sábado, 25 de abril de 2015

SENSACIONES de ir por casa

Acostumbrado  a que todo saliera mal uno en el fondo tenía la esperanza de que un giro inesperado a su mala suerte estuviera a la vuelta de la esquina, todo no podía salirle mal siempre y en algún momento su suerte cambiaría y con ella su vida comenzaría a remontar. Ese supuesto giro en su vida llevaba esperándolo hacia tiempo consciente de que tal aspiración era una quimera, aun así algo en su fuero interno le daba ánimos para seguir esperándolo y no desfallecer.

En su cabeza tenía grabado el discurso que confiaba poder dar algún día pero el tiempo pasaba y las oportunidades de llevarlo a cabo se iban esfumando; aquellas palabras pendientes de pronunciar se repetían una y otra vez entre sus ondas cerebrales, veía la respuesta a sus palabras en las miradas de la audiencia, intuía las preguntas que seguirían a su discurso, saboreaba las respuestas que daría y su impacto entre los reunidos.


Desde su atalaya veía desmoronarse el que en su día llegó a ser un imperio sin que nada ni nadie pudiera evitarlo, los retratos de insignes figuras colgados en una pared olvidada lloraban con vergüenza el caos en el que se había convertido lo que tanto les costó conseguir a lo largo de varias generaciones. Algunos de los principales hacía tiempo que habían huido con el rabo entre las piernas sin importarles lo que dejaban atrás, en los momentos difíciles es cuando se demostraba la verdadera valía de las personas y estos huidizos personajes se habían retratado con su respuesta ante los acontecimientos.

El mar seguía revuelto y como pateras a la deriva los restos del grupo eran zarandeados sin compasión ni orden, intentando mantener un ritmo coherente y firme, atendían como mejor podían la maquinaria del maltrecho buque; muchas eran las protestas del pasaje y marinería, escasas las soluciones aportadas por el puente de mando pues este no las encontraba y de esta forma, mal aguantando el tipo, se sucedían las jornadas unas tras otras.


Un aluvión de sensaciones bombardeaban sus días alejando de estos un mínimo de sosiego, todo se había convertido en una espiral de involución de la cual no había forma de escapar, sus tentáculos te atrapaban allá donde fueras no dándote ni un minuto de respiro; su vida se agitaba como una montaña rusa amenazada de sucumbir  en el abismo que se estaba abriendo bajo sus pies y del que ya nunca podría salir no obstante, una grieta de ilusión y esperanza se abría de forma intermitente en su cabeza, las sombras por un momento clareaban dejando salir al sol.

Aquella idea que rondaba en su cabeza desde hacía meses le permitía evadirse de tanto en tanto no dando la batalla por perdida, esa batalla virtual tan solo ganada en su imaginación era un pobre consuelo pero ya era más que nada y eso en su situación, era mucho. Estudiaba una y mil veces los planos de aquel local, se sabía de memoria su configuración dándole cientos de vueltas a las posibilidades que presentaba; céntrico, bien comunicado, espacioso y con mucha luz natural, algo que desde siempre buscó en sus espacios.

Convertir aquel reducto en un referente sería su objetivo llegado el caso, mientras tanto seguiría soñando con las imágenes de lo que quizás algún día podría llegar a ser. Él seguiría acechando el perímetro de aquel establecimiento, meditando frente a sus amplios escaparates, deambulando sin rumbo por sus calles adyacentes mientras su vida tendría que seguir soportando las andanadas de las circunstancias por las que estaba pasando.


