sábado, 25 de mayo de 2013

Jako "Cara Cortada"


Aquel chico fluía, fluía incesantemente repartiendo amor gratuito; era un placer ver como se desenvolvía en los ambientes más selectos cautivando sin esfuerzo, las miradas indiscretas que sobre él se posaban. Era de amar sin límite ni recato, en cada relación mostraba lo mejor de él pero no todo, siempre reservaba una parcela, un segmento o porción de su esencia más íntima, su verdadero yo, aquel que era motor de su vida a través de un cuerpo musculado y de proporciones perfectas, era un David del que el mismísimo Miguel Ángel sentiría envidia.
Siempre estuvo bien relacionado, era querido y en cierto modo admirado pues tenía una luz natural que a nadie dejaba indiferente, él lo sabía pero nunca alardeó de ello pues en el fondo era un tipo tímido, aunque era capaz de disimularlo sin esfuerzo. Se le daba bien conectar con las personas y siempre sabía por donde entrarles pues tenía don de gentes tras años ejercitándose en eso de las relaciones sociales.
Durante años investigó en el turbio inframundo del tráfico sexual, conocía y era bien recibido en multitud de garitos de alterne donde tenía buenas amigas, habiendo sido en el pasado y a pesar de su corta edad el mentor de muchas de ellas, no obstante su corazón siempre tuvo dueña. En la actualidad llevaba una vida más comedida y sana, los tiempos de excesos quedaron atrás, pero no por ello dejaba de visitar a las viejas amistades aunque para hacerlo debiera sumergirse de nuevo en ambientes marginales.
Jako “cara cortada”, que así se llamaba el doncel, cuyo apodo le venía por la facilidad que tenía para cortarse la cara cada  vez que se afeitaba, era muy de sus amistades, entre las que predominaba el género femenino pues no era muy de arrimarse a fuentes externas de testosterona; sus amigas íntimas siempre lo saludaban con cariñosos y cómplices piquitos que él recibía complacido y sin pudor, dando igual el lugar donde se produjera la íntima muestra de amistad.
A la edad de doce años Jako conoció a una chica algo mayor que él, por aquellos tiempos la diferencia de edad entre ambos era un abismo insalvable pues mientras él seguía siendo un niño, ella se convertía en una encantadora y adorable adolescente; lo tuvo loquito durante mucho tiempo aunque al final tuvo que resignarse y darla por perdida, era inalcanzable y sufrió su rechazo en múltiples ocasiones. Abandonados los intentos por conseguir un giro en aquella platónica relación, Jako se abandonó a los placeres de  la carne y con tan solo catorce años cumplidos, experimentó en suburbios y cafetines de poca monta, las artes amatorias entre abrazos mercenarios pero ella nunca abandonó su corazón.
Era muy movido en aquellos tiempos y en más de una ocasión, la sin razón de sus actos a punto estuvieron de costarle más de un disgusto, tenía la suerte de cara y siempre salía airoso pero se acostumbró a vivir en el filo de la navaja y cualquier descuido acabaría por cortarle. Su vida transcurrió por oscuros derroteros pero ella siempre estuvo presente en su cabeza, se veían con frecuencia en la distancia pues se movían por el mismo barrio, lo cual influyó en gran medida añadiendo dificultad para olvidarla. En más de una ocasión se jugó el físico pues sus actividades degeneraron hasta sucumbir a los ambientes más sórdidos, aquellos donde imperaba la ley del más fuerte, donde no se perdonaba el error y el más mínimo fallo te podía llevar a criar malvas. Así era Jako, con solo dieciséis años ya estaba curtido en refriegas callejeras, conocía a la gente con tan solo un golpe de vista, descubría sus puntos débiles y sabía como atacarlos; esa lección de vida había tenido que aprenderla a marchas forzadas y lo había hecho con los mejores maestros del gremio: traficantes, carteristas, expatriados y mujeres de vida disoluta, entre ellos se movía como pez en el agua y todos ellos lo apreciaban.
Por su parte ella seguía dejándose ver por el barrio, acudía a su trabajo en una calle cercana a donde él vivía, cruzándose ambos cuando esperaba el autobús; él la veía subirse en el enorme transporte y la seguía con la vista hasta perderse por la avenida camino de su casa, muchas veces se quedaba deseando la llegada de un nuevo día para poder quizás repetir el fugaz encuentro.
Jako “cara cortada”seguía una vida paralela o más bien, esta era su vida paralela, en el formato oficial de la misma Jako era un chico normal, acudía a un colegio privado fuera de la ciudad, participaba en varias actividades extraescolares y tanto en casa como con sus amigos, nada hacía sospechar de la otra vida oscura que vivía con tanta discreción; siempre buscó en sus amores mercenarios algo que le recordara a su enamorada, pues no conseguía quitársela de la cabeza, pero era imposible ya que ella era única y la llevaba enraizada en el alma desde muy pequeño.
El tiempo pasaba y ambos continuaban con sus vidas por caminos distintos, él para ella no existía, ella para él seguía siéndolo todo. Los encuentros eran esporádicos pero se mantenían en el tiempo, siempre inesperados, fugaces, con regusto amargo, un cruce de miradas y a lo sumo un saludo de cortesía era lo más que había entre ellos y la vida seguía, cada una por separado. Todos aquellos años habían obrado cambios significativos en ambos, ella se convirtió en una hermosa mujer de cabellos rubios y piel de porcelana que no dejaba a nadie indiferente con su presencia, él estaba a punto de dejar la adolescencia y convertirse en hombre aunque su bagaje vital de los últimos años superaba con creces al de muchos hombres hechos y derechos.
