Algunas historias surgen del caos, nadie las espera y sin
embargo ocurren en el momento más insospechado; en estas historias algunos
hechos o personajes pueden dejar una marcada huella que te acompañará el resto
de tus días. En ocasiones la realidad se mezcla con la ficción y de esta última
se origina una trama que modelas a tú antojo, creando escenarios anhelados o
vividos, acabando sin saber si fueron ciertos o soñados no obstante y como el
papel es muy sufrido, uno puede divagar y plasmar imposibles que en un tiempo
pudieron ocurrir u ocurrieron. Este es un ejemplo de ello.
Todo empezó en la universidad. Él llegaba tras una
experiencia traumática que le marcaría para el resto de su vida condenándolo a
una silla de ruedas, nadie daba un duro por su futuro pues ante él se abría un
mundo de limitaciones y dependencia aun así entró en la catedral de la ciencia
una vez más, reencontrándose con algunos compañeros y amigos de su vida
anterior ante los cuales a partir de entonces siempre flotó un halo de
incomodidad difícil de explicar. Ya nada fue igual, tras casi un año
hospitalizado todo había cambiado para él perdiendo el ritmo de su otra vida,
debía aprender a vivir de nuevo en un cuerpo ajeno a su voluntad y en un
entorno hostil cuya velocidad le superaba.
Tras una experiencia sentimental fallida sobrevenida por las
consecuencias de aquella fatídica noche, su confianza en el sexo opuesto estaba
bajo mínimos cerrándose ante cualquier cara bonita que pudiera aparecer. No
recordaba donde la conoció pero debió ser en las aulas durante el primer año de
carrera, pronto congeniaron y por aquel entonces ella se convirtió en su
confidente, sobre la cual desahogaba sus frustraciones y temores. Casi sin
darse cuenta le abrió su vida en canal haciéndola partícipe de sus secretos y
limitaciones, de sus consecuencias y el modo de afrontarlas, de sus estados de
ánimo y sus anhelos. Ella absorbía como una esponja todo aquello que también
era nuevo en su vida, estrechando con ello sus lazos de amistad curiosos a la
vista de muchos.
El primer beso tardaría en llegar dos largos años, esa tarde
su amistad subió un eslabón más en una relación no planificada; el bar cutre en
el que tuvo lugar no fue el marco más idóneo para sellar sus sentimientos pero
es lo único que tenían a mano en ese momento y tuvieron que conformarse, a
pesar de ello les supo a gloria e hizo que miles de mariposas revolotearan
dentro de sus estómagos. Pi, como él la llamaba, era elegante y no pasaba
desapercibida, de talla media y complexión delgada sabía sacarle partido a la
ropa que vestía y a él le encantaba verla moverse; siempre le gustó su pelo, su
larga melena flotaba sobre sus hombros dándole un aspecto muy interesante y él
no se cansaba de mirarla aun cuando ella no se percatara de sus miradas
furtivas.
Se veían casi a diario y encontrarla cada mañana o cada tarde
era un acicate para superar su día a día, las aulas y los pasillos de la
facultad se convirtieron en sus segundas casas, fuera del ámbito académico
muchas tardes acababan frecuentando una pequeña cafetería en un pasaje
comercial cercano; el pasaje de la Luz durante años se convirtió en su rincón
íntimo, allí lejos de miradas curiosas se observaban y se conocían, se besaban
y se sonreían, se confesaban y soñaban imposibles. Ella siempre ocultó su
relación, como si él no existiera, nunca nadie de su entorno próximo supo de su
presencia, hecho que al principio a él no le importó pero que con el paso del
tiempo empezó a incomodarle aun comprendiendo lo difícil de su aceptación por
parte de la gente con quien convivía.
Muchos fines de semana ella iba a su casa, él procuraba
quedarse solo y allí ajenos al mundo que los rodeaba fueron descubriendo sus
cuerpos; perderse en el aroma de su piel cubriéndola de besos lo volvía loco y
ella a medida que fue perdiendo la timidez de principiante, se convirtió en la
mejor cómplice de sus juegos amorosos. Los primeros besos fueron dubitativos,
su lengua esquiva tardó en entregarse a la de él pero cuando por fin lo hizo,
ambas se acostumbraron a un baile húmedo y apasionado que les hacía perder la
razón.
Los años fueron pasando, su movilidad seguía siendo precaria
y los medios para subsanarla apenas existían en aquellos tiempos por lo que sus
salidas se hacían complicadas y esto hizo que sus rutinas entraran en una
monotonía difícil de romper.
De aquellos tiempos quedaron muchos momentos,
muchos detalles, algunos curiosos como la costumbre de ella de escribirle
mensajes entre líneas cuando le pasaba los apuntes, él los buscaba con avidez
entre los tediosos textos cada vez que recibía una nueva entrega o la obsesión
de él por regalarle medias en las versiones más sexys y vanguardistas que luego
ella se ponía extasiándolo.
Pero aquello no era fácil, su relación acabó encorsetándose
en unos límites demasiado estrechos y él intuía que allí faltaba aire, sobre
todo para ella, la ocultación de aquella relación de manera continuada hizo que
su desarrollo aun fuera más difícil de modo que algo empezó a fallar aun sin
quererlo. El último verano él ingreso en un centro hospitalario, ella iba a
diario para estar con él unas horas terminando su visita cada día con un hasta
mañana y un beso de despedida, un día sin nada que hiciera sospecharlo no
volvió a aparecer, ya nunca volvió a verla y aunque en su fuero interno sabía
que aquello estaba acabando desde hacía tiempo, no esperaba que el final fuera
a ser como fue.
El sueño duró once largos años pero como en todos los sueños
llegó el momento de despertar y enfrentarse a la realidad, había que ponerse en
movimiento, superar el desencanto de aquella relación y empezar a gestionar el
resto de su vida. Aquella mujer llegó en un momento crítico de su existencia y
le devolvió las ganas de vivir, hizo crecer en él de nuevo la ilusión en muchas
cosas y le ayudó a recuperar sentimientos olvidados; durante la peor etapa de
su vida ella se convirtió en su sol ayudándole a dispersar las brumas que
cubrían su mundo, por todo ello siempre le estaría agradecido ocupando un lugar
importante dentro de su memoria y de su corazón.
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