Se
hacía esperar, verse con ella llevaba su tiempo por eso cuando por fin lo
conseguías todo debía ser perfecto; ella sabía siempre elegir el sitio adecuado
para celebrar tan esperados encuentros por ello cuando estos llegaban, él se dejaba
guiar seguro de sorprenderse una vez más, ella era toda una caja de sorpresas y
cada vez que se veían siempre aprendía algo nuevo, por algo aquella mujer tenía
magia.
Sus
miradas se cruzaron muchos años atrás y desde aquel momento algo de ella enraizó
en lo más profundo de su ser; sin conocerse, tras ese primer encuentro, él ya
no la pudo olvidar no obstante más tarde la vida quiso que sus líneas se
cruzaran con la energía de un imán. Aquella mirada permaneció latente a lo
largo del tiempo aun sin sospecharlo, su brillo esmeralda anidó durante años en
lo más íntimo de su alma esperando el momento oportuno para reaparecer.
Ella
era una mujer cultivada que vivía su mundo con pasión desmedida, su mente se
adelantaba a sus actos faltándole horas al día para llevar a cabo todos sus
proyectos; oírla hablar contagiaba su entusiasmo y a él le encantaban sus
disertaciones, no se cansaba de verla expresarse con su gesticulación
particular mientras su ojos brillaban acentuando su color verde esmeralda. Era
un alma salvaje, inconformista y aventurera, y a él le hechizaba esa faceta de
mujer guerrera capaz de enfrentarse a cualquier reto que se le metiera entre
ceja y ceja.
Cuando
estaban juntos hablaban de sus vidas y recordaban su pasado común, ella
acaparaba toda su atención aislándolo en una burbuja virtual en la que se
convertía en el centro de su universo, en esos momentos robados al resto del
mundo nada existía a su alrededor y sus cinco sentido eran abducidos por
aquella mujer cercana e íntima a la que nunca dejó de querer. La amistad que
surgió en un pasado lejano y que más tarde pasó a ser amor volviendo a
convertirse con los años en una nueva y más fuerte amistad, era un cóctel de
sentimientos que ya no sabía definir pero tampoco lo intentaba, tan solo se
dejaba llevar por sus cantos de sirena cada vez que ella lo llamaba y se veían.
Ella
era su bálsamo y su torbellino, su tabla de salvación en los momentos difíciles,
su estímulo para seguir adelante cuando todo parecía derrumbarse a su alrededor;
cuando se veían el tiempo parecía detenerse y quizás lo hacía pues ella
eclipsaba el espacio que ocupaban haciendo que solo existieran ellos dos.
Aquella mirada esmeralda tenía la chispa que él necesitaba para respirar pues
lejos de ella el mundo en que vivía lo asfixiaba arrastrándolo a los abismos,
ella era su sirena y como tal en sus brazos se sentía seguro, dejándose llevar
a través de los mares sin importarle el destino pues con ella este dejaba de
tener importancia.
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