sábado, 29 de noviembre de 2014

EL BARRIO DE LA LUZ

El pasado es todo lo que le quedaba, perderse en sus cientos de vericuetos le ayudaba a seguir viviendo y afrontar con un mínimo de aplomo cada nueva jornada, los problemas se acumulaban y él necesitaba desconectar. Sumergido en la bañera de agua tibia intentaba relajarse después de una semana para olvidar, con la cabeza apoyada en el borde y los ojos cerrados,  respiraba tranquilo dejando que el agua lamiera su piel dormida; a esas horas de la mañana el edificio parecía tranquilo y apenas se oía tráfico en la calle.

Aquel apartamento era su refugio y a él acudía siempre que podía para huir del caos del centro donde tenía su residencia habitual, esa mañana era uno de esos días en los que necesitaba cambiar de aires y despejar la mente, allí era más fácil. La luz entraba por la ventana de la habitación inundando con sus rayos hasta el último rincón de la estancia, él desde la bañera con la puerta del baño abierta, veía el edificio de enfrente, su jardín y la piscina comunitaria; era un buen barrio, tranquilo, moderno y con mucha luz.

Como barrio emergente que era, aún quedaba mucho por hacer aunque por otro lado eso le daba la tranquilidad que él buscaba cuando adquirió el apartamento; pasear por sus jardines o sentarse en alguna de sus terrazas le hacía creer estar en otra ciudad, en otro espacio, muy distinto al habitual por donde se movía a diario. Era su burbuja de paz, su lugar de olvido, en el cargaba sus baterías orgánicas y mentales, hacía planes o volaba con la imaginación a tierras lejanas.


Allí seguía sumergido en sus tres cuartas partes, refugiado dentro de una placenta de porcelana, su piel absorbía la calidez del fluido y lo relajaba mientras su mente organizaba  las actividades del día que tenía por delante. En la calle el ambiente olía a hierba fresca, la abundancia de jardines recién regados a primeras horas de la mañana daban al entorno un aroma silvestre;  los vivos colores en vallas, setos y parques eran una explosión de color para la vista que activaba el resto de los sentidos, él lo sabía y visionaba en su cabeza cada recorrido por aquel que era su barrio.

Como una lanzadera para viajes estelares, aquel apartamento era su rampa de lanzamiento y desde el proyectaba sus anhelados viajes transoceánicos; el espacio de aquellos poco más de cien metros cuadrados estaba dividido en tres habitaciones de las cuales tan solo una estaba amueblada y que le servía de dormitorio, un par de baños, la cocina apenas utilizada ya que nunca comía en casa y un salón comedor en el que la protagonista era su última adquisición, un enorme televisor de 55 pulgadas de pantalla curva, una delicatesen tecnológica de reciente aparición en los mercados y por la que había pagado un buen dinero, frente a ella un gran sofá de tres cuerpos con diseño italiano completaba todo el mobiliario de la estancia, no necesitaba más.

En aquel barrio se escuchaba el silencio, el tráfico rodado quedaba en otra dimensión, a poco que te adentraras en el gran jardín lineal que cruzaba la ciudad, las grandes vías quedaban por encima de tú cabeza perdiendo todo su protagonismo y sus malas influencias; era como estar en otro lugar, a mucha distancia de donde realmente estabas y todo a un salto de mata de su casa. Aquel entorno era un ente recuperador, recuperador del alma, recuperador de los sentidos, recuperador espiritual; allí podías olvidarte de todo, alejarte de todo…

Y mientras la espuma jugaba con su piel dormida en aquella cálida vasija, el barrio despertaba a una nueva jornada, los comercios levantaban sus persianas preparándose para recibir a sus clientes, los vecinos iban desfilando por sus zaguanes encaminándose a sus diversas tareas y actividades, niños con cara de sueño eran arrastrados por sus madres en busca de la parada del autobús escolar… Él pronto emergería de su balsámico baño y se incorporaría a esa masa humana que poco a poco se ponía en movimiento un día más.

