sábado, 8 de octubre de 2016

COLAPSO TOTAL

La herida se hacía más y más grande, no se veía pero el mal crecía en su interior arrasando todo lo que encontraba; el verano se había torcido y amenazaba con graves secuelas. Hacía días que su boca tenía un sabor extraño, la lengua era un estropajo seco y áspero incapaz de tragar más pastillas y ni siquiera la continua ingestión de líquidos conseguía suavizarla.

Las sábanas calientes durante las tórridas noches estivales eran un mal al que debía someterse cada jornada, nada conseguía enfriarlas y en ese ambiente sáunico conciliar el sueño era un imposible. El tic tac del tiempo durante esas noches avanzaba a pasos de tortuga y durante ellas la mente repasaba una y otra vez los derroteros de una vida echada a perder cuyas consecuencias habían sido ganadas a pulso.

Sus despertares eran cuanto menos molestos, con la piel cubierta por una fina capa de sudor pegajoso y frío, salía de la piltra destemplado y roto como un juguete desechado por el uso. Podía pasar horas encogido como un ovillo esperando recuperar un resquicio de templanza pero esta muchas veces se hacía esperar no apareciendo hasta la caída del día, en esa situación sus jornadas se convertían en un tormento añadido a su ya precario estado de ánimo.

Bajo un sol abrasador podía no encontrar el sosiego que su piel necesitaba, el mal que anidaba en su interior no se saciaba con nada y cada vez pedía más, ya no sabía que hacer para contentarlo y que le diera un momento de reposo. El alien Tato, como empezó a llamarlo, se había convertido en parte de su yo, una parte cruel e incansable que lo convulsionaba y retorcía llevándolo al límite de su resistencia con seria amenaza de partirlo en dos o eventrarlo en más de una ocasión.

A medida que se aproximaba la fecha del regreso a la ciudad, sus energías iban disminuyendo al tiempo que una luz de alarma iba incrementando la intensidad de su brillo; todo estaba por hacer, todo por decidir y una revisión exhaustiva se hacía necesaria para descartar el origen de tan molesto visitante. Había alcanzado el 4 en una escala de 5 y el tiempo corría en su contra desde hacía meses sin encontrar nada que frenara su avance, Tato había tomado las riendas de su destino y este no pintaba nada bien.

Con el fin de  cada temporada su mundo se desmoronaba, su entorno próximo se deterioraba a marchas forzadas sin nada que pudiera impedirlo pues al paso de los años nada puede interponerse; había llegado el momento de tomar medidas que paliaran en lo posible la situación a la que debía enfrentarse en adelante pero no era fácil, ellas implicaban un cambio drástico en su vida, un nuevo planteamiento existencial y asumir sus consecuencias pero ya no había tiempo que perder, debía buscar soluciones.

Con la amenaza de un colapso total a su precaria vida escribía unas últimas reflexiones en el viejo diario, allí quedarían olvidadas y ocultas a la vista de todos para quienes él no existió; los que lo conocieron no lo echarían de menos por que la vida no te da tiempo a echar la mirada atrás y quien lo hace corre el riesgo de caer por el precipicio.


Una última mirada antes de abandonar el entorno que había habitado en los pasados meses, fue suficiente para que su pesada carga aumentara de forma considerable, adentrarse por los caminos que lo devolverían a la realidad minaba su ánimo y con él bajo mínimos, le tocaba afrontar una nueva temporada de acontecimientos inciertos y seguramente malsanos. Era la vida que le había tocado vivir.

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