Acostumbrado a que
todo saliera mal uno en el fondo tenía la esperanza de que un giro inesperado a
su mala suerte estuviera a la vuelta de la esquina, todo no podía salirle mal
siempre y en algún momento su suerte cambiaría y con ella su vida comenzaría a
remontar. Ese supuesto giro en su vida llevaba esperándolo hacia tiempo
consciente de que tal aspiración era una quimera, aun así algo en su fuero
interno le daba ánimos para seguir esperándolo y no desfallecer.
En su cabeza tenía grabado el discurso que confiaba poder dar
algún día pero el tiempo pasaba y las oportunidades de llevarlo a cabo se iban
esfumando; aquellas palabras pendientes de pronunciar se repetían una y otra
vez entre sus ondas cerebrales, veía la respuesta a sus palabras en las miradas
de la audiencia, intuía las preguntas que seguirían a su discurso, saboreaba
las respuestas que daría y su impacto entre los reunidos.
Desde su atalaya veía desmoronarse el que en su día llegó a
ser un imperio sin que nada ni nadie pudiera evitarlo, los retratos de insignes
figuras colgados en una pared olvidada lloraban con vergüenza el caos en el que
se había convertido lo que tanto les costó conseguir a lo largo de varias
generaciones. Algunos de los principales hacía tiempo que habían huido con el
rabo entre las piernas sin importarles lo que dejaban atrás, en los momentos difíciles
es cuando se demostraba la verdadera valía de las personas y estos huidizos
personajes se habían retratado con su respuesta ante los acontecimientos.
El mar seguía revuelto y como pateras a la deriva los restos
del grupo eran zarandeados sin compasión ni orden, intentando mantener un ritmo
coherente y firme, atendían como mejor podían la maquinaria del maltrecho
buque; muchas eran las protestas del pasaje y marinería, escasas las soluciones
aportadas por el puente de mando pues este no las encontraba y de esta forma,
mal aguantando el tipo, se sucedían las jornadas unas tras otras.
Un aluvión de sensaciones bombardeaban sus días alejando de
estos un mínimo de sosiego, todo se había convertido en una espiral de
involución de la cual no había forma de escapar, sus tentáculos te atrapaban
allá donde fueras no dándote ni un minuto de respiro; su vida se agitaba como
una montaña rusa amenazada de sucumbir en el abismo que se estaba abriendo bajo sus
pies y del que ya nunca podría salir no obstante, una grieta de ilusión y
esperanza se abría de forma intermitente en su cabeza, las sombras por un
momento clareaban dejando salir al sol.
Aquella idea que rondaba en su cabeza desde hacía meses le
permitía evadirse de tanto en tanto no dando la batalla por perdida, esa
batalla virtual tan solo ganada en su imaginación era un pobre consuelo pero ya
era más que nada y eso en su situación, era mucho. Estudiaba una y mil veces
los planos de aquel local, se sabía de memoria su configuración dándole cientos
de vueltas a las posibilidades que presentaba; céntrico, bien comunicado,
espacioso y con mucha luz natural, algo que desde siempre buscó en sus
espacios.
Convertir aquel reducto en un referente sería su objetivo
llegado el caso, mientras tanto seguiría soñando con las imágenes de lo que
quizás algún día podría llegar a ser. Él seguiría acechando el perímetro de
aquel establecimiento, meditando frente a sus amplios escaparates, deambulando
sin rumbo por sus calles adyacentes mientras su vida tendría que seguir
soportando las andanadas de las circunstancias por las que estaba pasando.
Una vez superada la cresta de la ola las mismas aguas que lo
hundieron, lo devolverían a tierra firme y en esta tendría que empezar de nuevo
con el poco equipaje salvado de un naufragio con el que nadie contaba unos años
atrás; la playa en que quedara varado podría ser su salvación o su final, su
resurgir o su debacle, su luz o sus sombras, tanto en un caso como en el otro
nada ya dependía de él pues los hados vigilantes en un cosmos caprichoso tenían
en sus manos su destino y este ya estaba escrito de antemano.
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