sábado, 2 de mayo de 2015

PERDER LOS PAPELES

La situación lo tenía desbordado; acuciado por las deudas y con la salud quebrada, el conflicto lo había trasladado a su relación familiar la cual se tambaleaba al borde de un punto de no retorno, había traspasado los límites de la coherencia por una vida mal gestionada que ahora le estaba pasando factura, había perdido los papeles.


Así estaba aquel hombre que en un pasado no muy lejano se movía en las altas esferas de su gremio, siempre bien trajeado, como cabeza visible de su mercantil. Asiduo a los órganos de dirección, daba imagen de poderío y trayectoria triunfante; sus subordinados lo veían como al gran jefe, el patrón que dirigía el barco con timón firme criando a su sombra a quien debería ser su sucesor, puesto que curiosamente no iba a recaer en su descendencia directa.

Sin estudios conocidos era del tipo de personas que habían sabido crearse una falsa imagen de hombre de  negocios triunfador, solo los más cercanos a él conocían su verdadera trayectoria y los pasos que lo habían llevado al puesto que ocupaba. La apariencia lo era todo en aquel personaje, caprichoso de la automoción las tapicerías de sus coches, siempre de gama alta, no llegaban a coger polvo pues cambiaba de volante con demasiada frecuencia. Las carrocerías siempre impecables eran una prolongación de su imagen social.


Llegó el día en el que su castillo de naipes se vio agitado por los avatares del momento y sus cimientos no soportaron el tsunami coyuntural haciendo que todo su imperio se desmoronara; la previsión no había sido su fuerte y de pronto vio como todo lo que tenía y a lo que estaba acostumbrado se iba al traste pillándolo sin un colchón que amortiguara su caída. El empresario ejemplar empezó a mostrar sus carencias, entrado ya en años y sin el respaldo de su mercantil tocada esta de muerte, fue arrinconado y olvidado por las esferas sociales en las que tan bien se movió en el pasado; se acabaron los trajes, los coches y los eventos de renombre en los que relacionarse y lucir; se acabaron los viajes pagados, las comidas de negocios y los actos principales en los que llevar la voz cantante; su luz social se apagó.

Se había convertido en una sombra de lo que fue, se arrastraba por los entornos que un día pisó con fuerza como un alma en pena, la añoranza por aquellos tiempos lo consumía y no daba crédito a lo que estaba viviendo pues aquella no era su vida y no estaba preparado para ella. La situación caótica por la que pasaba rompió sus lazos societarios y sus relaciones interpersonales se deterioraron a la vista de todos, el murmullo ajeno se instaló en aquel grupo mal avenido que hasta entonces había considerado su familia.

El devenir de los acontecimientos  era incierto pero si de algo podía tener la certeza era de que aquella traca en la que se hallaba inmerso, no iba  a derivar en una buena mascletá, la pólvora se mojó hacía mucho y toda la comisión zozobraba sin que él aportara nada por intentar sacarla a flote. El león enjaulado en el que se había convertido iba arriba y abajo sin rumbo ni dirección, lamía sus heridas mostrando un falso victimismo que a nadie convencía, defendiendo a una prole indefendible que se había añadido al lastre de las circunstancias.



Las cosas siempre pueden ir bien o mal pero al igual que en la paz uno debe estar preparado para la guerra, en tiempos de bonanza uno debe hacer sus reservas haciendo acopio de recursos para poder hacer frente a posibles tiempos adversos que de llegar, nos permitan resistir; él no lo había hecho convencido de que el triunfo iba a ser eterno. La vida regalada no dura eternamente y quien así lo piense es un iluso que ha perdido los papeles y está condenado a sucumbir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario