viernes, 29 de marzo de 2013

LAS COSAS DEL TENER


Galimatías gestado en plena catarsis uno de mis días tontos.
 
Dicen que quien tuvo retuvo, pero puede darse el caso de que lo tenido volara y por tanto dejara de tenerse; dicen que donde ha habido siempre queda, pero puede darse el caso de que lo que hubo se perdiera no dejando huella donde estuvo; dicen que quien tenga que guarde, pero puede darse el caso de que lo guardado se perdiera dándolo por tanto por perdido. Puede que en un momento concreto alguien haya tenido y tras un paréntesis incierto haya perdido lo tenido, dejando por tanto de tener aquello que tuvo, ¿Qué hacer en esos supuestos? ¿Intentar recuperar lo que se tuvo para volver a tenerlo? ¿Dejarlo correr y hacerse a la idea de no volver a tenerlo? ¿Buscar otras fuentes del tener? Muchas son las opciones que podrían barajarse pero también es cierto que las capacidades para conseguir tener, no son siempre las adecuadas y por tanto hay influencias ajenas a nuestro control, que actuarán a favor o en contra para conseguir volver a tener o recuperar lo que se tuvimos.
Sin tener, poco se puede hacer, de ahí las ansias por tener; si alguien que nunca tuvo llega a tener, es lógico que se resista a dejar de tener lo conseguido y por tanto lo defenderá a capa y espada a veces, incluso a costa de la propia vida; un tener largamente esperado, es mucho más apreciado y por tanto si llegado el caso llegara a perderse lo tenido con gran esfuerzo, la angustia y desazón generados por la pérdida, pueden pasar una factura dramática.
Reafirmémonos en lo tenido y digamos “tengo lo que no tenía cuando no pensaba tenerlo, ahora que por fin lo tengo no sé qué tengo que hacer para no dejar de tenerlo y aun sabiendo que lo tengo, tengo dudas de como retener lo que tengo y no perderlo”. Tener por tener tampoco, pero como se ha dicho un tener ansiado es más apreciado cuando por fin se tiene por eso ahora que ya lo tengo, no quiero dejar de tenerlo pues perder lo tenido siempre es doloroso y triste.
Hay quien no tiene y por desgracia nunca tendrá, pero si en algún momento llegara a tenerlo, se aferrará a ello con uñas y dientes con tal de no perderlo y por tanto, si todo sale bien, seguirá teniendo lo que antes no tenía y nunca pensó tener. Tener es un privilegio que el que no tiene desconoce, por eso se explica las ansias por tener de los que no tienen; es curioso pero frecuente que cuando al fin se tiene, los deseos por tener no cesan, muy al contrario, es normal que se siga queriendo tener más; ¿ambición ¿egoísmo? ¿usura? Cualquier cosa con tal de incrementar lo tenido. El tener o más bien el querer tener, no tiene fondo ni límites; el no tener es cuna de llantos y crisol de frustraciones por tanto se justifica que quien no tiene quiera tener pero ¿y los que tienen? ¿Tienen derecho a querer tener más mientras haya quien siga no teniendo?
Vamos, que si uno no tiene, quiere tener y si tiene, quiere tener más, por tanto uno llega a preguntarse ¿Qué tiene el tener que todos quieren tenerlo? ¿Tengo bastante con lo que tengo o tengo necesidad de tener más de lo que tengo? Al final uno acaba por no saber lo que tiene si es que tiene y en caso de no tener, uno puede llegar a la ofuscación al no saber cuánto puede querer tener por tanto, si se tiene malo y si no se tiene peor.
Mirándolo desde otro punto de vista nos encontramos con que no tener lo tenido no es bueno pues suele echárselo de menos, sin embargo tener lo no tenido, es gratificante pero peligroso pues uno puede acostumbrarse a tener lo que nunca tuvo y que en un momento dado puede llegar a perder. Hay que tener claro lo que se tiene, lo que se tuvo y lo que se aspira tener, para con el balance de todo ello cuadrado poder saber cuándo se tenga, cuanto más se tiene de lo que se tenía hasta el momento de incrementar lo tenido.
El que no tiene hace cábalas con lo que haría sí tuviera, el que tiene también hace cábalas con lo que haría si tuviera más, mientras el primero solo puede hacer cábalas ya que no tiene, el segundo que podría hacerlas realidad malgasta el tiempo valorando opciones y posibilidades diversas de como emplear lo que tiene o viendo la forma de seguir teniendo más.
Dado que si tengo lo que no tuve, tengo más de lo que tenía, podemos afirmar que el tener suma y suma más cuanto más se vaya teniendo ahora bien, si el querer tener queda en mero deseo no llegando a tenerse, la suma es neutra no llegando a inclinar la balanza en ningún sentido. En un tiempo lejano, hace muchos ciclos, nadie tenía nada de nada y un buen día alguien tuvo; el sentimiento de posesión vio la luz y a partir de entonces la humanidad no ha dejado de querer tener más y más, siendo la ambición una fuente de conflictos. Está claro que a estas alturas podemos concluir que tanto el que tiene como el que no tiene, quieren tener lo que no tienen y cuanto mayor llegue a ser el valor y cantidad de lo tenido mucho mejor.
¿Y el que quita lo tenido? El que se lleva lo que no es suyo, el que malversa, el que oculta, el malvado de corazón... Si difícil es llegar a tener, peor aún es que vengan y te quiten lo tenido, perder lo tenido por un quitar anónimo y malvado, es un mal añadido al nuevo estado de carencia en el que quedamos tras ser sustraídos. El alma se oscurece, el espíritu se agrieta y el ánimo se tambalea al ver con impotencia que aquello que tanto costo tener, desaparece en lo que dura un parpadeo.
Sangre con el que roba, con el que sustrae o se lleva; sangre con el que adquiere sin esfuerzo, sin mérito, sin merecer, con aquel que llega utilizando malas artes, atajos prohibidos, engaños o zalamería mal intencionada. Sangre con el bandido de poca monta y el ladrón de guante blanco, sangre y justicia con todo el que se salte las normas. Sangre en fin con todo aquel que tiene lo que no es suyo, con quien manipula lo ajeno, con quien conspira para tener lo prohibido, lo no merecido, lo de otros.
Y ahora miro en mis bolsillos y me pregunto ¿Qué tengo?

domingo, 24 de marzo de 2013

SONRISAS Y BESAMANOS



Érase una vez un acto de esos muchos que hacen nuestras administraciones, en el cual el presidente de una comunidad autónoma cualquiera, iba a hacer entrega de unos premios dotados con puestos de empleo dependientes de dicha administración; nos convocaron a dicho acto con tiempo para llegar y organizarnos dentro del lugar donde se iba a celebrar el evento. Y aquí empieza la historia…

* * * * *

Noviembre, una mañana soleada pero agitada por un viento frío que obligaba a huir de las sombras; casco antiguo de la ciudad junto a una de las plazas más emblemáticas; el lugar del evento invitaba a ir aunque solo fuera para ver el interior de sus salones, sus frescos centenarios nos miraban desde las altas paredes dormidos a lo largo de los siglos; allí congregados esperábamos al rostro de la eterna sonrisa, él iba a ser el maestro de ceremonias en la entrega de aquellos títulos que tanto esfuerzo habían supuesto para sus satisfechos ganadores.

