miércoles, 10 de septiembre de 2014

BYE, BYE SUMMER

Con lo que cuesta en llegar y que rápido se va; todo el año esperando a que lleguen esos meses de asueto y cuando por fin llegan, se nos van entre las manos como el agua del grifo. Estamos a principios de agosto y solemos decir “ya empieza a acortar el día”, el problema está en que cuando muchos empezamos las vacaciones el verano ya está tocado de muerte y camina con pasos firmes hacia su ocaso.

El verano es un paréntesis en nuestra atormentada vida laboral, si bien es cierto que este paréntesis ha ido poco a poco acortándose siendo bombardeado por altas dosis de estrés, ansiedad, estrecheces económicas y un sinfín de trabas sobrenaturales de difícil explicación; uno empieza sus vacaciones y ya está pensando en cuanto le queda para acabarlas, en esa tesitura no acaba de disfrutarlas. Mira a su alrededor y solo ve sonrisas bobaliconas, toallas y sombrillas de colores, un poco más allá el mar lame una arena salpicada de huellas anónimas donde los hongos y otras miasmas orgánicas campan a sus anchas buscando nuevos huéspedes.

Y los días van pasando acariciados por el sol y vigilados por las estrellas; el paseo marítimo es un hervidero de humanidad al caer la tarde, los top manta y decenas de tenderetes más o menos legales han invadido la estrecha franja enlosada que transcurre a lo largo de la bahía, dificultando el paso a los viandantes que acentúan con corrillos insolentes el libre circular de los ajenos. Es el verano, que ablanda carnes y mentes en un ambiente pegajoso y húmedo, el verano que libera las pasiones reprimidas durante largos meses de espera, el verano que invita a ser otros en un mismo cuerpo desinhibido y presto a la aventura.

A poco que uno se descuide se ve abocado a una orgía de cervezas, helados, batidos y taperio variado, sin quererlo te haces asiduo de terrazas y restaurantes los cuales merman tú cuenta de resultados vaciando unos bolsillos ya mermados por la crisis pero ¿quién puede resistirse a los encantos del verano? Uno sabe que pronto volverá a su vida gris e irrelevante tras esos pocos días de asueto, los problemas aparcados volverán a ser los protagonistas de cada jornada y las noches ya no serán un bálsamo para el espíritu pues este andará perdido entre tinieblas y números rojos.

Los amores del verano morirán con el verano, las relaciones iniciadas en este periodo suelen tener fecha de caducidad y por tanto aun siendo apasionadas, suelen ser efímeras. En estas cortas historias donde la lívido golpea nuestras sienes y fluye por nuestros aparatos reproductores uno se siente trasladado a otra dimensión; el verano, tiempo de playa, siestas y amor sin compromiso.

Casi sin darnos cuenta iniciamos la segunda quincena de agosto y con ella la cuenta atrás se pone en marcha,  ya vemos septiembre a la vuelta de la esquina y por desgracia no somos de los que se han dejado las vacaciones para ese mes; este junto a junio son los mejores meses pero casi todos nos obcecamos con julio y agosto, y así nos va. Más calor, más gente, menos espacio en la arena donde extender la toalla o clavar el parasol; algunas mentes enfermizas llegan a las siete de la mañana y plantan su sombrilla como si fuera un mástil de conquista reivindicando un territorio que no les pertenece, llegando a las manos en ocasiones, para defenderlo con los primeros rayos de sol.

Y así, sin apenas enterarnos, vamos diciendo bye, bye summer pues este  va dando sus últimos coletazos entre cervezas, baños de mar y paseos bajo la luna; de nuevo las ansiadas vacaciones se van esfumando como los azucarillos en el café y con su fin volvemos a nuestras rutinas diarias, esas que nos agobian y nos traen sinsabores dejándonos tan solo el consuelo de llegar al fin de semana.


Uno se prepara para el obligado regreso mientras en la playa restaurantes, heladerías y otros negocios estivales comienzan su particular declive, el desfile de personal con su finiquito en el bolsillo va aligerando las nóminas de los comercios, las terrazas van quedando vacías de clientela y personal, las primeras persianas empiezan a caer para no volver a levantarse hasta la próxima temporada; de un día para otro ves como aparecen multitud de plazas de aparcamiento libres y por las noches, cientos de ventanas en los inmensos edificios ya no vuelven a encender la luz. El verano se va a hurtadillas pero sin detener su huida y la nostalgia empieza a cebarse en nuestros corazones que ven impotentes como todo se acaba, es el ciclo de nuestras vidas y afortunados aquellos que aun pueden disfrutar del verano.

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