A poco más de trescientos kilómetros de su barrio, en la capital del reino, la ciudad engalanada recibía al nuevo monarca Felipe VI con las calle llenas de gente agitando miles de banderas patrias; tras la jura del cargo en el Palacio del Congreso y una vez coronado, los nuevos Reyes eran aclamados por su pueblo en un colorido recorrido por las calles de Madrid camino del Palacio Real donde harían el tradicional saludo desde el balcón. Todo aquello quedaba lejos de su calle, de su zaguán, de su casa, pero todos los medios se hacían eco del evento en riguroso directo por lo que desde su bañera él no se sentía ajeno a aquel día histórico cuyos sonidos le llegaban desde el televisor.

Una vez en la calle, respiró profundamente e hinchó sus pulmones captando los aromas de aquel entorno en el que solía refugiarse; la luz lo inundaba todo y la mirada podía perderse en la lejanía gracias a los amplios espacios que configuraban aquella zona de la ciudad. Echó a andar con paso relajado, no tenía un destino concreto tan solo se dejaba invadir por la luminosidad y el colorido de aquellos jardines, paseos y avenidas. Todo era nuevo cada vez que pisaba la calle y a la vez familiar, cotidiano, amigable; por mucho que estuviera en aquellas calles, el barrio siempre le sorprendía recibiéndole como el primer día que llegó.


La vida continuaría, los problemas que le acuciaban se irían resolviendo siendo sustituidos por otros igual de acuciantes, el tiempo iría pasando y el seguiría yendo a aquel barrio donde desconectaba de todo, donde se renovaba dejando parte del lastre que arrastraba, donde sus sentido se relajaban dejándose  llevar por los estímulos que aquel entorno producía en su yo más profundo. El barrio era su  talismán, su isla salvadora, su refugio urbano dentro del caos de una ciudad milenaria y allí buscaría el aire que le faltaba siempre que lo necesitara, allí sabía que tenía su burbuja de paz esperándole y allí volvería una y otra vez el resto de sus días.

sábado, 22 de noviembre de 2014

LA CÁRCEL MODELO

La crisis llegó para quedarse, ya eran varios los años de recortes, limitaciones y penurias; los ricos como pasa siempre eran más ricos y los pobres más pobres, la clase media se había pulverizado soportando sobre sus hombros el peso del mal hacer ajeno. 

La gente no podía acceder a una vivienda y quien la tenía, corría el riesgo de ser desahuciado si se retrasaba en el pago, mientras tanto la banca seguía acumulando beneficios a pesar de haber sido rescatada con dinero público tras años de nefastas especulaciones. Personajes insignes que durante décadas habían sido modelo para muchos, se destapaban como grandes evasores de impuestos con enormes fortunas en paraísos fiscales ganadas a base de saltarse todas las leyes y ahí seguían, con grandes mansiones y rodeados de un cortejo de aduladores sin escrúpulos.

En este país de pandereta la lentitud de la justicia según para quien, llegaba a exasperar; todo se eternizaba y mientras tanto muchos se quedaban por el camino esperando que se hiciera justicia con sus asuntos. Los expedientes se amontonaban en los juzgados mientras los casos prescribían con el paso del tiempo, el sistema judicial era tan perfecto y civilizado que muchos presuntos culpables se iban de rositas haciendo clara burla a la sociedad en la que delinquían. Y mientras unos vivían a cuerpo de rey de lo ajeno aprovechándose de amnistías fiscales y otros subterfugios, otros, la mayoría, se las veían canutas para llegar a fin de mes, para atender sus pagos, para encontrar un trabajo ya no digno sino tan solo un trabajo, de lo que fuera.

Y mientras todo esto sigue ocurriendo un selecto grupo de individuos, varios miles en todo el país, pagan sus errores con la falta de libertad en instituciones penitenciarias eso sí, con todas sus necesidades cubiertas a cargo del estado; allí gozan de tres comidas diarias, habitaciones con vistas, biblioteca, gimnasio, instalaciones deportivas, talleres por si sienten la necesidad de llevar a cabo eso que llaman trabajo, tienen atención médica gratuita, derecho al estudio, bis a bis con la parienta para apagar la lívido… y todo pagado con los impuestos de esa gente que no llega a fin de mes, que ha de pelear por una cartilla sanitaria, que no le llega para pagarse la matrícula de sus estudios, que con una comida diaria tiene que apañarse y agradecer lo que comen al banco de alimentos, que no pueden  pagar el alquiler o la hipoteca de su casa… pero ya se sabe, somos un país civilizado y moderno, tan moderno que dejamos que muchos niños pasen hambre, tan avanzado que retiramos las ayudas a la dependencia, tan modélico que permitimos el desahucio de personas mayores dejándolas en la calle y mientras tanto tenemos a la escoria de la sociedad en instalaciones públicas, bien alimentada, con su sanidad cubierta y múltiples opciones para llenar su tiempo libre.