Miro mi pantalla y escribo sin orden. El acceso no era del todo malo, lo que en principio pensábamos iba a ser un ascensor infranqueable para nuestras sillas de ruedas, fue tragándosenos uno a uno y nos llevó a un intrincado pasillo de suelos bien pulidos y mobiliario antiguo, nada desentonaba con aquel palacio de piedra granítica en el que nos encontrábamos; el salón de ceremonias gozaba de grandes ventanales por los que la luz iluminaba hasta el más mínimo rincón, desde sus altos techos descendía una enorme lámpara de araña con infinidad de bombillas cubiertas por una buena capa de polvo palaciego depositado a lo largo de los años; allí estábamos esperando la llegada del rostro de la eterna sonrisa.

El salón fue llenándose poco a poco de gente y los invitados al acontecimiento, fueron distribuyéndose alrededor de lo que en breves momentos iba a ser una improvisada palestra; en un lado los premiados, vigilados desde las alturas por figuras de rostros serios e impasibles plasmadas en frescos centenarios, a sus pies nerviosos, una docena de cuerpos ataviados con sus mejores galas esperando recibir sus merecidos diplomas de manos de tan ilustre personaje, portador del rostro con la eterna sonrisa.

Mientras llegaba, familiares y amigos, miembros de asociaciones y políticos, algún figurante de última hora y personal del palacio, entablaban animosas e intrascendentes charlas, lejos del interés de cualquier asistente al acto. Nosotros tan solo observábamos aquel entorno recio e involuto que desprendía nobleza allá donde fijaras la vista; dejabas volar la imaginación y era fácil ver a caballeros de otras épocas transitando por aquellos salones de estilo gótico, ataviados con espesos ropajes de lustre altivo y fácil arrastrar; aquellos indolentes cortesanos siempre prestos a agasajar a su señor, vivieron allí sus vidas, en los mismos salones en los que ahora nos encontrábamos.

Las mismas cuitas palaciegas de antaño persistían en la actualidad, las corruptelas y el consabido tráfico de influencias seguían campando a sus anchas tocando todos los palos del orden jerárquico establecido; personajes corrientes de poco mérito se movían entre la gente allí congregada bajo los auspicios de un aura no merecida pero asimilada como tal, sin reconocer dadas sus pocas luces, que ocupaban el lugar que ocupaban por asignación digital y no por méritos propios. Deportistas mediocres convertidos en inauditos principales de la administración, escritores frustrados desempeñando el papel de asesores en alguna Conserjería, políticos fracasados y retirados por la puerta de atrás decidiendo en los consejos de administración de grandes empresas y así un suma y sigue de sinsentidos que harían sonrojar al pueblo base.

Y allí seguíamos nosotros esperando al rostro de la eterna sonrisa que no llegaba, está claro que el acicalado de un político que se precie debe llevar su tiempo pero el nuestro también tenía su valor y allí se estaba desperdiciando, el retraso ya era considerable y la gente empezaba a indignarse. Dado que la crisis llevaba azotando al país los últimos dos años, allí no había canapés ni una mala botella de agua que llevarse a los labios y de tanto darle a la sin hueso, nuestras bocas y gargantas estaban secas, es lo que tienen los recortes. Otro asunto no menos acuciante era el de buscar un lugar donde aliviar las vejigas, eran muchos los presentes que presentaban problemas de retención y sus flojas vejigas luchaban infructuosamente por mantener cerrados sus precarios esfínteres a riesgo de algún escape inoportuno; los escusados, escasos en palacio para la plebe, no dejaban de ser visitados por aquella masa humana impaciente y bien vestida, deseosa de que acabara el acto que hasta allí los había llevado.

Un entrar y salir frenético de ujieres uniformados por una puerta al fondo del salón,  nos hizo pensar que algo inminente estaba a punto de ocurrir; todas las miradas se giraron hacia el pequeño grupo de ordenanzas y algunos cuellos se estiraron en un intento por sobresalir más que el resto de masa humana y así tener un mayor campo de visión. Nada, allí todo seguía igual y por la puerta aquella no apareció nadie de interés, los cuellos estirados se relajaron y el rumor de las conversaciones intrascendentes volvió a crecer haciendo desaparecer de nuevo la nobleza del enclave, convirtiéndolo otra vez en puro mercado.

Al poco hizo su aparición un político de segundo orden pero conocido por todos el cual, a modo de avanzadilla y correveidile de su superior, fue mezclándose entre los distintos grupos allí reunidos departiendo saludos y frases hechas, mostrando en su cara una falsa alegría aprendida a base de acudir a actos sociales de lo más variopinto; falso proceder el de muchos políticos cuando se enfrentan a sus posibles votantes, falsos abrazos y falsas muestras de aprecio, falsos besos a la chiquillería lloricona y con las narices llenas de mocos, y lo que es peor en muchos casos falsas promesas que al poco se desvanecen como azucarillos en la leche.

El honorable acto ya se retrasaba cuarenta minutos y la gente estaba nerviosa, cansada y en algunos casos a punto de irse cuando nuevamente, un revuelo de  cuerpos agitados al fondo del salón volvió a llamar nuestra atención; allí estaba por fin, el rostro de la eterna sonrisa hizo su aparición y tras de él, una corte de subordinados y cargos menores le iban haciendo la ola. Cerca de nosotros se encontraba el atril desde el que se desarrollarían los discursos y entrega de premios, por lo que el lugar elegido nos iba a permitir una visión perfecta de las evoluciones de los inminentes acontecimientos; poco a poco el esperado personaje fue abriéndose camino entre el concurrido público, sin dejar ni un solo momento de repartir besamanos y sonrisas entre quienes le rodeaban, así era esta gente, muy de gestos hacia  la galería, y sabían llevarse el gato al agua al menos durante el tiempo que ocupaban ese tipo de actos.