La diferencia de edad que años atrás había sido un escollo insalvable cada vez era menos manifiesta, de hecho en la vida de Jako ya había habido muchas mujeres que le superaban en años pero ninguna comparable a su amor frustrado. Se había acostumbrado a su ausencia, había crecido fuera de sus círculos y aun conociéndose del barrio, nunca habían llegado a cruzar más de dos palabras por lo que era previsible que la cosa siguiera por esos cauces.
Jako había alcanzado casi la veintena y en ese tiempo su vida disoluta había dado paso a actividades más sosegadas, sus turbios y frecuentes encuentros en los ambientes marginales, habían ido decreciendo a medida que sus relaciones habían ido cambiando, a pesar de ello no se le olvidaba en la parte más sórdida de la ciudad en la que siempre era bien recibido. Empezó a llevar la vida que se le suponía a un chico de su edad y clase social, tuvo alguna novia formal, si formal se las podía considerar a esas edades y entró en la universidad.
Un día fue invitado a la fiesta de inauguración de un local de copas en una playa cercana, tenía un buen amigo del barrio que pinchaba discos allí y a través de él acudiría gente conocida por ambos. Llegó la hora señalada y allí se presentó con varios amigos dispuesto a pasar un buen rato, estaban a comienzos del verano y el clima ya invitaba a disfrutar de las terrazas. Poco a poco la gente fue llegando y el local se fue animando, la música fluía de los altavoces repartidos por todo el perímetro ambientando aquel centro lúdico repleto de cuerpos desinhibidos y alegres, él y sus amigos formaban parte de aquella peculiar masa humana que bebía y bailaba bajo un cielo estrellado.
Daban las doce en un gran reloj colgado en la pared tras la barra cuando Jako tuvo una sensación extraña, algo le hizo girarse y mirar hacia la improvisada pista de baile, el corazón le dio un vuelco y sintió en el estómago revolotear cientos de mariposas; allí estaba ella moviéndose de forma mágica entre la multitud. Al principio no dio crédito a lo que veía, más tarde su amigo le aclaró que conociéndola del barrio también la había  invitado, ella acudió a la fiesta con otras compañeras del trabajo y allí estaba bailando entre decenas de desconocidos.
Una cascada de sensaciones inundó su ánimo, por un lado estaba contento con su presencia, por otro un tanto incómodo pues verla allí le había roto los esquemas y no sabía como comportarse ¿debía acercarse o quizás ignorarla? Con estos dilemas en la cabeza estaba cuando sus miradas se cruzaron, ella sonrió, él alzó su copa a modo de saludo; no podía creerlo pero ella avanzó abriéndose camino entre la multitud en dirección a donde él se encontraba, el vuelo de las mariposas se incrementó a medida que ella se iba acercando a su posición y cuando esta llegó a su altura el corazón se le salía del pecho, intentó calmarse forzando una sonrisa de bienvenida.
―Hola, dijo ella rodeada por un halo mágico.
―Como tú por aquí?, contestó él a modo de respuesta.
Ambos habían ido allí invitados por la misma persona pero ambos ignoraban que el otro iba a estar allí; para él todo a su alrededor dejó de tener el más mínimo interés, todo su campo visual estaría ocupado por ella el resto de la noche. Ella se acomodó junto a él en la barra y entablaron la conversación más larga que nunca antes habían tenido, él no salía de su asombro pero intentaba disimularlo echando mano a su don de gentes, estaba exultante de alegría pero procuraba contenerla en su justa medida intentando no mostrar sus cartas. Ella hablaba y hablaba, era como si siempre lo hubieran hecho y la verdad es que parecían viejos amigos aun sin apenas conocerse; bebieron, rieron y hablaron por los codos, nada a su alrededor existió aquella noche, solo ellos dos.
El ambiente estaba cargado, la música ahogaba sus voces y el calor dentro del local se incrementaba por momentos así que optaron por salir a la terraza, allí fuera iba a tener lugar una exhibición de baile por lo que el tumulto humano se trasladó al exterior; la coreografía inició su actuación entre aplausos y gritos de ánimo, ellos miraban a aquel grupo de baile pero disimuladamente estaban más pendientes el uno del otro, en un momento dado él notó como ella cogía su mano y una corriente se extendió por todo su cuerpo, él aumentó la presión de sus dedos entrelazados y ambos se miraron con complicidad.
Aquella noche no debía acabar, aun así y a pesar de que se prolongó hasta bien entrada la madrugada, a ambos se les hizo corta aunque ninguno lo dijo pero el brillo de los ojos en sus miradas, delataba que allí algo había ocurrido, ya no eran los mismos de unas horas antes y la indiferencia que supuestamente ella sentía por él se había esfumado de un plumazo, la diferencia de edades ya no existía o al menos había dejado de tener importancia, el tiempo por fin aquella noche de verano los había unido;  ¿Cómo acabaría la noche? ¿Quién sería el primero en hacer ademanes de despedirse? Habían llegado por separado pero querían seguir juntos y veían que su tiempo se acababa, volverían a verse, eso seguro, pero en esos momentos ninguno de los dos daba el primer paso para alejarse.
CONTINUARÁ…

sábado, 18 de mayo de 2013

UN PUNTO DE INFLEXIÓN


Cuando la vida nos pone a prueba y la adversidad se cruza en nuestro camino, no nos queda otra que levantarnos y seguir adelante.

El reloj del campanario daba las tres de la madrugada en una calurosa noche de verano, el lugar, un pueblo cualquiera de la costa mediterránea; la música y el humo se habían  adueñado del entorno en un ambiente cargado de adrenalina y alcohol sin freno; salí del local buscando un soplo de aire fresco que despejara mi mente cansado del exceso de decibelios y con los ojos irritados. No era tarde y aun quedaba mucha noche por delante pero estaba cansado, quería irme a casa y dormir, tumbarme sobre las frescas sábanas de mi cama y dejarme llevar por las brumas de la noche hasta que un nuevo día me diera la bienvenida no antes de la hora de comer.
No entrando de nuevo en el local evité tener que despedirme de los pocos que me conocían y ya que por quien fui hasta allí, no había acudido esa noche, decidí subirme al coche y salir de aquel pueblo dejando atrás sus luces y sus calles, deseando tan solo llegar a casa y dar por terminada aquella jornada tan aciaga. La chica rubia de largos cabellos y busto generoso, cuyas caderas daban un toque de exquisitez a un delicado cuerpo muy bien proporcionado, había echado por tierra mi noche con su ausencia y yo tan solo quería escapar de allí. La cabeza me dolía, los ojos me picaban y por momentos mis  párpados pesaban como losas precisando de un enorme esfuerzo  para mantenerse abiertos.
La carretera por la que circulaba serpenteaba entre la masa forestal como una serpiente ágil y ondulada, conducía a demasiada velocidad pero no era consciente de ello ofuscado y desilusionado por el fallido encuentro de esa noche tan largamente esperado; una tras otra entraba y salía de aquellas curvas traicioneras aventurándome por momentos en los límites de su asfalto, cada vez más cerca de mi destino.
Los kilómetros iban desapareciendo uno tras otro bajo las ruedas de mi vehículo y aquella lengua oscura sobre la que me deslizaba, brillaba bajo la luz de una luna llena ajena a los inminentes acontecimientos; sin apenas darme cuenta mi pie aumentaba la presión sobre el pedal del acelerador y el ingenio mecánico sobre el que iba montado poco a poco comenzó  a volverse ingobernable aun así, yo me dejaba llevar de manera temeraria por aquel carrusel de negro asfalto ante la impasible mirada de unos árboles centenarios. Curva tras curva seguía zigzagueando a gran velocidad; fue en la siguiente pero podría haber sido en cualquier otra, allí estaba agazapada, acechando a la espera de la víctima propicia con la que cubrir su cupo de ese verano.

