Hay mañanas en las que te levantas con el morro torcido, las
brumas que cubren tú mente no te dejan ver la luz del sol, esos días uno sale
de casa decaído y con la línea de flotación tocada, nada está claro y los
problemas se vuelven más acuciantes, todo es gris y sin visos de aclarar. Uno
piensa en como ha podido llegar a enmerdar tanto su vida y no ve salida a la situación
en la que se encuentra, no hay un horizonte claro o al menos uno no lo ve, todo
se convierte en un caos incontrolable que nos lleva a una espiral de locura
malsana de la que no vemos la forma de salir. Y encima oyes las noticias en
cualquier canal de televisión, más leña al fuego, si uno está mal ver como anda
el país no supone un bálsamo para su espíritu, allá donde mires huele a
podrido, los cubos de basura que todos hemos ido llenando con nuestras malas
gestiones, corruptelas y demás artes del ladroneo, impregnan un ambiente en
otros tiempos con claros tintes de optimismo, nadie se salva del mal hacer de
alguna mano negra, nadie puede dormir tranquilo mientras sus intereses sean
gestionados por entes anónimos cuyos gestores actúan con la más completa
impunidad, nadie debe relajarse y dar por hecho que lo suyo está seguro.
La vida transcurre ranqueando por caminos indecisos, lo que un
día fue bueno hoy ha dejado de serlo y los que fueron líderes de una supuesta
economía saneada y modélica, hoy son perseguidos y acusados por malversar,
evadir o robar sin el más mínimo reparo y uno en su pequeñez, mira a su
alrededor y se siente impotente asaltándole las ganas de sacar la recortada del
armario y liarse a tiros con todo lo que le rodea. Ver entrar y salir de los
juzgados a unos adonis trajeados, presuntos de muchos cargos, entre el clamor
popular que siente en sus carnes los efectos de tan malas gestiones, hace
hervir la sangre al ser más calmado; la enajenación del pueblo parece estar
contenida por una mordaza subliminal que nadie entiende como se mantiene, nadie
pierde la cabeza y monta un desaguisado con todos estos personajes que están
pidiendo a gritos un castigo ejemplar.
Y uno vuelve a sus problemas y su cabeza no deja de elucubrar,
y su caos sigue dentro de un caos aun mayor que se extiende por todas las
clases y estamentos, nadie escapa a los despropósitos que marcados desde
arriba, machacan una y otra vez sin piedad a las gentes del pueblo. Sigo
ensimismado en mi mundo interior, los conflictos luchan por encontrar una
solución que no encuentran y la angustia empieza a pasar su factura
psicosomática, una opresión torácica incipiente empieza a manifestarse sin nada
que la frene, por momentos invade todo mi pecho queriendo extenderse por mis
brazos y mi cuello, respiro hondo e intento tranquilizarme pensando en imágenes
banales, lugares idílicos y amores imposibles, estos últimos añaden más
frustración a mi angustia y con ello mi impotencia se ve incrementada en muchos
enteros. ¿Así es la vida? Me pregunto en un momento de lucidez, ¿debemos
vivirla a lomos de esa monotonía cotidiana? Los días corren, las semanas vuelan,
los meses mueren uno tras otro y no reaccionamos, el fin se acerca y no tomamos
medidas ¿Cuántos días realmente buenos hemos vivido en los últimos tiempos?
¿Cuántos momentos mágicos hemos tenido en el último mes? Es un tema para
reflexionar.
Debemos encontrar nuestro lugar de meditación, este puede ser
físico o mental, en él aprenderemos a vaciarnos de todo lo que nos lastra,
pensaremos en lo que nos oprime, haremos planes de futuro, visionaremos a la
gente que queremos, a la que adoramos y también a la que no nos es grata, a la
que intentamos evitar; allí, solos con nosotros mismos, haremos repaso de
nuestras acciones, de nuestros anhelos, de nuestros deseos inconfesables, elucubraremos
con imposibles de los que comienzan con un “y si…”; allí renovaremos nuestras
almas y de allí saldremos más ligeros de equipaje aunque este no tarde en
volver a dejar sentir su peso. Seremos libres por unos instantes, libres de
cargas, obligaciones, responsabilidades… en ese lugar elegido, mágico y
personal, seremos invisibles al mundo que nos rodea y solo veremos aquello que
queramos ver pues un escudo impenetrable nos protegerá de cualquier influencia
ajena a nuestros deseos. El tiempo se detendrá en ese lugar para nosotros y
aunque el minutero siga corriendo de manera inexorable, nuestro tiempo estará
en un paréntesis atemporal y místico que nos permitirá ver más allá de nuestro
momento terrenal. En esa plaza, junto a esa fuente, en un parque a la sombra de
un árbol, a la vera de un río o en la
tranquilidad de una playa, dentro de nuestra cabeza o metidos en la cama, sea
cual sea el lugar elegido, nuestro lugar de meditación y escape, en él
encontraremos la paz y el sosiego que la ajetreada vida diaria nos niega, en él
volaremos muy lejos de nuestra ubicación física ya que la mente no tiene
límites ni fronteras y con ella estaremos donde queramos estar, haremos lo que
queramos hacer, veremos lo que queramos ver pues en nuestro reducido mundo
interior, cada uno de nosotros somos dioses de ese reino individual y por tanto
podemos proyectarnos a nuestro antojo y capricho.
