sábado, 16 de noviembre de 2013

MIEDO ESCENICO

En cierta ocasión me llamaron para dar una charla en un hospital de mi ciudad, la temática poco importaba llegado el caso pues casi siempre rondaba los mismos temas por lo cual requería escasa preparación; siempre me han llamado la atención los nervios de algunas gentes previos a su exposición, el miedo escénico era un peaje que debían pagar para ir haciendo currículum, de hecho más de una vez tuve que hacerme con las riendas de una exposición ajena ante la imposibilidad de que la persona indicada fuera capaz de pronunciar palabra ante el auditorio. Dicen que se pasa mal, desconozco esa sensación, pero imagino que será fruto de la inexperiencia o la timidez, enemigas ambas de estas gaitas; ahora me encuentro de nuevo ante la preparación de una nueva charla, una Jornada de postín amparada por los altos estamentos políticos del sector de la sanidad, el salón de actos del centro hospitalario estará lleno, los ponentes repasarán sus actuaciones y trabajos, algún meritorio andará con dolor de estómago por los pasillos memorizando mentalmente sus diez minutos de comunicación y yo ando preocupado por si encontraré sitio donde aparcar, es cuestión de prioridades.

Recuerdo la universidad, las clases a primera hora de la tarde sin casi tiempo para dar un bocado tras salir de las prácticas de la mañana, también allí había alguna compañera hecha un manojo de nervios momentos antes de iniciar su clase magistral, curiosamente pasaba el tiempo y aquellos nervios no cesaban en algunos vientres; siempre me fastidió tener clase tras una comida de navidad, esta se quedaba a medias perdiéndome las sobremesas y los licores no obstante, con la bodega estomacal llena por vinos y cervezas me iba yo a dar mi charla de rigor. Quizás en más de una ocasión el enrojecimiento de mis ojos delataba un origen alcohólico de base, quizás algún balbuceo o duda en mi exposición pudiera poner en aviso a mi audiencia pero nunca llegó la sangre al río y sin contratiempos, acababa una tras otras mis jornadas lectivas.

Era frecuente coger el pen drive momentos antes de salir para la universidad y sin vistazo previo tras muchos meses durmiente, iniciar la clase sobre la marcha como si acabara de prepararla, era la rutina y el conocimiento de su contenido cosa que chocaba con el oculto nerviosismo de otras gentes pero no siempre fue así; viene a mi cabeza un año en el que con el tiempo justo me asignaron dos nuevas asignaturas “como es médico no tendrá problemas” dijeron, joder con las dos asignaturas, ya ni me acordaba de aquello, incluso dudé de si algún día llegué a aprender todos aquellos males. Había que ponerse las pilas y no solo aprendiéndose el tema en cuestión sino preparando todo el material gráfico que luego serviría de apoyo durante las clases, fueron muchos días de arduo trabajo, con sus fines de semana y ratos de ocio embargados por la faena, jodidas dos asignaturas.

Es curioso el poco aprecio que tuve siempre a hablar en público, de hecho aborrecía tal actividad, en mis tiempos mozos era de ponerme colorado cuando tenía que hacerlo, más tarde, pasados unos años, pasó a resbalarme lo del discurso público hasta acabar ganándome la vida con ello. Los tiempos cambian y también lo hacen las personas aunque no tengo claro si a mejor o peor, lo que antaño llegó a ser motivo de turbación hoy era un acto mecánico sin mayor trascendencia que apenas ocupaba unos renglones en mi cabeza, ahora solo me preocupaba donde aparcar el día de la charla pues sabía de la dificultad dado el emplazamiento del evento


El miedo escénico que retuerce almas y estómagos no se si pasó sobre mi en algún momento, si lo hizo fue de puntillas y sin apenas hacer ruido pues la cabeza estuvo siempre en otras cosas, observando quizás a otras gentes que a mi alrededor e intranquilas, memorizaban sus papeles antes de interpretarlos.

1 comentario:

  1. Oye yo se de que comidas navideñas hablas. Jeje que pena que te ibas tan rápido. Buen artículo

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