sábado, 8 de noviembre de 2014

FELICIDAD ¿REALIDAD O FICCIÓN?

Y uno pregunta ¿es usted feliz? A lo que el otro le responde ¿usted me ha visto cara de idiota? A menudo la felicidad pasa junto a nosotros pero lo hace de puntillas, sin armar ruido, sin querer llamar la atención y es por ello que casi siempre pasa desapercibida; los momentos buenos pasan mientras tenemos puestos nuestros sentidos en otras cosas y solo llegamos a apreciarlos con el paso del tiempo. Son instantes fugaces, efímeros, en blanco y negro o en color, en la playa o la montaña, en el campo o la ciudad, en un parque, en una calle, en un banco del jardín, la felicidad te azota cuando no la esperas y no la puedes atrapar.

El latigazo de felicidad es sutil, suave como el terciopelo, rápido como el rayo y tras él queda una sensación de incredulidad, uno no es consciente de haberlo experimentado pero se siente bien aun no sabiendo la causa,  pues a veces son pequeñas cosas las que dan origen al latigazo feliz. Si pusiéramos en una balanza los grados de felicidad e infelicidad del mundo,  está claro que ganarían por goleada los segundos, estos suelen ser mucho más abundantes y prolongados en contraste con los momentos puntuales de felicidad.


Nacimientos, bodas, aniversarios y un montón más de acontecimientos sociales son a priori momentos felices pero no siempre es así; muchas veces la responsabilidad adquirida y los compromisos impuestos por el acto protocolario, anulan en gran medida las dosis de felicidad que por lógica debieran envolvernos. Uno va por la vida sin plantearse la cuantía de su felicidad, en ocasiones pensar en ello puede ser frustrante y desesperanzador; con mucha frecuencia uno nunca tiene lo que cree merecer, en unas ocasiones faltan habilidades, en otras oportunidades, en algunas reconocimiento… todo ello puede llevar a un estado de infelicidad crónica que en estos casos es claramente manifiesta.

Volviendo a la efimeridad del latigazo feliz, cuando uno llega a darse cuenta este ya ha pasado y su huella ya solo es un recuerdo lejano, esto hace que tan solo podamos saborear un recuerdo en vez del momento que lo ha creado; agazapados dentro de nuestra cabeza guardamos en la memoria momentos ilustres en los que fuimos felices, pequeños fotogramas nos permiten ver caras y lugares que fueron protagonistas de esos instantes mágicos, cortos guiones que querríamos hacer eternos pero que duraron escasos segundos en nuestra existencia.


Nadie puede prepararse para la felicidad pues prepararse es esperarla y esta nunca se sabe cuándo llegará en el caso de que apareciera, como las sorpresas es imprevista  y por ello cala hondo en las vidas de quienes tienen la suerte de recibirla; la felicidad puede llegar a ser un estado de abobamiento manifestado por un latir más intenso de los corazones, un brillo más cristalino de unos ojos que pueden llegar a humedecerse así como unas manifestaciones corporales más desinhibidas como risas bobaliconas, caída de baba entre gritos con sordina e intensas ganas de abrazar al prójimo.

La desdicha es más abundante que la felicidad ¿Quién ha dicho que tengamos que ser felices? ¿Quién determina cómo y cuando llega la felicidad? Todo es una incerteza pero está claro que sufrir sufriremos, eso está garantizado, tan solo podemos elucubrar sobre cuanta felicidad estamos dispuestos a recibir, del mismo modo habrá que valorar los méritos hechos para recibirla que en ocasiones son más bien escasos.


Uno puede ser feliz viendo el vaivén de las olas, sentado en una toalla sobre la arena o leyendo un libro en una terraza pero ¿se es consciente de esa felicidad? normalmente no y por tanto pasa desapercibida. Uno puede ser feliz viendo una cara bonita, teniendo una conversación con los amigos o paseando con un ser querido pero ¿llegas a darte cuenta de lo especial de ese momento? normalmente no y por tanto no sabemos retenerlo.

Quizás esté en esa falta de consciencia el secreto que nos lleva a ser felices con el recuerdo de esa felicidad efímera, fugaz e imperceptible, quizás en  no darnos cuenta de ella en el momento que se produce esté la esencia de la misma felicidad.

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