La vida, ese transcurrir sin pena ni gloria por la
senda de lo incierto, al que nos vemos abocados el género humano desde el mismo
momento en que vemos la luz; salimos a
la vida e iniciamos nuestra andadura entre claros y oscuros, intentando
acertar con el camino correcto que muchas veces nos es negado, buscamos,
dudamos, luchamos y a duras penas conseguimos sacar la cabeza por encima del
bosque que en ocasiones nos asfixia intentando engullirnos. Crecemos y en
nuestro madurar, aprendemos de nuestros fracasos, o deberíamos hacerlo, y en el
peor de los casos estos nos arrastran a los abismos, condenándonos a una vida
mediocre de escasa relevancia.
La vida escapa a nuestro control y por tanto tan solo
podemos vivirla, modelarla es posible en algunos casos, aproximándola a nuestro
modelo elegido pero esto solo unos pocos elegidos consiguen llevarlo a cabo
mientras el resto, se ha de conformar con lo que les ha tocado vivir. Vidas
disolutas, alegres, regaladas pero también de penurias, míseras y tristes, de
todo hay en este planeta llamado Tierra que desgraciadamente estamos
destruyendo; bajar los brazos nunca aunque muchas veces nuestras circunstancias
nos tienten a tirar la toalla, a dejarlo todo, consumiéndonos en la impotencia
de lo imposible.
El camino a veces se hace duro y solo nuestra
fortaleza nos ayudará a seguir avanzando, superando los repechos más
inclinados, afianzándonos en las curvas más traicioneras, iluminándonos en los
túneles más oscuros, si al final conseguimos llegar a buen puerto habremos
logrado ver ponerse el sol un día más y estaremos en condiciones de afrontar
una nueva jornada. Con cada nuevo amanecer nuestra experiencia de la vida irá
creciendo aunque esta no será igual de fructífera para todos, habrá quien sabrá
sacarle su justo valor, otros en cambio serán simples peones autómatas
dirigidos por una inercia ajena a sus voluntades y así se limitaran tan solo a
cubrir su cupo con la vida sin ser protagonistas de la misma.
Pero no siempre todo es oscuro, los grises nubarrones
de nuestra existencia también abren claros en sus esponjosos vientres dejando
pasar la luz del sol, este con sus rayos ilumina nuestros horizontes
mostrándonos caminos despejados, haciendo huir a las brumas de la
incertidumbre, combatiendo a las sombras del averno; solo con paso firme y
decidido avanzaremos seguros creando el camino que luego otros seguirán. En
nuestro caminar iremos descubriendo atajos, senderos insospechados, caminos
ocultos y vías panorámicas todas ellas visiones distintas de una misma
realidad; cada uno interpretará su andadura de manera diferente, unos
disfrutarán del paseo, para otros será tortuoso y difícil, habrá quien durante
el mismo encontrará sabiduría y experiencia, otros en cambio pasarán por el sin
dejar huella.
En toda vida ha habido una época buena o buenísima, ha
tenido que haberla por necesidad, de no existir esta se puede decir que uno ha
nacido muerto, huérfano de sonrisas, exento de cariño, amigos y atenciones;
otra cosa es que uno ya no recuerde cuando esta etapa placentera tuvo lugar
pues las penurias de una vida azarosa y plagada de malos momentos, a veces
ocultan el brillo de esos días luminosos en los que uno fue feliz. Volvamos a
nuestra juventud, a esos tiempos disolutos y alegres, libres de cualquier compromiso serio, exentos de
responsabilidades trascendentes, vacíos de experiencias amargas y exigencias
imposibles, solo dispuestos a vivir la vida sin mirar atrás, sin preocuparnos
por el futuro, tan solo esperando el fin de semana para salir con los amigos.
Recordemos a esos amigos, a los primeros amores y los
primeros besos, las primeras vueltas a casa de madrugada con tus padres
despiertos esperando un tanto mosqueados, por recordar recordemos nuestras
primeras cervezas, las primeras discotecas y los magreos sobre mullidos
sillones en un rincón alejado de la pista de baile; sigamos recordando e
intentemos visualizar aquellos paseos nocturnos con nuestro brazo pasado sobre
los hombros de nuestra amiga especial, oigamos su cálida voz, sus risas
alegres, sintamos su delicado contacto y deleitémonos una vez más con el brillo
de su mirada; recordemos las confidencias con nuestro mejor amigo, nuestros
dilemas trascendentales de soluciones inciertas, nuestras grandes y nimias
angustias, los días previos a recoger las notas, los exámenes, el selectivo y
la llegada del verano con sus más de dos meses de asueto en el mejor de los
casos, los paseos en moto y la obtención del carné de conducir, por fin un
coche, entramos en la vida adulta.
