Uno piensa, elucubra, sueña… con situaciones imposibles o
quizás posibles pero para otro pues a uno nunca le llega ese momento idílico
visionado en mil películas; la cabeza procesando es la máquina más perfecta del
mundo, millones de pequeños eslabones funcionando al unísono formando una
cadena neuronal de dimensiones espectaculares, una autopista de información que
en el mejor de los casos podemos modelar, ampliar, estructurar con el día a día
de nuestras vidas.
Uno en su cabeza con frecuencia organiza y anhela imposibles
pero como es a coste cero puede permitírselo; los imposibles soñados pueden ser
de lo más variado y de esta forma el abanico de anhelos puede tocar todos los
palos. La noche seguía siendo un espacio mágico, en ella las posibilidades de
volar con la imaginación se incrementaban a medida que pasaban las horas y uno,
con la mirada fija en un techo inmóvil, verá pasar una y mil imágenes.
Cierras los ojos y el reloj avanza con la parsimonia de una
vieja cruzando una calle, en ese lapsus de tiempo que sientes eterno, saltas a
lugares lejanos en tiempo y distancia, en esos breves minutos de eternidad
subjetiva, vives historias y tramas anheladas que unas veces disfrutas y otras
te martirizan. La ilusión es un globo que puedes ir hinchando a tú antojo pues
al igual que los sueños es gratis, no requiere de preparación ni atrezo,
cualquiera es capaz de evadirse más allá de su envase orgánico y una vez
asciendes a ese cosmos ingrávido guiado por tú red neuronal, estás listo para emprender el viaje con
destino incierto.
Al borde de un nuevo fin de semana, la maquinaria mental
volvía a ponerse en marcha, los bombos empezarían a girar nuevamente escupiendo
sus fatídicas bolas numeradas; la mente una vez más gestionaría esas supuestas
dádivas ajustándose cada día más a proyectos ficticios de necesidad apremiante.
La incertidumbre duraría lo que dura un parpadeo y de nuevo volveríamos a la
realidad, a la rutina diaria con sus presiones y sus demandas, con sus rostros
largos y sus necesidades insatisfechas.
Mientras eso ocurría uno se iría a la cama con la ilusión en
la cabeza de un nuevo viaje nocturno, varias horas por delante de expectativas
imposibles aun por experimentar; ese periodo de silencio y oscuridad era como
un libro en blanco esperando ser escrito, sus páginas aceptarían mil y una
historias, mil y una reflexión, en ellas podrían plasmarse amores anhelados una
y cien veces, viajes a lugares lejanos de dudosa realización, aventuras imprevistas que solo los sueños
pueden visionar, también pesadillas de las que no lograremos escapar. La noche,
ese mundo oculto en el que todo puede ocurrir estaría a punto de iniciarse una
vez más y solo cuando esta se fundiera con el día en un nuevo amanecer,
volveríamos a ocupar nuestro precario espacio terrenal.
La ilusión es un globo y en un momento dado, sin previo
aviso, hará ¡¡¡pufff!!! Solo entonces y de sopetón volveremos a la realidad, de
golpe sabremos donde estamos y todo aquello que la mente utiliza para
enmascarar la lucha diaria, se disipará dejándonos desnudos ante las
adversidades de nuestro entorno. Ese chasquido brusco por el que saldremos de
nuestro estado hipnótico será rápido, cruel y muy frustrante pues con él todo
nuestro manto de protección se rasgará y la cuenta de esperanzas volverá a
ponerse a cero, todo deberá reiniciarse una vez más.
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