Aquel chico fluía, fluía
incesantemente repartiendo amor gratuito; era un placer ver como se desenvolvía
en los ambientes más selectos cautivando sin esfuerzo, las miradas indiscretas
que sobre él se posaban. Era de amar sin límite ni recato, en cada relación
mostraba lo mejor de él pero no todo, siempre reservaba una parcela, un
segmento o porción de su esencia más íntima, su verdadero yo, aquel que era
motor de su vida a través de un cuerpo musculado y de proporciones perfectas,
era un David del que el mismísimo Miguel Ángel sentiría envidia.
Siempre estuvo bien
relacionado, era querido y en cierto modo admirado pues tenía una luz natural
que a nadie dejaba indiferente, él lo sabía pero nunca alardeó de ello pues en
el fondo era un tipo tímido, aunque era capaz de disimularlo sin esfuerzo. Se
le daba bien conectar con las personas y siempre sabía por donde entrarles pues
tenía don de gentes tras años ejercitándose en eso de las relaciones sociales.
Durante años investigó en el turbio
inframundo del tráfico sexual, conocía y era bien recibido en multitud de
garitos de alterne donde tenía buenas amigas, habiendo sido en el pasado y a
pesar de su corta edad el mentor de muchas de ellas, no obstante su corazón
siempre tuvo dueña. En la actualidad llevaba una vida más comedida y sana, los
tiempos de excesos quedaron atrás, pero no por ello dejaba de visitar a las
viejas amistades aunque para hacerlo debiera sumergirse de nuevo en ambientes
marginales.
Jako “cara cortada”, que así se llamaba el doncel, cuyo apodo le venía
por la facilidad que tenía para cortarse la cara cada vez que se afeitaba, era muy de sus amistades,
entre las que predominaba el género femenino pues no era muy de arrimarse a
fuentes externas de testosterona; sus amigas íntimas siempre lo saludaban con
cariñosos y cómplices piquitos que él recibía complacido y sin pudor, dando
igual el lugar donde se produjera la íntima muestra de amistad.
A la edad de doce años Jako
conoció a una chica algo mayor que él, por aquellos tiempos la diferencia de
edad entre ambos era un abismo insalvable pues mientras él seguía siendo un
niño, ella se convertía en una encantadora y adorable adolescente; lo tuvo
loquito durante mucho tiempo aunque al final tuvo que resignarse y darla por
perdida, era inalcanzable y sufrió su rechazo en múltiples ocasiones.
Abandonados los intentos por conseguir un giro en aquella platónica relación,
Jako se abandonó a los placeres de la
carne y con tan solo catorce años cumplidos, experimentó en suburbios y
cafetines de poca monta, las artes amatorias entre abrazos mercenarios pero
ella nunca abandonó su corazón.
Era muy movido en aquellos
tiempos y en más de una ocasión, la sin razón de sus actos a punto estuvieron
de costarle más de un disgusto, tenía la suerte de cara y siempre salía airoso
pero se acostumbró a vivir en el filo de la navaja y cualquier descuido
acabaría por cortarle. Su vida transcurrió por oscuros derroteros pero ella
siempre estuvo presente en su cabeza, se veían con frecuencia en la distancia
pues se movían por el mismo barrio, lo cual influyó en gran medida añadiendo
dificultad para olvidarla. En más de una ocasión se jugó el físico pues sus
actividades degeneraron hasta sucumbir a los ambientes más sórdidos, aquellos
donde imperaba la ley del más fuerte, donde no se perdonaba el error y el más
mínimo fallo te podía llevar a criar malvas. Así era Jako, con solo dieciséis
años ya estaba curtido en refriegas callejeras, conocía a la gente con tan solo
un golpe de vista, descubría sus puntos débiles y sabía como atacarlos; esa
lección de vida había tenido que aprenderla a marchas forzadas y lo había hecho
con los mejores maestros del gremio: traficantes, carteristas, expatriados y
mujeres de vida disoluta, entre ellos se movía como pez en el agua y todos
ellos lo apreciaban.
Por su parte ella seguía
dejándose ver por el barrio, acudía a su trabajo en una calle cercana a donde
él vivía, cruzándose ambos cuando esperaba el autobús; él la veía subirse en el
enorme transporte y la seguía con la vista hasta perderse por la avenida camino
de su casa, muchas veces se quedaba deseando la llegada de un nuevo día para
poder quizás repetir el fugaz encuentro.
Jako “cara cortada”seguía una vida paralela o más bien, esta era su vida
paralela, en el formato oficial de la misma Jako era un chico normal, acudía a
un colegio privado fuera de la ciudad, participaba en varias actividades
extraescolares y tanto en casa como con sus amigos, nada hacía sospechar de la
otra vida oscura que vivía con tanta discreción; siempre buscó en sus amores
mercenarios algo que le recordara a su enamorada, pues no conseguía quitársela
de la cabeza, pero era imposible ya que ella era única y la llevaba enraizada
en el alma desde muy pequeño.
El tiempo pasaba y ambos
continuaban con sus vidas por caminos distintos, él para ella no existía, ella
para él seguía siéndolo todo. Los encuentros eran esporádicos pero se mantenían
en el tiempo, siempre inesperados, fugaces, con regusto amargo, un cruce de
miradas y a lo sumo un saludo de cortesía era lo más que había entre ellos y la
vida seguía, cada una por separado. Todos aquellos años habían obrado cambios
significativos en ambos, ella se convirtió en una hermosa mujer de cabellos
rubios y piel de porcelana que no dejaba a nadie indiferente con su presencia,
él estaba a punto de dejar la adolescencia y convertirse en hombre aunque su
bagaje vital de los últimos años superaba con creces al de muchos hombres
hechos y derechos.