Una vez superada la cresta de la ola las mismas aguas que lo hundieron, lo devolverían a tierra firme y en esta tendría que empezar de nuevo con el poco equipaje salvado de un naufragio con el que nadie contaba unos años atrás; la playa en que quedara varado podría ser su salvación o su final, su resurgir o su debacle, su luz o sus sombras, tanto en un caso como en el otro nada ya dependía de él pues los hados vigilantes en un cosmos caprichoso tenían en sus manos su destino y este ya estaba escrito de antemano.

sábado, 18 de abril de 2015

LAS COSAS DE LA VIDA

La vida, ese transcurrir sin pena ni gloria por la senda de lo incierto, al que nos vemos abocados el género humano desde el mismo momento en que vemos la luz; salimos a  la vida e iniciamos nuestra andadura entre claros y oscuros, intentando acertar con el camino correcto que muchas veces nos es negado, buscamos, dudamos, luchamos y a duras penas conseguimos sacar la cabeza por encima del bosque que en ocasiones nos asfixia intentando engullirnos. Crecemos y en nuestro madurar, aprendemos de nuestros fracasos, o deberíamos hacerlo, y en el peor de los casos estos nos arrastran a los abismos, condenándonos a una vida mediocre de escasa relevancia.
La vida escapa a nuestro control y por tanto tan solo podemos vivirla, modelarla es posible en algunos casos, aproximándola a nuestro modelo elegido pero esto solo unos pocos elegidos consiguen llevarlo a cabo mientras el resto, se ha de conformar con lo que les ha tocado vivir. Vidas disolutas, alegres, regaladas pero también de penurias, míseras y tristes, de todo hay en este planeta llamado Tierra que desgraciadamente estamos destruyendo; bajar los brazos nunca aunque muchas veces nuestras circunstancias nos tienten a tirar la toalla, a dejarlo todo, consumiéndonos en la impotencia de lo imposible.

El camino a veces se hace duro y solo nuestra fortaleza nos ayudará a seguir avanzando, superando los repechos más inclinados, afianzándonos en las curvas más traicioneras, iluminándonos en los túneles más oscuros, si al final conseguimos llegar a buen puerto habremos logrado ver ponerse el sol un día más y estaremos en condiciones de afrontar una nueva jornada. Con cada nuevo amanecer nuestra experiencia de la vida irá creciendo aunque esta no será igual de fructífera para todos, habrá quien sabrá sacarle su justo valor, otros en cambio serán simples peones autómatas dirigidos por una inercia ajena a sus voluntades y así se limitaran tan solo a cubrir su cupo con la vida sin ser protagonistas de la misma.
Pero no siempre todo es oscuro, los grises nubarrones de nuestra existencia también abren claros en sus esponjosos vientres dejando pasar la luz del sol, este con sus rayos ilumina nuestros horizontes mostrándonos caminos despejados, haciendo huir a las brumas de la incertidumbre, combatiendo a las sombras del averno; solo con paso firme y decidido avanzaremos seguros creando el camino que luego otros seguirán. En nuestro caminar iremos descubriendo atajos, senderos insospechados, caminos ocultos y vías panorámicas todas ellas visiones distintas de una misma realidad; cada uno interpretará su andadura de manera diferente, unos disfrutarán del paseo, para otros será tortuoso y difícil, habrá quien durante el mismo encontrará sabiduría y experiencia, otros en cambio pasarán por el sin dejar huella.

En toda vida ha habido una época buena o buenísima, ha tenido que haberla por necesidad, de no existir esta se puede decir que uno ha nacido muerto, huérfano de sonrisas, exento de cariño, amigos y atenciones; otra cosa es que uno ya no recuerde cuando esta etapa placentera tuvo lugar pues las penurias de una vida azarosa y plagada de malos momentos, a veces ocultan el brillo de esos días luminosos en los que uno fue feliz. Volvamos a nuestra juventud, a esos tiempos disolutos y alegres, libres de  cualquier compromiso serio, exentos de responsabilidades trascendentes, vacíos de experiencias amargas y exigencias imposibles, solo dispuestos a vivir la vida sin mirar atrás, sin preocuparnos por el futuro, tan solo esperando el fin de semana para salir con los amigos.
Recordemos a esos amigos, a los primeros amores y los primeros besos, las primeras vueltas a casa de madrugada con tus padres despiertos esperando un tanto mosqueados, por recordar recordemos nuestras primeras cervezas, las primeras discotecas y los magreos sobre mullidos sillones en un rincón alejado de la pista de baile; sigamos recordando e intentemos visualizar aquellos paseos nocturnos con nuestro brazo pasado sobre los hombros de nuestra amiga especial, oigamos su cálida voz, sus risas alegres, sintamos su delicado contacto y deleitémonos una vez más con el brillo de su mirada; recordemos las confidencias con nuestro mejor amigo, nuestros dilemas trascendentales de soluciones inciertas, nuestras grandes y nimias angustias, los días previos a recoger las notas, los exámenes, el selectivo y la llegada del verano con sus más de dos meses de asueto en el mejor de los casos, los paseos en moto y la obtención del carné de conducir, por fin un coche, entramos en la vida adulta.