Un gran silencio inundaba el lugar, ningún sonido era perceptible y se diría que una calma total reinaba en la vaguada aquella noche de verano, abrí los ojos y tan solo alcancé a ver un cielo estrellado y una luna llena que desde las alturas me miraba inexpresiva y curiosa, intenté moverme y noté con angustia que mi cuerpo no respondía, no era capaz de levantar la cabeza, mis brazos y mis piernas inmóviles quedaban fuera de mi campo de visión y no podía ver si estaban heridos o si tan solo seguían unidos a mi cuerpo pero lo peor era aquella ausencia de estímulos, no notaba mi cuerpo. Pronto comprendí lo que ocurría pues tenía nociones previas al respecto, me había roto el cuello y dañado mi médula espinal; un bombardeo de sensaciones martilleaba mi cabeza allí tirado en el fondo de una vaguada oscura y silenciosa; transcurrido un tiempo que me pareció eterno, empecé a oír voces por encima de mi cabeza con una procedencia incierta, aparecieron las primeras luces en lo que debía ser la carretera por la que circulaba momentos antes y al poco, guiadas por mi voz, se oyeron las primeras pisadas acercándose hasta el lugar en el que estaba tirado e inmóvil pero yo ya no estaría consciente cuando llegaron junto a mi.
Los primeros tiempos de hospital fueron duros, ya de por si estar ingresado por la causa que sea suele serlo, tras una lesión de este tipo el cambio experimentado es brusco y traumático a todos los niveles, las noticias recibidas difíciles de asimilar; es curioso como en cuestión de segundos puede cambiarte la vida y nadie está preparado para afrontar lo que se te viene encima, por suerte lo vas descubriendo poco a poco, con el transcurrir de los años en tú nueva vida. Semanas tumbado inerte en una cama anónima, familiarizándote con un cuerpo ajeno a tú voluntad que no deja de recordarte quien fuiste y que ahora va por libre; interminables sesiones de rehabilitación que intentan sacar a flote lo que queda de ti y que contagiado por la parte inmóvil de tú cuerpo, tienta por caer a los abismos; noches eternas con la mirada fija en un techo oscuro e insensible al drama vivido pocos metros más abajo. El verdadero impacto derivado de la nueva situación te golpea con fuerza el primer día que dejas atrás el hospital, cuando te enfrentas al entorno, al volver a casa y ver lo que dejaste allí muchos meses antes. Es entonces cuando hay que demostrar la verdadera fortaleza de superación que todo ser humano lleva dentro pues de no ser así, las civilizaciones seguirían ancladas en el pasado y su evolución se habría frustrado ya en sus orígenes.
Esperanza y tesón, dos palabras cargadas de significado que en los momentos difíciles adquieren un valor especial, pues de ellas depende la forma en como se afronten los retos que la vida nos impone; no hay que perder la esperanza en las propias posibilidades aunque al principio todo sea oscuridad, la lesión medular es una traba en el camino, una dura prueba para la que nadie está preparado, una situación que nos hará aprender a vivir de nuevo, en unas condiciones diferentes y únicas en cada caso, pero no es  el final del trayecto aunque en ocasiones lleguemos a desearlo; es en esta nueva vida donde el tesón debe ser férreo pues de él dependerá el que consigamos ir superando etapas, alcanzando metas, obteniendo logros y de este modo lleguemos a realizarnos como personas útiles, miembros de una sociedad fluida, en cuyo cauce debemos aprender a desenvolvernos con los ajustes y ayudas necesarios en cada individuo.
Hay que continuar, hemos de seguir adelante, que remedio queda, seguir y hacerlo en las mejores condiciones posibles, solo así afrontaremos el resto de nuestras vidas con ciertas garantías ya no de éxito sino de alcanzar un nivel aceptable de calidad en nuestro día a día ¿éxito? También, por que no, a nadie le está vetado. La mayor o menor inmovilización, es una limitación a veces muy severa pero nuestra verdadera fuerza está en nuestra cabeza, nuestro cerebro, él es el verdadero motor de nuestras vidas, donde radica la verdadera esencia de todo ser humano, el que lo hace a uno bueno, malo o regular, el  que se cultiva si lo cultivamos, el que agudiza nuestro ingenio en los momentos de necesidad, donde radica la auténtica valía del ser humano, de nuestro yo.
Volver a andar, la primera noticia impactante que recibimos es cuando nos niegan esa posibilidad a los pocos días del accidente, con el tiempo esa acción pasa a un segundo plano no encabezando la lista de prioridades. Pensar en la curación, no es descartable siempre que no vivamos nuestras vidas con la silla de ruedas instalada en nuestras cabezas, su lugar está bajo nuestras posaderas y tan solo es la herramienta para desplazarnos, obsesionarnos con la idea es un gran error del que solo nos percatamos tras haber diluido nuestros mejores años en torno a él; la ciencia sigue sus cauces como nosotros el nuestro, antes o después en algún lugar incierto se encenderá una luz y darán con el ansiado remedio, la regeneración neuronal y lo que es más importante, sin efectos secundarios sobrevenidos. Neuronas creciendo, extendiéndose y creando puentes sobre el tejido fibrosado o atravesándolo en busca de una conexión adecuada, estímulos transmitidos a través de esos nuevos puentes dando lugar a efectos ya olvidados, despertar de sensaciones adormecidas en el tiempo y de nuevo el control de funciones perdidas largamente ajenas a nuestra voluntad. Tiempo, es cuestión de tiempo que en algún lugar incierto se encienda una luz.
Mientras ese día llega hay que seguir viviendo, luchando en la trinchera diaria de la vida, formándonos para conseguir una integración plena, trabajando en el mejor de los casos, amando a nuestros seres queridos, enamorándonos, compartiendo nuestros momentos de felicidad, dejándonos acompañar en los malos ratos, sobreponiéndonos a la adversidad cuando esta llegue plantándole cara y esperando que la tormenta escampe. La lesión medular, es una traba en el camino pero el camino continua y el sol sigue saliendo cada mañana, así pues no hay que rendirse e intentar seguir rodando.

