El largo fin de semana ya está aquí, miles de vehículos se
apelotonan en las salidas de las grandes
ciudades dispuestos a aprovecharlo; en pocas horas las carreteras serán un caos
con destino a la playa o la montaña. Tan solo serán tres días pero para muchos
esos escasos días de asueto serán un oasis en el desierto, un paréntesis en sus
angustiadas vidas, una carga extra en sus baterías existenciales, para otros
estos días fueron en un pasado ya lejano un fin para casi todo lo conocido y un
comienzo para todo lo que tendría que venir.
Un año más la fatídica fecha estaba a punto de llegar, un año
más todo el contenido del baúl de los recuerdos se removía y la película volvía
a proyectarse, un año más las imágenes que durante décadas habían mantenido un
color sepia adquirían el color de la realidad y se volvían a revivir. Mientras
tanto cientos de miles de personas iniciaban la segunda quincena de agosto
debutando con un largo fin de semana lleno de ilusión, por fin llegaban las
ansiadas vacaciones, meses esperándolas y ahora ya estaban tocando a la puerta.
Con la banda sonora de Nothing Hill flotando en el ambiente,
de su mente brotaban los recuerdos de aquellos días vividos hacía ya varias
décadas, a diario se movía por los mismos escenarios de donde partió aquella
aciaga tarde de 1980, hoy se volvían a revivir aquellas imágenes borrosas por
el paso del tiempo. Aquella playa había cambiado mucho, la bahía era la misma
sin embargo en ella todo era diferente; más de tres décadas de cambios durante los cuales había
habido casamientos, nacimientos y muertes, atentados que habían cambiado el
mundo, personajes de primera línea habían desaparecido o sido derrocados, el
mundo árabe andaba convulso mientras Oriente Medio seguía sin levantar cabeza;
las tres décadas habían tenido sus guerras y con el paso del tiempo todo seguía
casi igual o peor, África seguía padeciendo sus hambrunas y en los últimos tiempos
sufría el azote del fundamentalismo islámico, los ricos eras más ricos y los
pobres más pobres, en cuanto a la clase media muchos países la tenían tocada de
muerte con la crisis y los recortes.
Pero allí seguía el inminente puente de agosto, impasible al
paso del tiempo y sus acontecimientos, listo para recibir a cientos de miles de
almas y a algunos espíritus que se quedarán en las carreteras una vez más;
setenta y dos horas de fiesta nacional serán el principio y el fin para muchos,
unos volverán resignados de sus vacaciones, otros eufóricos las iniciarán pero
todos irán sin apreciarlo, reduciendo su saldo vital.
Desde su jaula de cristal sobre la bahía él verá el presente,
recordará el pasado y elucubrará sobre el futuro; verá a las gentes asaltar la
playa con el mástil de su parasol en la mano emulando el desembarco de
Normandía, todos a la conquista de un pedazo de arena que no les pertenece pero
por el que están dispuestos a luchar como si en ello les fuera la vida. Al caer
la tarde el enlosado del paseo marítimo se irá oscureciendo progresivamente
como si una invasión de marabunta estuviera teniendo
lugar, la gente con ropa de paseo y bien
perfumada saldrá a estirar las piernas hasta la hora de la cena, desde su torre
de marfil él los verá ir de aquí para allá sin tumbo fijo.
El ansiado puente de agosto fue su final y ahora echando la
vista atrás a medida que la noche avanza, aun puede ver a la luna observando su
desgracia desde las alturas, impasible ante su cuerpo retorcido al final de una
escarpada vaguada invadida por la oscuridad y el silencio. La fiesta continua
en la costa como lo hacía aquella noche, las terrazas repletas de recién
llegados muestran la alegría de las noches de agosto en el litoral
mediterráneo, música y helados, baños de mar bajo las estrellas y todo un
amanecer por descubrir; tierra adentro muchos años atrás en una vaguada angosta
y olvidada, él vería otro amanecer y su cuerpo comenzaría una nueva vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario