Poco
a poco las persianas fueron bajando buscando su cerrojo a ras del suelo, como
cada atardecer la jornada laboral tocaba a su fin y era hora de retirarse a
casa. La calle empezaba a quedarse desierta al tiempo que el tráfico rodado disminuía
su caudal, hacía frío y este era un motivo más para retirarse al calor de los
hogares; llevaba una semana haciendo un tiempo de perros y eso era más de a lo
que estaban acostumbrados.
Los
tiempos eran difíciles, lo venían siendo desde hacía unos años pero los últimos
meses estaban siendo críticos, el paciente no salía de la uci; con un mal
tratamiento durante años, los médicos responsables del mismo habían demostrado
su total incompetencia resultado de la cual el enfermo estaba a punto de
adquirir la categoría de cadáver, este ante la ausencia de una inyección que lo
reviviera, estaba dando sus últimos coletazos y pronto dejaría de respirar.
Muchos
llevaban tiempo frotándose las manos a la espera del sepelio, era la crónica de
una muerte anunciada durante meses y todos mandarían sus hipócritas flores cuando
esta llegara simulando un falso sentimiento por la pérdida. Una vez
desapareciera, parte del pastel quedaría libre, iniciándose una feroz lucha de
tiburones por ver quien se quedaba con sus despojos no obstante, quizás otros
jugadores entraran en escena, gentes desconocidas venidas de otros lugares
dispuestas a plantar batalla y eso nadie lo esperaba.
Aquella
tarde la persiana bajó para no volver a levantarse, para el mundo aquella tarde
era una más pero el enfermo en su intimidad, daba las últimas bocanadas de aire
aunque tan solo los más cercanos fueran testigos de ello. El sol volvería a
salir en días venideros y el ritmo de aquel barrio en el que vivió seguiría su
compás, pero él ya no estaría allí para verlo, ya no formaría parte de aquella
comunidad a la que perteneció durante décadas.
Tras
el funeral la vida continuaría para aquel grupo pero ya nada sería igual, los
lazos que durante tanto tiempo los mantuvo unidos habrían desaparecido y con
ellos cualquier tipo de relación, cada uno seguiría su camino intentando
sobrevivir a los acontecimientos, no iba a ser fácil pero había que intentarlo,
mientras tanto la espada de Damocles pendería sobre sus cabezas durante el
resto de sus vidas salvo que algo imprevisto ocurriera.
Venían
malos tiempos, la incertidumbre daría paso al descubrimiento de la verdadera
valía en las relaciones interpersonales, en esos momentos venideros se sabría
con quien se contaba y las falsas compañías quedarían desenmascaradas; todo
estaba por llegar, la parte más dura de aquella enfermedad no tardaría en
manifestarse pues aun con el enfermo ya muerto, los daños colaterales irían
apareciendo uno tras otro poniendo a prueba la resistencia de aquellos que
quedaron en primera línea de fuego.
Las
escasas posesiones que dejara el finado serían pasto de los liquidadores que
sin ningún escrúpulo ni sentimiento, arrasarían el lugar con todo lo que
tuviera dentro. Pronto no quedaría huella del paso de aquellas gentes por la
vida, todo lo que consiguieron desaparecería cayendo en manos ajenas de dudosa
valía; una vez despojados de lo que fue su vida durante décadas, los restos del
grupo tendrían que empezar de cero en lugar distinto, extraño para casi todos,
con la incertidumbre del futuro que se abría ante ellos.
Lo
que una mano consiguió la otra dejó que se escapara y dando por hecho que la
vida es un continuo inicio y declinar, cada momento del ciclo entraña una
visión distinta del momento vivido; las luces del otoño se irían apagando dando
paso a un frío y oscuro invierno en el cual todo concluiría ¿o tal vez no? La
sangría estaba prolongándose más de lo que nadie esperaba así pues ya no
querían ponerse plazos, tan solo se luchaba cada jornada con la adversidad del
momento utilizando todas las armas disponibles las cuales cada vez eran menos.
Las
persianas bajaron por última vez y como un telón sobre el escenario, la última
función quedaría atrapada tras ellas, las historias de muchas vidas seguirían
flotando en los espacios ya vacíos de calor humano, las risas y celebraciones
de otros tiempos resonarían por pasillos y trastiendas como testigos de la
tragicomedia en la que se había convertido el devenir de aquel grupo antaño
bien avenido. La hoguera de la vida acabaría con todo lo allí vivido y sus
cenizas serían barridas por el viento de los acontecimientos, los cuales en
poco tiempo darían buena cuenta de su paso por aquel lugar condenándolo al
olvido ¿o quizás no?
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