sábado, 11 de mayo de 2013

PERSONAS ESPECIALES: EL VALOR DE LA AMISTAD


Dicen que dicen de la amistad…

En ocasiones uno tiene la suerte de cruzarse en la vida con personas que al primer golpe de vista no lo dejan indiferente, son esa visión fugaz que de manera inconsciente sabes que marcarán tú vida ocupando un papel relevante en la misma; esto que en un primer momento no acabas de elucubrar, lo vas descubriendo poco a poco con el transcurrir de los años y solo con el paso del tiempo, llegas a darte cuenta de cuan importante han sido para ti. Estas personas aun sin saberlo, despiden una luz especial que te atrapa desde el primer momento en el que te iluminan, quedando enganchado bajo su influjo; puede que en un momento dado desaparezcan de tú vida pero su esencia queda enraizada con firmes anclas en lo más profundo del alma y si un día vuelven a aparecer, es como si nunca se hubieran ido.
Con estas personas no existen plazos de tiempo, pues aunque sus ausencias pesan como una losa y se hacen eternas por cortas que estas sean, su compañía cuando llega y por breve que llegue a ser, compensa con creces el largo periodo de  asueto al que nos han sometido pues su sola presencia alimenta y enriquece los instantes compartidos. Contar con la amistad de una de estas personas es un privilegio difícil de explicar el cual se hace consciente tras interactuar en múltiples momentos físicos y mentales a lo largo de los años; nadie es mejor o peor pero estas personas llegan a ser únicas para algunos, haciendo de su vida un camino más pleno y fructífero.
Es curioso y placentero descubrir después de muchos años de ausencia, que aquella persona que tan buen recuerdo dejó y que tan importante fue en su momento, reaparece y te ayuda a descubrir una evolución paralela a la tuya en la que muchos pensamientos y aficiones han seguido una línea de vida común por caminos diferentes, la importancia que entonces tuvo ese ser especial se reafirma ahora con fuerza aun viviendo en mundos distintos, no compartiendo círculos sociales ni participando de una misma vida profesional pero con un nexo común muy fuerte, quizás amparado por las hadas del destino que siempre quisieron mantenerlo.
Algunas historias nacen donde menos te lo esperas, no las buscas ni provocas, tan solo surgen y vienen a ti, con el tiempo se alimentan de encuentros, llamadas y anhelos compartidos, una película vista en común o un libro comentado en un momento dado van añadiendo ladrillos al muro de esa amistad incipiente que va cobrando vigor a medida que esta crece y se fortalece; si todo esto tiene  lugar en un momento de la vida en la que empezamos a descubrir el mundo, los lazos establecidos adquieren una dimensión a priori eterna, en esos años adolescente creemos que todo es para siempre, duradero, eterno… pero no, la vida nos conduce por caminos inciertos, muchas veces inesperados, no planificados y aquellos lazos férreos que tuvimos en un tiempo se sueltan perdiendo su fortaleza, los cabos quedan libres y el viento de la vida los agita conduciéndolos en direcciones muchas veces opuestas.
Esas amistades de juventud, primeros amores en ocasiones, se diluyen con el devenir de los años, lo que fue único y principal en un tiempo, pasa a ocupar un espacio en la parcela de los recuerdos, apagándose su luz con el transcurrir de la vida, muchos de estos recuerdos y las personas que los protagonizaron desaparecerán sin dejar el menor rastro, otros en cambio permanecerán en estado latente hasta que una chispa les vuelva a dar vida. El rodar de los acontecimientos en la vida de cada individuo hace que estos sigan sendas diferentes, perdiéndose con mucha frecuencia los núcleos en común creados en tiempos incipientes, es por ello que lo que llega a persistir queda para toda la vida no obstante, algunas de esas luces latentes vuelven a encenderse tras un big bang inesperado, bien sea este una llamada ocasional, una búsqueda intencionada o un encuentro fortuito.

En nuestra cabeza andan desdibujados los rostros y las voces de entonces pero pequeños detalles que creíamos olvidados, afloran con fuerza y total nitidez tras ese primer reencuentro, ese primer contacto tras años de olvido nos abre las puertas de un pasado oculto entre las brumas del recuerdo y  aquellos personajes de juventud, adquieren el protagonismo que en su día tuvieron trayéndonos con su presencia, momentos de nuestra  historia que creíamos perdidos. Es entonces cuando recuperamos parte de nuestro yo olvidado, de nuestra esencia, esa que nos ha llevado a lo que hoy somos y entonces no pensábamos llegar a ser; las risas, las confidencias, las miradas o los besos furtivos siempre acompañaron a unos años de aventuras, de descubrimientos, de conflictos existenciales, en los cuales fue forjándose nuestro carácter, modelándose nuestra personalidad, configurándose nuestros cuerpos y nuestras almas.
Las primeras amistades como los primeros amores, dejan o deberían dejar una impronta imperecedera, un recuerdo imborrable, por desgracia muchas veces no es así y estos se diluyen en el tiempo como azucarillos en el fondo de una infusión; con su olvido y sin darnos cuenta, estamos perdiendo una parte de nuestras vidas, quizás nuestra mejor etapa aunque  no seamos conscientes de ello. Solo al recuperar a alguno de los personajes de antaño, casi siempre de modo fortuito, recuperamos parte de esa vida nutriéndola con los recuerdos latentes que anidan en nuestras cabezas, muchas veces ese regalo nos devuelve sensaciones olvidadas, ilusiones perdidas, nos ayuda a recuperar momentos muertos y que creíamos enterrados, los cuales vuelven a ver la luz muchos años después rejuveneciendo nuestros espíritus.
Si la persona recuperada, en su día adquirió la categoría de “especial” y por tanto tuvo un papel destacado en nuestra andadura, el regocijo vital que nos reporta su aparición se ve aumentado de forma exponencial potenciándose su recuerdo y valorando al alza cada momento pasado con ella; descubrir la evolución de las vidas mutuas es todo un viaje apasionante en el que cada gesto, cada mirada, cada palabra o movimiento nos rememora matices de una vida pasada que poco a poco vuelve a nosotros con energía, trayendo a nuestra conciencia todo un anecdotario de experiencias tenidas en común que permanecían dormidas en nuestras cabezas. Ese viaje por la vida ajena del ser añorado, refuerza unos lazos que no debieran haberse roto y que quizás no lo hicieron, tan solo se aflojaron perdiendo fuerza hasta que los acontecimientos vividos por separado, acabaron haciendo que bajásemos la guardia dejando que nuestros caminos se separasen.
Hoy nuestros caminos vuelven a cruzarse y hay que aprovechar bien dicho encuentro, haciendo de él el pistoletazo de salida para una nueva etapa en común, deteniéndonos en el recuerdo mutuo y afianzando los lazos que una vez existieron para coger impulso y asegurar un camino futuro que a pesar de transcurrir por carriles separados, nos permita seguir viéndonos de cerca por el retrovisor, compartiendo estaciones de servicio en las que reafirmar  el hilo de nuestras vidas, recreándonos en las palabras y compañía, en las miradas y las sonrisas, las confidencias y las dudas, engrandeciendo con todas ellas nuestro ciclo vital en común.
La vida adulta lleva implícita la adquisición de obligaciones, compromisos, responsabilidades y deberes, el trabajo, la familia y los problemas diarios ocupan nuestro tiempo ahogándonos muchas veces en una vida encorsetada que no nos deja margen de maniobra, anulando sueños, limitando espacios, restringiendo libertades… es por ello que el reencuentro con rostros del pasado puede llegar a ser una válvula de escape y por tanto, crear un espacio en nuestra abultada agenda puede suponer un gratificante bálsamo que nos reporte sensaciones olvidadas, emociones dormidas y sentimientos aparcados en la cuneta de nuestra existencia. Esas personas especiales que en el pasado aceleraron el latido de nuestros corazones, pueden influir de nuevo en nuestras vidas sirviendo de acicate a nuestro caminar, es por ello que una vez recuperadas debemos poner todo de nuestra parte para que no vuelvan a desaparecer; solo caminando junto a ellas nuestro camino será más satisfactorio.