Habrá quien piense que bastante tienen con estar privados de libertad, craso error, la gran equivocación con esta gente es olvidar los motivos por los que están donde están, la gran equivocación con esta gente es permitir que se les apliquen beneficios penitenciarios, la gran equivocación con esta gente es que nunca cumplan íntegras las condenas que se les imponen. La cárcel no rehabilita ni mucho menos ayuda en la inserción social del preso una vez libre, por otra parte que necesidad tiene la sociedad de asimilar a estos marginados, a mi modo de ver ninguna por tanto ¿para qué invertir recursos en ello?

Las instituciones penitenciarias deberían reinventarse para afrontar los retos del nuevo siglo en el que nos hallamos inmersos, la estructura carcelaria está obsoleta y en general demasiado cómoda para los internos; el tránsito de personal y su sociabilidad favorecen el tráfico ilegal y las corruptelas tan implantadas en todos los centros penitenciarios. Por tanto un nuevo modelo de cárceles está siendo necesario, en las que el contacto interpersonal esté restringido, en el que las visitas sean una excepción, en el que los motines sean impracticables y las fugas imposibles, nuevas cárceles sin privilegios, desconectadas del mundo exterior, en las que el que ingrese se convierta tan solo en un código de barras, cárceles automatizadas, mecanizadas, carentes de sentimiento.

Una estructura capsular basada en el modelo esponja sería digna de estudiar; imaginemos una esponja, visualicemos los cientos del celdillas que configuran su estructura, ahora traslademos esa estructura a un complejo penitenciario; cada celda estaría aislada del resto sin conexión física entre ellas, la comunicación entre los inquilinos estaría anulada al no existir espacios comunes en los que interactuar, la alimentación, higiene y necesidades sanitarias se prestarían en la propia celda sin por ello tener necesidad de acudir a ninguna instalación concreta y por tanto se evitaría el tránsito por pasillos y otras dependencias. El contacto entre presos y funcionarios se llevaría a cabo vía telemática, manteniendo el contacto personal tan solo para casos especiales o de extrema necesidad; el centro por tanto aseguraría el completo aislamiento entre los internos no dando lugar a complots, camarillas o las tan habituales mafias carcelarias; el interno en su celda no recibe nada del exterior y nunca podrá comunicarse con el mismo, la celda se sella el día de su ingreso y tan solo se rompe su precinto al cumplir la condena o por motivos especiales.

Dado que este modelo de cárcel carece del régimen de visitas y otros privilegios, su ubicación idónea sería cualquier enclave aislado y de difícil acceso; podría pensarse en un complejo subterráneo ya que la influencia climatológica será irrelevante o submarino, aprovechando plataformas petrolíferas en desuso. Un condenado a cárcel no puede pasar el tiempo jugando al basket, tomando el sol en el patio o tonificando sus músculos en el gimnasio, mientras personas honradas son víctimas de los desmanes de gentes que se saltan la ley a la torera creyéndose impunes a las normas de la sociedad en la que viven.


Un nuevo modelo de cárcel se hace necesaria, un modelo en el que el interno sufra realmente las consecuencias de los actos que lo han llevado allí, en donde la pérdida de libertad sea el menor de sus males, el aislamiento lo tendrá a salvo de malas influencias y tan solo su fortaleza será el arma que podrá esgrimir para superar la prueba que la sociedad le ha impuesto, si no lo consigue a nadie importará.

sábado, 15 de noviembre de 2014

EXPERIENCIA POLINESIA

Por fin llegó la fecha, poco a poco cada día ha ido quedando menos para cumplir un sueño largamente esperado, soltar amarras e iniciar el gran viaje que me lleve a los mares del sur; nuestro medio de transporte será el OideMar, un motovelero mallorquín de algo más de diez metros de eslora botado en un astillero de Pollença hace unos años; la pequeña embarcación ya ha superado en el pasado varios temporales con nota pero el reto que ahora se le presenta por delante, es toda una incógnita de resistencia marinera. La cabina está dotada de todo lo necesario: un camarote en proa con dos literas, una más en popa para el navegante en el lado de babor, un cuarto de aseo reducido pero con todos los elementos necesarios, un salón cuya mesa abatible permite la transformación de esta en una gran cama a estribor y el largo banco a babor que ubica cocina, nevera, despensa y numerosos cajones, todo el habitáculo está repleto de tambuchos y estantes donde llevamos los enseres que poco a poco han ido llegando bordo. Este será  nuestra vivienda y refugio durante los próximos meses y en él conviviremos codo con codo durante muchas jornadas.



