando su factura tal y como reza en el libro sagrado cuando dice “ateneos a mi justicia divina aquellos que intentaron salirse del camino…”, los malos augurios acabarán alcanzándolos y de una forma u otra pagarán su mal hacer y su traición.

sábado, 7 de noviembre de 2015

SI YO FUERA UN MOCO

Sería un parásito juguetón; iría y vendría a mi antojo por los conductos orgánicos de mi huésped, su cuerpo sería para mí un extenso parque de atracciones por el que arrastrarme sin horarios ni control. Si yo fuera un moco cambiaría mi textura en función de mi estado de ánimo, unas veces sería espeso y lento en mí recorrer aprovechando mi paso pausado para meditar y recrearme en los intersticios más ocultos, otras en cambio sería fluido y veloz cruzando como un rayo bronquios y bronquiolos.

Si yo fuera un moco jugaría a la obstrucción, tapando conductos a mi capricho, disfrutando del ahogo momentáneo de mi huésped; provocar su tos sería genial y con el impulso brusco de un aire atrapado, me lanzaría sin freno por el interior de un laberinto privado e íntimo. Jugaría provocando el carraspeo matutino, la lucha por arrancarme de las paredes bronquiales sería feroz, con el tira y afloja me deleitaría viendo como mi huésped era presa de la apnea.


Mis tonalidades variarían según la hora y ocasión, del verde espeso al pálido fluido; vestirme con colores alegres y lucirme por los vericuetos orgánicos de mi huésped llegaría a ser una rutina diaria, siempre habría  algún rincón por descubrir a lo largo de sus ochenta y tantos kilos de carne, grasa, huesos y vísceras repartidos sin control.

El juego del tobogán siempre fue de mis preferidos, ascender hasta la cima por bronquios y bronquiolos, trepar por una tráquea indefensa y sumisa llegando a boca e instalarme en el paladar, podría llegar a convertirse en toda una aventura; desde allí continuaría mi viaje buscando la salida nasal, inundaría los conductos haciéndome fuerte en los pétreos cornetes mortificando a mi pobre huésped  que acabaría esclavo de inhaladores  y ungüentos vasoconstrictores.


Si yo fuera un moco viajaría y vería mundo, los pañuelos serían mi medio de transporte y a través de ellos haría vida social; asistiría a reuniones, ágapes y demás actos multitudinarios, con el  cosquilleo nasal sería expulsado en los lugares más variopintos tomándome  todo el tiempo del mundo para conocerlos, no tendría horarios ni compromisos que cumplir pues al ser moco no sería figura física ni jurídica. Me movería a placer dejando un rastro brillante y viscoso cuan baba de caracol, todos sabrían de mi paso y ante él todos echarían mano de sus pañuelos haciéndome reverencias; sería un moco singular, distinto al resto de mucosidades y de ellas me distinguiría por el porte y saber estar, sería la envidia de los resfriados los cuales se me rifarían por tenerme en sus conductos.

No obstante la vida de un moco es efímera, corta, breve y muchas veces incómoda; el mundo exterior puede llegar a ser el peor enemigo, el sol deshidrataría mis texturas, el frío las cristalizaría y me haría perder fuelle, pasar por el mundo rápido y poder disfrutar de él es difícil y hay que ser hábil para no dar un paso el falso pues de hacerlo, puede ser el último quedando como un moco en la cuneta de la vida, desechado y olvidado por todos.



Si yo fuera un moco sería un soñador, y quizás sin salir de mi huésped vería mundo con la imaginación, asomarme a sus fosas nasales y agarrarme férreamente a sus pelillos sería lo más cerca que llegaría a estar del mundo exterior pero con eso me bastaría pues al fin y al cabo sería un simple moco, verde, blanco o sanguinolento ¿a que más podría aspirar una babosilla orgánica?

viernes, 30 de octubre de 2015

BLOQUEO MENTAL

El bombardeo álgido no cesaba en los últimos meses, raro era el día en el que no llegaba algún pufo nuevo y la capacidad de reacción hacía aguas a la vista de todos; las protestas eran continuas, las reclamaciones no cesaban y el teléfono no dejaba de sonar con un sonsonete hiriente y monótono. Aquel marinero estaba harto de achicar agua en un barco que se hundía ya sin posibilidades de ser reflotado y de poderse, no estaba claro si ya valía la pena hacerlo; él tenía claro que no volvería a enrolarse en otra aventura marinera salvo que tuviera entre sus manos el timón de la nave y aun así, tendría que meditarlo mucho dado que su situación no precisaba de mayores condumios.