domingo, 5 de mayo de 2013

LA CONCIENCIA DE UN ALAMBIQUE


El alambique o alquitara, es un viejo aparato utilizado para la destilación de líquidos mediante un proceso de evaporación por calentamiento y posterior condensación por enfriamiento. Fue inventado por Al-Razi  alrededor del siglo X de nuestra era para producir perfumes, medicinas y el alcohol de la fruta fermentada. Hasta aquí la parte formal, la auténtica, la de los libros o el Wikipedia; a partir de aquí por tanto, la parte de ficción, las reflexiones, los destarifos de la mente si los hubiera.
La parte mística de un alambique hay que buscarla en los confesionarios, allí se llega en estado de constricción, apesadumbrado o agobiado por la angustia de nuestros pecados pero ¡Ualá! Una vez te pones en manos del confesor de turno, nuestra conciencia empieza a soltar lastre y el alma  inicia su particular y curiosa destilación, luego con todos nuestros pecados condensados y desvelados a la figura oscura que se oculta tras la rejilla metálica, los purificamos dejándolos fluir a través de una fría penitencia hallando el perdón; una vez este conseguido, estamos en disposición de iniciar una nueva etapa pecadora ya con la conciencia tranquila y limpia de sombras.
El alambique tiene la capacidad de transformar el yo; al igual que algunos hechos pueden ser el detonante de una catarsis vital, las esencias y fluidos vomitados por el serpentín de tan mágico ingenio, pueden elevar un alma a dimensiones inimaginables, hacer vivir vidas paralelas o simplemente ser capaces de anular la voluntad. El alambique tiene poderes que escapan a la razón y de ahí su poder de atracción, de sus entrañas surgirán elixires con enjundia, fórmulas secretas, pócimas encantadas que harán al que las recibe sanar o morir, soñar o enamorarse, sufrir o disfrutar de una falsa realidad.
Nuestro yo evoluciona y se transforma tras pasar por el alambique, como si de una máquina del tiempo se tratara, somos los mismos en un mundo de circunstancias cambiantes a las que debemos saber amoldarnos, los que no lo consiguen se volatilizan como los vapores a través de los conductos del ingenioso aparato; la conciencia inerte del alambique retiene como llegas y que queda de ti al salir de nuevo al mundo, sabiendo en todo momento los cambios experimentados durante el proceso, se analiza el bagaje de inicio y el lastre desprendido durante el camino, solo así se puede valorar la nueva persona en la que nos convertimos.
Faro de vida y guía de trayectorias, algunas esencias dirigen nuestras vidas por derroteros difíciles de controlar, el mayor o menor número de anillos en el alambique de nuestra existencia puede hacernos llegar antes o después a nuestro destino y una vez en él, el éxito o fracaso queda en manos del cosmos al que pertenecemos. Seguir la trayectoria acertada no siempre es fácil pues el camino está lleno de obstáculos que en más de una ocasión nos tientan a abandonar, aquí debe resurgir la fortaleza que el proceso de cambio a través de los conductos metálicos, nos ha hecho forjar.
La  conciencia del alambique nos recuerda el camino a seguir y la forma de hacerlo, partiendo de una gran tinaja llena de momentos que es la vida misma, vamos confluyendo paso a paso hasta llegar a un cuello  de botella a medida que concretamos nuestras prioridades y estilo de vida, una vez allí ya sin espacio para desviarnos, entramos en el conducto metamórfico que modulara nuestro ser transformando conductas, modificando sentimientos, alterando emociones; nos desintegraremos para volver a ser integrados y una vez renovados, saldremos a la luz de una nueva vida, distintos, mejores, más plenos.
Atrás quedarán nuestros miedos, nuestras faltas y pecados, nuestros lastres serán abandonados en el camino de la purificación y una vez adquirido el nuevo estado, estaremos listos para afrontar nuevos retos, con más fuerza, más confianza e ilusión. El alambique habrá obrado su poder místico, ejecutando sus artes mágicas y oscuras, transformando aquello que precisa ser transformado, eliminando aquello que necesita ser eliminado, liberando aquello que está pidiendo salir y en esa catarsis de caos y cambio drástico se obtendrá un resultado a veces sorprendente, no esperado, un nuevo ser.
El arcanista experto manipulará el alambique buscando esencias cada vez más puras, elixires cada vez más eficaces, pócimas cada vez más fuertes y una vez obtenidos los fluidos mágicos, actuará ejercitando sus poderes sobre las mentes de fácil convencer, las almas desesperadas, los corazones desgarrados. Solo entonces podrá comprobar el verdadero influjo de sus alcoholes curativos; sus líquidos destilados a través del infinito serpentín, actuarán cobrando vida en quienes los absorben y con ello llevarán su poder al alma dormida.
Los cuerpos inertes, dirigidos por unos humores cautivos de esencias inciertas, vagarán por la tierra como almas en pena esperando su purgatorio y en su deambular sin rumbo, crearán caminos allí donde no los había y con ello, ampliarán los horizontes de su existencia. El alambique habrá sido el útero creador de donde brotarán las preciosas gotas que acelerarán pulsos, abrirán corazones, levantarán ánimos y pasiones, ellas serán el motor de la nueva vida y los cuerpos mortales que las vivan, pedirán más y más, y con ello ya serán nuestros hasta el fin de sus días.
El alambique seguirá destilando perlas de amor, espinas de tormento, gotas sanadoras que convenientemente administradas, revivirán los cuerpos y almas adormecidos por la bruma de la vida, agitados por una caótica existencia, oprimidos por compromisos estériles, angustiados por  múltiples necesidades artificiales que erróneamente nos hemos ido creando; el alambique será nuestro dios, creador y destructor a partes iguales, quedando el destino de sus fluidos destilados en manos del alquimista que sabiamente manipule sus esencias.
Hay de aquel que ose agraviar de pensamiento u obra, aquel que levante voz o mano, aquel que amenace o conspire, aceche o sorprenda… sobre el caerá la ira del alambique con toda la fuerza de sus fluidos mágicos y una vez impregnado su cuerpo con sus néctares prodigiosos quedará anulado de voluntad, desahuciado de pasiones, perdido en un mundo del que perderá  su control, esclavo de una vida que ya no será suya; su existir se convertirá en un deambular sin rumbo o destino, siempre al dictamen del arcanista que haya manipulado en él las pócimas elegidas y secretas.

