Creo que aquella mujer entró poco a poco en sus retinas, al
principio no le dio importancia pues era una chica normal, no llamaba la
atención pero se acostumbró a su presencia; con el tiempo llegó a esperar las mañanas
en las que iba por casa para tan solo cruzar unas escasas palabras con ella. Le
gustaba verla llegar con el pelo suelto y sus jeans ajustados, siempre de buen humor y con una sonrisa en los
labios; sus movimientos eran delicados, flexibles, silenciosos, se movía como
una gata por la casa sin apenas delatar su presencia pero él la intuía, la
buscaba y la seguía con la mirada allá donde fuera.
Le gustaba aquel cuerpo de contornos proporcionados, flexible
y espigado como un junco mecido por la brisa de la mañana, siempre luciendo unas
camisetas con algún detalle interesante que la distinguían; aquella mujer de
piernas largas era rápida en sus ejecuciones pareciendo flotar sobre el entorno
en el que se movía, tan pronto la tenías al lado como desaparecía a tus
espaldas moviéndose por las distintas
habitaciones, era un duende del espacio que iluminaba las estancias con su sola
presencia.
Intentaba fantasear con aquella mujer, en su cabeza creaba
historias que repetía con frecuencia pero no era capaz de mantener una trama
coherente que culminara con un desenlace, el que fuera. Siempre quedaba a
medias un guion que iba elaborándose a medida que las imágenes se iluminaban
entre los chispazos de sus neuronas, nunca conseguía concluir una historia que
a priori estaba clara en su cabeza, algo lastraba aquella ficción deseada y le
impedía disfrutarla. La historia nítida en un principio iba poco a poco
desdibujándose hasta desaparecer, algo le tenía bloqueado en un punto de la misma e impedía que esta se desarrollara con normalidad, aquella
relación virtual fracasaba noche tras noche.
Aquel frustrante y reiterado fracaso era mitigado con otra
ficción que al igual que la primera, distaba mucho de poder alcanzarse pues
unos índices de probabilidad infinitos la hacían inviable no obstante y dado
que soñar era gratis podía permitírselo;
todas las semanas jugaba a la lotería, los números elegidos eran fechas
señaladas de una vida anterior donde los sentimientos y las emociones habían
acelerado un pulso de normal tranquilo. Aquellas caras y aquellos cuerpos siempre
estuvieron presentes en su memoria cercana o remota, eran fracciones de una
existencia fugaz vividas en momentos muy distantes, eran parte de su bagaje
social que le acompañarían el resto de sus días.
Aquellos números bullían en su cabeza y en ella los veía
desfilar entre las brumas de una ilusión que en estado catatónico se aferraba a
un clavo ardiendo. Intentaba imaginar el sentimiento y reacción de quien de
repente descubre ser el agraciado del sorteo, imaginaba el subidón de
adrenalina o la descomposición intestinal al saberse premiado, organizaba en su
cabeza prioridades y repartos, pagos y regalos, alivios y venganzas; todo
aquello tomaba forma en su mente creando un maremágnum de anhelos aun a sabiendas
de que todo era una absurda ficción, un hecho inalcanzable, una ilusión
sináptica que tan solo quedaría atrapada entre sus neuronas.
Y por delante quedaba el resto de la vida, sin la chica de
cuerpo atlético, sin los beneficios del azar, sin opciones de cambiar su rutina
diaria y condenado a deambular entre grises y penumbra; sin saber cuándo se
pararía el reloj seguiría el tic tac del minutero viendo caer los dígitos con
cada nuevo amanecer, este le traería nuevas sorpresas y sinsabores pero quizás también,
oculto entre las brumas del averno, un punto de luz por el que escapar, un
nuevo camino que recorrer, nuevas etapas que superar ya sin la mochila de una
existencia plagada de errores.
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