Seguimos nuestro recorrido llegando a la universidad unos o integrándonos en el mundo laboral otros, vamos adquiriendo conocimientos, recogiendo experiencias, aparecen los primeros sinsabores pues todo ya no es tan fácil como antes; en verano estudiamos inglés en algún país anglosajón, una forma de turismo estudiantil que en escasos treinta días cuesta demasiado dinero para el resultado obtenido pero todo el que puede va a Dublín o a Londres o a cualquier villorrio de sus alrededores, los más selectos prueban en Estados Unidos o Canadá. Y el tiempo va pasando como ave que emigra en bandada siguiendo su curso inexorable, llegando el día en que cada uno debe buscar su nido, su sustento, su espacio en el mundo que le ha tocado vivir y que hoy en día nada se parece a lo que a nosotros nos tocó vivir, ese mundo se ha ampliado y el radio de acción para unos pocos afortunados es infinito, engloba todo el planeta y uno debe ir a buscar acomodo hasta los confines de la Tierra si fuera necesario.
A pesar de todo y en un ambiente  social tenso, inseguro y muy caldeado, seguirán habiendo fiestas universitarias, locos fines de semana disolutos, aparecerán nuevos amores y amistades, viajaremos en líneas low cost y cruzaremos países con lo que  nos cuesta un taxi para ir al Corte Inglés, mandaremos currículums y nos haremos expertos en eso que llaman redes sociales, crearemos nuestro perfil en una o varias plataformas virtuales y a partir de ahí a través de nuestro ordenador, tableta, teléfono o vete a saber cuantos ingenios más, actuaremos sin horarios ni puntos fijos de conexión en todo un ciberespacio que está esperando nuestras aportaciones para de manera subliminal, esclavizarnos y convertirnos en unos peones más del yugo tecnológico que hoy impera en nuestro mundo.

No obstante siempre nos quedará el consuelo de saber que el sol sale cada mañana aunque en ocasiones no lleguemos a verlo y al igual que el día se renueva, nuestra vida se inicia con cada nueva jornada haciendo frente a un mundo de posibilidades, en saberlas aprovechar estará en gran medida el devenir positivo o negativo de nuestro futuro. Al abrir los ojos cada mañana organizamos nuestras acciones de las próximas horas, en ellas deambularemos por una jornada en blanco, llenando su página vacía atendiendo obligaciones, compromisos concertados, deberes ineludibles y por encima de todos ellos seguiremos respirando, viviendo, aunque no seamos conscientes de ello.
Nuestra historia la escribimos nosotros con cada amanecer, cada jornada es un renglón en el libro de nuestra existencia y a medida que van llenándose las páginas de los pequeños detalles que configuran nuestra andadura, vamos cumpliendo años, cubriendo vida, llenando momentos que al quedar atrás aumentan nuestro bagaje existencial, nuestra historia y van añadiendo etapas por las que seremos recordados. Frecuentemente extrañamos lo que una vez tuvimos al tiempo que ignoramos lo que tenemos en la actualidad, buscamos lo que no nos hace falta sin hacer caso a lo que tenemos a mano; hemos olvidado el verdadero papel del ser humano, el motivo por el que nos pusieron sobre la Tierra, hemos dejado de convivir con la madre Tierra y a quienes aún lo hacen se les cerca y persigue para arrebatarles su porción de naturaleza.