Mi consejo: Sed buenos en actos pero también en pensamientos, solo así escapareis a los efectos nocivos del alambique.

miércoles, 1 de mayo de 2013

PERSONAS, PERSONAJES Y OTROS FILIBUSTEROS


Llámese persona a aquel espécimen de sexo variado (uno o una) que tras nueve meses insertado en vientre materno, nace, respira y crece. Seguro que explicación tan simple alarmará hasta las gentes más livianas, aquellas de escasa inteligencia y conversación menor así que seré más concreto. La palabra persona hace referencia en las charlas de acera o cafetín, a un ser con poder de raciocinio que posee conciencia de sí mismo (en ocasiones distorsionada) y que cuenta con su propia identidad. Así pues este ser dotado de inteligencia y sensibilidad, es capaz de agruparse y vivir en sociedad; podríamos decir que cada persona es singular y única, algunas más singulares que otras, pero todas siguiendo un patrón común.
Si se enfocara el tema desde el derecho, podríamos hablar de la persona como ente, habilitado para tener derechos y asumir obligaciones; hay esas obligaciones que a veces tanto cuestan de cumplir, pero con qué facilidad sabemos reclamar nuestros presuntos derechos, que listos somos para unas cosas y que olvidadizos para otras, sabemos ver la paja en ojo ajeno pero nos cuesta ver la viga en el propio y no vale lo de “señoría yo no sabía…”, hay que saber, hay que saber y por saber ya se sabe que el desconocimiento de la ley no exime de su cumplimiento así que a ponerse las pilas y a procurar saber, a cumplir con lo que toca a cada uno o una (como dirían los de UGT y CCOO).
Hay gente floja, amembrillada, de fluir manso, vamos el típico natillas, de esos que para mover un pie piden permiso al otro, con un horizonte dudoso son de poco arremeter; en sus manos las cosas se alargan, se eternizan, nunca ven el fin, son de sangre espesa como espesos son sus movimientos. Dudan y en su duda te desesperan, no avanzan y entorpecen el avance de otros, son desinteresados, no de buen corazón sino carentes de interés, nacieron con el alma cansada y todo su ser así lo manifiesta.
En el otro extremo están los vivos, nerviosos, aquellos de rápido excitar, van por la vida como si la vida misma se les acabara, son rápidos en el hacer y esa misma rapidez en ocasiones les hace errar; son de pensar fluido y a veces de actuar sin pensar, atolondrados, avanzados, de valentía inconsciente y de poco arrepentir; inquietos hasta el extremo de llegar a inquietar, de movimiento continuo o fácil temblor, su alma se atormenta por los contratiempos más melifluos.

