Siempre han intentado manipularnos, de hecho durante siglos
lo consiguieron y aun hoy en día en muchas partes del mundo siguen siendo ley;
desde que el mundo es mundo el miedo a lo desconocido ha sido una lacra que
unos pocos han sabido manejar sacándole un buen provecho. La incultura de los
pueblos ha sido un caldo de cultivo inmejorable en donde esos pocos han sabido
mover los hilos de manera sutil hasta conseguir erigirse en guías del rebaño. A
nadie escapa que la masa siempre ha necesitado ser conducida, guiada, dirigida
y cuando esto no ha sido así ha reinado la anarquía, peligrosa y desorganizada;
a nadie escapa que la masa siempre ha necesitado tener algo en que creer, a lo
que aferrarse en sus momentos de desesperación, a quien encomendarse en los momentos
difíciles y a quien dar gracias por los éxitos y buenaventuras.
Los astros y los elementos han sido adorados desde tiempos
inmemoriales, más tarde estos entes adorados cobraron forma y aparecieron los
dioses, los hay a cientos, con las formas y poderes más diversos, nadie
escapaba al poder de los mismos por voluntad u obligación. La aparición del
santón, chamán, brujo, hechicero, gran sacerdote, guía espiritual o el nombre
que fuere según culturas o momento histórico, dio pie a la creación de una figura
supuestamente en contacto con los dioses cuyas voluntades se transmitían a
través de sus voces, sus cánticos, sus bailes y ceremonias; con ellos la
primera célula maligna empezó a arraigar sobre el planeta y con los siglos esta
fue reproduciéndose.
En nombre de esos dioses la historia está llena de tropelías,
las doctrinas que supuestamente promulgaban estos poseedores de la verdad, dieron
lugar a las religiones y estas fueron y siguen siendo el azote de las
civilizaciones; siempre dirigidas por unos pocos autoproclamados la luz del
pueblo, marcan sus normas y se aferran a un inmovilismo ancestral. En nombre de
las religiones se han abanderado guerras absurdas, se han sacrificado a hombres
y mujeres avanzados para su tiempo, se han sesgado ideas y conocimiento
científico, se ha lastrado el progreso de muchos pueblos cuyos miembros han
sucumbido bajo el tormento en aras de la purificación de sus almas.
Los Mesías de turno han campado a sus anchas difundiendo la
palabra divina, sus discípulos han ido interpretando sus legados adaptándolos a
circunstancias variables según los tiempos, a su vez los seguidores de estos
han hecho dogma de fe las supuestas palabras mesiánicas sin ni siquiera
plantearse su coherencia y veracidad. La fe mueve montañas y las masas enardecidas
bajo la influencia de esa fe, son capaces de cambiar la historia a sangre y
fuego como se ha demostrado a lo largo de los siglos; las guerras santas, la
yihad islámica, las cruzadas… donde los participantes en la contienda esperan
obtener una recompensa espiritual por el mero hecho de ir o morir en combate,
se han demostrado un reclamo suficientemente atractivo para formar batallones
de mártires en uno y otro bando, por una y otra fe, en una u otra trinchera.
Hoy el mundo está dividido y se demuestra que cuanto más
atrasado e ignorante es un pueblo más arraigadas tiene sus creencias
religiosas, ciencia y fe llevan caminos separados pues la primera aplica la
constatación de hechos y esto hace perder a la segunda poder, un poder que
durante siglos se ha basado en seguir sin discusión alguna los cantos de sirena
que en su día alguien asumió como divinos e impuso bajo la amenaza del fuego
eterno a quien se desviara del camino. A lo largo de la historia nadie se ha
salvado o condenado por seguir o no hacerlo una fe u otra, por ser bueno o
malo, por aplicar unos preceptos o saltárselos…; nada impuesto es bueno y las
religiones lo han sido durante siglos convirtiéndose en el cáncer de la
humanidad a la cual ha subyugado con amenazas y castigos divinos cuando no
aplicando tormentos y martirios.
Los pueblos libres de hoy en día tienen la capacidad de
elegir si practicar o no esta o aquella fe según sus creencias, culturas o
razas pero aún hay mucho mundo en el planeta que vive bajo el yugo de imanes
radicales, sacerdocios peculiares, telepredicadores y un sinfín de personajes
tocados por una supuesta mano celestial que marcan las normas de unas doctrinas
muy alejadas de sus ideas originarias, donde estas han sido modeladas a la
conveniencia de cada jefe espiritual y de cuyo incumplimiento muchas veces
depende la propia vida.
Es hora pues de abrir los ojos ante tanta hipocresía, hora de
liberar la mente de amenazas divinas en caso de apartarnos del camino, hora de
aplicar el sentido común en la interpretación de los textos supuestamente
sagrados, hora de restar importancia y protagonismo a los jefes espirituales,
hora en fin de ser libres de ataduras impuestas por un clero ancestral y caduco que ha sabido manejar con
habilidad durante siglos a un rebaño temeroso de la ira divina. Rompamos las
cadenas o mantengámoslas pero hagámoslo con libertad, sin miedos ni coacciones,
sin imposiciones ni normas drásticas, sin temor por la propia vida; fomentemos
pues en un nuevo siglo la libertad de credo o la ausencia de este pero
hagámoslo con coherencia, sin dejarnos influir ni amedrentar, asumiéndolo en su
justa medida, sin elevarlo a los cielos pues en estos tan solo hay nubes y los
astros marcan nuestra buena o mala existencia.
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