Seguimos nuestro recorrido llegando a la universidad
unos o integrándonos en el mundo laboral otros, vamos adquiriendo
conocimientos, recogiendo experiencias, aparecen los primeros sinsabores pues
todo ya no es tan fácil como antes; en verano estudiamos inglés en algún país
anglosajón, una forma de turismo estudiantil que en escasos treinta días cuesta
demasiado dinero para el resultado obtenido pero todo el que puede va a Dublín
o a Londres o a cualquier villorrio de sus alrededores, los más selectos
prueban en Estados Unidos o Canadá. Y el tiempo va pasando como ave que emigra
en bandada siguiendo su curso inexorable, llegando el día en que cada uno debe
buscar su nido, su sustento, su espacio en el mundo que le ha tocado vivir y que
hoy en día nada se parece a lo que a nosotros nos tocó vivir, ese mundo se ha
ampliado y el radio de acción para unos pocos afortunados es infinito, engloba
todo el planeta y uno debe ir a buscar acomodo hasta los confines de la Tierra
si fuera necesario.
A pesar de todo y en un ambiente social tenso, inseguro y muy caldeado,
seguirán habiendo fiestas universitarias, locos fines de semana disolutos,
aparecerán nuevos amores y amistades, viajaremos en líneas low cost y cruzaremos países con lo que nos cuesta un taxi para ir al Corte Inglés, mandaremos
currículums y nos haremos expertos en eso que llaman redes sociales, crearemos
nuestro perfil en una o varias plataformas virtuales y a partir de ahí a través
de nuestro ordenador, tableta, teléfono o vete a saber cuantos ingenios más,
actuaremos sin horarios ni puntos fijos de conexión en todo un ciberespacio que
está esperando nuestras aportaciones para de manera subliminal, esclavizarnos y
convertirnos en unos peones más del yugo tecnológico que hoy impera en nuestro
mundo.
No obstante siempre nos quedará el consuelo de saber
que el sol sale cada mañana aunque en ocasiones no lleguemos a verlo y al igual
que el día se renueva, nuestra vida se inicia con cada nueva jornada haciendo
frente a un mundo de posibilidades, en saberlas aprovechar estará en gran
medida el devenir positivo o negativo de nuestro futuro. Al abrir los ojos cada
mañana organizamos nuestras acciones de las próximas horas, en ellas
deambularemos por una jornada en blanco, llenando su página vacía atendiendo
obligaciones, compromisos concertados, deberes ineludibles y por encima de
todos ellos seguiremos respirando, viviendo, aunque no seamos conscientes de
ello.
Nuestra historia la escribimos nosotros con cada
amanecer, cada jornada es un renglón en el libro de nuestra existencia y a
medida que van llenándose las páginas de los pequeños detalles que configuran
nuestra andadura, vamos cumpliendo años, cubriendo vida, llenando momentos que
al quedar atrás aumentan nuestro bagaje existencial, nuestra historia y van
añadiendo etapas por las que seremos recordados. Frecuentemente extrañamos lo
que una vez tuvimos al tiempo que ignoramos lo que tenemos en la actualidad,
buscamos lo que no nos hace falta sin hacer caso a lo que tenemos a mano; hemos
olvidado el verdadero papel del ser humano, el motivo por el que nos pusieron
sobre la Tierra, hemos dejado de convivir con la madre Tierra y a quienes aún
lo hacen se les cerca y persigue para arrebatarles su porción de naturaleza.
Vivamos y vivamos de manera que al mirar atrás, el
número de asuntos pendientes sea el menor posible, que las horas pasadas con la
gente querida hayan sido el mayor número posible, que los rencores sean pocos,
que los recuerdos sean muchos; solo las vivencias y con quien las hayamos
tenido, serán el verdadero tesoro con un valor único e intransferible y para
esa carga no necesitaremos manos, maletas ni carretillas, estará allá donde
esté nuestra cabeza y cuando esta empiece a nublarse su contenido volará con
las hadas yendo a incrementar la verdadera biblioteca universal más allá de las
estrellas.
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