En cuanto a la categoría de personaje aquí hay cancha para mucho tipo de personas. Llámese personaje a aquella persona u ente que por sus méritos o circunstancias sobresale de la masa humana entre la que vive, alcanzando un reconocimiento positivo o negativo por parte de la sociedad a la que pertenece. En esta categoría cabrían infinidad de meritorios pues ahí entrarían artistas, escritores, políticos, deportistas, científicos, militares, descubridores, inventores, malhechores de renombre, gánsteres, ladrones de guante blanco y algunos cantamañanas. Y gentes neutras de baja extracción y poco más o menos, de estos por desgracia en los últimos tiempos han aparecido tantos como setas tras una tormenta y ahí siguen, no los echan ni con agua caliente.
Por si no tuviéramos bastantes reyes y reinas, príncipes y princesas, van los medios y se inventan a la princesa del pueblo, que no ha dado que hablar la dichosa princesita, nunca un polvo taurino ha sido tan bien rentabilizado por nadie. Ole su calidad profesional, ole su estética belleza, ole su prosa exquisita, eso es saber estar ante las cámaras repartiendo valía; y que decir de esa masa enardecida que la siguen como icono y guía, esa defensa de su persona que miles de almas reivindican en cada sobremesa pegadas al  plasma de su salón; y los contertulios que la acompañan y enaltecen, siempre haciéndole la ola y enjugando sus lastimeras lágrimas, vaya banda de correveidiles, más falsos que un billete de mil euros.
Es lo que tiene la fama, te tiras un pedo y según donde lo hagas ¡ualaaa! Ya eres famoso y persona de interés, a partir de ahí a comentar en los medios la fortuita pérdida con todo tipo de detalles y a crear audiencia, pero no de cualquier tipo no, de la entendida, de la buena, de esa que se preocupa por uno y sabe apreciar un suceso en su justa medida; la gente del famoseo televisivo es muy peculiar, los hay que saben de algo, que tienen una u otra habilidad, que practican algún deporte o son buenos en cualquier arte creativo; luego están los curiosos, los inexplicables, los no entendibles, aquellos que no se sabe el porqué de su fama pues nada han hecho para merecerla y hay que joderse pero algunos de estos elementos arrasan en las audiencias, no hay más que remitirse al ejemplo anterior.
Así pues hay que procurar hacer algo de interés o al menos algo que llame la atención e intentar entrar en la élite de los personajes pues quedarse en simple persona para muchos, es un frustrante sinvivir al que no están dispuestos a sucumbir.

En tercer y último lugar, dícese filibustero de aquel que gusta de lo ajeno apropiándoselo mediante las artes de la piratería, saltándose las leyes y sin respeto alguno por la propiedad privada. Filibusteros insignes fueron Morgan, Drake, Barbarroja  o el mismo capitán Blood, ellos ocuparon la boca-boca de un romántico Caribe isleño en el siglo XVII, sus galeones y fragatas fueron el terror de las Antillas y sus historias han llegado hasta nuestros días con tintes de leyenda.
Hoy en día nuestros filibusteros son de otra pasta y desde luego nada románticos; en la actualidad se trinca desde el ordenador, sin dar un palo al agua y desde luego sin prácticamente arriesgar el físico. Es verdad que siempre quedará el butronero, el asiduo al tirón callejero o el navajitas barriobajero pero estos nunca ocuparán la élite del ladroneo; nuestros filibusteros de hoy son personajes insignes, gente respetada y admirada por su visión en los negocios hasta el día que los pillan y se derrumba el mito, entonces resultan ser villanos y gente de baja extracción. Esta gente asidua al traje a medida y corbata de seda, llegan a ser icono de moda y modelo a seguir, encumbrados por los medios y alabados por la gente principal, luego, una vez descubierto el pufo, nadie quiere que se las relacione con ellos; así son las altas esferas de nuestra sociedad, siempre dispuestas a arrimarse a donde creen que pueden sacar y las primeras en salir corriendo cuando la mierda escampa.
Unos millones aquí, otros más allá, eso si todos ganados de manera incierta y con un origen oscuro, reposando a la sombra de una palmera o en el anonimato de una caja de seguridad en cualquier paraíso fiscal: Andorra, Suiza, Lichtenstein, Gran Caimán o Bermudas da igual el sitio pues todos se han convertido en la antigua isla de Tortuga, refugio de los legendarios piratas caribeños. Nuestros actuales filibusteros tienen estudios, están bien preparados, tienen contactos y saben moverse en la jungla de las finanzas y  cuando los pillan, saben cómo escurrir el bulto protegidos por despachos de abogados que a la caza de una buena comisión, son igual de piratas que sus representados pero ellos amparados por la ley de la que hacen su “modus vivendi”. Al final, aunque lleguen a pagar penas, nadie devuelve nada, nadie se arrepiente de nada y con el tiempo salen a la calle, vuelven a la vida con tiempo suficiente por delante para ir en busca de sus tesoros ocultos y seguir viviendo a lo grande, ya exentos de la pena pagada.