ESPERANDO SU LLEGADA
Llevaba despierto desde la madrugada, el tiempo se le hacía
eterno en una noche calurosa que ya estaba tocando a su fin, la inmovilidad lo
tenía secuestrado desde hacía años y fijar la vista en un techo imperturbable
le asqueaba, más en aquellas largas noches de insomnio tan frecuentes en los
últimos tiempos. Repasaba su vida una y otra vez recreándose en momentos
lejanos en los que fue libre y tuvo todo un futuro por descubrir; el recuerdo
de aquellos tiempos era su válvula de escape, su lanzadera interestelar, su
arca de Noé con la cual surcar las tinieblas de una vida echada a perder por la
inconsciencia y la irresponsabilidad.
La luz del nuevo día ya se filtraba por sus persianas dando
una iluminación plagada de claroscuros en toda la habitación, en la calle el
ruido de una ciudad que se ponía en marcha se incrementaba por momentos, desde
su cama identificaba los diferentes sonidos y
los lugares de donde procedían: la persiana de la tienda de ordenadores,
las carretillas hidráulicas del supermercado, el camión de la basura cargando
los contenedores, el parloteo de empleados esperando que abrieran un
establecimiento sanitario… conocía cada ruido, sonido y murmullo pues se
repetían cada mañana a la misma hora y llegado ese momento, ella no tardaría en
aparecer.
Puntual como cada mañana llegó sin apenas hacer ruido, tras
dirigirse a la cocina se despojó de su chaqueta de cuero y rebuscó en su bolso
sacando una botella de agua que introdujo en el frigorífico, era un ritual que
se repetía cada mañana de manera autómata. Continuaba saliendo a la terraza
donde entraba en un trastero del que sacaba su delantal y algunos artilugios de
limpieza preparándose para una nueva batalla higiénica; una vez colocado el
delantal cubriendo sus jeans no tardaría en anudarse su larga cabellera en una
coleta que quedaría meciéndose sobre su espalda el resto de la mañana.
Él la oía trastear desde la cama identificando cada ruido y
relacionándolo con lo que hacía en cada momento, aun no la había visto pero la
intuía muy cerca, casi podía oírla respirar. Pasados unos minutos se asomó a su
puerta, la luz encendida a sus espaldas resaltaba su silueta mostrando unas
marcadas caderas que coronaban sus largas piernas, de cintura estrecha aquel
cuerpo delgado pero de consistencia atlética se adivinaba muy bien
proporcionado; ella le dio los buenos días desde la distancia, él no distinguía
sus rasgos pero sabía que le sonreía como solía hacerlo. Desde hacía un tiempo
existía cierta complicidad entre ellos, lo sabían aun sin demostrárselo, pero
sus pasos eran medidos con cautela dada las diferentes circunstancias de ambos.
Casada y con un hijo nacido cuando tenía poco más de veinte
años podía decirse que tenía una vida estable y satisfactoria; él por su parte
tras varias relaciones truncadas seguía
manteniendo una soltería en estado
terminal. Ni uno ni otro se pedían nada, ambos mantenían una relación de
carácter laboral marcada por las necesidades mutuas pero con el tiempo un
cariño recíproco había crecido ente ambos ¿o quizás había algo más?
Ella dio unos pasos acercándose hacia él, su rostro se hizo
más nítido hasta poder distinguir sus facciones, una mecha de pelo suelto le
caía sobre la cara dándole un aspecto muy atractivo que a él le gustaba;
volvieron a darse los buenos días pero esta vez mirándose a los ojos, por un
momento él pensó que ella se acercaría más, tuvo la certeza de que lo deseaba tanto
como él pero ella se detuvo como marcando un espacio virtual de seguridad,
evitando cruzar una posible línea de no retorno.
Aquel momento mágico pudo haber tenidos distintos desenlaces
pero la magia se esfumó de un plumazo cuando ella entre risas descorrió las
cortinas conminándolo a levantarse, él se tapó la cara con la almohada
protestando por la brusca iluminación de su alcoba mientras ella, haciendo caso
omiso a sus quejas, le amenazaba en tono burlón con tirar de sus sábanas.
Aquellos juegos matutinos se habían convertido en una
costumbre, por momentos parecían existir lazos más íntimos entre ellos pero
siempre algo les impedía ir más allá de sus deseos subliminales; recordar quien
era ella, recordar quien era él, saber que aquel techo bajo el que se encontraban no era común y que
ambos tenían vidas distintas fuera de aquella habitación, impedía que su
relación fuera más allá de unos límites no escritos pero la resistencia
empezaba a resquebrajarse y las primeras grietas habían aparecido aquella
mañana aun sin ellos saberlo. Todo estaba a punto de cambiar.
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