sábado, 11 de mayo de 2013

PERSONAS ESPECIALES: EL VALOR DE LA AMISTAD


Dicen que dicen de la amistad…

En ocasiones uno tiene la suerte de cruzarse en la vida con personas que al primer golpe de vista no lo dejan indiferente, son esa visión fugaz que de manera inconsciente sabes que marcarán tú vida ocupando un papel relevante en la misma; esto que en un primer momento no acabas de elucubrar, lo vas descubriendo poco a poco con el transcurrir de los años y solo con el paso del tiempo, llegas a darte cuenta de cuan importante han sido para ti. Estas personas aun sin saberlo, despiden una luz especial que te atrapa desde el primer momento en el que te iluminan, quedando enganchado bajo su influjo; puede que en un momento dado desaparezcan de tú vida pero su esencia queda enraizada con firmes anclas en lo más profundo del alma y si un día vuelven a aparecer, es como si nunca se hubieran ido.
Con estas personas no existen plazos de tiempo, pues aunque sus ausencias pesan como una losa y se hacen eternas por cortas que estas sean, su compañía cuando llega y por breve que llegue a ser, compensa con creces el largo periodo de  asueto al que nos han sometido pues su sola presencia alimenta y enriquece los instantes compartidos. Contar con la amistad de una de estas personas es un privilegio difícil de explicar el cual se hace consciente tras interactuar en múltiples momentos físicos y mentales a lo largo de los años; nadie es mejor o peor pero estas personas llegan a ser únicas para algunos, haciendo de su vida un camino más pleno y fructífero.
Es curioso y placentero descubrir después de muchos años de ausencia, que aquella persona que tan buen recuerdo dejó y que tan importante fue en su momento, reaparece y te ayuda a descubrir una evolución paralela a la tuya en la que muchos pensamientos y aficiones han seguido una línea de vida común por caminos diferentes, la importancia que entonces tuvo ese ser especial se reafirma ahora con fuerza aun viviendo en mundos distintos, no compartiendo círculos sociales ni participando de una misma vida profesional pero con un nexo común muy fuerte, quizás amparado por las hadas del destino que siempre quisieron mantenerlo.
Algunas historias nacen donde menos te lo esperas, no las buscas ni provocas, tan solo surgen y vienen a ti, con el tiempo se alimentan de encuentros, llamadas y anhelos compartidos, una película vista en común o un libro comentado en un momento dado van añadiendo ladrillos al muro de esa amistad incipiente que va cobrando vigor a medida que esta crece y se fortalece; si todo esto tiene  lugar en un momento de la vida en la que empezamos a descubrir el mundo, los lazos establecidos adquieren una dimensión a priori eterna, en esos años adolescente creemos que todo es para siempre, duradero, eterno… pero no, la vida nos conduce por caminos inciertos, muchas veces inesperados, no planificados y aquellos lazos férreos que tuvimos en un tiempo se sueltan perdiendo su fortaleza, los cabos quedan libres y el viento de la vida los agita conduciéndolos en direcciones muchas veces opuestas.
Esas amistades de juventud, primeros amores en ocasiones, se diluyen con el devenir de los años, lo que fue único y principal en un tiempo, pasa a ocupar un espacio en la parcela de los recuerdos, apagándose su luz con el transcurrir de la vida, muchos de estos recuerdos y las personas que los protagonizaron desaparecerán sin dejar el menor rastro, otros en cambio permanecerán en estado latente hasta que una chispa les vuelva a dar vida. El rodar de los acontecimientos en la vida de cada individuo hace que estos sigan sendas diferentes, perdiéndose con mucha frecuencia los núcleos en común creados en tiempos incipientes, es por ello que lo que llega a persistir queda para toda la vida no obstante, algunas de esas luces latentes vuelven a encenderse tras un big bang inesperado, bien sea este una llamada ocasional, una búsqueda intencionada o un encuentro fortuito.