Saldremos de Valencia y bordeando todo el sur de la península, atravesaremos el estrecho de Gibraltar rumbo a las Canarias, donde haremos una primera escala disfrutando de algunas de sus islas. Bien aprovisionados y cargados de ilusión, daremos el salto al nuevo mundo cruzando el Atlántico y buscando el canal de Panamá donde esperamos sorprendernos con la majestuosidad de tal obra de ingeniería; una vez en el Pacífico nos recrearemos un tiempo en Ciudad de Panamá visitando a un buen amigo, oriundo de aquellas tierras pero que vive a caballo entre los dos lados del charco.



A partir de aquí el viaje que iniciaremos será toda una aventura, con rumbo suroeste iremos derivando hasta encontrar la isla de Pascua donde tenemos pensado quedarnos una temporada, allí intentaremos adentrarnos en la cultura de aquellas gentes y aprender sobre los misteriosos moais; una vez satisfecha nuestra curiosidad y dado que no nos marcamos plazos ni horarios encorsetados, zarparemos rumbo a nuestro destino final, la gran Tahití y sus islas satélites en las cuales  pensamos establecernos.



Cruzaremos el Pacífico con la mirada puesta en el horizonte a la espera de ver aparecer ante nuestros ojos, la silueta inconfundible de aquellas tierras volcánicas rodeadas por lagunas de aguas cristalinas, la exuberancia de su vegetación contrasta con los azules de los mares sobre los que se asientan y la población, siempre hospitalaria, recibe al visitante con una sonrisa en los labios. Tahití y su capital Papeete, serán nuestra primera escala en las islas; mucho hemos leído y visto a través de la red sobre esta ciudad cosmopolita, puerta de entrada al paraíso polinésico, pero estamos seguros de que lo que allí encontraremos, superará con creces todas nuestras expectativas.



Ya estamos deseosos de atracar en sus muelles y darnos un paseo por el Boulevard de la reina Pomaré, tomar una picada en cualquiera de las típicas roulottes en La Costanera o relajarnos a la sombra de las palmeras en el Parc Bougainville frente a la laguna; lo vemos con los ojos de la imaginación y aún tenemos miles de millas de navegación por delante, todo un reto que cumplir y que estamos a punto de iniciar. Todo puede cambiar una vez allí pero nuestra intención es instalarnos en la vecina isla de Moorea y para ello tenemos echado el ojo a un fondeadero en la bahía de Cook al norte de la isla, aquella zona es tranquila a pesar de la proximidad de algunos resorts de lujo con sus característicos bungalós overwater.


Una vez encontremos en tierra firme algo donde vivir, aquella zona será nuestra base de operaciones durante los próximos años, desde allí saldremos una y otra vez para recorrer los diferentes archipiélagos y allí regresaremos cada vez en busca de descanso y avituallamiento. No hay nada como ser dueño del tiempo, allí no habrá horarios laborales, ni fines de semana, ni finales de mes, todo serán unas largas vacaciones en las que esperamos conectar con la naturaleza y la cultura de aquellas tierras mientras otros en el viejo mundo, seguiréis acudiendo a vuestros monótonos trabajos, dando clases en la universidad y haciendo juegos malabares con el saldo de la tarjeta visa.


En nuestro diario de objetivos a cumplir están el conocer todas y cada una de las islas del archipiélago de la Sociedad, recorriendo sus enclaves arqueológicos y visitando los principales maraes, Bora Bora considerada la perla del Pacífico está marcada en grande entre nuestros destinos destacados pero también Huahine y las islas hermanas de Raiatea y Taha’a; saltaremos al archipiélago de las Tuamotu y allí exploraremos los grandes atolones de Rangiroa y Fakarava acercándonos al famoso Lagon Bleu donde nos deleitaremos con sus famosos fondos marinos; las islas Marquesas también ocuparán un tiempo importante en nuestro viaje, tan distintas y alejadas del resto.