En su astillero mental tenía los planos de un nuevo proyecto aparcado para quizás otro momento, cuando se dieran las condiciones  adecuadas y eso por ahora era inviable. Había visto varios pantalanes en donde atracar su nave a lo largo de todo el puerto, tenía sus preferidos y sabía que haría en cada uno de ellos; distribución, colores, imágenes… todo estaba perfectamente organizado entre sus neuronas, listo para iniciarse en cuanto las circunstancias y el ánimo lo permitieran.

No era amigo de conflictos bélicos más allá de las pantallas, su dosis de sufrimiento ajeno estaba colmada en su  faceta de ficción, la sangre gratuita no le satisfacía aunque últimamente sentía un vacío, algo dentro de él reclamaba escarmiento, agravio, venganza o quizás ¿justicia? El  motín entre la marinería nunca era descartable y más en aquellas circunstancias pero que parte del puente de mando no hubiera dado ejemplo le hastiaba y le hacía hervir la sangre; llegaría el día de cortar cabezas pero quizás para entonces él ya no estaría allí para verlo.


El tiempo pasaba y la situación ya era insostenible, aquellos pantalanes en donde atracar su próximo barco empezaban a ser ocupados por otras navieras ante la imposibilidad de clavar su propia bandera; tenía las manos  atadas y el bloqueo mental empezaba a ser preocupante, dormía mal, apenas probaba bocado y su aislamiento social se hacía más patente con cada jornada. Aquel marinero tenía el alma herida y no hallaba el consuelo, sabía de este que retozaba en costas cercanas inaccesibles para él y en esta situación dejaba correr las últimas horas de su existencia.

Como cada año había llegado a su bahía, allí esperaba encontrar algo de sosiego, dar agilidad a su materia gris bloqueada en los últimos tiempos y ver si era capaz de desconectar perdiendo su mirada en un horizonte azul de brillos cambiantes. Las próximas semanas deberían ser de descanso pero tal y como transcurría su vida, en cualquier momento el zarpazo mortal podía llegarle desde cualquier sitio y sin previo aviso, se limitaría a vivir aquel periodo sin bajar la guardia aun a sabiendas de que poco o nada podía hacer para cambiar los acontecimientos.

Oyendo Miss Malone de La Orquesta Mondragón estaba en su torre de marfil aquella mañana de julio, el día transcurría sin novedad y eso para ser viernes era de por si un acontecimiento, los lunes y viernes solían ser nefastos en los últimos tiempos; las noticias recibidas en lunes normalmente te jodían el inicio de semana, las recibidas los viernes te jodían el fin de semana así pues él solía vivir jodido los siete días y así una semana tras otra.


Veía a la gente tirada en la arena esclavos del astro rey, sus toallas multicolor ponían una nota de alegría bajo las carnes aceitosas y encarnadas; gordas pasean por la arena volumen imponente despertando deseos, aquel desfile de sirenas de cuerpos bien cebados era un atractivo más sobre una orilla plagada de huellas anónimas borradas una y otra vez por el caprichoso vaivén de las olas. Él observaba todo desde aquella atalaya, desde allí oteaba el horizonte vislumbrando costas lejanas donde otros cuerpos imitarían a los que ahora tenía a sus pies.

Con la mente bloqueada y el sol quemando danzaría arriba y abajo por el paseo marítimo una y mil veces andado en otros tiempos, los top manta aquel verano habían formado una segunda piel sobre el enlosado y por momentos se hacía difícil pasar entre ellos ante la permisividad de las fuerzas del orden. El estío se acompaña de relajación y esta, llagada a límites extremos, reblandecía juicios y ordenanza pues cada uno iba a lo suyo sin preocuparle el más allá.