En nuestra cabeza andan desdibujados los rostros y las voces de entonces pero pequeños detalles que creíamos olvidados, afloran con fuerza y total nitidez tras ese primer reencuentro, ese primer contacto tras años de olvido nos abre las puertas de un pasado oculto entre las brumas del recuerdo y  aquellos personajes de juventud, adquieren el protagonismo que en su día tuvieron trayéndonos con su presencia, momentos de nuestra  historia que creíamos perdidos. Es entonces cuando recuperamos parte de nuestro yo olvidado, de nuestra esencia, esa que nos ha llevado a lo que hoy somos y entonces no pensábamos llegar a ser; las risas, las confidencias, las miradas o los besos furtivos siempre acompañaron a unos años de aventuras, de descubrimientos, de conflictos existenciales, en los cuales fue forjándose nuestro carácter, modelándose nuestra personalidad, configurándose nuestros cuerpos y nuestras almas.
Las primeras amistades como los primeros amores, dejan o deberían dejar una impronta imperecedera, un recuerdo imborrable, por desgracia muchas veces no es así y estos se diluyen en el tiempo como azucarillos en el fondo de una infusión; con su olvido y sin darnos cuenta, estamos perdiendo una parte de nuestras vidas, quizás nuestra mejor etapa aunque  no seamos conscientes de ello. Solo al recuperar a alguno de los personajes de antaño, casi siempre de modo fortuito, recuperamos parte de esa vida nutriéndola con los recuerdos latentes que anidan en nuestras cabezas, muchas veces ese regalo nos devuelve sensaciones olvidadas, ilusiones perdidas, nos ayuda a recuperar momentos muertos y que creíamos enterrados, los cuales vuelven a ver la luz muchos años después rejuveneciendo nuestros espíritus.
Si la persona recuperada, en su día adquirió la categoría de “especial” y por tanto tuvo un papel destacado en nuestra andadura, el regocijo vital que nos reporta su aparición se ve aumentado de forma exponencial potenciándose su recuerdo y valorando al alza cada momento pasado con ella; descubrir la evolución de las vidas mutuas es todo un viaje apasionante en el que cada gesto, cada mirada, cada palabra o movimiento nos rememora matices de una vida pasada que poco a poco vuelve a nosotros con energía, trayendo a nuestra conciencia todo un anecdotario de experiencias tenidas en común que permanecían dormidas en nuestras cabezas. Ese viaje por la vida ajena del ser añorado, refuerza unos lazos que no debieran haberse roto y que quizás no lo hicieron, tan solo se aflojaron perdiendo fuerza hasta que los acontecimientos vividos por separado, acabaron haciendo que bajásemos la guardia dejando que nuestros caminos se separasen.
Hoy nuestros caminos vuelven a cruzarse y hay que aprovechar bien dicho encuentro, haciendo de él el pistoletazo de salida para una nueva etapa en común, deteniéndonos en el recuerdo mutuo y afianzando los lazos que una vez existieron para coger impulso y asegurar un camino futuro que a pesar de transcurrir por carriles separados, nos permita seguir viéndonos de cerca por el retrovisor, compartiendo estaciones de servicio en las que reafirmar  el hilo de nuestras vidas, recreándonos en las palabras y compañía, en las miradas y las sonrisas, las confidencias y las dudas, engrandeciendo con todas ellas nuestro ciclo vital en común.
La vida adulta lleva implícita la adquisición de obligaciones, compromisos, responsabilidades y deberes, el trabajo, la familia y los problemas diarios ocupan nuestro tiempo ahogándonos muchas veces en una vida encorsetada que no nos deja margen de maniobra, anulando sueños, limitando espacios, restringiendo libertades… es por ello que el reencuentro con rostros del pasado puede llegar a ser una válvula de escape y por tanto, crear un espacio en nuestra abultada agenda puede suponer un gratificante bálsamo que nos reporte sensaciones olvidadas, emociones dormidas y sentimientos aparcados en la cuneta de nuestra existencia. Esas personas especiales que en el pasado aceleraron el latido de nuestros corazones, pueden influir de nuevo en nuestras vidas sirviendo de acicate a nuestro caminar, es por ello que una vez recuperadas debemos poner todo de nuestra parte para que no vuelvan a desaparecer; solo caminando junto a ellas nuestro camino será más satisfactorio.

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