Vivamos y vivamos de manera que al mirar atrás, el número de asuntos pendientes sea el menor posible, que las horas pasadas con la gente querida hayan sido el mayor número posible, que los rencores sean pocos, que los recuerdos sean muchos; solo las vivencias y con quien las hayamos tenido, serán el verdadero tesoro con un valor único e intransferible y para esa carga no necesitaremos manos, maletas ni carretillas, estará allá donde esté nuestra cabeza y cuando esta empiece a nublarse su contenido volará con las hadas yendo a incrementar la verdadera biblioteca universal más allá de las estrellas.

sábado, 11 de abril de 2015

UNA CHICA, UN BOLETO Y EL RESTO DE LA VIDA

Creo que aquella mujer entró poco a poco en sus retinas, al principio no le dio importancia pues era una chica normal, no llamaba la atención pero se acostumbró a su presencia; con el tiempo llegó a esperar las mañanas en las que iba por casa para tan solo cruzar unas escasas palabras con ella. Le gustaba verla llegar con el pelo suelto y sus jeans ajustados, siempre de buen humor y con una sonrisa en los labios; sus movimientos eran delicados, flexibles, silenciosos, se movía como una gata por la casa sin apenas delatar su presencia pero él la intuía, la buscaba y la seguía con la mirada allá donde fuera.

Le gustaba aquel cuerpo de contornos proporcionados, flexible y espigado como un junco mecido por la brisa de la mañana, siempre luciendo unas camisetas con algún detalle interesante que la distinguían; aquella mujer de piernas largas era rápida en sus ejecuciones pareciendo flotar sobre el entorno en el que se movía, tan pronto la tenías al lado como desaparecía a tus espaldas moviéndose por  las distintas habitaciones, era un duende del espacio que iluminaba las estancias con su sola presencia.


Intentaba fantasear con aquella mujer, en su cabeza creaba historias que repetía con frecuencia pero no era capaz de mantener una trama coherente que culminara con un desenlace, el que fuera. Siempre quedaba a medias un guion que iba elaborándose a medida que las imágenes se iluminaban entre los chispazos de sus neuronas, nunca conseguía concluir una historia que a priori estaba clara en su cabeza, algo lastraba aquella ficción deseada y le impedía disfrutarla. La historia nítida en un principio iba poco a poco desdibujándose hasta desaparecer, algo le tenía bloqueado en un punto de  la misma e impedía que  esta se desarrollara con normalidad, aquella relación virtual fracasaba noche tras noche.

Aquel frustrante y reiterado fracaso era mitigado con otra ficción que al igual que la primera, distaba mucho de poder alcanzarse pues unos índices de probabilidad infinitos la hacían inviable no obstante y dado que soñar era gratis  podía permitírselo; todas las semanas jugaba a la lotería, los números elegidos eran fechas señaladas de una vida anterior donde los sentimientos y las emociones habían acelerado un pulso de normal tranquilo. Aquellas caras y aquellos cuerpos siempre estuvieron presentes en su memoria cercana o remota, eran fracciones de una existencia fugaz vividas en momentos muy distantes, eran parte de su bagaje social que le acompañarían el resto de sus días.

Aquellos números bullían en su cabeza y en ella los veía desfilar entre las brumas de una ilusión que en estado catatónico se aferraba a un clavo ardiendo. Intentaba imaginar el sentimiento y reacción de quien de repente descubre ser el agraciado del sorteo, imaginaba el subidón de adrenalina o la descomposición intestinal al saberse premiado, organizaba en su cabeza prioridades y repartos, pagos y regalos, alivios y venganzas; todo aquello tomaba forma en su mente creando un maremágnum de anhelos aun a sabiendas de que todo era una absurda ficción, un hecho inalcanzable, una ilusión sináptica que tan solo quedaría atrapada entre sus neuronas.