La gente allí congregada olvidó de un plumazo su cansancio, su irritación y el tiempo que llevaba esperando, así es la plebe; todos querían estar cerca y a ser posible cruzar sus miradas con el ilustre personaje, los agraciados con un apretón de aquellas manos de cutis delicado, daban por compensado todo el tiempo de espera con ayuno impuesto incluido; gentes de fácil compensar sonreían y mostraban un entusiasmo incomprensible pues un poco más tarde, ya fuera del palacio, volverían a ser los mismos figurantes de comparsa que ahora se aglutinaban en torno al rostro de la eterna sonrisa. Unos minutos más tarde todo el mundo ocupaba su lugar y se iniciaron los discursos en los que no faltaron los elogios y felicitaciones para la docena de personas que iban a recibir sus títulos acreditativos; uno a uno al ser nombrados, fueron acercándose al atril donde se les era entregado su pergamino y la certificación correspondiente que daba fe del nombramiento, cerrando su participación con un afectuoso apretón de manos o un cariñoso besuqueo según el género del premiado o premiada.

Una vez todos hubieron recogido su bien merecido premio, el rostro de la eterna sonrisa cerró el acto con unas palabras de agradecimiento a los presentes y felicitación a los premiados, haciendo uso de sus tablas con elocuentes juegos de palabras que endulzaron los oídos de los asistentes. Tras los aplausos de rigor se dio por concluido el acto y una vez más, empezaron a formarse corrillos entre los asistentes los cuales no quitaban el ojo a los movimientos del titular de palacio; poco a poco la gente fue abandonando el gran salón y allí quedamos nosotros de tertulia con el gran jefe que  había venido a sentarse junto a nuestro grupo; sus segundos no dejaban de revolotear a nuestro alrededor, pendientes en todo momento de cualquier gesto o instrucción que pudiera darles el portador del rostro de la eterna sonrisa.

En las distancias cortas resultó ser un tipo agradable y de conversación amena, me llamaron la atención la cantidad de pulseras de cuero e hilo trenzado que llevaba en una de sus muñecas, signo de modernidad y espíritu rebelde; la conversación fue distendida y derivó hacia temas banales donde nos dimos cuenta del cansancio subliminal que envolvía a aquel cuerpo bien vestido, justo precio a pagar por el político de élite. Pocas semanas  más tarde, aquel hombre de eterna sonrisa y buenos modales, dejaba el cargo en circunstancias extrañas y abandonaba la primera fila de la política perdiéndosele la pista en la jungla donde por un tiempo efímero reinó.

domingo, 17 de marzo de 2013

MARI PILI Y LA MÁQUINA DE EJERCICIOS



Siempre le gustó la playa. Aquella chica venida de tierra adentro siempre fue una apasionada del mar, de sus olas, de sus arenas blancas. Quizás por vivir tan lejos de la costa anhelaba la llegada del verano para hacer su escapada anual y  dejarse caer por unos días, en cualquier hotelito del litoral mediterráneo. Con la llegada de la primavera empezaba a organizar su viaje, pasaba largos ratos frente a su ordenador hasta que le picaban los ojos buscando destinos, valorando ofertas, estudiando hoteles; era una semana a lo sumo pero la esperaba como agua de mayo y mientras iba eligiendo o  descartando posibilidades, su ilusión iba alimentándose con la perspectiva de largos paseos junto a la orilla del mar, cenas en terrazas bajo un cielo estrellado, sesiones de bronceado solar tumbada en su toalla sobre la fina arena o cálidos arrumacos entre sábanas blancas con el rumor de las olas llegando hasta su cama.

Así era Mari Pili, soñadora y sirena por vocación, le gustaba el mar y tenerlo tan lejos la incomodaba. Los últimos años había picoteado por el litoral levantino y cada nuevo verano era un verdadero dilema acertar con la elección pues aunque empezaba con tiempo su búsqueda, siempre se le echaba el tiempo encima a la hora de contratar y por tanto en ocasiones, había tenido que resignarse a destinos no especialmente deseados pero así era ella, chica de siempre a últimas horas.

El viaje del último verano no le había dejado muy buen sabor de boca, nada salió como tenía pensado y lo que en principio iban a ser unos días de emociones y sorpresas, se convirtieron en fiasco y decepción ¿Mala previsión? ¿Mala planificación? ¿Mala suerte? Mari Pili no creía en la mala suerte, si en cambio en la torpeza y falta de comunicación pero ya daba igual, habían pasado los meses y aquello tan solo era un mal recuerdo con sabor amargo que no volvería a tener ocasión de repetir. Ahora tenía por delante meses para hacer una buena elección de su próximo destino, lo sabía y sabía así mismo que las semanas irían pasando y como siempre el tiempo se le echaría encima una vez más, confiaba  en tener más éxito este año y no volver con el sabor agridulce con el que regresó en su último viaje.

Otro aspecto que se repetía año tras año a medida que se acercaba el buen tiempo, era el de reparar su abandonado cuerpo durante los meses de frío, liberándolo de unos cuantos kilos que, de forma larvada y escandalosa, habían ido acumulándose en determinadas zonas de su exquisita anatomía. Piernas, caderas, cintura… habían ido adquiriendo proporciones indeseadas y solo con mirarse al espejo cada mañana atormentaban su autoestima. Como cada año, había que poner solución a los excesos magros y celulíticos que su cuerpo había tenido a bien adquirir sin su permiso, aquella monstruosidad que afeaba sus delicadas curvas precisaba de la toma  de medidas drásticas antes de que fuera tarde y todo se echara a perder, aun estaba a tiempo de subsanar tan desproporcionadas simetrías y adquirir las medidas de sílfide que siempre había tenido.

Intentaba hacer deporte pero la llamada  del sofá tras las comidas era una tentación; hacerlo antes de ir al trabajo era  impensable dado el madrugón que eso le supondría; viviendo en un adosado como vivía, tenía espacio suficiente para sus chismes y cachivaches deportivos los cuales ocupaban un discreto rincón en el sótano, junto al garaje. Allí ella había ido montando su particular cámara de los tormentos e intentaba ponerse en forma a salvo de las inclemencias del tiempo y también, por qué no decirlo, de alguna mirada indiscreta y malsana.

