martes, 7 de octubre de 2014

LOS LOOKS DE LENKA

Como cada año el Pistacho nos traía caras nuevas, entre ellas predominaban las chicas del este de Europa, quizás en ello tenía mucho que ver Irena, la mujer de Javi el dueño, de origen lituano ella debía ser quien llevara a cabo los casting para seleccionar al personal. La verdad es que formaban un buen equipo, solían estar los de siempre más un plus que eran la novedad de cada temporada; este año Lenka formaba parte de este segundo grupo.

Lenka era de la República Checa, no me preguntéis como estas chicas acaban recalando en este pequeño pueblo costero pues año tras año también me hago esa pregunta; su turno empezaba a media tarde y se prolongaba hasta bien entrada la madrugada, en el Pistacho se echaban horas para aburrir pero había que aprovechar pues la temporada de verano cada año era más corta. Tenía a su cargo el ala norte de la terraza y en plena faena, allí no había un momento de respiro pero ella se desenvolvía bien.

Si algo caracterizaba a esta mujer era su simpatía y su eterna sonrisa, era amable y atenta a rabiar, todos los que iban a su sector estaban encantados con ella pues desprendía una familiaridad que era de agradecer. Cuando todos estaban servidos, ella se situaba en un punto estratégico del local barriendo las mesas con la mirada pendiente de cualquier solicitud, Lenka era eficaz y se le notaba, sabía estar donde se la necesitaba en el momento oportuno.

Mi amiga María que siempre recalaba por las mesas a su cargo, era una incondicional de Lenka y hablaba maravillas de ella en cuanto a sus dotes de sociabilidad y atención, su marido Fernando era de la misma opinión y siempre la dejaban en buen lugar. Nosotros no tuvimos muchas ocasiones de recibir sus atenciones pues casi siempre nos poníamos en el corner o en el ala sur, atendidos ambos por otros compañeros, pero siempre era un placer verla transitar entre las mesas.

Lenka tenía un look atractivo, siempre con los cabellos anudados en una coleta y sus ojos correctamente maquillados, eran unos bonitos ojos; la conocimos con el pelo rojizo a juego con el pequeño delantal que lucía todo el personal, sus andares le conferían un movimiento a la coleta que hacía adivinar una bonita cabellera prisionera de una opresora cinta, se la identificaba al instante. Una tarde nos sorprendió, su color de pelo había cambiado abandonando el rojo fuego con el que nos tenía acostumbrados, a partir de ahora la veríamos de morena, un moreno azabache que le quedaba genial; al llamarle la atención sobre su cambio me confesó que desde los doce años cambiaba su look cada seis meses, me hizo gracia esa manía y eché de menos no haber visto algún otro de sus formatos.


Con el declive del verano aquellas chicas venidas del este fueron desapareciendo del Pistacho al igual que lo hicieron los clientes, el pueblo costero fue quedando vacío mientras la bahía impasible fue adentrándose en un nuevo otoño. La próxima temporada estaba por venir y con ella llegarían rostros nuevos de fuera de nuestras fronteras pues esa era la tónica de la emblemática heladería, nosotros mientras tanto nos perderíamos entre los vericuetos de la ciudad en actividades anodinas y anhelos imposibles, la playa quedaría lejos durante muchos meses a la espera de nuestro regreso.

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