Llámese persona a aquel
espécimen de sexo variado (uno o una) que tras nueve meses insertado en vientre
materno, nace, respira y crece. Seguro que explicación tan simple alarmará
hasta las gentes más livianas, aquellas de escasa inteligencia y conversación
menor así que seré más concreto. La palabra persona hace referencia en las
charlas de acera o cafetín, a un ser con poder de raciocinio que posee
conciencia de sí mismo (en ocasiones distorsionada) y que cuenta con su propia
identidad. Así pues este ser dotado de inteligencia y sensibilidad, es capaz de
agruparse y vivir en sociedad; podríamos decir que cada persona es singular y
única, algunas más singulares que otras, pero todas siguiendo un patrón común.
Si se enfocara el tema desde
el derecho, podríamos hablar de la persona como ente, habilitado para tener
derechos y asumir obligaciones; hay esas obligaciones que a veces tanto cuestan
de cumplir, pero con qué facilidad sabemos reclamar nuestros presuntos
derechos, que listos somos para unas cosas y que olvidadizos para otras,
sabemos ver la paja en ojo ajeno pero nos cuesta ver la viga en el propio y no
vale lo de “señoría yo no sabía…”, hay que saber, hay que saber y por saber ya
se sabe que el desconocimiento de la ley no exime de su cumplimiento así que a
ponerse las pilas y a procurar saber, a cumplir con lo que toca a cada uno o
una (como dirían los de UGT y CCOO).
Hay gente floja,
amembrillada, de fluir manso, vamos el típico natillas, de esos que para mover
un pie piden permiso al otro, con un horizonte dudoso son de poco arremeter; en
sus manos las cosas se alargan, se eternizan, nunca ven el fin, son de sangre
espesa como espesos son sus movimientos. Dudan y en su duda te desesperan, no
avanzan y entorpecen el avance de otros, son desinteresados, no de buen corazón
sino carentes de interés, nacieron con el alma cansada y todo su ser así lo
manifiesta.
En el otro extremo están los
vivos, nerviosos, aquellos de rápido excitar, van por la vida como si la vida
misma se les acabara, son rápidos en el hacer y esa misma rapidez en ocasiones
les hace errar; son de pensar fluido y a veces de actuar sin pensar,
atolondrados, avanzados, de valentía inconsciente y de poco arrepentir;
inquietos hasta el extremo de llegar a inquietar, de movimiento continuo o
fácil temblor, su alma se atormenta por los contratiempos más melifluos.
En cuanto a la categoría de
personaje aquí hay cancha para mucho tipo de personas. Llámese personaje a
aquella persona u ente que por sus méritos o circunstancias sobresale de la
masa humana entre la que vive, alcanzando un reconocimiento positivo o negativo
por parte de la sociedad a la que pertenece. En esta categoría cabrían
infinidad de meritorios pues ahí entrarían artistas, escritores, políticos,
deportistas, científicos, militares, descubridores, inventores, malhechores de
renombre, gánsteres, ladrones de guante blanco y algunos cantamañanas. Y gentes
neutras de baja extracción y poco más o menos, de estos por desgracia en los
últimos tiempos han aparecido tantos como setas tras una tormenta y ahí siguen,
no los echan ni con agua caliente.
Por si no tuviéramos
bastantes reyes y reinas, príncipes y princesas, van los medios y se inventan a
la princesa del pueblo, que no ha
dado que hablar la dichosa princesita, nunca un polvo taurino ha sido tan bien
rentabilizado por nadie. Ole su calidad profesional, ole su estética belleza,
ole su prosa exquisita, eso es saber estar ante las cámaras repartiendo valía;
y que decir de esa masa enardecida que la siguen como icono y guía, esa defensa
de su persona que miles de almas reivindican en cada sobremesa pegadas al plasma de su salón; y los contertulios que la
acompañan y enaltecen, siempre haciéndole la ola y enjugando sus lastimeras
lágrimas, vaya banda de correveidiles, más falsos que un billete de mil euros.
