sábado, 30 de abril de 2016

HUEVOS RASGADOS

Aquella mañana dio comienzo el principio de su fin; lo vestían como cada día o al menos lo intentaban, entre giros, tirones y más giros. Las ropas se resistían a cubrir su piel y en su empeño por cubrirla, los calores y congestión hacían acto de presencia, era la lucha de cada mañana en la cual él salía de la cama ya derrotado. Con frecuencia había que higienizar alguna zona eliminando de ella restos dérmicos o elementos sintéticos derivados de los múltiples apósitos que con frecuencia solía utilizar en defensa de su malograda e infame piel.

Esa mañana tras el higiénico frote, la fina piel de su escroto se abrió como fruta madura vertiéndose un manantial sanguinolento que no había forma de frenar, toda el área genital mostraba signos de alarma tras la eclosión de aquel fluido orgánico tan escandaloso como abundante. Todo quedó de un rojo intenso en décimas de segundos y por un momento pensó que la vida se le iba por los huevos, aquellos huevos rasgados que en su día fueron reservorio de su vigor y su hombría.


Aquel hombre era un compendio de mala suerte y como la miel a las abejas, su cuerpo atraía todo tipo de trastornos orgánicos los cuales poco a poco iban mermando su salud; era de poco resistir o quizás estaba ya cansado de sufrir contratiempos y ya no les hacía frente, su vida en los últimos años había sido una cascada de ellos y sus umbrales de aguante estaban bajo mínimos. Ese día su hemorragia testicular venía a añadirse a la batería de males que acuciaban su precaria anatomía y él estaba harto de tantos sinsabores.

Echaba la vista atrás y no encontraba un momento bueno en las últimas décadas, las sombras eclipsaban las escasas luces de su existencia convirtiendo su recorrido vital en un mar de tinieblas y eso había dejado impronta en su ánimo y carácter. Con las turmas abiertas aquella mañana había completado el ciclo de desgracias de un verano que acababa con más pena que gloria, era el bagaje que se llevaba a la ciudad: culo pelado, huevos abiertos, cara encendida y la fatiga instalada en su pecho ¿Qué más podía pasarle? ¿Aires fétidos? ¿Flemas pútridas?... y como no hay dos sin tres, jugaba a la lotería pero nunca le tocaba.


Sufrir lesión en tan delicado lugar se le antojaba signo de mal augurio, era por así decirlo, el colofón de la mala suerte, el epílogo del deterioro humano, el sin sentido del mal de males; acobardado, hundido en la miseria emocional, veía como lo poco que hasta ahora había permanecido indemne se pudría ante sus ojos sin poder evitarlo, sin poder protegerlo, sin poder conservarlo. La imagen de la necrosis se instaló en su cabeza, unos huevos azulados que poco a poco ennegrecían hasta desprenderse de su zona noble se convirtieron en foto fija en sus retinas, un escalofrío de pánico y desesperación anidó en su espíritu.

Resignado a tan estimada pérdida, sucumbió a los avernos de una vida abocada a la catástrofe existencial, la última rendija de luz empezaba a cerrarse y con ella toda chispa de energía se extinguía sin poder hacer nada para evitarlo; nació marcado por el destino el cual había jugado con sus días y sus noches, un juego macabro del que nunca tuvo escapatoria y que poco a poco había ido consumiendo su saldo vital en una partida perdida de antemano. Solo le quedaba esperar el final y presentarse ante su hacedor en una última entrevista pero hacerlo con los huevos rasgados se le antojaba un tanto humillante, indecoroso y falto de estilo.



Decidió dejarse llevar sin oponer resistencia, dejarse envolver por las brumas del ocaso de una vida mal gestionada y enfrentarse a lo desconocido sin esperar nada pues nada había hecho para esperar algo que de haberlo a buen seguro no sería bueno; cerró los ojos y dejó escapar el escaso torrente vital que aún le quedaba al tiempo que su luz fue mermando hasta desaparecer. Todo se llenó de oscuridad y en ella todo dejó de existir.

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