El viaje Valencia-Papeete incluidas las escalas técnicas y estacionales, calculamos durará alrededor de un año, la permanencia en aquellas tierras vendrá dada por el desarrollo de los acontecimientos pero se presume será prolongada. Los satélites serán nuestra fuente de comunicación durante muchas jornadas en las que perdidos en la inmensidad de los océanos, iremos abriendo ruta cada vez más cerca del paraíso. Es nuestra intención crear un blog en el que iremos relatando nuestras experiencias a lo largo del que consideramos será el viaje de nuestras vidas, compartir nuestro día a día enriquecerá esta experiencia extraordinaria; esperamos que os guste como estamos seguros nos gustará a nosotros.

sábado, 8 de noviembre de 2014

FELICIDAD ¿REALIDAD O FICCIÓN?

Y uno pregunta ¿es usted feliz? A lo que el otro le responde ¿usted me ha visto cara de idiota? A menudo la felicidad pasa junto a nosotros pero lo hace de puntillas, sin armar ruido, sin querer llamar la atención y es por ello que casi siempre pasa desapercibida; los momentos buenos pasan mientras tenemos puestos nuestros sentidos en otras cosas y solo llegamos a apreciarlos con el paso del tiempo. Son instantes fugaces, efímeros, en blanco y negro o en color, en la playa o la montaña, en el campo o la ciudad, en un parque, en una calle, en un banco del jardín, la felicidad te azota cuando no la esperas y no la puedes atrapar.

El latigazo de felicidad es sutil, suave como el terciopelo, rápido como el rayo y tras él queda una sensación de incredulidad, uno no es consciente de haberlo experimentado pero se siente bien aun no sabiendo la causa,  pues a veces son pequeñas cosas las que dan origen al latigazo feliz. Si pusiéramos en una balanza los grados de felicidad e infelicidad del mundo,  está claro que ganarían por goleada los segundos, estos suelen ser mucho más abundantes y prolongados en contraste con los momentos puntuales de felicidad.


Nacimientos, bodas, aniversarios y un montón más de acontecimientos sociales son a priori momentos felices pero no siempre es así; muchas veces la responsabilidad adquirida y los compromisos impuestos por el acto protocolario, anulan en gran medida las dosis de felicidad que por lógica debieran envolvernos. Uno va por la vida sin plantearse la cuantía de su felicidad, en ocasiones pensar en ello puede ser frustrante y desesperanzador; con mucha frecuencia uno nunca tiene lo que cree merecer, en unas ocasiones faltan habilidades, en otras oportunidades, en algunas reconocimiento… todo ello puede llevar a un estado de infelicidad crónica que en estos casos es claramente manifiesta.

Volviendo a la efimeridad del latigazo feliz, cuando uno llega a darse cuenta este ya ha pasado y su huella ya solo es un recuerdo lejano, esto hace que tan solo podamos saborear un recuerdo en vez del momento que lo ha creado; agazapados dentro de nuestra cabeza guardamos en la memoria momentos ilustres en los que fuimos felices, pequeños fotogramas nos permiten ver caras y lugares que fueron protagonistas de esos instantes mágicos, cortos guiones que querríamos hacer eternos pero que duraron escasos segundos en nuestra existencia.


Nadie puede prepararse para la felicidad pues prepararse es esperarla y esta nunca se sabe cuándo llegará en el caso de que apareciera, como las sorpresas es imprevista  y por ello cala hondo en las vidas de quienes tienen la suerte de recibirla; la felicidad puede llegar a ser un estado de abobamiento manifestado por un latir más intenso de los corazones, un brillo más cristalino de unos ojos que pueden llegar a humedecerse así como unas manifestaciones corporales más desinhibidas como risas bobaliconas, caída de baba entre gritos con sordina e intensas ganas de abrazar al prójimo.

La desdicha es más abundante que la felicidad ¿Quién ha dicho que tengamos que ser felices? ¿Quién determina cómo y cuando llega la felicidad? Todo es una incerteza pero está claro que sufrir sufriremos, eso está garantizado, tan solo podemos elucubrar sobre cuanta felicidad estamos dispuestos a recibir, del mismo modo habrá que valorar los méritos hechos para recibirla que en ocasiones son más bien escasos.


