sábado, 17 de mayo de 2014

VENDO PENE POCO USADO EN EL AMOR

Este podría ser un anuncio cualquiera de los miles que aparecen a diario en la prensa escrita, recientemente leí uno que decía “vendo clítoris de segunda mano” y quien lo puso se quedó tan ancha; es verdad que el anuncio en cuestión tenía trampa y estaba basado en una encuesta ficticia realizada en Francia según la cual el 89% de los franceses pensaba que se trataba de un modelo de Toyota, pues alguien hubo que cayó en la trampa y se hizo eco de la noticia saltando fronteras. A  diario nos bombardean con anuncios de lo más curioso e inverosímil pues el mundo de la publicidad no tiene límites, vehículos con prestaciones prohibidas, productos de belleza milagrosos que rejuvenecen y devuelven el vigor, preservativos que aumentan el rendimiento sexual aunque seas un picha floja, electrodomésticos que gestionan la vida doméstica sin el menor esfuerzo y así un largo etcétera.

Vivimos en una sociedad consumista y todo el mundo ansía tener o mejorar lo que tiene al precio que sea, los medios nos machacan con ofertas y nuevos productos haciéndonos comprar muchas veces aquello que no necesitamos pero que cuando al fin lo tenemos nos hace sentir mejor. Poco a poco vamos llenando nuestros hogares y en estos, armarios y estanterías, de un sinfín de artículos de segunda necesidad dejando de tener el valor que les atribuíamos una vez los conseguimos; así pues querer hasta tener y una vez tenido pierde valor lo querido.

La crisis se ha ensañado con el tejido social en el cual sus miembros ven impotentes la imposibilidad de alcanzar muchas veces, unos mínimos que les permitan subsistir en condiciones aceptables ese supuesto estado de bienestar, mientras tanto los anuncios siguen torpedeando nuestros sentidos, mostrándonos lo inalcanzable, dando alas a la euro-ansiedad; ante la carencia nos empequeñecemos y sacamos lo peor de cada uno, ese otro yo que llevamos dentro y que a veces desconocemos nosotros mismos. Abres el buzón y junto con las facturas, una cascada de propaganda cae en nuestras manos, enciendes la radio o el televisor y más de lo mismo, espectaculares señoritas y caballeros nos ofrecen los productos más inverosímiles prometiéndonos con su uso el oro y el moro, entras en internet y los banners fluctúan ante nuestros ojos robándonos campo en la pantalla y al final sales a la calle y allí te están esperando cientos de vallas publicitarias deseosas de hipotecar tú vida.

La sociedad consumista en la que vivimos no ceja en su empeño por vaciar nuestros bolsillos pero no se ha dado cuenta de que muchos de ellos ya fueron vaciados hace mucho; la miseria económica instalada en muchos hogares ha llevado a algunas personas a venderse en porciones sin el menor miramiento, hecho manifiesto en algunos anuncios ofreciendo riñones, hígados y otras piezas corporales. Dicen que empezamos a remontar el vuelo pero el aire fresco tardará en llegar a las familias y mientras este llega muchas de ellas sucumbirán esperando la savia que les devuelva la vida.


La esperanza en un horizonte calmado y estable no debe perderse pero cómo hacerlo cuando uno no llega a fin de mes, cuando los  subsidios finalizan o amenazan con su conclusión, las facturas se acumulan en los cajones, los trabajos no aparecen y si lo hacen son fugaces, efímeros, de hola y adiós…  cuerpo y mente desfallecen en un caos descontrolado y apocalíptico, y en esta tesitura uno acaba poniendo a la venta hasta el alma si es preciso.

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