Hacía tiempo que andaba buscando un equipamiento más completo, algo parecido a las máquinas con las que acostumbraba a ejercitarse en el gimnasio al que esporádicamente acudía. Dado que Mari Pili era una chica emprendedora y cuando se le metía algo en la cabeza no paraba hasta conseguirlo, inició una búsqueda exhaustiva del equipo más idóneo a sus necesidades, no quería gastarse más de lo necesario pero tampoco iba a conformarse con cualquier cosa por barata que esta fuera, su cuerpo merecía cierta calidad.

Así pues se lanzó en cuerpo y alma a la búsqueda de su ansiada máquina de ejercicios, miró multitud de catálogos, visitó diversos establecimientos y acabó inmersa en la maraña de enlaces que navegaban por la red; encontró cintas rodantes, bancos de abdominales, máquinas de musculación y de remo, bicicletas diversas más o menos sofisticadas y un sinfín más de artilugios de tortura corporal. Acababa cada sesión de búsqueda tan cansada como si se hubiera ejercitado horas con todos aquellos ingenios de tortura, la oferta era inmensa y los precios de lo más variado motivo por el que cada día era más difícil decidirse.

Un jueves por la mañana de camino al trabajo se dijo ―de hoy no pasa― en cuanto llegara a casa daría un último repaso a las opciones que  más le habían interesado y se decidiría por una de ellas realizando el encargo en firme; había dudado durante demasiado tiempo y su cuerpo llevaba semanas esperando ejercitarse e iniciar la reconquista de sus formas de antaño, aquellas curvas que eran objeto de deseo en cualquier playa que pisara, el verano ya se veía en el horizonte y debía ponerse manos a la obra antes de que fuera demasiado tarde.

Regresó a casa ansiosa por encender el ordenador y dar un último repaso a las máquinas que más se acomodaban a sus preferencias y presupuesto; una vez más leería detenidamente sus características y estudiaría con detalle sus dimensiones trasladándolas con una cinta métrica al sótano donde debería instalarla, debía asegurarse de que cabía dejando espacio suficiente.

Mari Pili era una mujer muy laboriosa y gustaba de bricolear por su casa, siempre tenía una puerta, armario o mueble que restaurar, bien cambiando su color o reparando cualquier desperfecto, pintar paredes también se le daba bien y de hecho en un pasado reciente, cambio la fisonomía de muchas de sus habitaciones, era muy apañada y voluntariosa con sus cosas de vivir. En la actualidad tenía en mente darle un toque de color a su anodino sótano, allí donde pensaba instalar su máquina de ejercicios, junto a la bicicleta de spinning con la que castigaba muchas tardes sus piernas y glúteos.

Siendo una mujer de tierra adentro nacida en las llanuras de La Mancha, su piel buscaba el sol, a ser posible del Mediterráneo, gustaba de la típica humedad del litoral levantino, decía que su piel era más suave y flexible cuando estaba cerca del mar por eso siempre que podía, organizaba su semana playera junto a las costas de aquel mar azul que tanto añoraba. Así pues, contar con una máquina que la ayudara a modelar su cuerpo, iba a ser  una baza importante para lucir en todo su esplendor cuando en la próxima temporada estival, sus pies pisaran las doradas arenas mediterráneas.


Llegó el día, esa mañana le llevaban su esperada máquina, había optado por un modelo de musculación bastante completo; siendo como iba a ser para uso doméstico, distaba algo de las utilizadas en los gimnasios profesionales pero para lo que ella quería le bastaba. Con ella podría hacer una gran variedad de ejercicios de piernas y brazos gracias a sus diferentes soportes y poleas, así mismo podría fortalecer los músculos de su tronco a medida que fuera sacándole todo el rendimiento que el producto ofrecía en su libro de instrucciones. Mari Pili estaba contenta con la elección realizada.

A partir de ese día todo su cuerpo resurgiría con fuerza a semejanza  de las margaritas en primavera, su árbol corporal florecería de nuevo recuperando el esplendor de tiempos pasados donde reinó en las pasarelas de la vida. Ella pisaría fuerte allá donde anduviese y sería  admirada por sus formas y saber estar, una vez más llegaría el verano y triunfaría allí donde otras fracasaban, a nadie dejaría indiferente verla luciendo sus nuevos bikinis coquetos e insinuantes por qué Mari Pili no era mujer de apartar la vista, era un ser especial y encantador.

sábado, 16 de marzo de 2013

Anselmo y la política (II Parte)



Las medidas de Anselmo.

El país iba a la deriva, las instituciones habían perdido su crédito y la clase política se hallaba inmersa en una nube de sospechosa corrupción que hacia pagar a justos por pecadores; no se veí­a la luz y el pueblo no aguantaba más, necesitaba oxígeno en un ambiente saturado de contaminación moral y economí­a mal gestionada. El tiempo se acababa y cada vez quedaba menos margen de maniobra por tanto alguien debía dar un puñetazo sobre la mesa y decir ¡basta! Ese debí­a ser Anselmo, hombre cabal y respetado, de ideas claras y hacer correcto.

Dado que el origen de la situación a la que se había llegado, habí­a comenzado por la cúspide de la pirámide, era allí­ donde debían tomarse las primeras medidas eliminando los privilegios, cambiando las normativas, sustituyendo a quienes ocupaban los cargos de responsabilidad. Una vez hecha la primera criba, habí­a que seguir buscando donde había ido a parar todo lo desaparecido tanto por la mala gestión como por la gestión fraudulenta que muchos habí­an llevado a cabo desde sus cargos de elite.

En la banca y sus consejos de administración, en los entornos urbanísticos de algunos ayuntamientos, en políticos mediocres instalados en las altas  esferas sin méritos para ocupar esos puestos, en patrimonios crecidos como la espuma de un suflé de un día para otro, en fundaciones de dudosos objetivos, en planes de subvenciones aplicados sin control, en, en, en... Ahí ­ habí­a que dar la batalla desenmascarando a los actores que tanto tiempo habí­an estado moviendo los hilos de esta tragicomedia de manera impune;  habí­a que arrasar los reductos de la corrupción arrastrando a los infiernos a todas esas almas débiles que habí­an sucumbido a los tentáculos de la  corruptela infame.

