sábado, 25 de mayo de 2013

Jako "Cara Cortada"


Aquel chico fluía, fluía incesantemente repartiendo amor gratuito; era un placer ver como se desenvolvía en los ambientes más selectos cautivando sin esfuerzo, las miradas indiscretas que sobre él se posaban. Era de amar sin límite ni recato, en cada relación mostraba lo mejor de él pero no todo, siempre reservaba una parcela, un segmento o porción de su esencia más íntima, su verdadero yo, aquel que era motor de su vida a través de un cuerpo musculado y de proporciones perfectas, era un David del que el mismísimo Miguel Ángel sentiría envidia.
Siempre estuvo bien relacionado, era querido y en cierto modo admirado pues tenía una luz natural que a nadie dejaba indiferente, él lo sabía pero nunca alardeó de ello pues en el fondo era un tipo tímido, aunque era capaz de disimularlo sin esfuerzo. Se le daba bien conectar con las personas y siempre sabía por donde entrarles pues tenía don de gentes tras años ejercitándose en eso de las relaciones sociales.
Durante años investigó en el turbio inframundo del tráfico sexual, conocía y era bien recibido en multitud de garitos de alterne donde tenía buenas amigas, habiendo sido en el pasado y a pesar de su corta edad el mentor de muchas de ellas, no obstante su corazón siempre tuvo dueña. En la actualidad llevaba una vida más comedida y sana, los tiempos de excesos quedaron atrás, pero no por ello dejaba de visitar a las viejas amistades aunque para hacerlo debiera sumergirse de nuevo en ambientes marginales.
Jako “cara cortada”, que así se llamaba el doncel, cuyo apodo le venía por la facilidad que tenía para cortarse la cara cada  vez que se afeitaba, era muy de sus amistades, entre las que predominaba el género femenino pues no era muy de arrimarse a fuentes externas de testosterona; sus amigas íntimas siempre lo saludaban con cariñosos y cómplices piquitos que él recibía complacido y sin pudor, dando igual el lugar donde se produjera la íntima muestra de amistad.
A la edad de doce años Jako conoció a una chica algo mayor que él, por aquellos tiempos la diferencia de edad entre ambos era un abismo insalvable pues mientras él seguía siendo un niño, ella se convertía en una encantadora y adorable adolescente; lo tuvo loquito durante mucho tiempo aunque al final tuvo que resignarse y darla por perdida, era inalcanzable y sufrió su rechazo en múltiples ocasiones. Abandonados los intentos por conseguir un giro en aquella platónica relación, Jako se abandonó a los placeres de  la carne y con tan solo catorce años cumplidos, experimentó en suburbios y cafetines de poca monta, las artes amatorias entre abrazos mercenarios pero ella nunca abandonó su corazón.
Era muy movido en aquellos tiempos y en más de una ocasión, la sin razón de sus actos a punto estuvieron de costarle más de un disgusto, tenía la suerte de cara y siempre salía airoso pero se acostumbró a vivir en el filo de la navaja y cualquier descuido acabaría por cortarle. Su vida transcurrió por oscuros derroteros pero ella siempre estuvo presente en su cabeza, se veían con frecuencia en la distancia pues se movían por el mismo barrio, lo cual influyó en gran medida añadiendo dificultad para olvidarla. En más de una ocasión se jugó el físico pues sus actividades degeneraron hasta sucumbir a los ambientes más sórdidos, aquellos donde imperaba la ley del más fuerte, donde no se perdonaba el error y el más mínimo fallo te podía llevar a criar malvas. Así era Jako, con solo dieciséis años ya estaba curtido en refriegas callejeras, conocía a la gente con tan solo un golpe de vista, descubría sus puntos débiles y sabía como atacarlos; esa lección de vida había tenido que aprenderla a marchas forzadas y lo había hecho con los mejores maestros del gremio: traficantes, carteristas, expatriados y mujeres de vida disoluta, entre ellos se movía como pez en el agua y todos ellos lo apreciaban.
Por su parte ella seguía dejándose ver por el barrio, acudía a su trabajo en una calle cercana a donde él vivía, cruzándose ambos cuando esperaba el autobús; él la veía subirse en el enorme transporte y la seguía con la vista hasta perderse por la avenida camino de su casa, muchas veces se quedaba deseando la llegada de un nuevo día para poder quizás repetir el fugaz encuentro.
Jako “cara cortada”seguía una vida paralela o más bien, esta era su vida paralela, en el formato oficial de la misma Jako era un chico normal, acudía a un colegio privado fuera de la ciudad, participaba en varias actividades extraescolares y tanto en casa como con sus amigos, nada hacía sospechar de la otra vida oscura que vivía con tanta discreción; siempre buscó en sus amores mercenarios algo que le recordara a su enamorada, pues no conseguía quitársela de la cabeza, pero era imposible ya que ella era única y la llevaba enraizada en el alma desde muy pequeño.
El tiempo pasaba y ambos continuaban con sus vidas por caminos distintos, él para ella no existía, ella para él seguía siéndolo todo. Los encuentros eran esporádicos pero se mantenían en el tiempo, siempre inesperados, fugaces, con regusto amargo, un cruce de miradas y a lo sumo un saludo de cortesía era lo más que había entre ellos y la vida seguía, cada una por separado. Todos aquellos años habían obrado cambios significativos en ambos, ella se convirtió en una hermosa mujer de cabellos rubios y piel de porcelana que no dejaba a nadie indiferente con su presencia, él estaba a punto de dejar la adolescencia y convertirse en hombre aunque su bagaje vital de los últimos años superaba con creces al de muchos hombres hechos y derechos.
