sábado, 22 de octubre de 2016

DESOCUPADO Y ABURRIDO

Eran las cuatro, aquel hombre tenía toda la tarde por delante y no sabía que hacer, se puso delante del ordenador y esperó alguna ocurrencia con la que llenar su tiempo; entró en internet para ver el saldo de sus cuentas, los dineros mermaban como las finas arenas escapando en un reloj de arena, comprobó unas cifras e hizo unos cálculos antes de salir de la aplicación e ir a otra cosa. Un poco más tarde tecleaba su contraseña del facebook y esperaba ver aparecer la página de inicio, cuando esta hizo acto de presencia leyó los últimos comentarios hechos a una foto colgada por la mañana, también escribió alguna réplica intrascendente con la que colaborar en la red social tan de moda en estos tiempos.

A las cinco ya estaba harto pero aun le quedaban por llenar tres largas horas de un tiempo robado al ocio, su hermana entró en el despacho cargada con los cachivaches de costumbre, tenía que ajustar una rodillera ergonómica de última generación que colocaría a la mañana siguiente, él continuó frente al ordenador aporreando su teclado. Decidió iniciar un nuevo relato al que no puso nombre por el momento, en el escribía sobre un tipo que no sabía en que emplear las horas de una tarde, largos momentos de un aburrido tiempo sin una dedicación concreta; el tipo en cuestión sentado frente a su ordenador tonteaba buscando cosas en internet, indagando en su facebook, mirando su correo electrónico, al final decidió crear un documento en blanco y ponerse a escribir.

Ya rozaban las seis cuando el tipo del relato iniciaba su prosa describiendo el aburrimiento de un individuo que debía pasar una tarde tras su mesa en un despacho anónimo, no sabía que hacer pues no tenía obligaciones que cumplir, las cuatro horas que tenía por delante se le hacían insufribles y el tiempo pasaba despacio. Miraba la pantalla de su ordenador esperando ver aparecer una idea, un objetivo, una misión que cumplir; el tiempo empezó a correr cuando se sumergió en la red de redes, consultó sus saldos, curioseó su facebook, indagó en su buzón de correo y al final acabó repasando su carpeta de imágenes, fotos vistas una y otra vez, fotos de instantes especiales, de lugares nostálgicos, de rostros queridos. Pasado un rato cerró aquel apartado y escribió en el blanco de su pantalla: “Eran las cuatro, tenía toda la tarde por delante y no sabía que hacer…”


 Su hermana acabó de ajustar los cierres de la rodillera y tras guardarla en una bolsa salió del despacho para continuar con su faena, él quedó solo frente a su ordenador sin saber como continuar aquel curioso relato; los minutos pasaban pero para él el tiempo no corría y no sabía como continuar, aun no eran las seis y media. El hombre del tercer relato al igual que su antecesor en el segundo, se hallaba bloqueado por el aburrimiento extremo en el que se había convertido su vida, todos ellos eran clones de un modelo vital vacío de esencia y por tanto condenado al fracaso. Harto de aquella situación apagó su ordenador y acto seguido todos aquellos hombres detuvieron sus relatos desapareciendo en la oscuridad de su pantalla.

El día anterior al igual que lo sería el siguiente había tenido la misma tónica, la monotonía se cebaba con una vida intrascendente y anodina que instalada en una mente prisionera de un cuerpo anárquico, ocupaba un espacio vital prestado por el tiempo; sus raíces lo lastraban a un entorno limitado, el mismo en el que había crecido, el único que conocía desde que sus ojos vieron la luz. Observar las mismas caras un día tras otro lo asqueaba y las cuatro paredes grises entre las que convivía le asfixiaban de manera angustiosa.

A través de su teclado intentaba evadirse siempre que podía pero algunas tardes como aquella, su mente se bloqueaba ante tantos minutos por digerir, aquellos interminables periodos de aburrimiento no encontraban consuelo en historias ficticias ni en viajes cósmicos, así pues en esos días no quedaba otra que mantenerse firme frente a su pantalla de plasma perdiéndose entre un mundo de enlaces a la búsqueda de un resquicio por el que sorprenderse una vez más, quizás la última.

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