El status de la clase polí­tica debí­a cambiar, basta de eternizarse en el cargo; la política como actividad vocacional debí­a tener unos plazos y una vez cumplidos, había que abandonar y dar el relevo, había que desterrar la figura del político profesional cuyos méritos para seguir en primera fila, nadie conocía, debía demostrarse una valía profesional antes de llegar a la política, no bastaba con haber pertenecido a las juventudes de este u otro partido ¿Quién querría ser dirigido por estudiantes frustrados o pastores sin preparación? Al igual que el agua estancada acaba pudriéndose, había  que dejar a esta correr renovando su caudal periódicamente; la política y los que la ejercí­an debí­an ser ese agua y ese caudal, siempre en continua  renovación para mantenerse cristalina y pura.

Habí­a que revitalizar al tejido industrial y ayudar a las empresas, estas eran la savia del árbol y sin ella no se podí­a crecer, el árbol moría; todas las exenciones de impuestos serí­an pocas durante un periodo limitado de tiempo, el justo para que la maquinaria empresarial volviera a arrancar y una vez esta se pusiera en marcha, la mano de obra a todos los niveles serí­a demandada de nuevo y con ella en plena producción, el consumo empezaría a crecer. Por su parte la banca también tendrí­a que arrimar el hombro y durante un tiempo, olvidarse de obtener los escandalosos beneficios a los que estaba acostumbrada; como el resto, debía conformarse con atender sus compromisos y dejar las alegrías para tiempos más  benévolos, al fin y al cabo ellos eran los únicos que habían sido agraciados con una lluvia de millones.

Los delitos debí­an endurecer sus penas y los beneficios penitenciarios verse reducidos de manera drástica pues al fin y al cabo quienes podrían beneficiarse de ellos, no hací­an sino cumplir las penas impuestas por saltarse las leyes, ¿qué premio cabí­a pues para quien no merecí­a ninguna atención por su comportamiento ilegal? El que por su actuación fuera de la ley incumpliera normas que  supusieran burla y escarnio al pueblo, debería pagar de forma ejemplar y firme para servir de ejemplo a ese mismo pueblo burlado.

Lucha sin cuartel al dinero negro, habí­a que hacerlo aflorar y evitar que se perpetuase en las calles. Basta de dejar campar a sus anchas los negocios  oscuros de la droga, el sexo o cualquier otro tipo de tráfico. El mundo del delito debí­a notar el aliento de la ley sobre sus huesos y tras ese aliento, la  mano armada de la ley debería hacer estragos entre sus filas no dando tiempo a los vericuetos legales para dar escapatoria a los mal llamados presuntos que han sido pillados infraganti. El dinero negro debí­a aflorar pero no a base de dudosas amnistí­as fiscales, no con regularizaciones extraordinarias, había que cortarlo en su origen no dando opción a su gestión, marcando límites estrechos a las transacciones en efectivo, buscando la necesidad de justificar cada cobro o pago efectuado.

Habí­a que fomentar el consumo interno acabando con las importaciones fraudulentas procedentes de paí­ses lejanos donde se incumplí­an los derechos más fundamentales de manera sistemática. Partidos polí­ticos y sindicatos debí­an empezar a acostumbrarse a subsistir con los medios que aportaran su afiliados y dejar de sangrar al papa estado, como en cualquier empresa si con eso no les llegaba para cubrir gastos que cerraran el quiosco; vivir de la subvención, salvo en determinados casos de necesidad social, debí­a olvidarse como forma de vida. Un ejercicio de transparencia en los poderes públicos y en quien dentro de ellos se desenvolví­an, debí­a ser la norma dentro del juego polí­tico y financiero; todo aquello que recibiera fondos públicos tendría que ser claro como el agua a partir de ahora, estando al alcance de cualquier miembro de la sociedad que quisiera saber de sus finanzas y procedimientos en cualquier momento.

En cuanto al código penal, Anselmo tenía su decálogo, fomentado en un endurecimiento de penas el cual llevaba implícito el cambio de leyes, incorporando nuevos supuestos, variando otros ya existentes pero por encima de todo ello haciendo cumplir las penas integras y no haciendo burla al sentido común con penas que ni en cien vidas uno cumpliría, condenas claras, reales, efectivas y sobre todo  ejemplares.

Y qué decir de la carga de la administración a todos sus niveles, de locos la cantidad de cargos, departamentos y ventanillas; presidentes, asesores, secretarios, secretarios de secretarios… ahí es donde debían hacerse verdaderos recortes, ahí es donde debía cortarse de raíz la duplicidad de servicios, de funciones, de cargos. El sentido común y la coherencia política fallaban clamorosamente con más frecuencia de la debía, había que acabar con esas ansias de muchos ayuntamientos por tener servicios e infraestructuras que no se podían costear y mucho menos mantener, sirva de ejemplo la cabezonería por tener cada uno su propio polideportivo, su propia piscina cubierta o cualquier otra instalación estando a veces a escasos kilómetros unos pueblos de otros; era irracional y obsceno el gasto realizado en esas cosas en los últimos años.

Volviendo la vista a los polí­ticos y a la marcha del país, tanto unos como otra dejaban mucho que desear; las directrices marcadas desde Europa incidí­an en la austeridad, pero no una austeridad cualquiera sino una austeridad salvaje, suicida, antisocial. Está bien ser austero, está bien hacer recortes, es sensato buscar una disminución del déficit pero no a cualquier precio; la austeridad impuesta desde Bruselas estaba ahogando al paí­s, las medidas drásticas  en alas de reducir el déficit estaban robándole el oxígeno a la población y por ese camino gran parte de la misma quedaría asfixiada en el camino. Parecí­a que Europa no se diera cuenta de que tras dos pirulas  mundiales montadas por los alemanes en el siglo pasado, ahora la señora Merkel nos estaba montando una tercera, sin cañones es verdad pero al paso que iban las cosas igual de traumática, había por tanto que decir ¡basta ya! Habí­a que flexibilizar aquello que nos ahogaba. No bastaba con rescatar a la banca, opción bien vista desde fuera pues eso permitirí­a a nuestros bancos pagar a los suyos, había que rescatar a las personas, a las empresas...

Los plazos debí­an prolongarse, habí­a que incentivar el crecimiento pues
sólo con este se crearí­a riqueza y el dinero volverí­a  a fluir, la riqueza permitirí­a pagar impuestos y con estos el estado se nutrirí­a volviendo a hacer caja la cual redundaría en el pueblo, en la creación de infraestructuras y por tanto trabajo para muchos, en programas sociales y por tanto empleo  y servicios para muchos, reforzando la I+D+D y por tanto creando la base de un paí­s moderno y avanzado, incrementando los fondos en educación y sanidad asegurando así un verdadero estado de bienestar con futuro. Debía ayudarse a autónomos y pymes en vez de crearles trabas ahuyentando sus iniciativas y a la postre la contratación de personal...