La diferencia de edad que años
atrás había sido un escollo insalvable cada vez era menos manifiesta, de hecho en
la vida de Jako ya había habido muchas mujeres que le superaban en años pero
ninguna comparable a su amor frustrado. Se había acostumbrado a su ausencia, había
crecido fuera de sus círculos y aun conociéndose del barrio, nunca habían
llegado a cruzar más de dos palabras por lo que era previsible que la cosa
siguiera por esos cauces.
Jako había alcanzado casi la
veintena y en ese tiempo su vida disoluta había dado paso a actividades más
sosegadas, sus turbios y frecuentes encuentros en los ambientes marginales,
habían ido decreciendo a medida que sus relaciones habían ido cambiando, a
pesar de ello no se le olvidaba en la parte más sórdida de la ciudad en la que siempre
era bien recibido. Empezó a llevar la vida que se le suponía a un chico de su
edad y clase social, tuvo alguna novia formal, si formal se las podía
considerar a esas edades y entró en la universidad.
Un día fue invitado a la fiesta
de inauguración de un local de copas en una playa cercana, tenía un buen amigo
del barrio que pinchaba discos allí y a través de él acudiría gente conocida
por ambos. Llegó la hora señalada y allí se presentó con varios amigos
dispuesto a pasar un buen rato, estaban a comienzos del verano y el clima ya
invitaba a disfrutar de las terrazas. Poco a poco la gente fue llegando y el
local se fue animando, la música fluía de los altavoces repartidos por todo el
perímetro ambientando aquel centro lúdico repleto de cuerpos desinhibidos y
alegres, él y sus amigos formaban parte de aquella peculiar masa humana que
bebía y bailaba bajo un cielo estrellado.
Daban las doce en un gran reloj
colgado en la pared tras la barra cuando Jako tuvo una sensación extraña, algo
le hizo girarse y mirar hacia la improvisada pista de baile, el corazón le dio
un vuelco y sintió en el estómago revolotear cientos de mariposas; allí estaba
ella moviéndose de forma mágica entre la multitud. Al principio no dio crédito
a lo que veía, más tarde su amigo le aclaró que conociéndola del barrio también
la había invitado, ella acudió a la
fiesta con otras compañeras del trabajo y allí estaba bailando entre decenas de
desconocidos.
Una cascada de sensaciones
inundó su ánimo, por un lado estaba contento con su presencia, por otro un
tanto incómodo pues verla allí le había roto los esquemas y no sabía como
comportarse ¿debía acercarse o quizás ignorarla? Con estos dilemas en la cabeza
estaba cuando sus miradas se cruzaron, ella sonrió, él alzó su copa a modo de
saludo; no podía creerlo pero ella avanzó abriéndose camino entre la multitud
en dirección a donde él se encontraba, el vuelo de las mariposas se incrementó
a medida que ella se iba acercando a su posición y cuando esta llegó a su
altura el corazón se le salía del pecho, intentó calmarse forzando una sonrisa
de bienvenida.
―Hola, dijo ella rodeada por un
halo mágico.
―Como tú por aquí?, contestó él
a modo de respuesta.
Ambos habían ido allí invitados
por la misma persona pero ambos ignoraban que el otro iba a estar allí; para él
todo a su alrededor dejó de tener el más mínimo interés, todo su campo visual
estaría ocupado por ella el resto de la noche. Ella se acomodó junto a él en la
barra y entablaron la conversación más larga que nunca antes habían tenido, él
no salía de su asombro pero intentaba disimularlo echando mano a su don de
gentes, estaba exultante de alegría pero procuraba contenerla en su justa
medida intentando no mostrar sus cartas. Ella hablaba y hablaba, era como si
siempre lo hubieran hecho y la verdad es que parecían viejos amigos aun sin
apenas conocerse; bebieron, rieron y hablaron por los codos, nada a su
alrededor existió aquella noche, solo ellos dos.
El ambiente estaba cargado, la
música ahogaba sus voces y el calor dentro del local se incrementaba por
momentos así que optaron por salir a la terraza, allí fuera iba a tener lugar
una exhibición de baile por lo que el tumulto humano se trasladó al exterior;
la coreografía inició su actuación entre aplausos y gritos de ánimo, ellos
miraban a aquel grupo de baile pero disimuladamente estaban más pendientes el
uno del otro, en un momento dado él notó como ella cogía su mano y una
corriente se extendió por todo su cuerpo, él aumentó la presión de sus dedos
entrelazados y ambos se miraron con complicidad.
Aquella noche no debía acabar,
aun así y a pesar de que se prolongó hasta bien entrada la madrugada, a ambos
se les hizo corta aunque ninguno lo dijo pero el brillo de los ojos en sus
miradas, delataba que allí algo había ocurrido, ya no eran los mismos de unas
horas antes y la indiferencia que supuestamente ella sentía por él se había
esfumado de un plumazo, la diferencia de edades ya no existía o al menos había
dejado de tener importancia, el tiempo por fin aquella noche de verano los
había unido; ¿Cómo acabaría la noche?
¿Quién sería el primero en hacer ademanes de despedirse? Habían llegado por
separado pero querían seguir juntos y veían que su tiempo se acababa, volverían
a verse, eso seguro, pero en esos momentos ninguno de los dos daba el primer
paso para alejarse.
CONTINUARÁ…
Como me gustan estas historias!!! Que pasará con Jako? Segundo relato pero ya
ResponderEliminar