Y por delante quedaba el resto de la vida, sin la chica de cuerpo atlético, sin los beneficios del azar, sin opciones de cambiar su rutina diaria y condenado a deambular entre grises y penumbra; sin saber cuándo se pararía el reloj seguiría el tic tac del minutero viendo caer los dígitos con cada nuevo amanecer, este le traería nuevas sorpresas y sinsabores pero quizás también, oculto entre las brumas del averno, un punto de luz por el que escapar, un nuevo camino que recorrer, nuevas etapas que superar ya sin la mochila de una existencia plagada de errores.

viernes, 3 de abril de 2015

LA CORRALA DE CAPERUCITA

Aquel condominio era una pequeña ciudad feudal bien estructurada, situada un barrio marginal  de la gran metrópoli lidiaba a diario con un buen número de conflictos urbanos; sus vecinos eran de condición variada dentro de una clase media venida a menos por los avatares de la larga crisis que azotaba al país en los últimos años, las carencias entre la gente se dejaban notar crispando una convivencia hasta hace poco cordial y amigable.

El edificio de tres alturas tenía un amplio y soleado patio de luces interior en torno al cual se desarrollaba la vida vecinal, allí se hacían tertulias en las que unos y otros intercambiaban chismes y noticias, allí tenían lugar las reuniones de la comunidad, también allí los niños jugaban a juegos de pillar y al escondite utilizando la fuente central y sus soportales como obstáculos tras lo que ocultarse.

Dos escaleras enfrentadas en ambos extremos del patio, daban acceso a las galerías corridas que circundaban el perímetro interior del edificio al cual se habrían treinta viviendas, diez por planta, mayormente ocupadas por foráneos venidos de otras provincias. En la puerta 2 G vivía la familia Andrade compuesta por un matrimonio y tres hijos, dos varones y una niña; Casilda, que así se llamaba, era la mayor y acababa de cumplir catorce años motivo por el que hicieron una gran fiesta en el patio con merienda y Karaoke, todos los niños de la corrala acudieron.


Casilda era muy de disfrazar, con un cuerpo muy desarrollado para su edad no pasaba desapercibida para el género opuesto, llamaba la atención y ella empezaba a darse cuenta, gustaba de gustar; sus hormonas estaban despertando al amor y al deseo por lo que aquellas gentes de la corrala, conocidas desde siempre, se le quedaban muy limitadas; Casilda quería ampliar sus horizontes sociales.

Asidua a las redes sociales tenía perfil en prácticamente todas las plataformas virtuales, su portátil y el recientemente adquirido iPhone 6 con motivo de su cumpleaños, echaban fuego bajo las yemas de sus dedos durante gran parte de sus jornadas cosa que tenía a su padre harto de tanta tecnología, su madre era el contrapunto que compensaba las continuas discusiones entre padre e hija al salir en defensa de esta última.

Como decía, Casilda era muy de disfrazar y en sus armarios se acumulaban vestidos peliculeros reconocibles en muchas historias literarias; su capa roja con capucha era un clásico entre su vestuario porque el rojo era su color y aquella prenda era usada con frecuencia por lo que los vecinos cuando la veían llevándola la tildaban de Caperucita.
Casilda quería mucho a su abuela a la que visitaba cada semana, esta vivía al otro extremo de la ciudad motivo por el que debía cruzar varios barrios de los denominados no recomendables para ir a verla, era un peaje que tenía  que  pagar y que tenía asumido. Sus padres le tenían dicho que nunca fuera sola pero Casilda, rebelde como era, hacía poco caso de las advertencias e iba a su bola al igual que en todas sus cosas.

