El alambique o alquitara, es un
viejo aparato utilizado para la destilación de líquidos mediante un proceso de
evaporación por calentamiento y posterior condensación por enfriamiento. Fue
inventado por Al-Razi alrededor del siglo
X de nuestra era para producir perfumes, medicinas y el alcohol de la fruta
fermentada. Hasta aquí la parte formal, la auténtica, la de los libros o el Wikipedia;
a partir de aquí por tanto, la parte de ficción, las reflexiones, los
destarifos de la mente si los hubiera.
La parte mística de un
alambique hay que buscarla en los confesionarios, allí se llega en estado de
constricción, apesadumbrado o agobiado por la angustia de nuestros pecados pero
¡Ualá! Una vez te pones en manos del confesor de turno, nuestra conciencia
empieza a soltar lastre y el alma inicia
su particular y curiosa destilación, luego con todos nuestros pecados
condensados y desvelados a la figura oscura que se oculta tras la rejilla
metálica, los purificamos dejándolos fluir a través de una fría penitencia
hallando el perdón; una vez este conseguido, estamos en disposición de iniciar
una nueva etapa pecadora ya con la conciencia tranquila y limpia de sombras.
El alambique tiene la capacidad
de transformar el yo; al igual que algunos hechos pueden ser el detonante de
una catarsis vital, las esencias y fluidos vomitados por el serpentín de tan
mágico ingenio, pueden elevar un alma a dimensiones inimaginables, hacer vivir
vidas paralelas o simplemente ser capaces de anular la voluntad. El alambique
tiene poderes que escapan a la razón y de ahí su poder de atracción, de sus entrañas
surgirán elixires con enjundia, fórmulas secretas, pócimas encantadas que harán
al que las recibe sanar o morir, soñar o enamorarse, sufrir o disfrutar de una
falsa realidad.
Nuestro yo evoluciona y se
transforma tras pasar por el alambique, como si de una máquina del tiempo se
tratara, somos los mismos en un mundo de circunstancias cambiantes a las que
debemos saber amoldarnos, los que no lo consiguen se volatilizan como los
vapores a través de los conductos del ingenioso aparato; la conciencia inerte
del alambique retiene como llegas y que queda de ti al salir de nuevo al mundo,
sabiendo en todo momento los cambios experimentados durante el proceso, se
analiza el bagaje de inicio y el lastre desprendido durante el camino, solo así
se puede valorar la nueva persona en la que nos convertimos.
Faro de vida y guía de
trayectorias, algunas esencias dirigen nuestras vidas por derroteros difíciles
de controlar, el mayor o menor número de anillos en el alambique de nuestra
existencia puede hacernos llegar antes o después a nuestro destino y una vez en
él, el éxito o fracaso queda en manos del cosmos al que pertenecemos. Seguir la
trayectoria acertada no siempre es fácil pues el camino está lleno de
obstáculos que en más de una ocasión nos tientan a abandonar, aquí debe
resurgir la fortaleza que el proceso de cambio a través de los conductos
metálicos, nos ha hecho forjar.
La conciencia del alambique nos recuerda el camino
a seguir y la forma de hacerlo, partiendo de una gran tinaja llena de momentos
que es la vida misma, vamos confluyendo paso a paso hasta llegar a un
cuello de botella a medida que
concretamos nuestras prioridades y estilo de vida, una vez allí ya sin espacio
para desviarnos, entramos en el conducto metamórfico que modulara nuestro ser
transformando conductas, modificando sentimientos, alterando emociones; nos
desintegraremos para volver a ser integrados y una vez renovados, saldremos a
la luz de una nueva vida, distintos, mejores, más plenos.
Atrás quedarán nuestros miedos,
nuestras faltas y pecados, nuestros lastres serán abandonados en el camino de
la purificación y una vez adquirido el nuevo estado, estaremos listos para
afrontar nuevos retos, con más fuerza, más confianza e ilusión. El alambique
habrá obrado su poder místico, ejecutando sus artes mágicas y oscuras,
transformando aquello que precisa ser transformado, eliminando aquello que
necesita ser eliminado, liberando aquello que está pidiendo salir y en esa
catarsis de caos y cambio drástico se obtendrá un resultado a veces
sorprendente, no esperado, un nuevo ser.
El arcanista experto manipulará
el alambique buscando esencias cada vez más puras, elixires cada vez más
eficaces, pócimas cada vez más fuertes y una vez obtenidos los fluidos mágicos,
actuará ejercitando sus poderes sobre las mentes de fácil convencer, las almas
desesperadas, los corazones desgarrados. Solo entonces podrá comprobar el
verdadero influjo de sus alcoholes curativos; sus líquidos destilados a través
del infinito serpentín, actuarán cobrando vida en quienes los absorben y con
ello llevarán su poder al alma dormida.
Los cuerpos inertes, dirigidos
por unos humores cautivos de esencias inciertas, vagarán por la tierra como
almas en pena esperando su purgatorio y en su deambular sin rumbo, crearán caminos
allí donde no los había y con ello, ampliarán los horizontes de su existencia.
El alambique habrá sido el útero creador de donde brotarán las preciosas gotas
que acelerarán pulsos, abrirán corazones, levantarán ánimos y pasiones, ellas
serán el motor de la nueva vida y los cuerpos mortales que las vivan, pedirán
más y más, y con ello ya serán nuestros hasta el fin de sus días.
El alambique seguirá destilando
perlas de amor, espinas de tormento, gotas sanadoras que convenientemente
administradas, revivirán los cuerpos y almas adormecidos por la bruma de la
vida, agitados por una caótica existencia, oprimidos por compromisos estériles,
angustiados por múltiples necesidades
artificiales que erróneamente nos hemos ido creando; el alambique será nuestro
dios, creador y destructor a partes iguales, quedando el destino de sus fluidos
destilados en manos del alquimista que sabiamente manipule sus esencias.
Hay de aquel que ose agraviar
de pensamiento u obra, aquel que levante voz o mano, aquel que amenace o
conspire, aceche o sorprenda… sobre el caerá la ira del alambique con toda la
fuerza de sus fluidos mágicos y una vez impregnado su cuerpo con sus néctares
prodigiosos quedará anulado de voluntad, desahuciado de pasiones, perdido en un
mundo del que perderá su control,
esclavo de una vida que ya no será suya; su existir se convertirá en un
deambular sin rumbo o destino, siempre al dictamen del arcanista que haya
manipulado en él las pócimas elegidas y secretas.
Mi consejo: Sed buenos en actos
pero también en pensamientos, solo así escapareis a los efectos nocivos del
alambique.
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