Llegadas estas fechas en las que
el año termina, un@ hace repaso a los doce meses que quedaron atrás y hace
propósito de enmienda, el nuevo año que se abre ante nosotros es como un libro
en blanco esperando ser escrito; los últimos días de diciembre son propensos a
hacer promesas y a auto-imponernos cambios, es cuando un@ decide que va a dejar
de fumar, aprender algún idioma o apuntarse al gimnasio. Los primeros días de
cada enero son una puerta a la esperanza en la que cada un@ planifica que rutinas
abandonará y cuales entrarán a formar parte de su estilo de vida; esto suele
durar apenas unas semanas pues aun no ha llegado San Valentín hacia mediados de
febrero y ya hemos incumplido casi todos nuestros buenos propósitos.
En el fondo tenemos buena
intención y somos conscientes de que esos idílicos cambios que visualizamos en
nuestras cabezas nos harían mucho bien pero siempre falta esa pequeña vuelta de tuerca que nos lance al
ansiado cambio y no solo nos lance sino que nos mantenga en él pues de nada
sirve empezar si luego no continuamos. Algunas veces esos cambios que nos
proponemos no dependen de nosotros, siendo esa situación un posible foco de
frustración que de perpetuarse puede llegar a agriarnos el carácter. Los
cambios propuestos deben ser factibles, coherentes y no suponer una catarsis
personal pues de lo contrario la posibilidad de abandono ganará muchos enteros.
Viendo el pasado con perspectiva
un@ se da cuenta de cuantas cosas cambiaría de poder hacerlo, cuantos errores
cuyas consecuencias se prolongarán en el tiempo, cuantas frases inacabadas o no
llegadas a pronunciar, cuantas relaciones equivocadas o confianzas mal dadas,
cuantas amistades mal atendidas y amores inconfesados; mirando atrás un@ se ve
en el punto al que nunca creyó llegaría y una vez en él unas pesadas cadenas te
anclan al presente sin posibilidad de modificar un ápice tú trayectoria vital
hasta ese momento. Por delante el resto de nuestra vida conscientes de que la
parte buena, si alguna vez la hubo, quedó en el camino entre las brumas del
pasado.
Y volviendo al nuevo año que se
presenta ante nosotr@s, sus posibilidades son infinitas aunque llegado el
momento, algo o alguien acotará esa barra libre haciéndonos salir del espejismo
con el que iniciamos enero; políticos, bancos, la misma Bruselas, la prima de
riesgo o la visita inesperada de un familiar lejano, trastocarán nuestro
entorno y todo lo que hay en él. Prepararse para lo inesperado es imposible no
obstante marcarse una cuota de previsión ante imprevistos terrenales, puede suponer la diferencia entre caer o seguir en pie
llegado un momento de caos y este, téngase por seguro, antes o después acabará
llegando barriendo de un plumazo la placidez de nuestra existencia.
Afrontemos pues el año que ahora
comienza con esperanza, mirémoslo como una posibilidad de mejora, usémoslo como
borrador de etapas grises del pasado, intentemos hacer tan solo algo de lo que
no hicimos, evitemos marcarnos imposibles por muy convencidos que estemos de
poder conseguirlos, lo malo que quedó atrás es lastre que hemos soltado y lo
bueno es bagaje incorporado a nuestra maleta de vida. Así pues con nuestro
nuevo libro en blanco y doce gruesos capítulos por delante, solo nos queda por
crear un buen argumento y empezar a despiezar los días sacándoles el máximo
partido a cada uno de ellos; solo al final sabremos lo ocurrido y podremos
valorar las vivencias plasmadas en cada una de sus hojas.
FELIZ AÑO NUEVO.
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