sábado, 7 de noviembre de 2015

SI YO FUERA UN MOCO

Sería un parásito juguetón; iría y vendría a mi antojo por los conductos orgánicos de mi huésped, su cuerpo sería para mí un extenso parque de atracciones por el que arrastrarme sin horarios ni control. Si yo fuera un moco cambiaría mi textura en función de mi estado de ánimo, unas veces sería espeso y lento en mí recorrer aprovechando mi paso pausado para meditar y recrearme en los intersticios más ocultos, otras en cambio sería fluido y veloz cruzando como un rayo bronquios y bronquiolos.

Si yo fuera un moco jugaría a la obstrucción, tapando conductos a mi capricho, disfrutando del ahogo momentáneo de mi huésped; provocar su tos sería genial y con el impulso brusco de un aire atrapado, me lanzaría sin freno por el interior de un laberinto privado e íntimo. Jugaría provocando el carraspeo matutino, la lucha por arrancarme de las paredes bronquiales sería feroz, con el tira y afloja me deleitaría viendo como mi huésped era presa de la apnea.


Mis tonalidades variarían según la hora y ocasión, del verde espeso al pálido fluido; vestirme con colores alegres y lucirme por los vericuetos orgánicos de mi huésped llegaría a ser una rutina diaria, siempre habría  algún rincón por descubrir a lo largo de sus ochenta y tantos kilos de carne, grasa, huesos y vísceras repartidos sin control.

El juego del tobogán siempre fue de mis preferidos, ascender hasta la cima por bronquios y bronquiolos, trepar por una tráquea indefensa y sumisa llegando a boca e instalarme en el paladar, podría llegar a convertirse en toda una aventura; desde allí continuaría mi viaje buscando la salida nasal, inundaría los conductos haciéndome fuerte en los pétreos cornetes mortificando a mi pobre huésped  que acabaría esclavo de inhaladores  y ungüentos vasoconstrictores.


Si yo fuera un moco viajaría y vería mundo, los pañuelos serían mi medio de transporte y a través de ellos haría vida social; asistiría a reuniones, ágapes y demás actos multitudinarios, con el  cosquilleo nasal sería expulsado en los lugares más variopintos tomándome  todo el tiempo del mundo para conocerlos, no tendría horarios ni compromisos que cumplir pues al ser moco no sería figura física ni jurídica. Me movería a placer dejando un rastro brillante y viscoso cuan baba de caracol, todos sabrían de mi paso y ante él todos echarían mano de sus pañuelos haciéndome reverencias; sería un moco singular, distinto al resto de mucosidades y de ellas me distinguiría por el porte y saber estar, sería la envidia de los resfriados los cuales se me rifarían por tenerme en sus conductos.

No obstante la vida de un moco es efímera, corta, breve y muchas veces incómoda; el mundo exterior puede llegar a ser el peor enemigo, el sol deshidrataría mis texturas, el frío las cristalizaría y me haría perder fuelle, pasar por el mundo rápido y poder disfrutar de él es difícil y hay que ser hábil para no dar un paso el falso pues de hacerlo, puede ser el último quedando como un moco en la cuneta de la vida, desechado y olvidado por todos.



Si yo fuera un moco sería un soñador, y quizás sin salir de mi huésped vería mundo con la imaginación, asomarme a sus fosas nasales y agarrarme férreamente a sus pelillos sería lo más cerca que llegaría a estar del mundo exterior pero con eso me bastaría pues al fin y al cabo sería un simple moco, verde, blanco o sanguinolento ¿a que más podría aspirar una babosilla orgánica?

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