Corría la segunda mitad de los años
70 en una ciudad mediterránea, tiempos convulsos inmersos en una incierta
transición, el caudillo había pasado a mejor vida reuniéndose con su hacedor y
aquí en la patria, unos cuantos se frotaban las manos a la espera de repartirse
el pastel; las gentes despertaban de un sueño que había durado cuarenta años y
que para muchos fue vivido como una pesadilla. La supuesta represión se había
cebado, supuestamente, con unos mientras otros nunca supieron de su existencia
puesto que lo que para unos era represión, censura, dirigismo y manipulación,
para otros era tan solo ley y orden; está claro que nunca ha llovido a gusto de
todos y mucho menos en lo referente a la política.
Las calles estaban tranquilas y la
paz social sorprendía fuera de nuestras fronteras, nadie esperaba la forma
civilizada en la que se dio el relevo pero así somos aquí, cuando nos ponemos
nos lucimos y somos ejemplo del bien hacer pero joder, como nos cuesta
ponernos; de un día para otro muchos dejaron la clandestinidad, se legalizaron
partidos proscritos y hasta dejaron de estar mal vistos los zurdos. Por
aquellos tiempos Jako, al que más tarde llamarían cara cortada por la
facilidad que tenía para cortase cada vez que se afeitaba, vivía sus años de
adolescencia sin ningún estigma a sus espaldas, iba a un colegio bien fuera de
la ciudad, salía con sus amigos y pasaba los veranos a caballo entre el chalet
de sus padres en una urbanización de postín y el pueblo de sus abuelos.
En aquel escenario de catarsis social
y política, en el que todo el mundo tenía grandes esperanzas de cambio y
libertad, se vieron por primera vez. No fue un verdadero encuentro, tan solo un
fugaz intercambio de miradas mientras cruzaban una calle en un barrio céntrico,
ambos con quince años y acompañados respectivamente por la madre y la hermana
siguieron sus caminos con destinos diferentes; la hermana de Jako la conocía
pues iban al mismo colegio aunque a cursos diferentes y eso hizo que al
cruzarse ambas se saludaran.
Aquella cara angelical, aquel pelo
salvaje, aquellas formas en ciernes pero sobre todo, aquellos ojos verdes de brillo infinito, no
dejaron indiferente a un sorprendido Jako que picado por la curiosidad,
enseguida quiso saber más sobre aquella preciosa niña ¿Quién era? ¿Cómo se
llamaba? ¿De qué se conocían? Un aluvión de preguntas machacaron a su hermana
a partir de ese momento durante el resto de la tarde; él aun no lo sabía pero
aquel fugaz cruce de miradas había encendido una llama que ya nunca se apagaría
a pesar de los infortunios que la vida iba a depararle.
Tanto le insistió Jako durante los
días siguientes que al final su hermana les organizó un encuentro, el lugar
elegido un banco del jardín central de la gran vía próxima al colegio de monjas
donde las muchachas asistían a clase; esa primera vez todo fue muy rápido, sin
tiempo a disfrutarlo, ella acudió con un amiga, él con un amigo, la hermana tan
solo se quedó lo justo para hacer las presentaciones y reírse un poco de la
situación.
Aquel encuentro tuvo la magia suficiente
para ser el primero de otros muchos, los dos acompañantes mutuos con los años
quedaron en el olvido escribiendo tan solo las primeras páginas de su historia;
unas veces en grupo y otras ellos solos, siguieron viéndose en multitud de
ocasiones a lo largo de su adolescencia, durante la cual ella fue
convirtiéndose en una mujer encantadora. Su relación sin llegar nunca a ser
oficial, si fue especial pasando de la amistad al derecho al roce en el
transcurso de unos meses aunque siempre prevaleció la primera; como el Guadiana
que oculta y exhibe su cauce a lo largo de su recorrido, sus caminos se unían y
separaban en el tiempo sin una periodicidad concreta, ambos sabían que se
tenían si se buscaban y lo hacían con frecuencia.
El primer beso creó una gran
confusión en Jako, tuvo la sensación de estar abriendo una puerta y cerrando
otra tras de sí, el miedo por perder a la amiga lo invadió y sus ojos se
humedecieron, nunca se lo dijo; fue cálido, suave como la piel de un melocotón,
olía a hierba fresca recién cortada y su boca buscó más, encontrándolos entre
sus labios húmedos. Los meses fueron
pasando y con ellos las estaciones, acabaron el bachiller y entraron en la
universidad, ella en Derecho, él en Ciencias Biológicas; durante todo ese
tiempo muchos fueron los momentos compartidos, los pups y bares visitados, las
cervezas ingeridas, las risas contagiadas, las caricias y besos recibidos, las
miradas cómplices en ocasiones llenas de lujuria y deseo contenido que antes o
después encontraban su válvula de escape.
Así creció una amistad cuya verdadera
esencia aún estaba por descubrir y esto no ocurriría hasta muchos años después
de aquellos días, cuando ambos ya se consideraban perdidos el uno para el otro
y tras toda una vida separados pero esto es otra historia que tal vez algún día
será escrita, de momento volvamos a los tiempos de estudios y vida disoluta. El
tiempo pasaba y ambos jóvenes creaban su mundo unas veces juntos y otras
separados pero siempre girando dentro de un mismo universo, su ciudad, sus barrios,
sus entornos comunes.
Es curioso que Jako siempre tuviera
amigas procedentes del mismo colegio al que ella iba, de hecho varias de sus
relaciones se originaron en el mismo vivero, pero ninguna dejó la huella
imperecedera de aquellos ojos verdes, nada que ver con el resto. ¿Por qué
alguien puede llegar a calar tan hondo? Nada lo justifica pero así es la vida y
así son las personas, aquellos tiempos de descubrimientos mutuos, de cambios
hormonales compartidos, de experiencias atrevidas e inconscientes, de primeras
veces en muchas cosas, hizo que se crearan vínculos no escritos que ya nunca
llegarían a romperse, a pesar de la
larga separación que tendría lugar entre ambos unos años después; su
historia quedó latente en lo más hondo de sus corazones pero la llama que un
día se encendió con un cruce de miradas en un barrio céntrico de la ciudad,
nunca llegó a apagarse, tan solo quedó a la espera de que un soplo de viento
volviera a avivar su
fuego.
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