Uno puede ser feliz viendo el vaivén de las olas, sentado en una toalla sobre la arena o leyendo un libro en una terraza pero ¿se es consciente de esa felicidad? normalmente no y por tanto pasa desapercibida. Uno puede ser feliz viendo una cara bonita, teniendo una conversación con los amigos o paseando con un ser querido pero ¿llegas a darte cuenta de lo especial de ese momento? normalmente no y por tanto no sabemos retenerlo.

Quizás esté en esa falta de consciencia el secreto que nos lleva a ser felices con el recuerdo de esa felicidad efímera, fugaz e imperceptible, quizás en  no darnos cuenta de ella en el momento que se produce esté la esencia de la misma felicidad.

sábado, 1 de noviembre de 2014

LA AMIGA MUERTE

Dicen que “quien tiene un amigo tiene un tesoro”, un amigo, un buen amigo o amiga es una continuidad de nuestra alma, con ellos se puede estar sin más, con ellos no son necesarias las palabras, el silencio compartido y cómplice basta para llenar el vacío. El buen amigo es una válvula de escape para nuestras desdichas con el que sabemos podemos contar, es una pieza fundamental en nuestras alegrías con el que necesitamos compartirlas, es un bálsamo que con sus consejos y opiniones suaviza nuestros momentos comprometidos ayudándonos a superarlos, es una parte básica en el motor de nuestra existencia.

En ocasiones la vida se tuerce y nos lleva por derroteros impensables, las cosas no salen como uno quisiera y quedan fuera de nuestro control, el desánimo puede llegar a instalarse en nuestro yo terrenal quedando ajeno a la vida que nos rodea; en esos momentos de negrura existencial la luz de un buen amigo puede devolvernos al camino y acompañarnos en su recorrido. Durante el trayecto su mera compañía ya será una muleta en la que apoyarnos y llegado el momento, el uno junto al otro avanzaremos más rápidos y seguros.

La serenidad de un amigo hará más armónico nuestro pulso, los problemas compartidos con él perderán tensión aunque no se resuelvan, pensar en voz alta junto a él aligerará nuestra angustia y nuestro temor pues será una esponja que absorberá parte de nuestras malas energías. El buen amigo estará a nuestro lado en los buenos momentos y también en los malos, nos dejará espacio cuando lo necesitemos y encontraremos su proximidad sin tener que pedírsela pero a veces eso no será suficiente.

En ocasiones las tinieblas pueden oscurecer el cielo, el desánimo asentar con fuertes raíces en el averno de nuestra alma y la chispa vital que un día brilló con fuerza no encontrar el oxígeno necesario para seguir brillando; la mente que no encuentra consuelo cierra sus fronteras y se aísla del mundo que la rodea, mientras tanto, poco a poco, los conductos con el medio exterior van cerrando sus válvulas de conexión hasta conseguir una total incomunicación. Uno ya no siente, ya no expresa, ya no pide ni reclama, tan solo respira y aguarda en silencio la llegada de su amiga, esa que sin hacerse presente siempre está a nuestro lado, vigilante, al acecho, dispuesta a darnos su abrazo eterno.

La amiga muerte no tiene horas ni periodos de descanso, no entiende de compromisos ni aplazamientos, su horario es la vida de la cual se alimenta y en esa vida, convive entre nosotros cobrándose a diario su macabro peaje. La amiga muerte nos elige o la buscamos, ella siempre estará dispuesta a aceptar nuestro baile y como una amante ansiosa de amor, se dejará llevar al ritmo que le marquemos. Ella no tiene prisas pues sabe con certeza que será nuestra última pareja, con ella cerraremos el baile de nuestra vida sin preocuparnos por perder el paso.


Nuestra última cita con la amiga muerte podrá ser  prolongada o fugaz pero nunca indiferente pues será definitiva, será la cita de nuestra vida, la que nadie podremos eludir llegado el momento pero si adelantar si ese es nuestro deseo, ese último compromiso está marcado en el calendario de cada existencia y es una cita ineludible e intransferible. En ocasiones el abrazo de la amiga muerte será una liberación que nos permitirá soltar el lastre que nos tiene atados a esta vida, dándonos alas para volar hacia la eternidad, en esta los dioses nos recibirán como a uno más de sus soldados y pasaremos a formar parte de sus ejércitos de inmortales.