Es lo que tiene la fama, te
tiras un pedo y según donde lo hagas ¡ualaaa! Ya eres famoso y persona de
interés, a partir de ahí a comentar en los medios la fortuita pérdida con todo
tipo de detalles y a crear audiencia, pero no de cualquier tipo no, de la
entendida, de la buena, de esa que se preocupa por uno y sabe apreciar un
suceso en su justa medida; la gente del famoseo televisivo es muy peculiar, los
hay que saben de algo, que tienen una u otra habilidad, que practican algún
deporte o son buenos en cualquier arte creativo; luego están los curiosos, los
inexplicables, los no entendibles, aquellos que no se sabe el porqué de su fama
pues nada han hecho para merecerla y hay que joderse pero algunos de estos
elementos arrasan en las audiencias, no hay más que remitirse al ejemplo
anterior.
Así pues hay que procurar
hacer algo de interés o al menos algo que llame la atención e intentar entrar
en la élite de los personajes pues quedarse en simple persona para muchos, es
un frustrante sinvivir al que no están dispuestos a sucumbir.
En tercer y último lugar, dícese
filibustero de aquel que gusta de lo ajeno apropiándoselo mediante las artes de
la piratería, saltándose las leyes y sin respeto alguno por la propiedad
privada. Filibusteros insignes fueron Morgan, Drake, Barbarroja o el mismo capitán Blood, ellos ocuparon la
boca-boca de un romántico Caribe isleño en el siglo XVII, sus galeones y
fragatas fueron el terror de las Antillas y sus historias han llegado hasta
nuestros días con tintes de leyenda.
Hoy en día nuestros
filibusteros son de otra pasta y desde luego nada románticos; en la actualidad
se trinca desde el ordenador, sin dar un palo al agua y desde luego sin
prácticamente arriesgar el físico. Es verdad que siempre quedará el butronero,
el asiduo al tirón callejero o el navajitas barriobajero pero estos nunca
ocuparán la élite del ladroneo; nuestros filibusteros de hoy son personajes
insignes, gente respetada y admirada por su visión en los negocios hasta el día
que los pillan y se derrumba el mito, entonces resultan ser villanos y gente de
baja extracción. Esta gente asidua al traje a medida y corbata de seda, llegan
a ser icono de moda y modelo a seguir, encumbrados por los medios y alabados
por la gente principal, luego, una vez descubierto el pufo, nadie quiere que se
las relacione con ellos; así son las altas esferas de nuestra sociedad, siempre
dispuestas a arrimarse a donde creen que pueden sacar y las primeras en salir
corriendo cuando la mierda escampa.
Unos millones aquí, otros más
allá, eso si todos ganados de manera incierta y con un origen oscuro, reposando
a la sombra de una palmera o en el anonimato de una caja de seguridad en
cualquier paraíso fiscal: Andorra, Suiza, Lichtenstein, Gran Caimán o Bermudas
da igual el sitio pues todos se han convertido en la antigua isla de Tortuga,
refugio de los legendarios piratas caribeños. Nuestros actuales filibusteros
tienen estudios, están bien preparados, tienen contactos y saben moverse en la
jungla de las finanzas y cuando los
pillan, saben cómo escurrir el bulto protegidos por despachos de abogados que a
la caza de una buena comisión, son igual de piratas que sus representados pero
ellos amparados por la ley de la que hacen su “modus vivendi”. Al final, aunque
lleguen a pagar penas, nadie devuelve nada, nadie se arrepiente de nada y con
el tiempo salen a la calle, vuelven a la vida con tiempo suficiente por delante
para ir en busca de sus tesoros ocultos y seguir viviendo a lo grande, ya
exentos de la pena pagada.
Me gusta esta historia pero tengo ganas de leer la cuqui historia que me "debes" besos guapo
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