Luego volveremos a la realidad que nos rodea, esa que nos
golpea con fuerza cada día tan pronto como abrimos los ojos por la mañana,
volveremos a los conflictos diarios y una vez más tendremos que gestionar de la
mejor manera posible todo ese mundo que gira en torno a nosotros y que muchas
veces nos asfixia llevándonos al límite de nuestras fuerzas. Mientras eso
ocurre la podredumbre de las grandes esferas seguirá cebándose con los más
débiles, los indefensos, aquellos sin poder de decisión los cuales ven
impotentes como se machacan sus derechos sometidos a una burla burocrática que
en muchas ocasiones complica los trámites más sencillos con un constante acoso
y derribo al menos común de los sentidos, el sentido común. Es por ello que se
hace necesario ante tanta mediocridad, tanto abuso, tanta impunidad… encontrar
ese punto, lugar o estado en el que podamos evadirnos y recomponer nuestros
esquemas, coger fuerza y salir de nuevo al mundo con más ímpetu, más energía,
más decisión si cabe; allí renovaremos nuestras energías y modularemos desde la
reflexión, la forma y manera de canalizarlas más eficazmente.
Hoy en día a la vista de los acontecimientos hemos de
reinventarnos, sacar lo mejor de nosotros mismos y aun así, no lo tendremos
fácil; la jungla que hay ahí afuera es salvaje y despiadada, hoy con mayor
intensidad que en otros tiempos, impera la ley del más fuerte, del más osado, del
más intuitivo y oportunista, si tardamos en respirar nos roban el aire y difícilmente
dispondremos de quien nos haga el boca a boca (sin lengua se entiende); hoy
podemos decir “estoy hasta los huevos…” y nos quedamos cortos pues hay a quien
la mierda le llega hasta el cuello y a estas alturas aún no sabe nadar.
Dicen que tras la tormenta siempre vuelve a lucir el sol, que
cada invierno da paso a una nueva primavera y que no hay mal que cien años
dure; nuestra tormenta particular puede llegar a agotarnos, tentarnos a tirar
la toalla, hacernos desfallecer pero ahí debe estar la fortaleza que cada uno tiene
para plantarle cara a la adversidad, soltar el lastre superfluo que hemos ido
añadiendo sobre los hombros y enlentecen
nuestro caminar. El poder del alambique (véase La conciencia del alambique, publicado en mayo) quizás sea el instrumento
que nos ayude a liberar esa energía negativa que pugna por envenenar nuestro
mundo interior, su capacidad de análisis y purificación actuará como filtro de
impurezas y así los humores nocivos que nos atenazan, quedarán atrapados siendo
desechados al exterior de nuestras almas.
Nuestro santuario secreto, aquel sitio elegido privadamente,
quedará como un arca de la alianza, alianza entre nosotros y nuestro mundo,
nuestra mente y sus proyecciones, será nuestra tabla de salvación cuando creamos
que todo está perdido, nuestra isla desierta en un océano de tinieblas, allí
nos encontraremos seguros y a salvo de todo; ese altar sagrado para nuestra
alma será un talismán para nuestro ánimo ya que cada vez que accedamos a él,
este se regenerará haciéndonos un poco mejores, más pacientes, más sabios….si
logramos escucharnos.
Todo tiene un comienzo y un final pero entre uno y otro el
camino puede hacerse fácil y confortable o por el contrario difícil y tortuoso;
las adversidades y sobre todo nuestra aptitud ante las mismas, marcarán nuestro
recorrido vital, durante el mismo habrá altos y bajos, momentos malos, buenos y
mejores, por desgracia estos últimos serán escasos y con frecuencia
pasarán desapercibidos; todo el camino
será una constante aventura para la que quizás no estemos preparados y por
tanto el aprendizaje deberá ser continuo, no bajando la guardia en ningún
momento pues solo así afrontaremos con posibilidades de éxito, las pruebas a
las que nos enfrentaremos en cada etapa de nuestra existencia.
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