Hoy era día de aniversario pero con la mente bloqueada había poco que celebrar, habría quien diría que el hecho de estar aquí ya era motivo suficiente de celebración pero él no estaba en tiempo y espacio donde se le suponía, él volaba a los confines del mundo dejando atrás un cuerpo amortizado e inservible que pronto  sería pasto de las llamas; su otro yo renacería junto a una laguna de aguas cristalinas en su paraíso perdido.

jueves, 22 de octubre de 2015

LA ÚLTIMA NOCHE

Ese día tenía que llegar, todos los años llegaba, y este no iba a ser diferente; amaneció ese domingo dispuesto a pasar su último día completo junto a la bahía, allí llevaba poco más de tres meses y había llegado la hora de cerrar aquella casa y regresar a la ciudad, cada minuto vivido durante la jornada que ahora iniciaba sería el último hasta la próxima temporada y eso le dejaba un regusto amargo. Las vistas desde la terraza se irían apagando a medida que avanzara la tarde y el paseo marítimo repleto de humanidad hacía pocas semanas, quedaría desierto y huérfano de viandantes.

Desde su torre de cristal había visto transcurrir el último verano, la arena dorada que se extendía a sus pies bordeando toda la bahía había ido llenándose y quedando vacía un día tras otro siguiendo el vaivén de las mareas; el baile secreto de las olas con la arena húmeda de la orilla era un acto de amor íntimo culminado con besos de espuma blanca, desde su atalaya veía el ir y venir de las gentes alegres que iniciaban sus días de playa. En los días claros divisaba con total nitidez el perfil de la costa perdiéndose por el sur en el macizo del Montgó descendiendo hasta el cabo de San Antonio, tras el cual unos ojos verdes muy queridos fijaban su mirada en las aguas cristalinas de una cala rocosa.


Ese último día amaneció gris y lluvioso, era como si quisiera ocultar la belleza del lugar haciendo la despedida más fácil; la luz que acostumbraba a inundar cada rincón de aquel pueblo costero había desaparecido de un día para otro sumiendo el lugar en neblinas de tonos plomizos. Iban a ser los últimos en abandonar el complejo residencial pero no por ello la despedida iba a ser menos triste, nada les esperaba en la ciudad salvo los problemas que venían arrastrando en los últimos años y por ello nada había de atractivo en su vuelta a la vida urbana.

Si algo había en aquel lugar que le gustara especialmente esto era su silencio, tan solo roto por el rumor de las olas al lamer la arena con su rítmico vaivén; podía estar horas mirando el mar con la mirada perdida en su horizonte dejando volar su imaginación en sus acostumbrados viajes transoceánicos, lugares muy distantes que estaban al alcance de su mano con tan solo un chispazo neuronal; cerrar los ojos y dejarse invadir por el rumor del oleaje era otra de sus pasiones, era como poner música a sus sueños aventureros los cuales no encontraban límites.

Aquella última noche todo acababa una vez más y cada vez que lo hacía no podía evitar preguntarse si habría una nueva temporada, si volvería a estar una vez más con su gente en aquel lugar de retiro; era como jugar a la ruleta rusa esperando que cuando apretaras el gatillo, el tambor fuera generoso contigo eligiendo una recámara vacía. Salir de allí cerrando la puerta a sus espaldas siempre suponía dejar parte de uno entre aquellas paredes, dejar atrás aquellas vistas, aquel  silencio, aquella luz… año tras año, iba mermando lo poco bueno con lo que uno disfrutaba.


El momento de la partida se acercaba, los bultos empezaban a acumularse por los pasillos y habitaciones, muy pronto los estores bajarían para  no volver a levantarse en los próximos meses, los toldos quedarían enrollados durante una larga temporada señal inequívoca de una ausencia de vida tras aquellos cristales. Con aquel cierre se añadiría un eslabón más a la ciudad fantasma en la que se convertía cada año toda aquella franja de costa, protegida por una pequeña y rocosa montaña, y vigilada por un castillo centenario que impasible desde su pedestal, había visto a lo largo de los siglos las idas y venidas de los distintos pueblos que arribaban a sus costas.

