sábado, 10 de diciembre de 2016

CRÓNICAS DEL DELANTAL (I)

ESPERANDO SU LLEGADA

Llevaba despierto desde la madrugada, el tiempo se le hacía eterno en una noche calurosa que ya estaba tocando a su fin, la inmovilidad lo tenía secuestrado desde hacía años y fijar la vista en un techo imperturbable le asqueaba, más en aquellas largas noches de insomnio tan frecuentes en los últimos tiempos. Repasaba su vida una y otra vez recreándose en momentos lejanos en los que fue libre y tuvo todo un futuro por descubrir; el recuerdo de aquellos tiempos era su válvula de escape, su lanzadera interestelar, su arca de Noé con la cual surcar las tinieblas de una vida echada a perder por la inconsciencia y la irresponsabilidad.


La luz del nuevo día ya se filtraba por sus persianas dando una iluminación plagada de claroscuros en toda la habitación, en la calle el ruido de una ciudad que se ponía en marcha se incrementaba por momentos, desde su cama identificaba los diferentes sonidos y  los lugares de donde procedían: la persiana de la tienda de ordenadores, las carretillas hidráulicas del supermercado, el camión de la basura cargando los contenedores, el parloteo de empleados esperando que abrieran un establecimiento sanitario… conocía cada ruido, sonido y murmullo pues se repetían cada mañana a la misma hora y llegado ese momento, ella no tardaría en aparecer.

Puntual como cada mañana llegó sin apenas hacer ruido, tras dirigirse a la cocina se despojó de su chaqueta de cuero y rebuscó en su bolso sacando una botella de agua que introdujo en el frigorífico, era un ritual que se repetía cada mañana de manera autómata. Continuaba saliendo a la terraza donde entraba en un trastero del que sacaba su delantal y algunos artilugios de limpieza preparándose para una nueva batalla higiénica; una vez colocado el delantal cubriendo sus jeans no tardaría en anudarse su larga cabellera en una coleta que quedaría meciéndose sobre su espalda el resto de la mañana.

Él la oía trastear desde la cama identificando cada ruido y relacionándolo con lo que hacía en cada momento, aun no la había visto pero la intuía muy cerca, casi podía oírla respirar. Pasados unos minutos se asomó a su puerta, la luz encendida a sus espaldas resaltaba su silueta mostrando unas marcadas caderas que coronaban sus largas piernas, de cintura estrecha aquel cuerpo delgado pero de consistencia atlética se adivinaba muy bien proporcionado; ella le dio los buenos días desde la distancia, él no distinguía sus rasgos pero sabía que le sonreía como solía hacerlo. Desde hacía un tiempo existía cierta complicidad entre ellos, lo sabían aun sin demostrárselo, pero sus pasos eran medidos con cautela dada las diferentes circunstancias de ambos.


Casada y con un hijo nacido cuando tenía poco más de veinte años podía decirse que tenía una vida estable y satisfactoria; él por su parte tras varias relaciones truncadas seguía  manteniendo una soltería en estado  terminal. Ni uno ni otro se pedían nada, ambos mantenían una relación de carácter laboral marcada por las necesidades mutuas pero con el tiempo un cariño recíproco había crecido ente ambos ¿o quizás había algo más?

Ella dio unos pasos acercándose hacia él, su rostro se hizo más nítido hasta poder distinguir sus facciones, una mecha de pelo suelto le caía sobre la cara dándole un aspecto muy atractivo que a él le gustaba; volvieron a darse los buenos días pero esta vez mirándose a los ojos, por un momento él pensó que ella se acercaría más, tuvo la certeza de que lo deseaba tanto como él pero ella se detuvo como marcando un espacio virtual de seguridad, evitando cruzar una posible línea de no retorno.

Aquel momento mágico pudo haber tenidos distintos desenlaces pero la magia se esfumó de un plumazo cuando ella entre risas descorrió las cortinas conminándolo a levantarse, él se tapó la cara con la almohada protestando por la brusca iluminación de su alcoba mientras ella, haciendo caso omiso a sus quejas, le amenazaba en tono burlón con tirar de sus sábanas.

Aquellos juegos matutinos se habían convertido en una costumbre, por momentos parecían existir lazos más íntimos entre ellos pero siempre algo les impedía ir más allá de sus deseos subliminales; recordar quien era ella, recordar quien era él, saber que aquel techo  bajo el que se encontraban no era común y que ambos tenían vidas distintas fuera de aquella habitación, impedía que su relación fuera más allá de unos límites no escritos pero la resistencia empezaba a resquebrajarse y las primeras grietas habían aparecido aquella mañana aun sin ellos saberlo. Todo estaba a punto de cambiar.

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