sábado, 10 de enero de 2015

EL CÁNCER DE LA HUMANIDAD

Siempre han intentado manipularnos, de hecho durante siglos lo consiguieron y aun hoy en día en muchas partes del mundo siguen siendo ley; desde que el mundo es mundo el miedo a lo desconocido ha sido una lacra que unos pocos han sabido manejar sacándole un buen provecho. La incultura de los pueblos ha sido un caldo de cultivo inmejorable en donde esos pocos han sabido mover los hilos de manera sutil hasta conseguir erigirse en guías del rebaño. A nadie escapa que la masa siempre ha necesitado ser conducida, guiada, dirigida y cuando esto no ha sido así ha reinado la anarquía, peligrosa y desorganizada; a nadie escapa que la masa siempre ha necesitado tener algo en que creer, a lo que aferrarse en sus momentos de desesperación, a quien encomendarse en los momentos difíciles y a quien dar gracias por los éxitos y buenaventuras.


Los astros y los elementos han sido adorados desde tiempos inmemoriales, más tarde estos entes adorados cobraron forma y aparecieron los dioses, los hay a cientos, con las formas y poderes más diversos, nadie escapaba al poder de los mismos por voluntad u obligación. La aparición del santón, chamán, brujo, hechicero, gran sacerdote, guía espiritual o el nombre que fuere según culturas o momento histórico, dio pie a la creación de una figura supuestamente en contacto con los dioses cuyas voluntades se transmitían a través de sus voces, sus cánticos, sus bailes y ceremonias; con ellos la primera célula maligna empezó a arraigar sobre el planeta y con los siglos esta fue reproduciéndose.

En nombre de esos dioses la historia está llena de tropelías, las doctrinas que supuestamente promulgaban estos poseedores de la verdad, dieron lugar a las religiones y estas fueron y siguen siendo el azote de las civilizaciones; siempre dirigidas por unos pocos autoproclamados la luz del pueblo, marcan sus normas y se aferran a un inmovilismo ancestral. En nombre de las religiones se han abanderado guerras absurdas, se han sacrificado a hombres y mujeres avanzados para su tiempo, se han sesgado ideas y conocimiento científico, se ha lastrado el progreso de muchos pueblos cuyos miembros han sucumbido bajo el tormento en aras de la purificación de sus almas.

Los Mesías de turno han campado a sus anchas difundiendo la palabra divina, sus discípulos han ido interpretando sus legados adaptándolos a circunstancias variables según los tiempos, a su vez los seguidores de estos han hecho dogma de fe las supuestas palabras mesiánicas sin ni siquiera plantearse su coherencia y veracidad. La fe mueve montañas y las masas enardecidas bajo la influencia de esa fe, son capaces de cambiar la historia a sangre y fuego como se ha demostrado a lo largo de los siglos; las guerras santas, la yihad islámica, las cruzadas… donde los participantes en la contienda esperan obtener una recompensa espiritual por el mero hecho de ir o morir en combate, se han demostrado un reclamo suficientemente atractivo para formar batallones de mártires en uno y otro bando, por una y otra fe, en una u otra trinchera.


Hoy el mundo está dividido y se demuestra que cuanto más atrasado e ignorante es un pueblo más arraigadas tiene sus creencias religiosas, ciencia y fe llevan caminos separados pues la primera aplica la constatación de hechos y esto hace perder a la segunda poder, un poder que durante siglos se ha basado en seguir sin discusión alguna los cantos de sirena que en su día alguien asumió como divinos e impuso bajo la amenaza del fuego eterno a quien se desviara del camino. A lo largo de la historia nadie se ha salvado o condenado por seguir o no hacerlo una fe u otra, por ser bueno o malo, por aplicar unos preceptos o saltárselos…; nada impuesto es bueno y las religiones lo han sido durante siglos convirtiéndose en el cáncer de la humanidad a la cual ha subyugado con amenazas y castigos divinos cuando no aplicando tormentos y martirios.

Los pueblos libres de hoy en día tienen la capacidad de elegir si practicar o no esta o aquella fe según sus creencias, culturas o razas pero aún hay mucho mundo en el planeta que vive bajo el yugo de imanes radicales, sacerdocios peculiares, telepredicadores y un sinfín de personajes tocados por una supuesta mano celestial que marcan las normas de unas doctrinas muy alejadas de sus ideas originarias, donde estas han sido modeladas a la conveniencia de cada jefe espiritual y de cuyo incumplimiento muchas veces depende la propia vida.



Es hora pues de abrir los ojos ante tanta hipocresía, hora de liberar la mente de amenazas divinas en caso de apartarnos del camino, hora de aplicar el sentido común en la interpretación de los textos supuestamente sagrados, hora de restar importancia y protagonismo a los jefes espirituales, hora en fin de ser libres de ataduras impuestas por un clero  ancestral y caduco que ha sabido manejar con habilidad durante siglos a un rebaño temeroso de la ira divina. Rompamos las cadenas o mantengámoslas pero hagámoslo con libertad, sin miedos ni coacciones, sin imposiciones ni normas drásticas, sin temor por la propia vida; fomentemos pues en un nuevo siglo la libertad de credo o la ausencia de este pero hagámoslo con coherencia, sin dejarnos influir ni amedrentar, asumiéndolo en su justa medida, sin elevarlo a los cielos pues en estos tan solo hay nubes y los astros marcan nuestra buena o mala existencia.

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