Ya lo decía mi abuela ¡hoy tengo malagana! Parece que la
estoy oyendo pero ¿Qué es eso de la malagana? ¿A quién y cómo afecta ese
trastorno? Esos días en que no puedes con tú cuerpo, todo te cuesta un ímprobo
esfuerzo y tan solo quieres dejarte caer sobre las sábanas y abandonarte a las
brumas del inconsciente; hoy tengo malagana y escribir estas líneas me supone
un castigo que no consigo cumplir. Hace mucho que no encuentro esa fase del
sueño reparador que ayude a mi maltrecho cuerpo a seguir avanzando, hace mucho
que no sé lo que es dormir varias horas seguidas, día tras día pequeñas dosis
de malagana se acumulan en mis huesos, en mi mente, en mis sentidos, llevándome
a un estado de aturdimiento crónico del que no sé cómo escapar.
La malagana como entidad nosológica no existe sin embargo, el
mal se instaura en los cuerpos imprimiéndoles una flojedad malsana difícil de
combatir; uno no está para nada, está más allá que acá y en tal estado
cualquier actividad está condenada al fracaso por nimia que esta sea. ¿Qué
hacer frente a la malagana? Poco o nada podemos hacer, rebelarnos ante tal
adversidad es inútil pues seremos vencidos por su manto de aplatanamiento dejándonos para el
arrastre; intentaremos escapar de ella
pero nuestro cuerpo pesará como una losa y hasta el pensar se volverá turbio.
Notaremos como llega y como va envolviéndonos, haciéndose
dueña de nuestra voluntad, de nuestra intención; el verano es una época
propensa a padecer malagana, el calor y las cervezas se alían para romper todas
nuestras defensas y en tal estado de indefensión, sucumbimos ante ella. La malagana
actuará anulando nuestros reflejos, dejándonos como un muñeco de trapo,
miraremos a nuestro alrededor buscando un punto por el que escapar pero no
veremos nada pues un tupido velo enturbiará nuestra mirada y todo se volverá
oscuridad; cuando uno entra en un estado crónico de malagana está perdido, todo
su mundo quedará esclavizado bajo los efectos de la dejadez, nuestro cuerpo ya
no responderá y su control será ajeno a
nuestra voluntad.
El letargo al que nos veremos abocados puede ser de duración
variable según la causa que la desencadene y la fortaleza de quien la padezca,
no obstante el decaimiento experimentado será igual para todos. La enfermedad
puede producir malagana, uno aturdido y relajado en extremo no está para
visitas, ni para luces de colores, penumbra y silencio es lo que demanda el
cuerpo en esos momentos de acusada dejadez; nada debe interrumpir la malagana
pues esta debe seguir su curso completando su ciclo evolutivo, solo tras un
prolongado descanso libre de estímulos, esta empezará a desaparecer del cuerpo
afecto.
Malagana y vagancia extrema son dos caras de la misma moneda,
¿hoy tengo malagana o estoy vago? Difícil cuestión a la que muchas veces no
podremos dar respuesta, sus síntomas son muy parecidos pero a diferencia de la
primera, la segunda suele estar enraizada en el sujeto a pesar de que un vago
además, también puede padecer malagana aunque en estos casos suele ser crónica.
Es por tanto complicado discernir el
individuo vago del afectado por malagana, el segundo suele estar alicaído de
manera temporal, resurgiendo tras un periodo de descanso, liberándose de
síntomas vagos tras incorporarse.
Después de una noche disoluta uno despierta con resaca y
mucha, pero mucha malagana, intentamos acelerar nuestra recuperación con
remedios caseros variados: cafés, tónicas, duchas frías, etcétera pero casi
siempre con escaso éxito; hay que dejar actuar a la naturaleza orgánica y solo
el tiempo nos liberará del sopor y el dolor de cabeza que junto a la malagana,
embargan nuestro cuerpo. Por tanto tan solo el descanso reparador será el
remedio del mal que nos amansa hasta límites insospechados y que en ocasiones,
nos acerca al averno tenebroso donde miles de almas duermen su malagana en un
sueño eterno.
Aclararé que los tahitianos suelen tener Flu (similar a
nuestra malagana), es un estado anímico a mitad camino entre el cansancio, la
apatía y la pereza; allí puedes llamar al trabajo y decir que estás flu y no pasa
nada, lo entienden y te disculpan.
Ya lo decía mi abuela ¡hoy tengo malagana! Estoy flu.
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