Y como en el momento de escribir estas últimas líneas suenan las campanas por qué acaban de nombrar Papa "habemus papam", lo dejo aquí­ pues Anselmo se retira a orar sus cosas; mucha suerte a Francisco I, la va a necesitar tal y como tiene a la Iglesia.

sábado, 9 de marzo de 2013

Anselmo y la política (I Parte)


Caos e incertidumbre.

Era hombre de ideas nobles y tenía muy claro como debían ser las cosas, un poco de sentido común y evitar las influencias oportunistas eran suficiente para llevar las cosas a buen puerto; se hacía cruces viendo como estaba el patio político en el país y oyendo los noticiarios, sentía como le hervía la sangre haciéndole subir la tensión. No había día en el que abriera un periódico o encendiera la televisión, que no se desayunara con un nuevo caso de corrupción; mientras unos cuantos se los llevaban a capazos, otros muchos sufrían las consecuencias de los recortes impuestos por la crisis que esos pocos espabilados, habían colaborado a producir.

Tal y como estaban las cosas y viendo los derroteros que estaba tomando la patria, se imponía hacer algo drástico que pusiera a cada uno en su sitio, había que levantar los colchones de la administración y de otras muchas empresas relacionadas con esta y airear las miserias que todas juntas habían ido acumulando a lo largo de los últimos años. Era necesario hacer una purga que eliminara toda la pestilencia que inundaba cada rincón tocado por las manos de estos espabilados, hacerles ver que en contra de lo que pensaban, el puesto que ocupaban era temporal y por tanto estaban obligados a rendir cuentas; había que recordarles que el país no era su rancho particular ni ellos eran John Wayne cabalgando por sus posesiones.

Anselmo era hombre de orden y justicia, de responsabilidad y trabajo bien hecho; ajeno al enchufismo, odiaba las colocaciones a dedo las cuales normalmente iban acompañadas de mediocridad y recelos en el mejor de los casos. Era de pensar claro y gustaba de transparencia en las cosas del poder, los asuntos oficiales debían exponerse con luz y taquígrafos pues era la única manera de que todo estuviera libre de sospechas; no soportaba el amiguísimo el cual siempre arrastraba la sombra de la corruptela, la cual antes o después siempre acababa metiendo la mano en ánforas ajenas con transferencias opacas y de poco convenir. La política y su entorno, se habían convertido en un mercado donde honestos mercaderes convivían con trúhanes y ladronzuelos de guante blanco, unos y otros se conocían sobradamente tolerándose las andadas mutuamente pensando en el día que cambiarán las tornas.

Partidos, sindicatos, empresas públicas, bancos y cajas de ahorro, fundaciones y hasta ONGs tenían sus trapos sucios escondidos en lo más profundo del cajón, confiando que hasta ese lugar nadie metiera la mano y tirara del hilo; ya se sabe que a río revuelto ganancia de pescadores por eso unos tras otros, intentaban no mover las aguas demasiado cuando llegaban al puesto "no sea que vaya por el aire la parte reservada para mi" dirán algunos. El nivel de crispación llevaba creciendo varios años a medida que la crisis se agudizaba y los efectos de las medidas tomadas para combatirla, salpicaban afectando a casi todos los estamentos y era a casi todos, pues siempre había quien sacaba buenos réditos de la situación, había pasado siempre pero ahora los medios eran más eficaces en airear los pelotazos y los había allá donde miraras.

Por su parte, la justicia andaba con pies de barro y los asuntos se eternizaban en los tribunales, se aplicaban leyes muchas de las cuales necesitaban una revisión urgente que nunca llegaba creando malestar entre la población; Anselmo contenía su indignación en casa cuando veía noticiarios en televisión, seguía haciéndolo en Le Parissien cuando leía la prensa diaria y mantenía esa misma indignación cuándo conversaba en la calle con conocidos y allegados. Era la tónica general en todo el país y nadie era ajeno a ella, el drama se extendía afectando a muchas familias por todas las tierras de España y el número de víctimas crecía con cada jornada.

El tejido industrial se tambaleaba dando al traste con cientos de negocios que veían cerrar sus puertas a diario, el número de desempleados se incrementaba día a día superando todos los récords conocidos, personajes insignes en todos los ámbitos y en algún momento representantes del país fuera de nuestras fronteras, trasladaban sus fortunas a paraísos fiscales para evitar así la presión fiscal, echando por tierra su supuesto patriotismo y por tanto demostrando, que eran gentes de poco confiar.

Algo estaba fallando y permanecer en la tierra que a uno lo había visto nacer, era un "sin vivir" continuo, se habían perdido los papeles y ocurrían cosas de una moralidad más que dudosa ¿dónde había quedado la solidaridad, el bien social, el derecho al trabajo o a una vivienda digna? La gente sin trabajo, no podía hacer frente a sus compromisos crediticios y por tanto los bancos a través de los juzgados, ejercían su derecho al desahucio para seguir acumulando inmuebles vacíos que nadie podía comprar; esos mismos bancos que tras años de una nefasta gestión habían dejado agujeros en sus cuentas del tamaño de la fosa de Las Marianas, recibían ingentes cantidades de dinero de unos gobernantes que tras exprimir a sus gentes, rescataban a los principales causantes de la crisis financiera al tiempo que sus directivos se blindaban con sueldos, indemnizaciones y pensiones vitalicias de lo más escandaloso.

La España siniestra estaba acrecentando con fuerza su nombre al calor de la crisis, la innominada prescripción de los delitos, premiaba a quienes los cometían, las recalificaciones urbanas del pasado habían llenado las huchas de muchos que nunca dieron explicaciones del rápido crecimiento de sus patrimonios y en el peor de los casos si llegaba a demostrarse la mala práctica realizada, esta había prescrito por lo que quedaban exentos de pena. Fondos europeos desviados a financiaciones ilícitas, subvenciones malversadas con destinos inciertos, prestaciones cobradas por familiares a título póstumo, gentes mal preparadas en cargos de renombre, comisiones y más comisiones de aquí­, de allá...el caos.

El mundo siniestro de la España corrupta, extendía sus tentáculos sin freno ni límite por todos los escalones de la sociedad, los títeres de turno hacían sus negocios fraudulentos en la sombra mientras quienes los habían puesto ahí­ se mantenían ajenos a sus trapicheos; los pufos iban saliendo a la luz pero nada cambiaba. Dietas abultadas escandalosamente, tráfico de favores sin control, obras faraónicas innecesarias que no llegaban a ser utilizadas, tantos y tantos despropósitos aceptados impunemente habían llevado el país a la quiebra económica y moral.