La puerta se cerró por fin tras un ímprobo esfuerzo emocional, lo que quedaba atrás era mucho más que una simple casa de verano, mucho más que un habitáculo en el que cambiar de aires al final de cada primavera, aquellas paredes eran su puerta estelar en la que se sentía libre sin necesidad de pisar la calle, era su lanzadera desde la cual escapaba siempre que quería dejando atrás las miserias que la vida le había impuesto, era su bola de cristal en donde podía buscar mundos lejanos y trasladarse hasta ellos sin abandonar su mesa. A través de la pantalla de su ordenador podía realizar lo irrealizable, podía ver lo que sabía nunca vería, podía vivir lo que a ciencia cierta nunca viviría y todo ello desde su torre de cristal frente a la bahía.


Atrás quedó el pueblo costero, atrás quedaron retazos de su vida, sus sueños, sus ficciones y recuerdos, sus momentos vividos junto al mar, sus noches de luna llena, sus paseos hasta el espigón, sus tardes callejeando por el pueblo, sus meditaciones a la sombra de las palmeras, sus batidos y cafés granizados; allí dejaba el alma a la espera de poder reencontrarla algún día.

miércoles, 14 de octubre de 2015

AMANECER ESTIVAL

Tendido sobre la cama soportaba otra noche de insomnio, pronto vería un nuevo amanecer con la cabeza llena por sus miserias existenciales; es curiosa la lentitud a la que puede ir el minutero cuando las horas pasan en blanco con la única compañía de un ventilador girando en el techo. Tic, tac, tic, tac… miras el reloj y ese tiempo que parecía eterno apenas ha consumido unos escasos minutos; intentas moverte buscando el frescor de unas sábanas por explorar, tú piel arde en aquella noche de verano y nada alivia el bochorno que te invade. El ventilador sigue girando con un ritmo cansino, por momentos dirías que las altas temperaturas también le afectan y a duras penas puede moverse; la ola de calor perdura ya demasiado tiempo y tú piel sigue ardiendo sobre unas sábanas candentes.


En el exterior la vida empieza a despertar un día más, el rumor de las olas llega hasta tú cama claro y reiterante, este se mezcla con el de las máquinas que desde hace unas horas están limpiando las playas para recibir una nueva avalancha humana. Sigues mirando al techo, sigues viendo al ventilador girar y en tú cabeza mil historias entran en conflicto, las próximas semanas se adivinan caóticas y ya no te quedan fuerzas para seguir en la trinchera, la guerra está tocando a su fin y ahora habrá que lidiar con sus consecuencias.

Acabas de desprenderte de tú bien más preciado pero probablemente ese peaje no sea suficiente, en tú cabeza elucubras soluciones imposibles de improbable ejecución y esto te ayuda a continuar en la brecha pero viviendo una realidad ficticia pues sabes que nunca tendrán lugar. Tic, tac, tic, tac… el reloj sigue desgranando sus dígitos a paso de tortuga y tú te desesperas ante tanta lentitud; vuelves a empezar por el principio y de nuevo repasas tú malograda existencia buscando el punto de inflexión que dio comienzo al caos.



Y por si todo ello no fuera suficiente el maltrecho cuerpo no acompaña, los males del pasado persisten y se agudizan no dando respiro alguno; raro es el día que una tripa rota no reclama su atención rugiendo desde lo más profundo de sus epiplones, las reacciones orgánicas no se hacen de esperar y una cascada de sensaciones nocivas se apoderan de un cuerpo insomne abrasado por el calor de una noche estival.

miércoles, 7 de octubre de 2015

EL GRAN CAPITÁN

Siempre había vivido en una burbuja de realidad ficticia, su día a día estaba basado en una existencia de triunfalismo virtual que él mismo había creado a su alrededor; su ascenso profesional se debía en gran medida a padrinos y oportunidades que supo aprovechar, el gran vacío existente en el sector al que dedicó gran parte de su vida, permitió que fuera una de las cabezas visibles del grupo de gobierno en una profesión minoritaria y mal avenida.

