Reflexiones
nocturnas plasmadas al romper el sol: Desvaríos nocturnos sin un objetivo
definido.
El
calor se ensaña con nuestras livianas almas y perturba nuestro descanso
nocturno ya de por si débil y asustadizo; las noches pasan lentas y silenciosas
mientras el reloj va poco a poco desgranando sus dígitos proyectados en el
techo sobre mi cabeza. Tantos minutos encerrados en el puñado de horas que se
suponen reparadoras de nuestro precario organismo dan para muchas historias,
para muchos repasos, para muchas vidas concentradas en pequeños fragmentos de
tiempo estéril y huidizo. Horas de ingenio y lucidez furtiva, de complicidad
creadora, cuyos resultados escapan por momentos de nuestra cabeza como el agua
entre los dedos.
Ojalá
pudiera atesorar todos esos pequeños momentos creativos, ojalá pudiera atrapar
todos mis desvaríos nocturnos, ojalá pudiera retener esos fragmentos de lucidez
acorporal y crear con ellos historias y escenarios mágicos en los que
personajes libres de carga emocional, sin ataduras ni prejuicios, escenificaran
las vidas que nos habrían gustado vivir, amaran los amores que nos hubiera
gustado amar, hicieran las cosas que nos hubiera gustado hacer. Con la salida
del sol y una vez de vuelta a la realidad de cada día, nos damos cuenta de la
magnitud de la brecha emocional con la que debemos convivir, el abismo que
separa la luz de las tinieblas no deja de ampliarse y con ella la distancia que
alguna vez unió ambas orillas, se hace insuperable.
La
misma espuma que llega a tus pies arrastrada por las olas en cualquier playa de
nuestro entorno, moja otros pies a miles de kilómetros en playas de aguas
cristalinas; por el camino entre una y otra orilla los cambios multiculturales
nos hacen muy diferentes a unos y otros, olvidándonos que tanto allí como aquí
late un mismo corazón, filtran unos mismos riñones, depura las impurezas un
mismo hígado y unos pulmones idénticos nos permiten seguir respirando cada
mañana. Dicen que la realidad siempre supera a la ficción, viendo la realidad
que nos rodea me quedo con la ficción inconsciente e irresponsable, nocturna e
íntima, quizás sea la cárcel de mis anhelos ¿pero sabes? Es mi cárcel y puedo
modificarla a mi antojo sin ayuda ni permiso de nadie; a veces añoro el estado
de trance al que son capaces de llegar ciertos santones en su meditación, son
capaces de elevarse a otra dimensión en su soledad libremente elegida, capaces
de modificar sus ritmos orgánicos y prolongar así su mística existencia que
pasean por mundos regidos por otros órdenes naturales.
Mirar
el horizonte y dejar volar la imaginación puede llegar a convertirse en un
ejercicio interesante de tele-transporte mental, allá en lo lejos quizás
mirando hacia su horizonte, curiosamente donde nos encontramos tu o yo, puede
que esté nuestra alma gemela, nuestro doble, espejo, llámalo como quieras; no
necesariamente debe parecérsenos físicamente, tan solo comparte unos valores,
unas inquietudes, unos sueños… ¿Quién no te dice que él o ella viven a través
tuyo o tu vives a través de ellos? Piénsalo por un momento, dos vidas idénticas
vividas en la distancia ajenas la una a la otra y separadas por miles de
kilómetros o quizás, tan solo por unos centenares de metros; pensarlo invita a
la reflexión pero a estas horas del día ya estoy cansado y mi mente deambula
perdida entre el humo de los incendios que nos rodean esquivando la lluvia de
ceniza que amenaza con tragárselo todo.
Medito
y en mi meditación encuentro el sosiego que la vida me niega, allí, a años luz
de donde mi cuerpo se encuentra, encuentro la paz que mi espíritu precisa,
revivo historias de un pasado lejano, recreo caras y miradas olvidadas,
silencios y palabras pronunciadas y con ellas vuelvo a momentos mágicos de
incierta realidad; ocurrieron o tal vez no pero mi cabeza las revive con total
nitidez y en ellas me recreo, me refugio y me aíslo de todo lo que me rodea y
me asfixia, en ellas encuentro la libertad perdida y todo mi ser flota en una
ficticia realidad de la que no quiero salir. Por momentos las oscuridad lo
invade todo extendiendo su velo sobre nuestras cabezas, llegamos a pensar que
la luz del sol no volverá a brillar y nuestro mundo quedará inmerso en las
tinieblas hasta el final de los días pero siempre, cuando menos lo esperamos,
en algún lugar surge una chispa de esperanza, y esta ilumina un incipiente
camino oculto por el que quizás podamos volver a resurgir; hay que aprender a
identificar esas señales pues ellas nos devolverán a la senda de luz y en ella
volveremos a ver brillar el sol.
Cada
jornada es un mundo de incertidumbre y antes de que esta comience la duda de
cómo esta se desarrollará puede llegar a angustiarnos, la cabeza no es
acompañada por el cuerpo y este se revela y se ensaña con nuestro espíritu ante
estímulos nimios y aparentemente insignificantes; la marcha normal de los
humanos que indiferentes me rodean, es ajena a mi mundo y circunstancias por
ello nada de lo mío es extrapolable a ellos que viven su propia realidad muy
diferente a la mía. Todo es un cosmos en continuo movimiento y en él todos
estamos inmersos en pequeños avatares, cada uno es único y principal para el
que lo vive el cual será protagonista de un fragmento minúsculo de ese cosmos
del que todos formamos parte; unos y otros formamos parte de cadenas infinitas
que al igual que el genoma humano, damos forma a ese ADN universal que no
encuentra límites en un espacio sideral en continua transformación.
Y
vuelvo a mis reflexiones nocturnas, y en ellas me centro en asuntos más
terrenales y cercanos, más factibles y personales, vuelvo a ver sus caras, sus
miradas, los lugares donde acontecieron los hechos tantas veces recordados,
intento escapar al lugar donde siempre quise estar y vuelo hasta allí con la
facilidad de un sueño el cual modelo a mi antojo, quito y pongo lo que quiero, actúo
sin normas preestablecidas y no he de responder ante nadie pues soy dueño y
señor de mi ficción en la cual voy creando mi historia. Podrán apresar mi
cuerpo, limitar mis movimientos, coartar mis libertades pero nunca podrán poner
límites a mi mente, con ella podré volar sin reparar en fronteras, sin atender
a razones, sin seguir los cánones de lo estipulado como correcto; en mi mundo
interior siempre seré libre y gracias a ello podré seguir viviendo la vida que
me tocó vivir.
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