Una tras otra vamos consumiendo las jornadas de una vida
vivida sin acierto, los errores del pasado salen a la luz en un presente
incierto que hace intuir un futuro convulso; actos erróneos aceptados con una
falsa ignorancia, pasan factura con el devenir de los tiempos y llegada la hora
de rendir cuentas, nos encontramos atados de pies y manos sin apenas margen de
maniobra. A merced de los acontecimientos se mece nuestra existencia mientras
la espera se hace larga y angustiosa, es lo que toca vivir en un año recién
acabado y del que ningún grato recuerdo será escrito en el libro de la vida;
nos falta el aire y con su ausencia una opresión mantenida sobre todo nuestro
ser nos acompaña las veinticuatro horas del día.
Respirar buscando hinchar los pulmones se convierte en una
maniobra habitual que repetimos con frecuencia, un esfuerzo extra por vencer la
constante opresión que nos atenaza; el personal que nos rodea es ajeno a la
catarsis que han experimentado nuestras vidas en unos pocos meses pero en la
distancia, cada uno vive en sus carnes los daños colaterales en los que ha
derivado una situación descontrolada. Ante nosotros días de fiesta, luces y
colores, todo envuelto de músicas entrañables y consejos publicitarios de lo
más tierno y sugerente; la falsa alegría que muestran las altas esferas
contrasta con la tristeza subliminal que vive el pueblo machacado por los
acontecimientos.
Y mientras la calle llora las carencias, muchos hogares
montan sus belenes y árboles de navidad en un intento por dar color a la
negrura en que se han convertido sus vidas. Sonrisas forzadas buscan endulzar
una situación caótica que nadie esperaba, un estado impensable de alcanzar tan
solo unos meses antes, un pozo oscuro al que nunca se nos ocurrió podríamos
llegar a asomarnos. Hoy al borde del
precipicio intentamos mantener un equilibrio que amenaza con fallar y
arrastrarnos a los abismos llevándose tras de sí toda una vida de logros
penosamente conseguidos, todos los esfuerzos de una o varias existencias, todo
un legado generacional.
Esa calle tantas veces vista adquiere otra imagen, esos
rótulos tantas veces leídos toman otro significado, lo que siempre habías
considerado tuyo hoy se ha convertido en una lacra a punto de desaparecer y con
ella el peso de los compromisos adquiridos arrasará como un tornado la plácida
vida que hasta hace poco llevábamos. Y la vida sigue, continua ajena a los
despropósitos cometidos por unos y permitidos por otros, sigue su curso natural
con penas y glorias repartidas por igual, sigue y sigue sin nada que la frene.
Con todo el fiestorro concluido de nuevo nos enfrentamos a la
dura realidad, una vez más sentiremos la amenaza en nuestros cogotes, las
mañanas de incertidumbre volverán a ser la rutina diaria, las miradas
inquisitorias volverán a dejar su impronta sobre nuestras pieles y día tras día
iremos ganándole tiempo a la vida, una vida echada a perder en el momento más
crítico, en el ocaso de una existencia.
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