Con indumentaria de gala en todos los actos protocolarios y de representación, accedía a las altas esferas en las cuales se codeaba con la creme de la administración, allí negociaba y llegaba a acuerdos de aparente éxito para su gremio, de allí salían ufanos y henchidos de orgullo por los resultados obtenidos, frotándose las manos por lo bien que iban a quedar ante sus representados en la próxima asamblea.


Año tras año y así en décadas sucesivas, el grupo al que pertenecía dentro de ese ambiente de alfombras rojas, se iba asentando en un poder fatuo de dudoso valor, los verdaderos resultados nunca se obtenían y estos siempre venían enmascarados por éxitos menores que les servían para justificar su reelección; los logros nunca conseguidos  siempre lastraron al puñado de empresas que formaban aquel gremio el cual, acomodado en una situación insostenible para otros, aceptaba su precaria situación conformándose al recibir unas migajas del pastel de tanto en tanto; aquella asociación era como una puta mal pagada necesitada de amor.

Llegado el momento de demostrar esa supuesta valía exhibida durante años en los escenarios más  variopintos, el gran capitán se desinfló como un suflé no dando la talla que se le suponía; desentendiéndose del destino de aquella nave que durante décadas fingió gobernar, escondió la cabeza utilizando la técnica del avestruz manteniéndose al margen de los avatares que zarandeaban aquella nave condenada a zozobrar.


Toda aquella apariencia triunfadora quedó hecha jirones dejando al descubierto un interior endeble sujeto con alfileres, sus segundos en la línea sucesoria criados al calor de éxitos postizos, siguieron la estela del gran capitán incluso alguno de ellos, adelantándose a los acontecimientos, salió con lo puesto para ir sembrando un camino paralelo; unos y otros desaparecieron de la escena en aras de evitar enfrentamientos incómodos con los compromisos que dejaban pendientes, todos ellos partícipes de la situación creada abandonaban la escena por la puerta de atrás como vulgares intrusos.

Suele decirse que el tiempo pone a cada uno en su sitio de modo que lo insostenible al final cae por su propio peso, antes o después la máscara de una vida mal gestionada sería voz populi dejando al descubierto el verdadero rostro de quien fingió lo que nunca fue, puede que ni el propio protagonista se reconociera llegado ese momento al mirarse en el espejo, ese en el que nadie queremos que nos vean dado que pone al descubierto nuestras miserias más íntimas, nuestros secretos más inconfesables, nuestro verdadero yo.


Una vez desaparecido de  la escena, eludiendo su parte de responsabilidad y a la espera de que el temporal pasara sin afectarlo, el gran capitán se dedicó a la intriga, al apoyo ajeno, a salvar lo suyo a costa de lo de los demás; dando por perdida su nave por cuyo salvamento no hizo ningún esfuerzo, se enroló en otro astillero dando apoyo a otros proyectos en clara disputa con la que hasta hacía pocas fechas había sido su gente, su familia, su tropa.

Practicando el socorrido “tierra trágame” hacía meses que no pisaba su antigua nave aun así, hizo intentonas por reunirse con la marinería a espaldas del actual equipo de gobierno del cual él se había excluido; sus argumentos eran cantos de sirena y nadie estaba dispuesto a oírlos por lo cual aquel intento de reunión furtiva no obtuvo respuesta entre la gente que sabiendo su respuesta ante los acontecimientos, lo ignoraba y maldecía.



El gran capitán se había convertido en un mal recuerdo entre aquella gente y con el quedaba demostrado lo efímero de su paso por aquel lugar, su huella quedó borrada con las primeras brisas de la primavera, nadie lo echaba de menos y la traición siempre acompañaría a su sombría figura; habiendo fallado a muchos, había perdido su respeto y la admiración que en algún momento alguien pudiera haber tenido por él, cayó como un telón dando por finalizada su trayectoria, el gran capitán había perdido sus galones a la vista de todos y ya nunca podría recuperarlos.

miércoles, 30 de septiembre de 2015

BLANCO COMO LA NIEVE

Así era aquel teclado, níveo como las cumbres del Himalaya; llevaba mucho tiempo deseando un portátil blanco pero su adquisición siempre quedaba para otro momento y el tiempo pasaba. Con frecuencia pasaba por tiendas especializadas y allí los veía, los había de diversas marcas, con tamaños diferentes reposando en silencio sobre monótonos estantes; su sola visión era un reclamo para los sentidos, sus teclados pedían a gritos ser pulsados y plasmar sobre sus pantallas de plasma, palabras de bienvenida.

Y llegó el día, por fin había encargado su níveo portátil el cual quedaría en la clínica a la espera de recibir la instalación de las aplicaciones pertinentes; en pocas horas estaría listo para hacer frente a las demandas de unos dedos que, actuando sobre el blanco teclado, mandara órdenes sin cesar a través de las placas impresas que constituían el corazón del dispositivo.

El sistema operativo era un maremágnum por descubrir acostumbrado a su obsoleto XP, demasiadas opciones a un golpe de vista muchas de las cuales nunca llegaría a utilizar; poco a poco tendría que ir introduciéndose en sus vericuetos para hacerse con las riendas del sistema, todo era nuevo pero no habría más remedio que acostumbrarse.

Tan níveo era aquel teclado que deslumbraba su visión cada vez que se sentaba frente a él; dudaba si ponerse las gafas de esquí para interactuar con aquel nuevo dispositivo recién adquirido. Y mientras escribía estas primeras impresiones veía esfumarse sus últimas horas junto a la bahía, su visión quedaría grabada en sus retinas durante los próximos meses a la espera de un nuevo encuentro con la llegada de la primavera.

Los días acortaban ya su ciclo de luz solar pero sobre la mesa, el blanco artilugio resplandecía como una bola de nieve iluminando todo a su alrededor, era una luz magnética que atraía las miradas sin poder evitarlo y mientras impregnaba con su halo lumínico toda la estancia uno se preparaba para ir despidiéndose de todo lo que le gustaba, de todo aquel entorno que le había acompañado los últimos meses, de las gentes que habían llenado sus retinas.


El mar seguiría bañando la misma bahía, sus olas seguirían lamiendo las mismas arenas doradas, el sol seguiría proyectando su reflejo frente a la misma montaña y en lo alto de esta, un mismo castillo seguiría vigilando el mismo horizonte sin embargo ya nada sería igual. La última mirada sería una despedida, un hasta pronto quizás, y mientras tanto llegaba ese nuevo encuentro el níveo teclado escribiría cientos de palabras creando nuevos relatos, historias anheladas, frustrantes o esperanzadoras; a través del pálido teclado la pantalla escupiría sus chispazos neuronales, plasmaría sus estados de ánimo, lloraría sus miserias y sus escasas alegrías, crearía su maltrecho mundo virtual.

El portátil blanco como la nieve llegó con el ocaso del verano, a su paso las palmeras ancladas sobre la arena de la bahía cimbreaban sus esbeltos troncos dándole la bienvenida o quizás era un macabro baile de despedida; en el horizonte las brumas de la ciudad auguraban malos tiempos y él, resignado, dejaba atrás el sol y el mar en calma para adentrarse en un mundo de incertidumbre y malos presagios.


Todo estaba por venir, lo peor estaba por llegar o quizás, en contra de la lógica establecida, los grises del otoño trajeran una inesperada luz de esperanza que calmara sus inquietudes; mientras tanto los días iban pasando dejando testimonio de sus sucesos a través del blanco teclado. Con la llegada del invierno un manto de nieve lo cubriría todo y el pálido portátil perdería sus contornos difuminándose en el espesor de un manto uniforme y puro, cuyo precinto sería mancillado por unas huellas anónimas.