Por tanto el cambio drástico era necesario a todas luces, habíamos tocado fondo y Anselmo, como otros muchos, era consciente de ello; como diría Ernesto Che Guevara "Patria o muerte", había que tomar las riendas del país barriendo a toda la capa de chupópteros instalada en los puestos influyentes, había que traer aire fresco a las instituciones y renovar la espesa capa de niebla contaminada que invadía cada rincón de la patria; Anselmo sabía qué hacer y cómo hacerlo.

Había que tomar el control y sanear los sumideros de la vida política y sus entresijos más ocultos, había que cazar y escarmentar públicamente a los aprovechados y oportunistas que tanto mal habían hecho, había que recuperar a sangre y fuego todo lo robado impunemente llegando si fuera necesario, más allá del patrimonio del propio inculpado; se había acabado con la práctica de alargar los procesos judiciales, había llegado el momento de olvidarse de la prescripción de delitos, a partir de ahora tan sólo con la captura, condena y cumplimiento íntegro de la pena estos prescribirían, se habían acabado los beneficios penitenciarios para muchos delincuentes, había llegado el momento de cambiar las cosas y había que hacerlo rápido, el país no podía permitirse meses o años de discusiones parlamentarias, se acabó con los trámites largos, la burocracia espesa y las triquiñuelas legales que hacían a muchos irse de rositas.

Anselmo, paladín de paladines, estaba dispuesto a liderar un nuevo proyecto que devolviera la ilusión a sus paisanos, su España volvería a ser libre, fuerte y grande pues el principal activo que era su gente, estaba esperando un líder que los guiara; y los cambios debían llegar rápido pues no quedaba mucho tiempo, el país estaba rozando el límite y por tanto era hora de reaccionar y salir del estado de hibernación en el que se llevaba viviendo los últimos años.

Anselmo tenía ideas pues era hombre de recursos; estaba preparado dada su formación  en la vida para afrontar retos importantes y en estos momentos levantar el país lo era; su proyecto debía ser de rápida ejecución para ver los primeros resultados en no más de unos meses, dada la urgencia de la situación; estaba convencido de que el triunfaría donde otros habían fracasado pero para eso necesitaba tener carta blanca y las manos libres en todos los aspectos, pues algunas de sus medidas podían levantar ampollas en más de un sector. Si llegara a tener la oportunidad de intentarlo sería la  historia quien lo juzgara.

sábado, 2 de marzo de 2013

Anselmo y los Mares del Sur


“Hubo un tiempo en el que la oscuridad lo invadía todo, la tierra firme estaba cubierta por brumas perpetuas y la gente vivía de espaldas al mar; hubo un tiempo en el que los campos de cultivo eran yermos y las hambrunas asolaban al mundo conocido, eran tiempos de privaciones y peligros, de guerras y miseria, de avaricia y brujería. Aquel tiempo y las gentes que los vivieron, hace mucho que quedaron en el olvido pero su semilla ha perdurado hasta nuestros días.” Anselmo leía su acostumbrado capitulo antes de dormir, últimamente le rondaba por la cabeza una de sus grandes pasiones, un paraíso lejano tan solo recreado a través de la lectura o mediante imágenes vistas en la televisión.

Al otro lado del mundo, a miles de kilómetros de donde Anselmo vivía, existía un vasto océano poblado por cientos de islas, eran meras agujas en un enorme pajar de aguas cristalinas, las cuales habían permanecido a salvo de los cambios que había experimentado el mundo, gracias a su aislamiento y a las largas distancias que las separaban de los continentes. Aquel vasto imperio de  minúsculos paraísos, eran objeto de deseo para muchos que al igual que Anselmo, anhelaban pisar sus orillas de arenas blancas; en aquel recóndito edén la naturaleza cobraba todo su esplendor y los afortunados que allí vivían, se integraban con el paisaje como una pieza más del paradisíaco puzzle.



Las diminutas porciones de tierra firme, en su mayoría de origen volcánico, habían visto como a lo largo de los siglos sus cráteres fueron hundiéndose en la profundidad de un océano rico en vida, dando lugar a exóticos atolones de formas diversas y caprichosas; los bordes de los originales islotes tras el hundimiento de la parte central de los mismos, quedaron aislados del núcleo principal de la nueva isla, a veces a considerable distancia, originándose un espacio que tras ser invadido por las aguas formó una laguna interior de mar en calma y aguas transparentes. Fuera del anillo, las olas se batirían con el arrecife,  ajenas al paraíso formado pocos metros más adentro donde el mundo submarino y las especies que allí habitaban, permanecían a salvo de los grandes depredadores asiduos del mar abierto, profundo y misterioso.

Aquello era otro mundo, un verdadero edén tan solo reservado para unos pocos y Anselmo quería ser uno de ellos, él no estaba dispuesto a pasar por la vida sin ver con sus propios ojos aquellas tierras lejanas. Prefería el calor al frío por tanto en los climas tropicales se sentía a gusto; era de broncear su piel en cuanto llegaba el verano no obstante, mantenía un ligero color el resto del año a base de acudir a cabinas de sol artificial a las que era aficionado, todo por lucir bien. Si sabido es que en casa gustaba de batas anchas y sueltas, al llegar la época estival era muy de llevar pareos y chanclas de goma siempre que acudía a piscinas o zonas costeras, tenía muchos con los estampados más variados y los más exclusivos tejidos, había leído sobre los pareos polinesios y sabía que eran los mejores, en aquellas tierras y sobre todo entre las mujeres, había un verdadero culto por aquella liviana prenda de vestir.

La cultura del pareo estaba muy arraigada en tierras polinesias, era la parte más conocida y llamativa de las vestimentas de Tahití y sus islas satélites; tradicionalmente el tejido con el que se confeccionaban llamado tapa, se obtenía a base de golpear cortezas de diferentes árboles hasta dejarlas tan finas como el papel; habitualmente los estampados seguían patrones florales o de fauna marina, los colores utilizados siempre eran brillantes y llamativos. Si había algo curioso a la hora de utilizar un pareo eran sus muchas formas de hacerlo, se podía usar como vestido tipo strapless, anudado detrás del cuello, a modo de falda amarrado a la cintura, como vestido corto… eran frecuentes las demostraciones en hoteles y salas de fiestas de las 56 formas diferentes que había para atarse un pareo. Junto al surf y los tatuajes, los pareos polinesios eran la tercera cosa que aquellas islas habían sabido exportar al mundo, haciéndolas famosas en todo el planeta; Anselmo quería un pareo tahitiano.