La diferencia de edad que años atrás había sido un escollo insalvable cada vez era menos manifiesta, de hecho en la vida de Jako ya había habido muchas mujeres que le superaban en años pero ninguna comparable a su amor frustrado. Se había acostumbrado a su ausencia, había crecido fuera de sus círculos y aun conociéndose del barrio, nunca habían llegado a cruzar más de dos palabras por lo que era previsible que la cosa siguiera por esos cauces.
Jako había alcanzado casi la veintena y en ese tiempo su vida disoluta había dado paso a actividades más sosegadas, sus turbios y frecuentes encuentros en los ambientes marginales, habían ido decreciendo a medida que sus relaciones habían ido cambiando, a pesar de ello no se le olvidaba en la parte más sórdida de la ciudad en la que siempre era bien recibido. Empezó a llevar la vida que se le suponía a un chico de su edad y clase social, tuvo alguna novia formal, si formal se las podía considerar a esas edades y entró en la universidad.
Un día fue invitado a la fiesta de inauguración de un local de copas en una playa cercana, tenía un buen amigo del barrio que pinchaba discos allí y a través de él acudiría gente conocida por ambos. Llegó la hora señalada y allí se presentó con varios amigos dispuesto a pasar un buen rato, estaban a comienzos del verano y el clima ya invitaba a disfrutar de las terrazas. Poco a poco la gente fue llegando y el local se fue animando, la música fluía de los altavoces repartidos por todo el perímetro ambientando aquel centro lúdico repleto de cuerpos desinhibidos y alegres, él y sus amigos formaban parte de aquella peculiar masa humana que bebía y bailaba bajo un cielo estrellado.
Daban las doce en un gran reloj colgado en la pared tras la barra cuando Jako tuvo una sensación extraña, algo le hizo girarse y mirar hacia la improvisada pista de baile, el corazón le dio un vuelco y sintió en el estómago revolotear cientos de mariposas; allí estaba ella moviéndose de forma mágica entre la multitud. Al principio no dio crédito a lo que veía, más tarde su amigo le aclaró que conociéndola del barrio también la había  invitado, ella acudió a la fiesta con otras compañeras del trabajo y allí estaba bailando entre decenas de desconocidos.
Una cascada de sensaciones inundó su ánimo, por un lado estaba contento con su presencia, por otro un tanto incómodo pues verla allí le había roto los esquemas y no sabía como comportarse ¿debía acercarse o quizás ignorarla? Con estos dilemas en la cabeza estaba cuando sus miradas se cruzaron, ella sonrió, él alzó su copa a modo de saludo; no podía creerlo pero ella avanzó abriéndose camino entre la multitud en dirección a donde él se encontraba, el vuelo de las mariposas se incrementó a medida que ella se iba acercando a su posición y cuando esta llegó a su altura el corazón se le salía del pecho, intentó calmarse forzando una sonrisa de bienvenida.
―Hola, dijo ella rodeada por un halo mágico.
―Como tú por aquí?, contestó él a modo de respuesta.
Ambos habían ido allí invitados por la misma persona pero ambos ignoraban que el otro iba a estar allí; para él todo a su alrededor dejó de tener el más mínimo interés, todo su campo visual estaría ocupado por ella el resto de la noche. Ella se acomodó junto a él en la barra y entablaron la conversación más larga que nunca antes habían tenido, él no salía de su asombro pero intentaba disimularlo echando mano a su don de gentes, estaba exultante de alegría pero procuraba contenerla en su justa medida intentando no mostrar sus cartas. Ella hablaba y hablaba, era como si siempre lo hubieran hecho y la verdad es que parecían viejos amigos aun sin apenas conocerse; bebieron, rieron y hablaron por los codos, nada a su alrededor existió aquella noche, solo ellos dos.
El ambiente estaba cargado, la música ahogaba sus voces y el calor dentro del local se incrementaba por momentos así que optaron por salir a la terraza, allí fuera iba a tener lugar una exhibición de baile por lo que el tumulto humano se trasladó al exterior; la coreografía inició su actuación entre aplausos y gritos de ánimo, ellos miraban a aquel grupo de baile pero disimuladamente estaban más pendientes el uno del otro, en un momento dado él notó como ella cogía su mano y una corriente se extendió por todo su cuerpo, él aumentó la presión de sus dedos entrelazados y ambos se miraron con complicidad.
Aquella noche no debía acabar, aun así y a pesar de que se prolongó hasta bien entrada la madrugada, a ambos se les hizo corta aunque ninguno lo dijo pero el brillo de los ojos en sus miradas, delataba que allí algo había ocurrido, ya no eran los mismos de unas horas antes y la indiferencia que supuestamente ella sentía por él se había esfumado de un plumazo, la diferencia de edades ya no existía o al menos había dejado de tener importancia, el tiempo por fin aquella noche de verano los había unido;  ¿Cómo acabaría la noche? ¿Quién sería el primero en hacer ademanes de despedirse? Habían llegado por separado pero querían seguir juntos y veían que su tiempo se acababa, volverían a verse, eso seguro, pero en esos momentos ninguno de los dos daba el primer paso para alejarse.
CONTINUARÁ…

1 comentario:

  1. Como me gustan estas historias!!! Que pasará con Jako? Segundo relato pero ya

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