Sería un parásito juguetón; iría y vendría a mi antojo por
los conductos orgánicos de mi huésped, su cuerpo sería para mí un extenso
parque de atracciones por el que arrastrarme sin horarios ni control. Si yo
fuera un moco cambiaría mi textura en función de mi estado de ánimo, unas veces
sería espeso y lento en mí recorrer aprovechando mi paso pausado para meditar y
recrearme en los intersticios más ocultos, otras en cambio sería fluido y veloz
cruzando como un rayo bronquios y bronquiolos.
Si yo fuera un moco jugaría a la obstrucción, tapando
conductos a mi capricho, disfrutando del ahogo momentáneo de mi huésped;
provocar su tos sería genial y con el impulso brusco de un aire atrapado, me
lanzaría sin freno por el interior de un laberinto privado e íntimo. Jugaría
provocando el carraspeo matutino, la lucha por arrancarme de las paredes
bronquiales sería feroz, con el tira y afloja me deleitaría viendo como mi
huésped era presa de la apnea.
Mis tonalidades variarían según la hora y ocasión, del verde
espeso al pálido fluido; vestirme con colores alegres y lucirme por los
vericuetos orgánicos de mi huésped llegaría a ser una rutina diaria, siempre
habría algún rincón por descubrir a lo
largo de sus ochenta y tantos kilos de carne, grasa, huesos y vísceras
repartidos sin control.
El juego del tobogán siempre fue de mis preferidos, ascender
hasta la cima por bronquios y bronquiolos, trepar por una tráquea indefensa y
sumisa llegando a boca e instalarme en el paladar, podría llegar a convertirse
en toda una aventura; desde allí continuaría mi viaje buscando la salida nasal,
inundaría los conductos haciéndome fuerte en los pétreos cornetes mortificando
a mi pobre huésped que acabaría esclavo
de inhaladores y ungüentos
vasoconstrictores.
Si yo fuera un moco viajaría y vería mundo, los pañuelos
serían mi medio de transporte y a través de ellos haría vida social; asistiría
a reuniones, ágapes y demás actos multitudinarios, con el cosquilleo nasal sería expulsado en los
lugares más variopintos tomándome todo
el tiempo del mundo para conocerlos, no tendría horarios ni compromisos que
cumplir pues al ser moco no sería figura física ni jurídica. Me movería a
placer dejando un rastro brillante y viscoso cuan baba de caracol, todos
sabrían de mi paso y ante él todos echarían mano de sus pañuelos haciéndome
reverencias; sería un moco singular, distinto al resto de mucosidades y de
ellas me distinguiría por el porte y saber estar, sería la envidia de los
resfriados los cuales se me rifarían por tenerme en sus conductos.
No obstante la vida de un moco es efímera, corta, breve y
muchas veces incómoda; el mundo exterior puede llegar a ser el peor enemigo, el
sol deshidrataría mis texturas, el frío las cristalizaría y me haría perder fuelle, pasar por el mundo rápido y poder disfrutar
de él es difícil y hay que ser hábil para no dar un paso el falso pues de
hacerlo, puede ser el último quedando como un moco en la cuneta de la vida,
desechado y olvidado por todos.
Si yo fuera un moco sería un soñador, y quizás sin salir de
mi huésped vería mundo con la imaginación, asomarme a sus fosas nasales y
agarrarme férreamente a sus pelillos sería lo más cerca que llegaría a estar
del mundo exterior pero con eso me bastaría pues al fin y al cabo sería un
simple moco, verde, blanco o sanguinolento ¿a que más podría aspirar una
babosilla orgánica?
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