La mente durante el descanso nocturno es invadida por un
crisol de imágenes inconexas e historias inverosímiles que una vez visionadas
en ese limbo reparador llamado sueño, se evaporan entre brumas neuronales
muchas veces sin apenas dejar huella; atrapar fragmentos de esas películas
virtuales es tentar al reino de los hados pues con su captura, les estás
arrebatando eslabones de su cadena cósmica de la cual solo ellos son sus
custodios.
Cada noche nos adentramos por la senda de lo incierto dando
por hecho que unas horas más tarde veremos un nuevo amanecer, en ese interludio
inconsciente con fecha de caducidad, nos abandonamos a nuestros recuerdos más
íntimos con la certeza de que estos no saldrán de nuestro envase corporal. Nada
te asegura una historia coherente, ni siquiera que tenga lugar la historia
misma pero cuando ocurre y eres capaz de arrastrarla a tú estado consciente, te
sorprendes con momentos que creías olvidados o con escenarios de difícil
explicación.
Te ves en sueños y al despertar no te reconoces, adoptas
formas claramente imposibles, ejecutas actos difícilmente probables y en tú
historia virtual eres quien nunca serás, por ello te sorprendes al verte en un
cuerpo que no es el tuyo, al oírte con una voz ajena, al sentirte vivo
sabiéndote muerto. Flotas en una vida no vivida, paralela pero aparentemente
real, todo está nítido en ella y por tanto en tú inconsciencia nada sospechas,
eres un peón más de la historia y en ella desarrollas el papel que te ha tocado
ejecutar.
Con frecuencia los acontecimientos de la primera vida golpean
a la segunda, esa que vives en la intimidad de un rincón orgánico difícilmente
identificable, allí oculto a miradas ajenas intentas ponerte a salvo y en
ocasiones llegas a creer que lo estás, craso error pues tú mente es la que
vuela lejos dejando tú cuerpo anclado a una realidad cruel y amenazante de la
que no puedes escapar. Antes o después todos iremos acercándonos a la luz
final, esa de la que algunos han conseguido escapar dando testimonio de su existencia
tras un hecho casi siempre traumático, esa luz esperará su momento pues realmente
nadie consigue escapar de ella, tan solo han aplazado su encuentro definitivo.
Si un@ consigue llegar al convencimiento de que el paso de
una vida a la otra es breve, rápido, imperceptible y sobre todo indoloro, el
tránsito pues es menos temido; si además la trayectoria aquí ha sido o está
siendo precaria y/o tortuosa ese paso puede considerarse una liberación, un
punto de escape por el cual se resuelven los problemas o al menos estos dejan
de ser una amenaza. El viaje, con destino incierto, se inicia al bajar los
párpados, con los ojos cerrados nos dejaremos llevar en busca de alivio
quedando atrás todo el lastre existencial acumulado durante años; ese viaje
incierto que ahora comienza nos llevará al lugar destinado a cada uno de
nosotros sin riesgo de equivocar el camino, llegado el momento con su inicio se
pondrá fin a nuestra historia que en la mayoría de los casos, será olvidada
pronto no dejando huella.
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