Las vacaciones estivales eran la mejor época del año, en
ellas no había horarios ni obligaciones que cumplir aun así teníamos nuestras
rutinas; la luz de aquella playa abría nuestros ojos de buena mañana iniciando
con ello una nueva jornada de asueto en la que el tiempo transcurría
plácidamente. El mar calmo como una balsa de aceite se extendía frente a
nuestras casas, su gama de brillos
imposibles jugaba con un sol caprichoso que barría con sus rayos toda la bahía;
poco a poco aquella arena dorada iba llenándose de sombrillas y toallas
multicolores que gentes ansiosas de baños y arena instalaban cada mañana.
Tras un rápido desayuno aun no eran las once y ya estábamos
listos para iniciar nuestras mañanas playeras, no éramos gente de baño lo cual
no descartaba disfrutar con la visión del mar y para ello nuestro primer
destino era siempre la plataforma de madera instalada a escasos metros de la
orilla en un extremo de la bahía, llegar hasta allí suponía un paseo bajo los
tórridos rayos del sol pero sabedores del sombrajo que allí nos esperaba se
hacía de buena gana; la plataforma era uno de los muchos puntos repartidos por
el litoral valenciano integrados en el plan de playas accesibles, allí acudía
la gente con alguna discapacidad a tomar el baño utilizando para ello sillas
especiales que asistidas por monitores, eran introducidas en el mar.
Nosotros simplemente íbamos a estar, había sombra, corría la
brisa y allí departíamos con la gente y las monitoras, simpáticas muchachas de
cuerpos esculturales con las que hicimos amistad, una horita de cháchara
mientras algún acompañante disfrutaba de las olas y rumbo a nuestro segundo
destino de la mañana, el Pistacho. Apenas un centenar de metros separaban ambos
puntos si bien este se hallaba en pleno paseo marítimo bien protegido bajo una
gran pérgola acristalada, las mañanas en el Pistacho eran especiales y muy
esperadas, allí tomábamos un segundo desayuno y en ocasiones lo prolongábamos
hasta la hora del aperitivo: cafés con leche y tostadas con aceite y sal,
granizados de café, fingers de queso y cervezas, algún agua con gas…
Siempre vigilantes sobre la franja costera charlábamos
desenfadadamente y organizábamos el mundo mientras disfrutábamos del ágape,
hacíamos fotografías a nuestro alrededor y dejábamos pasar al tiempo que corría
a su antojo; unas veces solos y otras acompañados aquel era el centro de
reunión, veíamos pasar a las gentes ataviadas con sus equipos playeros hacía o
desde la costa mientras nuestros cuerpos relajados y ausentes de compromisos se
dejaban mecer por la brisa bajo la gran pérgola.
Las mañanas del Pistacho eran mucho más relajadas que las
tardes y noches donde el caos se apoderaba por momentos del establecimiento,
todo fluía a otro ritmo más pausado no dándose las aglomeraciones típicas de
otros momentos del día, allí dejábamos perderse a la vista en el horizonte
azul, el murmullo de las olas llegaba hasta nuestros oídos mientras nuestros
paladares se deleitaban con pequeños caprichos gastronómicos.
Ahora, pasado ya ese tiempo desenfadado y vacío de
obligaciones, echo la vista atrás y mientras la lluvia cae en una tarde de
otoño tras mis ventanas, recuerdo con nostalgia aquellos momentos que viví no
hace tantas fechas; ahora el color gris lo envuelve todo y aquella luz que
iluminaba la bahía y acariciaba nuestros rostros se apagó con el final del
verano. El Pistacho cerró sus puertas a la espera de una nueva temporada, la
bahía vació sus playas y retiró sus pasarelas con la caída del verano, los
edificios echaron sus persianas quedando en un largo letargo invernal y así,
poco a poco, la vida fue escapando de aquel lugar tranquilo y bullicioso,
caótico y relajado, natural y moderno.
Olvidada por todos aquella playa quedaría abandonada durante
muchos meses esperando un nuevo verano, escasos dos meses en los que la savia
humana regresaría y volvería a inundar sus calles, sus arenas, su paseo
marítimo; nosotros en la distancia no la
perderíamos de vista ansiando volver pronto a reencontrarnos con nuestras
mañanas en el Pistacho.
No hay comentarios:
Publicar un comentario