Una tarde enfundada en su capa roja salió de la corrala con la intención de llevar a cabo su visita semanal, con la mochila colgando de un hombro y su nuevo iPad en el bolsillo emprendió el  camino adentrándose en los suburbios que tenía prohibidos pisar; ella era así, su valentía basada en la inconsciencia de una adolescente la hacía no ver los peligros que la rodeaban pero estos acechaban en cada esquina, en cada parque…


De camino a casa de su abuela entró en un Vidal y compró un par de paquetes de Filipinos, sabía cómo le gustaban a su abuela aquellas rosquillas bañadas en chocolate negro y pensaba darle una sorpresa. Siguió adentrándose en un maremágnum de callejuelas las cuales poco a poco iban quedando desiertas a  medida que la tarde declinaba; al llegar a un cruce que formaba una pequeña plazuela, un grupo de jóvenes la increpó al verla aparecer, uno de ellos se le acercó mostrándole gestos obscenos que a ella la hicieron ponerse en guardia.

No se lo pensó, conforme se puso a su altura el zagal malcarado lanzó su pie hacia sus partes bajas reventándole literalmente sus bolsas espermáticas (llámense huevos o cojones); el joven pillado por sorpresa cayó de bruces echando sus manos a las partes nobles retorciéndose de dolor y maldiciéndola, instante que Casilda aprovechó para salir corriendo y perderse por una calle lateral dejando a sus espaldas al grupo de jóvenes que sorprendido, no había tenido tiempo de reaccionar.

Una vez se sintió a salvo retomó su cadencia de paso dispuesta a acabar el tramo final de su trayecto; llegó con las farolas de las calles ya encendidas, llamó al timbre y al poco se oyó el zumbido eléctrico que desbloqueaba la puerta del zaguán donde vivía su abuela, ésta la estaba esperando desde hacía rato. Casilda subió corriendo los escalones ansiosa por ver a su abuela y darle un gran abrazo, cuando llegó al segundo piso la encontró en la puerta con su clásico batín azul regalo de unas navidades; ambas se abrazaron y la abuela besucona como era, hizo vibrar sus blandos labios sobre las mejillas de Casilda al tiempo que la arrasaba hacia el interior de la vivienda.

Esa noche se quedaría allí a dormir. Era una noche especial pues tenía lugar la gran final de GH Vip y las dos eran forofas de ese programa; durante los tres últimos meses habían seguido las intrigas y las cuitas de aquel grupo de crápulas y famosillos sin mérito conocido encerrados en la famosa casa de Guadalix. Había llegado la fecha señalada en la que tendría lugar el desenlace largamente esperado por el público y estaban dispuestas a verlo juntas; la abuela era más de la princesa del pueblo convertida en plañidera mal pagada dados sus continuos berrinches a lo largo de la edición que ese día finalizaba, por su parte Casilda apoyaba a Aguasantas  que vaya nombrecito tenía la muchacha, la veía más acorde a su forma de ser y mucho menos vulgar y grosera que la Esteban; así pues la disputa estaba servida, en pocas horas se sabría el resultado.

Cuando el mariposón de turno dio como vencedora del concurso a Belén con un 67%  de los votos emitidos, Casilda saltó del sillón gritando ¡tongo, tongo…! Su  abuela se reía y aplaudía al tiempo que desde la pantalla una Esteban eufórica rebuznaba improperios para celebrar su triunfo, alternaba lloros ensayados con soberbias risotadas al estilo que nos tenía acostumbrados…….los malos augurios anunciaban largas semanas de verla por los platós del corazón pavoneándose de su premio convencida de haberlo merecido pero ya se sabe, ganó un concurso de baile sin saber bailar, escribió un libro sin saber escribir, lucía el título de princesa y no pasaba de vulgar rana y ahora la hacían ganar el Gran Hermano Vip.


La velada acabó y ambas, abuela y nieta, se retiraron a sus habitaciones felices por estar juntas una vez más; la noche avanzaba y estrellas fugaces surcaban el cielo buscando destinos lejanos en los que verter sus esporas cósmicas dando lugar a la creación de nuevos universos. Casilda desde su cama soñaría con una vida lejos de su corrala en la que haría y desharía a su antojo sin tener que dar explicaciones a nadie, sería dueña de sus actos y a través de ellos sería reconocida.