jueves, 17 de octubre de 2013

LA BELLA ANGELINES

Aquella mujer era de amar guarro y sin protección; conocía todos los secretos del amor mercenario y se desenvolvía como pez en el agua en ambientes marginales. Angelines se llamaba pero todos la conocían por Ángel; en la cama era un demonio y sus clientes recibían más placer del que esperaban por qué Ángel era una profesional del amor.

Había aprendido el oficio en casa de madame Matilda, un ama de jóvenes de vida alegre con gran prestigio dentro del gremio; en su casa fue desflorada y allí se ilustró en las artes amatorias durante sus primeros años de profesión. Los clientes requerían sus servicios por encima de sus compañeras de burdel, ella sabía cómo ganárselos pues de todos era conocida su particular torsión escrotal durante el acto, una de sus especialidades.

Se decía que su giro brusco de muñeca ayudaba al completo vaciado  espermático, los amados con esta técnica relataban que sentían írseles la vida por unos segundos en un clímax de placer, algunos incluso decían no importarles morir con los huevos en las manos de Angelines pues con su giro brusco, veían por unos instantes el paraíso.

Aquella mujer cuidaba su cuerpo a conciencia, era de gimnasio diario y spa dos veces a la semana, no madrugaba pues su profesión la hacía ver muchos amaneceres y sus ojos nunca se abrían hasta bien pasado el mediodía. Metódica en sus dietas, siempre comía equilibrado aunque se pirraba por el chocolate negro, siempre tomaba un trocito tras las comidas; vivía en un apartamento en el centro de la ciudad, el lujo y el glamour estaban presentes en cada rincón de su casa pues por algo su cotización era alta y podía permitírselo.

En su trabajo practicaba lo que ella llamaba la purificación del santo, consistente en la higienización del miembro previa a prestarle sus exclusivos servicios; la tal purificación era llevada a cabo por medio de ungüentos desinfectantes aplicados por la técnica del amasamiento vibrátil aprendida de madame Matilda. El miembro era embadurnado con un fluido viscoso similar a la miel, cuyas propiedades térmicas anulaban momentáneamente cualquier atisbo de erección, el poder antiséptico y desinfectante del fluido, creaba una barrera temporal contra las miasmas nocivas que pudieran existir, una vez embadurnado el miembro se aplicaban una serie de palmoteos cortos y secos que ayudaban a que el ungüento penetrase en la piel; nada entraba en Angelines sin antes ser purificado por ese método.

De todas partes acudían requiriendo los servicios de la galana y esto le permitía seleccionar a su clientela, marcaba sus horarios y ponía sus límites en las peticiones amatorias pero lo que daba Angelines en un lecho, no era superado por ninguna otra de la profesión. Sus felaciones no tenían parangón, hacía el cucurucho corrido o el helado de vainilla y chocolate, ambas variantes de la felación común, como nadie, dejando a sus beneficiarios en un limbo del que les costaba bajar.

Durante sus años  de aprendizaje ponía el alma en el arte de agradar no obstante, madame Matilda tuvo que pulir muchos defectos propios de la inexperiencia de aquella joven muchacha; debió aprender a moverse alrededor de sus víctimas ganándoselas con gestos y miradas, tuvo que ejercitarse en el arte del susurro cómplice, conoció la forma de estimular cada punto del cuerpo haciendo del goce un vicio con el que enganchaba a sus presas; Angelines se doctoró en las artes del amor comprado con nota, podía pasar de ser la joven inocente de buenos modales y gestos cariñosos a convertirse en la perra más guarra del burdel según le conviniera, ella era voluble e imprevisible pero todos sus movimientos estaban bien estudiados.

Era mujer de llevarse bien con las compañeras, siendo especialmente querida entre transexuales y el mundo lésbico, al que no hacía ascos si la situación lo requería. Angelines tenía unos labios carnosos que invitaban a la lujuria, ella sabía cómo humedecerlos para hacerlos más excitantes pues era una maestra en el arte de la seducción; sus miradas también eran para enmarcar, bajo unas largas pestañas el brillo de sus ojos castaños no dejaba a nadie indiferente, era de miradas profundas y enigmáticas de ahí que todos quisieran averiguar que había más allá de ellas.

Era una loba y la noche su territorio, se movía con destreza en los ambientes más exclusivos, levantando pasiones entre todo lo que se moviera por qué ella era puro deseo. Bella, rica, independiente y con todos los hombres a sus pies, Angelines era una diosa y su reino el lugar donde estuviera, su sola presencia iluminaba los espacios y en la privacidad de una alcoba, era una maestra del placer. Sus habilidades con un falo entre las manos, la hacían sobresalir por encima de cualquiera, ninguna otra estaba a su altura y ella era consciente de ello.

Fiera en la cama y mansa en la vida, Angelines disfrutaba de su poder sexual, sus caderas asesinas eran capaces de agitarse de la manera más sensual haciendo que las miradas no pudieran apartarse de ellas; sabía hacer el molinillo giratorio sobre los erectos mazos de mortero llevándolos a un clímax impensable, igual iniciaba una danza sugerente que hacía crujir los músculos del amado bajo su posición dominante, era un volcán del amor.


Angelines acaba de llamarme, me dice que pronto estará entre nosotros así que ir rompiendo las huchas y vistiendo vuestras mejores galas, ella es exigente en el aspecto y la cartera pues por algo lo que da, no se lo da a cualquiera.

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