sábado, 23 de enero de 2016

DESENGAÑOS Y OTROS REVESES

Uno es confiado y como dice la tan manida frase “la esperanza es lo último que se pierde”. Aquel tipo siempre fue muy detallista y porque no decirlo también, un tanto enamoradizo; era de los que nunca olvidaban una fecha, un acontecimiento, un momento especial y en el fondo siempre esperaba que la cosa fuera recíproca, nada más lejos de la realidad.

Era de los que nunca acertaba, cuanto más interés tenía por una persona ésta menos considerada era con él; tenía el punto de mira equivocado y claro está, el fallo estaba asegurado de antemano. Su azarosa vida no le había sido benévola y ya a temprana edad tuvo que lidiar con situaciones difíciles, podría decirse de él que tenía  un sino complicado.


El paso del tiempo no mejoró su situación y los palos le siguieron llegando de las formas más variadas, unas veces eran problemas de salud, en otras lo eran de índole económico, también la faceta familiar se resintió en algún momento de su vida y como no, estaba la esfera sentimental pues el corazón no quedaba exento a sus lastres existenciales.

Lo conocían como el triste pues triste era su vida, anodina y estéril, todas sus ilusiones quedaron en coma vegetativo muchos años atrás y ya nada bueno le quedaba por esperar; de este modo sus jornadas se habían convertido en réplicas de una misma historia escritas por una mano anónima que movía los hilos de su destino.

Con la mente siempre lejos de su cuerpo intentaba vivir otras realidades más llevaderas, menos frustrantes, más benignas; como si su vía de escape fuera un embudo esta siempre lo dirigía a las antípodas de su espacio físico y allí era otro. Se movía en otro mundo, pisaba otros suelos, se bañaba en otros mares y su alma se regeneraba con cada nuevo amanecer acercándolo cada vez más a un éxtasis vital.


Allí lejos quedaban los desengaños y reveses que la vida y las gentes le proporcionaban, allí nada de lo de aquí importaba pues todo quedaba atrás, en un segundo e intrascendente plano por el que no valía la pena preocuparse. Aquella vida ficticia era su válvula de escape, una existencia paralela muy diferente y distante a su verdadero recorrido vital el cual se alimentaba de ella para poder seguir rodando.


Con el sonido de un ukelele lejano cerraba los ojos por las noches sabiendo que las aguas turquesas de la laguna le darían los buenos días en las próximas horas, la luz rabiosa de aquel paraíso entraría una vez más por sus ventanas y al pie de las crestas volcánicas tapizadas por una foresta verde y salvaje, pisaría una vez más las arenas blancas de su isla mágica.

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