Los renombrados Mares del Sur habían sido fuente de inspiración para cientos de libros y películas, aquel océano tan lejano para nosotros estaba fijado en la mente de Anselmo como uno de los lugares a visitar a corto o medio plazo  pero por el momento, tan solo se limitaba a hacer planes en su cabeza organizándose un futurible y exótico viaje transoceánico. Solía decir que lo mejor de los viajes era el periodo de tiempo que pasas organizándolos, aprendiendo lugares, seleccionando rutas, haciendo la lista de sitios a visitar, indagando sobre su gastronomía y costumbres, luego una vez lo inicias, entras en una rápida espiral de acontecimientos e imágenes fugaces que tan solo se sosiegan y adquieren perspectiva al regreso.

En un armario de su despacho guardaba infinidad de mapas y cartas de navegación, las estudiaba con detalle reteniendo en su cabeza nombres, contornos, ensenadas y barreras de coral. Google Earth se había convertido en un fiel aliado y gracias a él podía acercarse hasta casi tocar aquellas arenas blancas custodiadas por ejércitos de espigadas palmeras. Su campo de acción incluía los cinco archipiélagos que constituían Polinesia Francesa; Tuamotu, Sociedad, Marquesas, Australes y Gambier. Cada uno diferente y exclusivo, con peculiaridades propias y una marcada identidad.

Todo aquel mundo exótico giraba en torno a su capital Papeete, situada en Tahití, la isla más grande de aquellos pequeños paraísos, perteneciente a las islas de la Sociedad, el archipiélago más famoso. Era una isla curiosa formada por dos porciones de tierra más o menos circulares unidas por un istmo el cual divide Tahití Nui o gran Tahití de Tahití Iti o pequeña Tahití, destacando en el centro de la primera el monte Orohena, punto más alto de la isla.

Siempre le cautivaron las construcciones palafíticas sobre las que muchos resorts ubicaban gran parte de sus instalaciones hoteleras, aquellas cabañas con encanto instaladas sobre plataformas flotantes de madera, estaban sustentadas por  gruesos troncos que emergían del fondo de la laguna creando un marco idílico; un entramado de pasarelas elevadas sobre las aguas turquesas comunicaba a unas con otras y a todas ellas con tierra firme, donde normalmente estaban las instalaciones principales del hotel.

Eran muy apreciadas sus perlas, Polinesia también era conocida por el cultivo de su famosa perla negra cuyas exclusivas exportaciones inundaban los mercados de Japón, Europa y los Estados Unidos, siendo estas una baza importante de su economía. Los principales centros de producción de este tesoro marino se encontraban en el archipiélago de las Tuamotu y asistir a una visita guiada por uno de estos centros, estaba entre las prioridades de Anselmo cuando llevara a cabo su esperado viaje a los Mares del Sur.

Sabía del proceso llevado a cabo para la obtención de las tan preciadas perlas pero deseaba verlo in situ; conocía el origen de esta actividad basado en una ostra abundante en sus lagunas, la Pictada Margaritífera; así mismo había leído sobre la destreza de los perlicultores en la introducción, una vez alcanzada la madurez de la ostra, del núcleo esférico sobre el que por un proceso natural de autodefensa, la ostra iría acumulando capas de nácar a un ritmo de milímetro por año. Todo eso y mucho más lo sabía Anselmo pero una cosa era saberlo, haberlo leído o visto en televisión y otra muy distinta experimentarlo en primera persona.

El  atolón de Fakarava en las Tuamotu, a 450 kilómetros noroeste de Tahití, constaba entre los lugares a visitar una vez llegara a Polinesia Francesa; constituido por una barrera de coral inmensa, encerraba en su anillo una laguna de dimensiones enormes, 60 kilómetros de larga por 25 de ancha, presentando dos aberturas. En su extremo norte esta se abría al océano por un ancho canal, el mayor de Polinesia, de 1600 metros llamado Garuae, su nombre así como sus espectaculares dimensiones, hicieron ubicarse en sus alrededores a un reconocido centro de buceo, el cual tiene en el canal su base de operaciones.

Anselmo ya se veía paseando con su pareo de colores exóticos y un buen ejemplar de perla negra engarzado a su esclavina de oro, con las chanclas de goma en la mano sus pies disfrutarían del suave tacto de las arenas rosadas que rodeaban las lagunas interiores de estos curiosos anillos coralinos. Las aguas turquesas de sus playas vírgenes le darían los buenos días con cada amanecer, dejando perderse su vista en el horizonte azul del vasto océano. Anselmo era hombre de espacios libres, de lugares con encanto, de momentos especiales, y allí, a orillas del océano Pacífico, sabía que iba a vivir muchos de esos momentos.

Y si de perlas hablamos no podemos dejar de lado la más valiosa, aquella por la que muchos llegaron a Polinesia; Bora Bora, considerada la perla del Pacífico, no dejaba a nadie indiferente, era un paraíso dentro de un paraíso aún mayor. Situada a 256 kilómetros al noroeste de Tahití e incluida en el archipiélago de la Sociedad, estaba formada por un volcán extinto y al igual que otros muchos atolones, rodeada por una laguna separada del mar por una barrera de coral; formando parte de esta o en sus proximidades, numerosos motus o pequeños islotes alargados con vegetación, sirven para el esparcimiento y la aventura, en algunos de ellos se han instalado complejos hoteleros que explotando el sistema over the water (sobre el agua) originario de la isla, han sabido crear la imagen típica de estas islas que ha dado la vuelta al mundo y por las que se las reconoce al primer golpe de vista.

Anselmo dormiría en uno de esos bungalows y desde su cama vería la fauna marina que a pocos metros bajo sus pies, vivía indiferente a sus orígenes lejanos. Pero no solo haría turismo de playa, también tenía pensado subir al monte Otemanu, punto más alto de la isla con sus 727 metros y desde allí observar el esplendor de aquel lugar paradisíaco. Dado que la isla carecía de trasporte público y en principio no pensaba recurrir al alquiler de coche, optaría por el que había leído era el más extendido medio de transporte en la isla, la bicicleta. Así pues con su pareo de colores, su perla al cuello y a lomos de bicicleta, aquel hidalgo español redescubriría un reino lejano en la distancia pero muy próximo en su cabeza y en su corazón.