sábado, 11 de enero de 2014

EL AIRE QUE NOS FALTA

Una tras otra vamos consumiendo las jornadas de una vida vivida sin acierto, los errores del pasado salen a la luz en un presente incierto que hace intuir un futuro convulso; actos erróneos aceptados con una falsa ignorancia, pasan factura con el devenir de los tiempos y llegada la hora de rendir cuentas, nos encontramos atados de pies y manos sin apenas margen de maniobra. A merced de los acontecimientos se mece nuestra existencia mientras la espera se hace larga y angustiosa, es lo que toca vivir en un año recién acabado y del que ningún grato recuerdo será escrito en el libro de la vida; nos falta el aire y con su ausencia una opresión mantenida sobre todo nuestro ser nos acompaña las veinticuatro horas del día.

Respirar buscando hinchar los pulmones se convierte en una maniobra habitual que repetimos con frecuencia, un esfuerzo extra por vencer la constante opresión que nos atenaza; el personal que nos rodea es ajeno a la catarsis que han experimentado nuestras vidas en unos pocos meses pero en la distancia, cada uno vive en sus carnes los daños colaterales en los que ha derivado una situación descontrolada. Ante nosotros días de fiesta, luces y colores, todo envuelto de músicas entrañables y consejos publicitarios de lo más tierno y sugerente; la falsa alegría que muestran las altas esferas contrasta con la tristeza subliminal que vive el pueblo machacado por los acontecimientos.

Y mientras la calle llora las carencias, muchos hogares montan sus belenes y árboles de navidad en un intento por dar color a la negrura en que se han convertido sus vidas. Sonrisas forzadas buscan endulzar una situación caótica que nadie esperaba, un estado impensable de alcanzar tan solo unos meses antes, un pozo oscuro al que nunca se nos ocurrió podríamos llegar a asomarnos.  Hoy al borde del precipicio intentamos mantener un equilibrio que amenaza con fallar y arrastrarnos a los abismos llevándose tras de sí toda una vida de logros penosamente conseguidos, todos los esfuerzos de una o varias existencias, todo un legado generacional.

Esa calle tantas veces vista adquiere otra imagen, esos rótulos tantas veces leídos toman otro significado, lo que siempre habías considerado tuyo hoy se ha convertido en una lacra a punto de desaparecer y con ella el peso de los compromisos adquiridos arrasará como un tornado la plácida vida que hasta hace poco llevábamos. Y la vida sigue, continua ajena a los despropósitos cometidos por unos y permitidos por otros, sigue su curso natural con penas y glorias repartidas por igual, sigue y sigue sin nada que la frene.


Con todo el fiestorro concluido de nuevo nos enfrentamos a la dura realidad, una vez más sentiremos la amenaza en nuestros cogotes, las mañanas de incertidumbre volverán a ser la rutina diaria, las miradas inquisitorias volverán a dejar su impronta sobre nuestras pieles y día tras día iremos ganándole tiempo a la vida, una vida echada a perder en el momento más crítico, en el ocaso de una existencia.

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