La situación lo tenía desbordado; acuciado por las deudas y
con la salud quebrada, el conflicto lo había trasladado a su relación familiar
la cual se tambaleaba al borde de un punto de no retorno, había traspasado los
límites de la coherencia por una vida mal gestionada que ahora le estaba
pasando factura, había perdido los papeles.
Así estaba aquel hombre que en un pasado no muy lejano se
movía en las altas esferas de su gremio, siempre bien trajeado, como cabeza
visible de su mercantil. Asiduo a los órganos de dirección, daba imagen de
poderío y trayectoria triunfante; sus subordinados lo veían como al gran jefe,
el patrón que dirigía el barco con timón firme criando a su sombra a quien
debería ser su sucesor, puesto que curiosamente no iba a recaer en su
descendencia directa.
Sin estudios conocidos era del tipo de personas que habían
sabido crearse una falsa imagen de hombre de
negocios triunfador, solo los más cercanos a él conocían su verdadera
trayectoria y los pasos que lo habían llevado al puesto que ocupaba. La
apariencia lo era todo en aquel personaje, caprichoso de la automoción las
tapicerías de sus coches, siempre de gama alta, no llegaban a coger polvo pues
cambiaba de volante con demasiada frecuencia. Las carrocerías siempre
impecables eran una prolongación de su imagen social.
Llegó el día en el que su castillo de naipes se vio agitado
por los avatares del momento y sus cimientos no soportaron el tsunami
coyuntural haciendo que todo su imperio se desmoronara; la previsión no había
sido su fuerte y de pronto vio como todo lo que tenía y a lo que estaba acostumbrado
se iba al traste pillándolo sin un colchón que amortiguara su caída. El
empresario ejemplar empezó a mostrar sus carencias, entrado ya en años y sin el
respaldo de su mercantil tocada esta de muerte, fue arrinconado y olvidado por
las esferas sociales en las que tan bien se movió en el pasado; se acabaron los
trajes, los coches y los eventos de renombre en los que relacionarse y lucir;
se acabaron los viajes pagados, las comidas de negocios y los actos principales
en los que llevar la voz cantante; su luz social se apagó.
Se había convertido en una sombra de lo que fue, se
arrastraba por los entornos que un día pisó con fuerza como un alma en pena, la
añoranza por aquellos tiempos lo consumía y no daba crédito a lo que estaba
viviendo pues aquella no era su vida y no estaba preparado para ella. La
situación caótica por la que pasaba rompió sus lazos societarios y sus
relaciones interpersonales se deterioraron a la vista de todos, el murmullo
ajeno se instaló en aquel grupo mal avenido que hasta entonces había
considerado su familia.
El devenir de los acontecimientos era incierto pero si de algo podía tener la certeza
era de que aquella traca en la que se hallaba inmerso, no iba a derivar en una buena mascletá, la pólvora
se mojó hacía mucho y toda la comisión zozobraba sin que él aportara nada por
intentar sacarla a flote. El león enjaulado en el que se había convertido iba
arriba y abajo sin rumbo ni dirección, lamía sus heridas mostrando un falso
victimismo que a nadie convencía, defendiendo a una prole indefendible que se
había añadido al lastre de las circunstancias.
Las cosas siempre pueden ir bien o mal pero al igual que en
la paz uno debe estar preparado para la guerra, en tiempos de bonanza uno debe
hacer sus reservas haciendo acopio de recursos para poder hacer frente a
posibles tiempos adversos que de llegar, nos permitan resistir; él no lo había
hecho convencido de que el triunfo iba a ser eterno. La vida regalada no dura
eternamente y quien así lo piense es un iluso que ha perdido los papeles y está
condenado a sucumbir.
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