Siempre había vivido en una burbuja de realidad ficticia, su
día a día estaba basado en una existencia de triunfalismo virtual que él mismo
había creado a su alrededor; su ascenso profesional se debía en gran medida a
padrinos y oportunidades que supo aprovechar, el gran vacío existente en el
sector al que dedicó gran parte de su vida, permitió que fuera una de las
cabezas visibles del grupo de gobierno en una profesión minoritaria y mal
avenida.
Con indumentaria de gala en todos los actos protocolarios y
de representación, accedía a las altas esferas en las cuales se codeaba con la creme de la administración, allí
negociaba y llegaba a acuerdos de aparente éxito para su gremio, de allí salían
ufanos y henchidos de orgullo por los resultados obtenidos, frotándose las
manos por lo bien que iban a quedar ante sus representados en la próxima
asamblea.
Año tras año y así en décadas sucesivas, el grupo al que
pertenecía dentro de ese ambiente de alfombras rojas, se iba asentando en un poder
fatuo de dudoso valor, los verdaderos resultados nunca se obtenían y estos
siempre venían enmascarados por éxitos menores que les servían para justificar
su reelección; los logros nunca conseguidos
siempre lastraron al puñado de empresas que formaban aquel gremio el
cual, acomodado en una situación insostenible para otros, aceptaba su precaria
situación conformándose al recibir unas migajas del pastel de tanto en tanto;
aquella asociación era como una puta mal pagada necesitada de amor.
Llegado el momento de demostrar esa supuesta valía exhibida
durante años en los escenarios más
variopintos, el gran capitán se desinfló como un suflé no dando la talla
que se le suponía; desentendiéndose del destino de aquella nave que durante
décadas fingió gobernar, escondió la cabeza utilizando la técnica del avestruz
manteniéndose al margen de los avatares que zarandeaban aquella nave condenada
a zozobrar.
Toda aquella apariencia triunfadora quedó hecha jirones
dejando al descubierto un interior endeble sujeto con alfileres, sus segundos
en la línea sucesoria criados al calor de éxitos postizos, siguieron la estela
del gran capitán incluso alguno de ellos, adelantándose a los acontecimientos,
salió con lo puesto para ir sembrando un camino paralelo; unos y otros desaparecieron
de la escena en aras de evitar enfrentamientos incómodos con los compromisos
que dejaban pendientes, todos ellos partícipes de la situación creada
abandonaban la escena por la puerta de atrás como vulgares intrusos.
Suele decirse que el tiempo pone a cada uno en su sitio de
modo que lo insostenible al final cae por su propio peso, antes o después la
máscara de una vida mal gestionada sería voz
populi dejando al descubierto el verdadero rostro de quien fingió lo que
nunca fue, puede que ni el propio protagonista se reconociera llegado ese
momento al mirarse en el espejo, ese en el que nadie queremos que nos vean dado
que pone al descubierto nuestras miserias más íntimas, nuestros secretos más
inconfesables, nuestro verdadero yo.
Una vez desaparecido de
la escena, eludiendo su parte de responsabilidad y a la espera de que el
temporal pasara sin afectarlo, el gran capitán se dedicó a la intriga, al apoyo
ajeno, a salvar lo suyo a costa de lo de los demás; dando por perdida su nave
por cuyo salvamento no hizo ningún esfuerzo, se enroló en otro astillero dando
apoyo a otros proyectos en clara disputa con la que hasta hacía pocas fechas
había sido su gente, su familia, su tropa.
Practicando el socorrido “tierra
trágame” hacía meses que no pisaba su antigua nave aun así, hizo intentonas
por reunirse con la marinería a espaldas del actual equipo de gobierno del cual
él se había excluido; sus argumentos eran cantos de sirena y nadie estaba
dispuesto a oírlos por lo cual aquel intento de reunión furtiva no obtuvo
respuesta entre la gente que sabiendo su respuesta ante los acontecimientos, lo
ignoraba y maldecía.
El gran capitán se había convertido en un mal recuerdo entre
aquella gente y con el quedaba demostrado lo efímero de su paso por aquel
lugar, su huella quedó borrada con las primeras brisas de la primavera, nadie
lo echaba de menos y la traición siempre acompañaría a su sombría figura; habiendo fallado a muchos, había perdido su respeto y la
admiración que en algún momento alguien pudiera haber tenido por él, cayó como
un telón dando por finalizada su trayectoria, el gran capitán había perdido sus
galones a la vista de todos y ya nunca podría recuperarlos.
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