La herida se hacía más y más grande, no se veía pero el mal
crecía en su interior arrasando todo lo que encontraba; el verano se había
torcido y amenazaba con graves secuelas. Hacía días que su boca tenía un sabor
extraño, la lengua era un estropajo seco y áspero incapaz de tragar más
pastillas y ni siquiera la continua ingestión de líquidos conseguía suavizarla.
Las sábanas calientes durante las tórridas noches estivales
eran un mal al que debía someterse cada jornada, nada conseguía enfriarlas y en
ese ambiente sáunico conciliar el sueño era un imposible. El tic tac del tiempo
durante esas noches avanzaba a pasos de tortuga y durante ellas la mente
repasaba una y otra vez los derroteros de una vida echada a perder cuyas
consecuencias habían sido ganadas a pulso.
Sus despertares eran cuanto menos molestos, con la piel
cubierta por una fina capa de sudor pegajoso y frío, salía de la piltra
destemplado y roto como un juguete desechado por el uso. Podía pasar horas
encogido como un ovillo esperando recuperar un resquicio de templanza pero esta
muchas veces se hacía esperar no apareciendo hasta la caída del día, en esa
situación sus jornadas se convertían en un tormento añadido a su ya precario
estado de ánimo.
Bajo un sol abrasador podía no encontrar el sosiego que su
piel necesitaba, el mal que anidaba en su interior no se saciaba con nada y
cada vez pedía más, ya no sabía que hacer para contentarlo y que le diera un
momento de reposo. El alien Tato, como empezó a llamarlo, se había convertido
en parte de su yo, una parte cruel e incansable que lo convulsionaba y retorcía
llevándolo al límite de su resistencia con seria amenaza de partirlo en dos o
eventrarlo en más de una ocasión.
A medida que se aproximaba la fecha del regreso a la ciudad,
sus energías iban disminuyendo al tiempo que una luz de alarma iba
incrementando la intensidad de su brillo; todo estaba por hacer, todo por
decidir y una revisión exhaustiva se hacía necesaria para descartar el origen
de tan molesto visitante. Había alcanzado el 4 en una escala de 5 y el tiempo
corría en su contra desde hacía meses sin encontrar nada que frenara su avance,
Tato había tomado las riendas de su destino y este no pintaba nada bien.
Con el fin de cada
temporada su mundo se desmoronaba, su entorno próximo se deterioraba a marchas
forzadas sin nada que pudiera impedirlo pues al paso de los años nada puede
interponerse; había llegado el momento de tomar medidas que paliaran en lo
posible la situación a la que debía enfrentarse en adelante pero no era fácil,
ellas implicaban un cambio drástico en su vida, un nuevo planteamiento
existencial y asumir sus consecuencias pero ya no había tiempo que perder,
debía buscar soluciones.
Con la amenaza de un colapso total a su precaria vida
escribía unas últimas reflexiones en el viejo diario, allí quedarían olvidadas
y ocultas a la vista de todos para quienes él no existió; los que lo conocieron
no lo echarían de menos por que la vida no te da tiempo a echar la mirada atrás
y quien lo hace corre el riesgo de caer por el precipicio.
Una última mirada antes de abandonar el entorno que había
habitado en los pasados meses, fue suficiente para que su pesada carga
aumentara de forma considerable, adentrarse por los caminos que lo devolverían
a la realidad minaba su ánimo y con él bajo mínimos, le tocaba afrontar una
nueva temporada de acontecimientos inciertos y seguramente malsanos. Era la
vida que le había tocado vivir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario