Qué bonito es el amor, si pero el amor a oscuras… todo lo
bueno en la vida debe tener un escenario adecuado y en este, la puesta en
escena ha de cuidarse para que deje un buen recuerdo; cinco son los sentidos
con los que a priori partimos la mayoría de los humanos, luego está el sexto,
el común, del que carecen una gran número de individuos, que puede hacer sacar
un mayor rendimiento a los cinco restantes. Cada uno de ellos está diseñado
para percibir sensaciones de nuestro entorno próximo o lejano según el órgano
en cuestión; es en las distancias cortas cuando se activan todos nuestros receptores y entonces
percibimos con nitidez todos aquellos estímulos que llaman nuestra atención. El
placer del amar es una batalla sensorial donde nunca debe haber vencedores o
vencidos, es un dar y recibir mutuo sin exigencias o imposiciones, solo la
culminación del acto durante la guerra amatoria, nos llevará a una tregua para
preparar la siguiente batalla.
Desde siempre amar con goce para los de Roma, ha estado
rozando la parcela del pecado carnal, dado que la finalidad de este tipo de
amor es engendrar nueva vida que soltar a nuestro deteriorado y caótico
planeta; el amor por el mero placer de practicarlo es considerado impúdico por
la Santa Sede, aunque entre sus miembros célibes haya un nutrido grupo de
practicantes del tocamiento genital impuro, propio y ajeno; es como lo de los
musulmanes con el alcohol y el cerdo o los cristianos en cuaresma, de puertas a
fuera son muy estrictos con sus tradiciones pero son muchos los que en privado,
se dan un homenaje al coleto sin el más mínimo reparo. La iglesia o religión en
su conjunto, siempre ha sido muy de dictar normas en relación a los asuntos de
la carne; siempre queriendo tener las riendas y el control de los asuntos que
conciernen a la comunidad que creen amparar y a la que durante siglos
oprimieron bajo falsos códices de moral.
El acto de amar debería ser planificado, no con esto
queriendo decir que haya que marcarlo en el calendario unos días concretos de
la semana, el sábado sabadete camisa nueva y un polvete no me vale. Planificar
es algo más que un cómo y cuándo hacerlo, es crear un clima propicio en el que
una cosa lleve a la otra de la forma más
natural pero siempre sabiendo cual es el orden de las cosas.
Un aquí te pillo aquí te mato nunca puede ser placentero en
sí mismo, incluso puede crear ansiedad dejando un mal recuerdo, es como si te
la pilla una puerta, al principio sorpresa ante lo inesperado pero luego… está
claro que las prisas en la juventud por el desfloramiento o las poluciones
compartidas, llevan muchas veces a actos mal gestionados e insatisfechos
dejando un infausto recuerdo de la primera vez, sobre todo en ellas. Quien no
soñó en su momento en cómo sería su primera vez, a la vista de los resultados
nada parecido a lo esperado seguro; el lugar elegido a veces no es el deseado
pero es lo que hay y nadie deja perder un polvo por un mal escenario, sobre
todo de joven.
Durante años se fomentó en el pasado desde los púlpitos, la
idea de que la desnudez era impúdica y por tanto ofendía a Dios, aun hoy en día
existen culturas en las que exhibir la piel en las mujeres está penado y
perseguido mientras los gestores de esas leyes, muestran su roña con total
impunidad a pesar de sus continuas abluciones; no hace falta remontarse mucho
en el tiempo para ver el tipo de atuendos nocturnos que usaban las gentes
decentes, camisones hasta los pies con
una discreta abertura para facilitar la consumación del acto sin exponerse a su
desnudez, todo signo de disfrute era considerado una señal del infierno. El
intercambio de fluidos consentido, llevado a cabo en el anonimato de las
sombras, es como salir a beber solo, bailar sin música o cantar sin una letra
entre los labios.
Amar a oscuras es algo que debería estar solo reservado a los
invidentes que con su hándicap se ven obligados a desarrollar otras
habilidades, el resto de los mortales debería agradecer el hecho de poseer el
sentido de la vista echando mano de él en momentos tan íntimos. No neguemos a
nuestro cerebro la captura de imágenes, ellas alimentarán nuestro baúl de los
recuerdos y a ellas podremos recurrir cuando todo haya acabado por tanto,
iluminemos la escena lo suficiente para ver más allá de unas meras sombras
chinescas, captemos los detalles y recreémonos en los momentos de placer.
Disfrutemos plenamente del cuerpo amado, no solo oyendo sus
suspiros, no solo notando sus caricias, no solo oliendo sus esencias, también
viendo sus expresiones y gestos, apreciando sus movimientos, la tensión de sus
músculos, fundámonos el uno en el otro y abramos los ojos al colorido de un
valle en primavera, gocemos con sus matices, sus sonidos, sus aromas y sabores,
el placer es efímero, intentemos alargarlo al máximo nutriendo nuestros
sentidos con cada detalle, con cada mirada, con cada beso.
Ahora una vez hechas estas reflexiones, ya podéis poneros a
la faena pero recordar hacerlo con la iluminación adecuada, buscar las primeras
luces de un amanecer con el sol entrando tímidamente por la ventana, también la
penumbra de una sobremesa con la luz filtrada por las persianas, quizás unas
luces indirectas creando un ambiente íntimo… forzad la imaginación creando la
escena perfecta pues no solo el contenido del acto importa, el contexto en el
que se lleve a cabo influirá en el éxito del acontecimiento a veces mucho
tiempo esperado. Yo declinaré el momento de yacer pues los huesos andan
doloridos y el roce me produce calentura, no obstante mis mujeres tienen todo
mi amor y ellas lo saben bien.
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